“La política es quizás la única profesión
para la que no se considera necesaria ninguna preparación” (Stevenson).
Sigue trabajando
el módulo de Ciudadanía Activa en la
promoción del amparo contra el alza en la tarifa del agua potable. Diligentes
ciudadanos se han apostado frente a Palacio Municipal y con ánimo resuelto
informan a los interesados acerca del objeto del movimiento y los requisitos
del trámite. La tarea requiere de paciencia y la convicción de que el abuso del
gobierno dirigido por personas sin interés ni empatía por los habitantes de
Hermosillo no debe prosperar.
La semana pasada
deambulé por la Plaza Zaragoza, en buena medida atraído por el aviso de que, en
ese lugar, de 3 a 7 de la tarde, se instalaría una mesa de información y
trámite del recurso legal, y me encontré con un pequeño grupo de personas
dispuestas a trabajar por los intereses de la comunidad, en cumplimiento de un
deber cívico que a estas alturas muchos agradecen, aunque otros tantos no
acaban de entender. ¿Será posible que haya gente que sacrifique tiempo y
esfuerzo por causas de beneficio colectivo? Parece ser que así es.
La charla que se
entabló me dejó claro que, después de todo, no estamos tan jodidos moralmente y
que hay ciudadanos que sí entienden el valor de la acción solidaria ante
problemas o situaciones que afectan a todos. Desde luego que a toda acción
corresponde una reacción y por supuesto que los críticos, más que los
apoyadores, no pierden tiempo para intentar desacreditar las acciones e
intenciones de quienes se oponen al absurdo y abusivo gravamen que pende sobre
las cabezas de las familias. La crítica ratonera es compañera inseparable del
trabajo social.
Pero, más allá
del morbo que despiertan las críticas en forma velada y las insinuaciones de
posibles cuadros de corrupción y juego de intereses, se levanta un grupo que
llama a la defensa de la economía familiar y el respeto a la dignidad
ciudadana. ¿Por qué hacer pagar a los hermosillenses por obras de claro interés
privado? ¿Tiene sentido en el plano de la política pública sangrar el bolsillo
de cientos de miles de personas que no van a ser usuarias de la planta
tratadora contratada por Javier Gándara con empresarios españoles? ¿Por qué se
privilegian los intereses de un sector empresarial y se desestiman los de la
inmensa mayoría que trabaja, produce y paga impuestos?
¿Entenderá el
actual gobierno municipal el significado de la equidad y proporcionalidad
impositiva? ¿Habrán leído y entendido lo dispuesto en el artículo 31 fracción
IV de la Constitución federal, referido a que todos los ciudadanos tienen la
obligación de contribuir para los gastos públicos de la manera “proporcional y
equitativa” que dispongan las leyes? ¿Quedarán dudas acerca del significado de “proporcional
y equitativa”? ¿Tendrán claro el significado de “gastos públicos”? ¿Entenderán
las responsabilidades legales que se adquieren en el ejercicio de las funciones
públicas?
Como señaló
alguno de mis interlocutores en esa tarde soleada frente al edificio municipal:
¿En qué estará pensando el “Maloro”, si apenas va llegando y ya quiere subirnos
los impuestos?
Como quiera que se
vea, la comunidad hermosillense está doblemente amenazada: por una parte, el
obsceno tratamiento que el gobierno le ha dado al grave problema de la
contaminación producto del derrame tóxico de Buenavista del Cobre, de Grupo
México, cuyos efectos ya están presentes en habitantes del norte de la ciudad
capital, según ha documentado la investigadora Reina Castro Longoria. Por otra
parte, la terrible falta de responsabilidad y oficio político del nuevo
presidente municipal que dirige la cosa pública como si el municipio fuera una
simple delegación del gobierno del Estado.
Al parecer, ni
en el ámbito municipal ni el estatal existe noción de lo que es la autonomía y
la soberanía, ya que se gobierna sin conciencia de las responsabilidades
locales y simplemente se sigue torpemente el ridículo patrón establecido por el
gobierno federal, en clara contradicción con el marco legal aún vigente en
México.
Los habitantes
de México, Sonora y Hermosillo sufren las consecuencias de un gobierno de
imitación, hueco y, por decirlo con propiedad, más holográfico que real. En
este contexto, la esperanza y eventual salvación está en la acción consciente y
decidida de los ciudadanos. Sólo el pueblo puede salvar al pueblo.
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