“Desconocer
lo que ocurrió antes de que tú nacieras es ser siempre un niño” (Cicerón).
No hay duda de que la memoria de los
pueblos forma parte de su patrimonio intangible, de sustento del orgullo
nacional y prontuario de la identidad que se construye a golpes de tiempo y
decisiones. La historia nacional con su rico y variado contenido se cuelga del
aparador de la realidad con los ganchos del calendario, así la fecha representa
la forma en que se hace presente el hecho o suceso contenido en la memoria
colectiva. Si la historia en su apariencia más elemental es aprendida por los
escolares mediante la relación de fechas, nombres, hechos y lugares
geográficos, el civismo supone la conmemoración colectiva consagrada a la
comprensión y encomio de la obra de quienes aportaron su palada de arena,
vertieron la cal, acarrearon el agua y pusieron los ladrillos del edificio
institucional del país.
La conservación ordenada y pulcra de los
capítulos que integran la epopeya nacional y su difusión y estudio corresponde
a la educación pública primordialmente, debiendo el gobierno no sólo proveer su
marco normativo sino organizar apropiadamente el calendario conmemorativo de sus
hechos relevantes. Las fiestas y conmemoraciones patrias, los hitos y sucesos
del pasado unen a los mexicanos del presente con sus antepasados más remotos, y
sientan las bases para el México por venir. Somos un pueblo con historia,
tradiciones y costumbres propias, que se van modificando y enriqueciendo a la
luz de lo que fuimos, somos y podemos ser.
La explotación y conocimiento de las
profundas raíces del árbol nacional permite analizar causas y estudiar y
comprender efectos, de suerte que las causas, el contexto de las situaciones
pasadas, su desarrollo y consecuencias pueden arrojar luz sobre las
complejidades del desarrollo nacional, y servir de experiencia para abordar los
problemas del presente, basados en una concepción dinámica de la sociedad.
Si la memoria puede guiar la
inteligencia hacia las mejores soluciones a los problemas que nos competen como
sociedad, el olvido puede, en cambio, conducirnos por un camino de errores e
improvisaciones cuando no de decisiones forzadas por intereses que no son los
nuestros. Es por ello que la conciencia del pasado orienta nuestro futuro como
nación independiente y soberana.
Por desgracia, nuestro gobierno ha
renunciado a la historia nacional mediante la adopción de mecanismos de amnesia
institucionalizada que vacían de contenido las fechas importantes de nuestro
calendario cívico. Desde la llegada de los gobiernos neoliberales la historia
patria ha venido a menos, las ceremonias conmemorativas devienen en pasarelas
huecas y ridículas y los desfiles del 16 de septiembre y el 20 de noviembre se
realizan en cualquier otra fecha bajo el argumento de que en el país se deben
eliminar los “puentes” en aras de la productividad y el mejor desempeño
laboral, además de servir como medio para inducir una nueva cultura laboral.
Ahora se ve como correcto desfilar el
lunes 16 en vez del viernes 20 de noviembre. ¿Qué día laboral se gana perdiendo
un lunes en vez de un viernes? ¿En qué influyó en la productividad este cambio
si de cualquier forma se contará con tres días inhábiles en el sector oficial?
México es un país que destaca entre los
miembros de la OCDE porque sus trabajadores tienen jornadas de trabajo más
largas y reciben pagas más reducidas. Nadie puede decir con verdad que el
trabajador mexicano sea un flojo bien pagado, o que sea privilegiado desde el
punto de vista de la legislación laboral. De hecho, se ha retrocedido
sustancialmente en esta materia a partir de la reforma laboral, así como por
las reformas a la legislación federal en materia de seguridad social, como es
el caso del IMSS e ISSSTE, donde el cambio en el sistema pensionario repercute
directamente en beneficio de agentes financieros privados y en contra del
bienestar y seguridad patrimonial de los propios trabajadores.
En la medida en que la historia sea una
materia escolar en vías de desaparición, las nuevas generaciones dejarán de
encontrar significado a las fechas conmemorativas, a las ceremonias de
aniversario y al costo en vidas y esfuerzos que ha tenido la construcción de
nuestras instituciones, la seguridad de nuestro patrimonio, el dominio de
nuestros recursos y la majestad de la Constitución, ahora administrada como
mercancía en liquidación por magistrados venales y funcionarios apátridas.
El aniversario de la Revolución, el de
la expropiación petrolera, el de la nacionalización de la industria eléctrica,
como el de la independencia nacional, terminan siendo cascarones huecos por la
podredumbre neoliberal. Es tarea patriótica de urgente realización recuperar
nuestra historia, el significado de las fechas, el contenido de los hechos y
situaciones que nos han moldeado como país independiente y digno de un mejor
futuro. Recuperemos la República, ya.
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