Nescire quid antea quam natus sis acciderit, id est semper
ese puerum
(Desconocer
lo que ocurrió antes de que tú
nacieras es ser siempre un niño).
Cicerón
Día 18 de marzo, fecha conmemorativa de la expropiación petrolera. La noticia del despido de Carmen Aristegui ha ocupado la atención de las fuerzas sociales y el 77 aniversario petrolero pasa de noche. A nadie se le ocurrió convertir la fecha en un detonante contra la obscena entrega de nuestros recursos. Los impulsos de la organización social han caído en garras de la eventualidad, así que nuestra historia política y las conquistas del pueblo mexicano tendrán que esperar algún hueco informativo. Al parecer nos ha ganado la reivindicación de un derecho frente a la defensa de la soberanía nacional.
Si bien es cierto que la solidaridad en defensa de un derecho
es básica para la coexistencia y sana convivencia social, no significa que los
hechos que han afectado a la nación durante la triste etapa neoliberal no deban
dimensionarse, poner en perspectiva histórica y en todo caso, ocupar un lugar
en las prioridades de las fuerzas sociales.
Las reformas neoliberales de la decena trágica del panismo y
ahora los años de tele-gobierno de Peña Nieto, han golpeado la conciencia
nacional y han puesto en posición de
extrema vulnerabilidad no sólo derechos fundamentales de
los ciudadanos en lo laboral y lo político y cultural, sino en nuestra
concepción del deber ser social y patrimonial mexicano.
La entrega de los recursos nacionales entre los que destaca
el petróleo y se anticipa el agua, afectan seriamente nuestras
expectativas de progreso y bienestar, cuyas consecuencias se presentan en forma
de contaminación de la tierra y el agua así como focos de violencia criminal
que desencadenan movimientos de expulsión de las zonas rurales, acabando con la economía campesina y reduciendo
sustancialmente la autosuficiencia alimentaria nacional.
En este contexto, la simulación y desinformación se complementa
con la manipulación informativa en aras de controlar la opinión pública y
distraer a los luchadores sociales, trivializando la protesta, atomizando la
resistencia y desalentando la organización ciudadana. En ese sentido, la labor
del periodismo honesto y objetivo es invaluable.
Es justamente en
este momento cuando debemos guardar las proporciones entre lo histórico y
político y la justicia y legalidad de las acciones del gobierno y los particulares,
concediendo a cada cual su lugar en el entramado de derechos y obligaciones que
nos hacen y distinguen como sociedad civilizada. Ni el gobierno debe ser omiso
en sus obligaciones ni los agentes privados deben asumir que el poder del dinero
suple la autoridad de la ley.
En un país donde
la ley se viola de manera viciosa y reiterada, la ciudadanía debe ser particularmente
vigilante de las formas sin dejar de ver el contenido de cada acción y reacción
del poder formal y el fáctico. En tal virtud, la lucha por los derechos
ciudadanos debe ser complementada con la más objetiva e informada dimensión
histórica de los hechos, a fin de detectar tanto distractores como mecanismos
de manipulación, disuasión o provocación. La oposición al neoliberalismo en el
poder está obligada, por tanto, a actuar sin dejar flancos a merced de los
embates de la derecha extranjerizante y apátrida.
El día de la
conmemoración del 77 aniversario de la expropiación petrolera, el país no se
incendió, no hubo marchas multitudinarias, no se llamó a la huelga general
contra las reformas que destilan traición y entrega al extranjero. No cayó
ningún gobierno y no se reescribió la historia de los usos y abusos del poder.
Las luchas y reclamos sociales cubrieron su cuota de vigencia en forma atomizada,
dispersa, sin pena ni gloria, aunque demostrando su potencial y su indeclinable
sentido de solidaridad contra las injusticias cometidas o solapadas por éste y
el anterior gobierno.
El problema de la pérdida de las proporciones
históricas de los fenómenos permite que la enajenación sea parte de la vida
cotidiana de los actores sociales, de suerte que las acciones a favor de una
causa tiendan a ocultar cuando no diluir y minimizar agravios de carácter
político trascendental. Nos solidarizamos con Carmen Aristegui pero olvidamos
la pérdida de nuestros recursos petroleros.
En la medida en que las fuerzas
sociales maduren y sean más conocedoras de nuestra historia, adquieran más
cultura política y generen dinámicas enfocadas a dar cuenta de nuestros
problemas nacionales, más posibilidades habrán de construir verdaderas agencias
de cambio y transformación económica, política, social y cultural. Sólo en ese
momento, la existencia de los partidos políticos de izquierda tendrá verdadera
consistencia teórica y práctica para ser una opción progresista y
revolucionaria.
Mientras tanto, la acción social de
oposición dará tumbos dentro de los estrechos márgenes que el propio sistema
establezca, sea en forma evidente o subrepticia, mediada por la prensa escrita
y electrónica a su servicio, por las acciones de hecho que impulse el gobierno
y los mecanismos de control civil que violenten el derecho y criminalicen la
protesta y la libre manifestación de los opositores al sistema.
Queda claro que la organización
social y política transformadora debe contar con sus propios recursos de
comunicación y propaganda que informen, orienten y organicen las acciones de
los ciudadanos que aspiren a mejores condiciones de vida en el presente y el
futuro. En este sentido, el periodismo como instrumento de la transformación
social contribuye a la creación de mejores condiciones para el cambio.
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