Con las recientes lluvias y el paso de
tormentas y huracanes por las costas mexicanas del noroeste, queda claro que el
país, y más concretamente la región noroeste, no está para esos trotes. El agua
reveló deficiencias, dejadeces, ineptitud, complicidades y manoteo de recursos
a la sombra del poder.
Destaca, desde luego, la tragedia
ambiental provocada por el criminal derrame de un reservorio tóxico
administrado por Grupo México, al que siguen otros derrames que hasta ahora
merecen atención periodística marginal, debido a que aún no han impactado en
forma tan espectacular como el primero a los habitantes del río de Sonora y
Bacanuchi.
Las autoridades han sido ambiguas en
sus demostraciones de competencia, ya que ha habido más palabras que acciones
en poner orden en el tiradero que hizo
Buenavista del Cobre. Por una parte queda claro que el contenido del derrame es
tóxico porque nadie puede asegurar que el ácido vertido sea bueno para la
salud, y menos los metales pesados que son arrastrados por la corriente y que
se depositan en el fondo del río, algunos de ellos comprobadamente
cancerígenos, otros causantes de graves daños en riñones, hígado, piel, entre
otros.
A las tímidas acciones del gobierno se
añaden las declaraciones, jaloneos y pifias del gobierno local, víctima de una
situación que no se había presentado en la historia sonorense: un mandatario
asediado por los pleitos políticos y legales derivados de la disposición del
agua, para algunos indebida y para otros necesaria, como es el caso del
Acueducto Independencia. Le confieso que en mi caso particular de opinante sin
compromisos ni ligas políticas con nadie, es decir independiente, cualquier
cosa que se emprenda para garantizar la disponibilidad de agua todos los días y
las 24 horas del día, para una comunidad como la hermosillense, merece apoyo,
desde luego sujeto a la realidad y al marco que proporcionan las leyes
vigentes.
Al asunto del acueducto se le añade la
posesión de un “represo” con capacidad de 3 millones de metros cúbicos de agua,
lo que contrasta fuertemente con la situación de muchos de los lugareños
vecinos del rancho del gobernador Padrés, quienes no sólo carecen del vital
líquido sino que no pueden acceder a éste por carecer de los permisos de
perforación correspondientes, además del efecto inmediato del acaparamiento del
recurso por parte de los felices propietarios del rancho Pozo Nuevo.
Es innegable que el actual gobierno
ofrece muchos claroscuros en la gestión, y que más de uno puede alegar que el
actual sexenio está caracterizado por el nepotismo y el tráfico de influencias,
además de la opacidad financiera que afecta su credibilidad, de suerte que no
falta quien vea con buenos ojos el juicio político al gobernador Padrés. Por el
contrario, los panistas queman incienso en el altar de Padrés y comprometen su
relación con el gobierno federal en aras de apoyar al mandatario estatal.
Al respecto, pudiera pensarse que los
pleitos entre gobierno y PAN ofrecen un panorama de polarización e
intranquilidad política, pero la experiencia histórica de los últimos 30 años
demuestra que la unión entre el PRI y el PAN es duradera y provechosa para
ambas partes, así como para sus pajecillos electorales como son el Verde
Ecologista, Panal y fracción chucha del PRD. La ideología neoliberal es el
fuerte cemento que los une y les permite hacer negocios con cargo a la
república.
Las recientes reformas
constitucionales y de la legislación secundaria dan fe de que la dupla fundida
en el PRIAN representa la más grande traición a la patria, el más descarado
saqueo de nuestros recursos estratégicos y el más fiero embate a los recursos
naturales de México. En este sentido, los pleitos, amenazas y jaloneos entre las
fracciones neoliberales no pueden ser considerados expresiones de proyectos
distintos sino de ajustes en el plan maestro que conduce a la entrega nacional
al capital extranjero.
Así las cosas, ante el desastre
sonorense la autoridad parece lenta en la toma de decisiones para resolver el
problema económico y social que afecta a las comunidades rivereñas, se presenta
como verbalmente justiciera al prometer la aplicación de la ley, pero al mismo
tiempo da juego al conjunto de intereses económicos y políticos que representa
estelarmente Larrea (entre otros beneficiarios del sistema) que no ha dejado de
protagonizar la defensa de lo indefendible, como lo es la negligencia criminal
y voracidad con que maneja sus negocios, así como su destacado desprecio hacia
la vida humana y el ambiente.
Las aguas sonorenses presentan
turbulencia, y se remueve el lodo y la porquería sedimentada por sexenios de
complicidades y redes familiares dedicadas al saqueo estatal. Los apellidos de
los panistas y los priistas se cruzan, mezclándose en una curiosa trama de
parentescos ligados a la política y los negocios que hacen posible el
acaparamiento del agua que para otros está prohibida, la prosperidad de los
negocios privados a la sombra del poder público y la más obscena disposición de
recursos para fines no necesariamente registrados en las partidas, como son el
desfondo milmillonario del Isssteson, el manejo turbio de los recursos para el
transporte y la educación, y el desprecio a los trabajadores y sus
organizaciones. Es claro que en el estado no hay gobierno pero sí una muy
chapucera y voraz administración. En este contexto, ¿qué es lo que realmente
defienden los señores dirigentes del PAN nacional y local? ¿Qué valores creen
postular y ejemplificar?
Si la aprobación de las contrarreformas
neoliberales de Peña Nieto representa, según lo declaró la dirigencia panista,
“una victoria cultural del PAN”, ¿qué clase de cultura es la que promueve y
practica esta organización?
En Sonora, la inminencia de desastres ecológicos
mayores está en la mente de todos, pero algo de lo que también sucede y que quizá
merezca una mayor atención por ser la clara representación del desaseo
gubernamental tanto federal como estatal, es lo que ocurre en materia de
concesiones, de manejo financiero, de omisión en el cumplimiento de las leyes,
de complicidades y tráfico de influencias, de los excesos de un modelo
privatizador en una estructura de gobierno con propósitos declarativamente
sociales, de profundas asimetrías entre ricos y pobres, de ausencia de democracia
y transparencia, de reiteradas prácticas de manipulación y engaño.
La tragedia ecológica de Sonora lo es
también en el terreno de la política, de las relaciones entre actores sociales,
de la credibilidad del gobierno a los ojos del pueblo que es el mandante, el
depositario original de la soberanía, la fuente de todo poder legítimo y legal.
Sin duda alguna, en el estado llueve sobre mojado, y la proximidad de la temporada
electoral augura nuevos desastres.
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