Ya se sabe que en los tiempos de Bours
Castelo, la figura del gobernador se asociaba más a las artes equinas y a los
negocios privados que a la sobria y republicana conducción del gobierno local.
Si bien es cierto que ambas actividades consisten en llevar las riendas, es
fácil para el ciudadano común distinguir las diferencias entre el estado y un
caballo.
Como los gobiernos tienen fecha de
caducidad, pronto nos encontramos con que el nuevo gobernador prefirió tomar las
riendas del estado en plan de jinete sexenal y, desde luego, promotor y
beneficiario de algunos de los negocios que a la sombra del poder estatal se
pueden, aunque no se deben, realizar.
Seguramente usted recuerda las famosas
y onerosas cabalgatas que el gobernador Bours encabezaba, marcando una moda
política de fuerte sabor campirano, de evidentes resabios porfirianos, de vana
y rústica pedantería, de pasarela absurda de las posesiones equinas que
montaban como timbre de orgullo y abundancia.
La crianza de caballos como lujo feudal
no desapareció de los gustos y preferencias de la Casa de Gobierno con la
transición sexenal. El actual gobernador panista es jinete montado en la silla
de Sonora.
Es posible que la frase “poderoso
caballero es don dinero” tenga sentido y sirva de orientación a la conducta de
ciudadanos comunes, ayunos en educación cívica, ignaros sociales, parias
políticos y viles y vulgares ratas de drenaje, pero tratándose de quien
representa la autoridad y es cabeza de las instituciones políticas y
administrativas de la entidad, la cosa se pinta de otro color y huele distinto.
Desde luego que no soy quien para
señalar, acusar y juzgar a quien lleva las riendas del estado en materia de
gustos equinos. La afición por los deportes caros no deja de ser cosa de una
baja autoestima, de una necesidad frenética de autosatisfacción cuando se trata
del simple hecho de gozar de la posesión del animal y la eventual monta ante un
público que babea de entusiasmo, envidia o simple actitud lacayuna. Lo que
llama la atención en esto que llaman “Nuevo Sonora”, no tiene que ver con excentricidades
que en los tiempos actuales son fácilmente asociadas a quienes se dedican a
negocios no del todo claros.
Diversos actores sociales y
comerciales de la entidad han manifestado su preocupación y molestia porque
como proveedores del gobierno local no han recibido el pago oportuno por sus
servicios. Los comerciantes se han quedado con un portazo en mera jeta y una
amarga experiencia al no poder hacer efectivas sus facturas. Tener que seguir
haciendo negocios con quien no paga ni a tiempo ni tarde es factor de que las
empresas tengan que reducir su expectativa de sobrevivencia, el pago de sus
empleados y el eventual recorte de los mismos. Como se puede ver, el golpe a la
economía familiar es directo.
Circulan anécdotas que ilustran con
bastante claridad la pesadilla comercial que supone tratar con un deudor
empedernido, cuya conducta afecta a empresas de diverso tipo y tamaño, desde
farmacéuticas que desisten de surtir medicamentos a los hospitales y clínicas
del estado, proveedores de artículos de oficina y hasta los medios de
información.
En el caso de los medios informativos,
la situación reviste particular importancia, ya que no sólo está presente la
necesidad de guardar las formas y actuar según lo políticamente correcto, lo
que obliga a los periodistas a aguantar la censura que viene no de sus jefes
de redacción sino de quienes aportan el
capital de trabajo. La prensa sujeta a la expectativa del pago de la propaganda
y las inserciones de contenido político-electoral, corre el peligro de quedar
atada de manos, carente de autonomía e inútil como apoyo a la transparencia y
la democracia.
Cuando el gobernador declara que no
hay dinero y háganle como quieran, la relación entre actores sociales,
políticos y comerciales ha sufrido un desgarramiento que de entrada no se nota,
pero que pronto pasa facturas de desconfianza, inseguridad, indignación y daño
a la estabilidad política y social de la comunidad. Crece por dentro, como un
cáncer que entra en proceso de metástasis y contamina al cuerpo social y
estalla de muchas maneras.
La irregular gestión financiera de
Sonora se puede ilustrar de diversas formas, donde destaca el desfondo sin
aclarar del Isssteson, la anarquía que existe en los programas estatales, la
queja de empleados de distinto nivel de que en sus oficinas no hay ni para
clips, que la operación es muy deficiente y que el gobierno está prácticamente
en estado agónico. Mientras tanto, frente a la carestía de agua, nos enteramos
que el gobernador es poseedor de un rancho que cuenta con presa privada cuya
capacidad de 4 millones de metros cúbicos de agua fácilmente pudiera solucionar
el abasto de varias comunidades (http://noticieros.televisa.com/mexico-estados/1409/pozo-nuevo-padres/).
En las conversaciones de café y de
pasillo ha trascendido que los proveedores de servicios tienen que dejar la
mitad del costo de sus proyectos para ser considerados a participar, que en las
entrevistas con ciertos funcionarios, el paso de una oficina auxiliar a otra de mayor
nivel implica el pago de una cantidad de dinero, lo que se ve complementado por
las evidencias de que los acreedores no recuperan completo el dinero que el
gobierno les debe, sino el 70 por ciento del
monto, gracias a las gestiones de una empresa privada ligada al gobierno que
compra su deuda, CP3, SA de CV (http://m.excelsior.com.mx/nacional/2014/09/14/981619#).
En pocas palabras, el gobierno jinetea los recursos estatales y no pagar deudas
se convierte en el gran negocio privado sexenal.
Al parecer, las artes de la monta y el
placer que de ella deriva, no se limita a los caballos que amorosamente cría el
gobernador Padrés, sino que abarcan la conducción del gobierno y el manejo del
erario.
Ante esta situación, ¿podemos en
Sonora, sin parecer ingenuos o idiotas de nacimiento, hablar de transparencia,
honestidad y buen gobierno?
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