Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

sábado, 28 de enero de 2023

CADA CUAL SU TIEMPO

 “¡Oh tiempos, oh costumbres!” (Marco Tulio Cicerón).

 

“Sabia virtud de conocer el tiempo…” dijo el escritor Renato Leduc a propósito de la fugacidad de la vida y lo poco que la aprovechamos. El tiempo pasa y nos quedamos tan campantes con un envejecimiento explicable pero poco asimilable para la mayoría de nosotros.

En el camino de la vida se estudia, se logra un empleo y podemos observar que en algunos sindicatos los derechos de los pensionados y jubilados se sujetan a reglas que, con frecuencia, se alejan de la supuesta igualdad e inclusión que se presume en sus estatutos.

Es fácil decir, por ejemplo, “ustedes son los fundadores del sindicalismo combativo e independiente que tenemos, son los pioneros de las luchas por bla, bla, bla…” Pero, una vez vueltos a la realidad cotidiana, a la hora de los reclamos por parte de los “fundadores” la respuesta que no falla es “ustedes no son activos, por lo tanto…”

Así, se pasa de las palabras a los hechos y el jubilado pasa a ser mandado a chiflar a su máuser y descubrir que, aparentemente, la inclusión e igualdad sindical sólo funciona ¡entre activos!

¿Disonancia cognitiva? ¿Discriminación generacional? ¿Hipocresía institucionalizada? Vaya usted a saber. La realidad es que el tiempo de unos no es igual al tiempo de otros. La diferencia radica en la posición de poder y capacidad de gestión que se tiene desde la posición de activo enchufado a las políticas institucionales y metido en la carrera meritocrática, que supone recorrer los tramos de una escalera diseñada por la parte patronal para dar sentido a los esfuerzos de los trabajadores y generar autoestima, dentro de los límites de la capacidad presupuestal de la institución.

Así, pues, los estímulos, reconocimientos y recompensas son mecanismos que condicionan la idea del empleado sobre sí mismo y la autoridad patronal. El dar y recibir se ampara en el contrato de trabajo donde la representación sindical negocia su legitimidad de la mano del patrón, y emplea los mecanismos de persuasión convenientes para que la explotación laboral siga gozando de cabal salud.

En este marco, el emplazamiento a huelga, el pliego petitorio, la negociación contractual o salarial, los acuerdos y la firma de las nuevas condiciones acusan legalidad, entendimiento y madurez obrero-patronal, mientras que el sistema como tal sigue cobrando las víctimas de siempre…

Los trabajadores viejos en su momento se retiran, pasan a “mejor vida” por vía de la jubilación o la pensión, llegando a celebrar la libertad por la que trabajaron durante 30 años o poco más, y salen con la esperanza de unos años por delante sin horarios, sin exigencias, sin las presiones de cuotas de producción, cumplimiento de disposiciones administrativas, reportes, informes de trabajo y menudencias burocráticas propias del control que la patronal ejerce sobre el empleado.

El trabajador retirado se puede levantar a la hora que quiera, tomar café sin prisas, pasear y divagar como turista por la ciudad, el barrio o al menos por su casa hasta que la enfermedad, el alza de los precios de las subsistencias, las exigencias familiares o la precariedad de sus ingresos pensionarios revelan su carácter de material desechable.

Descubre que su organización sindical ni lo ve ni lo escucha, que la institución por la que deslomó por décadas no lo reconoce, que sus asideros institucionales se esfumaron junto con su capacidad de seguir siendo útil a los fines económicos o políticos de su referente laboral, empresa o sindicato. Sus ingresos y su vida se congelan y deterioran.

La idea de una vejez digna va dando tumbos en los baches económicos y utilitarios de los sindicatos, de las empresas, de las instituciones como las universidades, que viven de propagar ideas que no necesariamente quieren o pueden practicar.

Si en el actual sistema económico y político la dignidad de la vejez y, en general de la vida humana, no se respetan, ¿por qué los trabajadores en general y los retirados en particular no protestan, no señalan ni denuncian lo suficiente? ¿Por qué siguen tolerando pasivamente el sistema que los enajena, manipula, explota y deshumaniza?

Si el tiempo es el factor que relativiza las cosas, ¿la muerte resuelve las diferencias que genera y subraya el sistema que basa su éxito en la explotación y la discriminación?

¿La política institucional y el discurso sindical son las pinzas en las que se encuentra atrapado el trabajador activo y retirado? De ser así, el sindicalismo que se mueve en las coordenadas del sistema y no en función de la defensa de los derechos y expectativas de los trabajadores es una farsa que se escenifica en las asambleas, en las mesas de negociación, en los discursos y prácticas de la llamada “democracia sindical”.

Así, la crítica y autocrítica que ejerce el sindicalismo coloquialmente llamado charro es tan demagógica como el reconocimiento ceremonial a los viejos trabajadores. Si en el estatuto sindical se reconocen plenos derechos a los jubilados y pensionados, resulta risible que en la práctica se diga y se haga exactamente lo contrario; algo así como “el estatuto dice esto, pero la administración y el contrato de trabajo dicen aquello”. La congruencia en el discurso y la práctica de charrismo sindical corren por distinto carril, como líneas paralelas que van juntas pero que jamás se tocan.

Y no, la culpa no es del actual gobierno de México, sino del sistema que algunos critican pero que nadie, o casi nadie, se propone cambiar. La congruencia no es lo que distingue a quienes pueden ejercer la crítica, pero no la acción correctiva. Aquí, gana lo “políticamente correcto” y el arte de esconder la basura bajo la alfombra, tal como hace el sistema cuando desecha a sus víctimas. Pero, en fin, cada cual su tiempo.



sábado, 21 de enero de 2023

PARQUÍMETROS VIRTUALES

 

“La obra humana más bella es la de ser útil al prójimo” (Sófocles).

 

Arranca el año con una nueva razón para desear que el ciudadano deje de ser visto como una fuente inagotable de dinero para las administraciones municipales porque, ya entrados en enero. aún no se tiene una explicación técnica y procedimental, detallada y masticable de cómo diablos van a funcionar los llamados “parquímetros virtuales”.

Se ha hablado de las ventajas (sic) que representa esta idea para la movilidad y mejor aprovechamiento del espacio, pero una cosa es colocar avisos tipo “de aquí hasta allá”, o “de tales a cuales horas” y otra muy distinta es la justificación, más allá de la demagogia o los recursos de la mercadotecnia, que aclare si hay razón para implementar una medida de este calado en un mundo real, concreto y plagado de riesgos de morir de un ataque de nervios donde lo que menos hace falta es una amenaza virtual.

La solución al problema de los espacios de estacionamiento en la zona donde a fuerzas van a caer los automovilistas que buscan hacer trámites o consultas huele a medida recaudatoria cruda y dura, aunque cabe reconocer que hay días y horas en las que estacionar el carro es verdaderamente complicado.

Aquí, o sobró la imaginación y el manoteo informático o faltó empatía y sentido común a la hora de plantear soluciones prácticas y transparentes, aceptables para el ciudadano común y para los vecinos de las áreas afectadas.

Mientras tanto, siguen ocurriendo accidentes fatales donde la víctima es un ciclista o un motociclista. La falta de respeto sugiere no sólo una mayor vigilancia sino un test psicológico a cada conductor de vehículo para ver cómo anda su estabilidad emocional, cuáles son sus inclinaciones y cómo valora la vida (de personas o animales) además de saber qué le representa el vehículo que conduce: ¿es una forma de realzar su personalidad, un signo de superioridad o un medio de transporte que obliga a ciertas conductas normadas por la ley?

En otro asunto, ya se están viendo las posibles concesiones para la explotación del Litio que en forma de arcilla que se encuentra en ciertas regiones de Sonora. Pero, ¿alguien se ha preguntado sobre los costos ambientales de la posible explotación del mineral, de acuerdo a la forma en que se encuentra? ¿Habrá agua suficiente, salvando la disponible para uso humano, para sacar adelante este proyecto?

¿El régimen fiscal minero reformará sus tasas a fin de beneficiar realmente a la región y al país o seguirán gozando de la casi gratuidad de la explotación sin beneficio para la nación y el estado? ¿La legislación minera se modificará en beneficio del ambiente y la sustentabilidad o seguirá la fiesta de contaminación y depredación de los recursos regionales? ¿Seguiremos siendo el coto de caza de las transnacionales?

Como punto aparte, la ciudad capital de Sonora navega entre la modorra del primer mes del año y las expectativas de un futuro no tan complicado como el actual. Así, estamos en un punto en el que mientras los abrazos y el apretón de manos denotan tanto cordialidad, como medios de transmisión de los virus de moda; y los balazos se siguen escuchando de la periferia al centro, más los asaltos a transeúntes y automovilistas que se perpetran con la mecánica frecuencia de un videojuego basado en la apología del crimen y el desmadre.

Lo prudente sería dejar de vivir como si nada estuviera pasando, dejar de lado las juntadas masivas y los apapachos y apretujones callejeros cuya cordialidad es estacional y pasajera, porque bastaría guardar prudente distancia y, en su caso, una inclinación de cabeza o un simple gesto facial o manual que denote respeto o cordialidad para sacarle la vuelta a la influenza o el Covid.  

Más allá del terrorismo mediático sobre las epidemias, la cuestión importante es saber que así como hay balazos que nos pueden tocar, también hay microbios que nos pueden enfermar, que el progreso ha mermado la salud del ambiente, que nuestro desarrollo ha generado desequilibrios que se traducen en enfermedades, sin dejar de señalar que las soluciones médicas o farmacológicas padecen de autismo social y ambiental por su poca eficacia y propensión al lucro.

Parece que también lo padecen las cámaras de comerciantes, ya que mientras la gente enferma de sus vías respiratorias por tabaquismo y se vuelve más vulnerable a los virus, ellos buscan el amparo legal contra las nuevas disposiciones que buscan proteger la salud de la población. Queda claro que el riesgo sanitario es redituable.

Evitar los abrazos o saludos de mano no implica hacer a un lado la consideración y el afecto, sino que nos hacemos conscientes de una situación indeseada en la que cualquier precaución es aconsejable. La amistad es un valor que nos obliga a proteger a quien vemos cercano en nuestras consideraciones afectivas, aun a costa de parecer distantes.  

Si los abrazos y apapachos pudieran ser reducidos al ámbito familiar más próximo, los balazos debieran ser eliminados por completo, considerando que de eso viven los parásitos sociales objeto del código penal, así como los instigadores y patrocinadores de las guerras y la inestabilidad mundial, los enemigos de la paz y el orden, los mercaderes de armas y mecanismos de dominación política y económica de los pueblos, los que plagan de bases militares tierras que no son suyas, los patrocinadores del terror a escala mundial. Los hipócritas hijos de puta de siempre.

En fin, quizá la solución no sean necesariamente los parquímetros virtuales, sino una mejor planeación del espacio público, mayor vigilancia policial y educación vial y más infraestructura dedicada al estacionamiento y, en todo caso, mayor atención, agilidad y facilidad en los trámites oficiales.  


 

sábado, 14 de enero de 2023

Sustitución de importaciones

 “El comercio con todas las naciones, y la alianza con ninguna, debiera ser nuestro lema” (Thomas Jefferson).

 

Durante la cumbre de los tres presidentes de Norteamérica, se plantearon algunas buenas intenciones que lo son de acuerdo al punto de vista de quien las expone. Cada uno con sus compromisos y cada cual con sus restricciones.

Sobresale la petición (o exigencia) del presidente Biden acerca del fentanilo, porque mata 100,000 estadounidenses al año y, como era de esperarse, la bronca es de quien lo produce y pone a disposición de la clientela allende el Río Bravo.

El feo cáncer del narcotráfico asoma sus garras de bestia peluda y amenaza a las pobres e inocentes clientelas que pululan en las calles de Tucson, Los Ángeles, Chicago, Nueva York o el mismísimo Washington y, desde luego, preocupa al mandatario del país del norte.

La primera potencia del continente padece de angustia existencial, de amnesia selectiva y de dolores y retortijones comerciales que espera resolver mediante el concurso de sus socios y vecinos, sobre todo el del sur que alberga feos y patibularios mercaderes de muerte y autopistas para el tráfico de estupefacientes que violan la inocencia de los consumidores “americanos”.

Ya ve usted, una cosa es traficar con drogas en beneficio de las “causas libertarias” de los pueblos (¿recuerda el asunto Irán-Contras?), y otra muy distinta es que los traficantes se quieran mandar solos y tengan por su cuenta redes multimillonarias “fuera del control” de la DEA (u otra agencia distribuidora) con el sello oficial del combate al tráfico de drogas, armas u otros negocios similares que afectan, desde luego, su “seguridad nacional”.

De cualquier forma, la existencia de drogas y de traficantes proporciona la razón de vivir del adicto y de quienes oficialmente combaten el delito. El asunto sirve para justificar discursos, campañas, presupuesto y sanciones y acciones punitivas en otros países formalmente soberanos, pero penetrados hasta el tuétano por intereses extranjeros.

En otra materia, resulta curioso y revelador de una especial patología el hecho de que Joe Biden responda a la propuesta del presidente López Obrador, relativa al “abandono” de Latinoamérica, señalando que su país tiene intereses y derrama financiamiento en todo el mundo, lamentando no poder centrarse en una sola región.

Lo cierto es que debemos agradecer la “distracción” de EEUU, que mantiene buenas relaciones planetarias a través de sus casi 800 bases militares de las cuales 76 “favorecen” a nuestra Latinoamérica, y aún así, vea cómo nos va con las trapacerías de embajadores intrusivos.

Otra exigencia de Mr. Biden fue la de una migración ordenada, para lo cual dispuso el envío de 30 mil personas sin papeles a México (como tercer país seguro, pero sin serlo), donde pueden esperar la anuencia de la agencia correspondiente gentes de Haití, Cuba y Venezuela. Sin duda, el traspatio entre más humanitario mejor para el vecino.

Llama la atención la propuesta mexicana de implementar la “unidad de Norteamérica” mediante un modelo de sustitución de importaciones, en este caso chinas, a tono con la política de “libre comercio” que sostiene Washington.

Aquí surge la pregunta de si el país es capaz de implementar una política propia de fomento a la industria y la agricultura nacionales, sustituyendo las importaciones de semillas transgénicas y agroquímicos tóxicos, y fortaleciendo las cadenas productivas en beneficio de la población nacional, antes que servir de clientela a las empresas extranjeras, sobre todo gringas.

¿Usted cree que se puede armar un sistema de sustitución de importaciones sin tener la capacidad de producir, distribuir y comercializar excedentes? ¿Por qué razón México tendría que sacrificar sus expectativas de crecimiento industrial, agrícola y sus relaciones políticas y comerciales con el mundo y plegarse a cumplimentar la guerra que tiene el vecino del Norte contra China?

Claro que el cinismo acomodaticio y pragmático sugiere que mejor estar bien con Mr. Biden (o Trudeau) que jugar al independiente, pero la dignidad y congruencia con los principios de la Cuarta Transformación deben ir por delante, oponiéndose a la colonización y defendiendo el espacio político y económico nacional.

Un modelo de sustitución de importaciones debe responder a las necesidades de un país y no de un bloque de países cuyos intereses y vocaciones productivas son distintos y contrapuestos. Aquí vale recordar que la política es la expresión concentrada de la economía.

En este tenor, ¿qué tan congruente resulta pretender la integración de Norteamérica (y quizá el resto del continente) considerando la realidad desigual de nuestras economías y objetivos políticos? ¿Para qué quemar incienso en el altar del Tío Sam y no en el de la independencia y la libertad de los pueblos de América Latina en sus relaciones con el resto del mundo?

Si hablamos de sueños, utopías y fantasías, mejor pensemos en la integración de Latinoamérica y el Caribe, dónde las reglas del comercio internacional pongan por delante el bienestar de los pueblos de la región, sin hegemonías tóxicas e invasivas, sin bases militares amenazantes, sin la diplomacia de la zanahoria y el garrote.  



sábado, 31 de diciembre de 2022

Que el año se nos fue

 “La política suele encargarse de que la verdad fracase” (Yukio Mishima).

 

Mientras leo que el Papa Francisco dedica sentidas palabras por la paz en Ucrania y porque la comida no sea un arma de guerra, como pidiendo un milagro que cambie la voluntad de los impulsores de la desgracia de ese país y de cualquiera donde haya algún “interés estratégico” o de “seguridad nacional” para nuestros vecinos del norte, pienso en la fragilidad mundial frente al imperialismo anglosajón y que, entre bombazos y buenos deseos, el año se nos fue.

Resulta que Estados Unidos escribe la historia contemporánea a golpes de dinero y afanes intervencionistas, con el mismo ánimo conque el Grinch sabotea la Navidad y pinta un panorama opuesto al entusiasmo generalizado de temporada y, aunque se ve raro que la democracia sea administrada e interpretada puntualmente por un solo país, el vecino del norte actúa como si fuera el dueño del negocio y titular del ministerio de la moral universal.

A pesar del discurso incluyente la democracia solo funciona entre iguales, y la igualdad se da principalmente por compartir características físicas, creencias, origen, lengua y, sobre todo, intereses económicos similares respaldados por recursos financieros y militares suficientes, lo cual divide por fuerza a los miembros de una sociedad y, a fin de cuentas, de la humanidad: hay ciudadanos de primera, de segunda y de tercera, por decir algo. En este tenor, los países de segunda y de tercera se convierten en reserva “estratégica” y área de amortiguamiento de los primeros.

Así pues, los “WASP” (White, Anglo-Saxon, Protestant), es decir, los blancos, anglosajones y protestantes se asumen como la cúspide de la cadena alimenticia capitalista, designados por la divina providencia para servir como depositarios de los bienes terrenales y espirituales del hombre. Véase, por ejemplo, el caso de Inglaterra en la construcción de su periferia colonial y, desde luego, España y Portugal, cuyos dominios abarcaron la hoy Latinoamérica y más allá.

Tenemos países que fueron colonias y que, pese al tiempo transcurrido desde su independencia, siguen formando parte del menú de opciones digestivas de sus antiguas metrópolis, y otros que habiendo sido colonia mantienen vigentes, corregidas y aumentadas las costumbres metropolitanas, donde destaca el caso de los vecinos del norte respecto a su “patio trasero” geopolítico en el que juegan a ser los salvadores de la humanidad ensayando vacunas, sustancias y mecanismos donde se incluyen virus y bacterias, costumbres y cultura, valores y principios, organismos genéticamente modificados y reglas de comercio, entre una amplia variedad de medios de control, subordinación y vasallaje.

Un caso reciente de subordinación y control es el que se refriere al maíz transgénico y al glifosato, que los gringos insisten en vender a México porque sus empresarios “no están dispuestos” a abandonar estos productos “porque les ocasionaría un daño económico”, de suerte que la basura transgénica debe ser aceptada por los mexicanos, so pena de tremendas sanciones por violar el tratado de vasallaje político-comercial conocido como T-MEC, antes TLC, y la consecuente decepción por tener un “traspatio” que protege su interés nacional.  

Algo así como la demanda que promueve quien da de puñetazos a su vecino y lo acusa de haber raspado y manchado de sangre sus nudillos.

En este contexto, ¿por qué México debe comprar maíz y otros productos que bien puede sembrar en su territorio, por su propio interés y en armonía con sus tradiciones productivas? ¿A quién le interesa que se tenga dependencia alimentaria? ¿De qué tamaño son los productores locales que prefieren trabajar para el extranjero antes que para su país? Pues como diría el clásico, lo que no suena lógico, suena metálico.

En el mismo sentido, ¿para qué sirve un “tratado de libre comercio” que no permite la libertad de comprar o vender lo que sea necesario, sin cuotas ni obligaciones impuestas que sólo responden al interés de una de las partes? ¿Por qué comprar en el exterior algo que se puede producir?

Cualquier país debe tener el derecho de vender sus excedentes y comprar sus faltantes en donde los haya, sin imposiciones ni “reglas” que afectan su capacidad de decisión soberana, si realmente se quiere un régimen de libre comercio sin simulaciones.

Es claro que Latinoamérica y el Caribe deben formar una sólida alianza frente la amenaza del Norte, y México debiera asumirse como una de las líneas de defensa de la identidad y los intereses latinoamericanos que, como lo demuestra nuestra historia común, no son y posiblemente nunca serán los mismos que los de los anglosajones, y hacer lo posible por dar viabilidad a la idea de este espacio de fortaleza y encuentro entre iguales.

En este contexto, tratar de revivir la intervencionista “Alianza para el Progreso” (1961-70) con Kennedy o la iniciativa “América Crece” (2019) de Trump, y ampliarla en forma de una especie de “alianza” continental donde naden tiburones con sardinas, no sólo es absurda, sino que contradice nuestra historia y la necesidad de un mundo plural, multipolar y libre de la hegemonía del norte anglosajón.

Ya es tiempo de que la América Latina, Asia, África y la misma Europa decidan su propio destino, sin guerras, sin sanciones, sin manipulación de los medios informativos, sin campañas de desprestigio internacional, sin intervenciones maliciosas en los asuntos domésticos, sin campañas de desestabilización ni patrocinio de golpes de estado.

Que lo anterior sea el propósito del nuevo año: un mundo donde prive el respeto al derecho ajeno para que haya paz. Quizá el lamento del Papa tenga relación con la necesidad aquí planteada. Ojalá.   


sábado, 24 de diciembre de 2022

Con pie de igualdad

 

“Igualdad de derechos para todos, privilegios para nadie” (Thomas Jefferson).

 

Avanza la colocación de árboles de navidad y la parafernalia propia del caso, en medio de llamados al escepticismo invernal producto de la pluralidad; es decir, de las diversas formas de entender que “no somos nada” y que debemos dar gracias por conservar el alma pegada al espinazo, sea en la ruta del cristianismo o de cualquiera de las opciones que presenta la historia occidental y más allá.

Lo cierto es que el solsticio de invierno (21 de diciembre) da la voz de arranque para el frío oficialmente instalado en nuestro hemisferio y la serie de películas, series y videos que conmemoran la consagración invernal del American Way of Life; es decir, los motivos que provocan los sentimientos consumistas que nos invaden cada ciclo anual y la imagen edulcorada de lo que debemos sentir y apreciar, hasta parecernos lo más posible a esos ejemplos de la blanquitud anglosajona que sirven de inspiración en las navidades porque, ¿qué haríamos sin Hollywood?

El espíritu navideño sin relación con el gran comercio internacional de dulces, chocolates, adornos de temporada, postales con paisajes nevados y colores donde predomina el rojo, el blanco y el dorado es algo que escapa de la imaginación formateada en los medios de comunicación convencionales.

Por otra parte, el placer de regalar es tan versátil como lo son las circunstancias, de suerte que lo mismo puede darse un teléfono celular, computadora, una despensa, ropa de invierno, un sistema de misiles Patriot, helicópteros artillados, inteligencia militar satelital para la localización de posiciones enemigas o nuevas y crecientes “ayudas” económicas.

Esto último se ve claro con el arsenal y los recursos económicos, comerciales y políticos que la generosidad del vecino Biden ofrece a la lejana Ucrania, pozo de corrupción y criminalidad disfrazada de soberanía amenazada por la nación rusa.

Pero en tiempos en los que estruendo de los bombazos se mezcla con los sonidos de los villancicos y las palabras de paz “a los hombres de buena voluntad”, México no se queda atrás y va por la apuesta de crear una zona donde la utopía se convierta en acuerdo de una América unida y armónica, con unidad de propósitos y donde el trato sea “en pie de igualdad” según propuesta del presidente López Obrador a Joe Biden (La Jornada, 21-12-2022).

La historia, madre y maestra, nos enseña lo contrario cuando se trata del furor anglosajón por apoderarse y controlar los bienes terrenales y culturales del resto del mundo, y demuestra que los tiburones cuando nadan con sardinas lo hacen con propósitos digestivos.

El trato con “pie de igualdad” es una bella reinterpretación de la realidad vivida en Latinoamérica, Asia, África y la misma Europa en su relación con Estados Unidos, porque lo real es que los gringos tratan con el pie a todos por igual. En ese sentido sí hay pie de igualdad.

Si se les ofrece participación en la explotación y aprovechamiento del Litio, de la infraestructura aduanal, portuaria, energética, entre otras concesiones y prácticamente complicidades estratégicas, en la lucha por las ventajas territoriales ligadas al “nearshoring” acicateado por la guerra provocada por Occidente en Europa del este, es claro que el T-MEC tendrá una mayor utilidad para fines de estrategia militar y comercial en el actual contexto bélico.

Lo curioso es que la sintonía de la entidad mediante el Plan Sonora con los proyectos tecnológicos que se llevan a cabo en Arizona, sirve para visualizar una relación estratégica de apoyo a una economía que no es la nuestra, donde se formalizan los ejercicios natatorios de los tiburones con las sardinas y pareciera que México está proponiendo la apertura de la despensa latinoamericana a las mandíbulas del norte.     

Si se espera que a los vecinos del norte les vaya bien en la pugna económica y política mundial para que nos vaya bien a nosotros, sería algo así como esperar a que los ricos se hagan más ricos para que algo nos gotee en el sur de la frontera y en los estratos de uno a tres salarios mínimos. Lo anterior es una forma típicamente neoliberal de ver la economía, después de todo unipolar.

Abrir la puerta de las inversiones a unos y cerrarla a otros no es precisamente una actitud favorable al libre comercio y sí una forma facciosa de apoyo a unos en detrimento de otros. México parece inclinado a favorecer tratos comerciales en la lógica de los intereses de EEUU, con lo que la posición pacifista y “ecuménica” de la política exterior sufre un severo mordisco a su integridad y congruencia.

Sigo pensando que la mejor utopía, anclada en nuestra historia, es que México debe mirar al sur, unirse y comprometerse sin ambigüedades con la América Latina y el Caribe, y luchar unido con los demás integrantes de la Patria Grande, no sólo en materia de asilo coyuntural, del trato humanitario a los migrantes, de respaldo político a tal o cual gobierno de la región, sino en la construcción y fortalecimiento de mecanismos integradores en lo económico y político, y estoy de acuerdo con la idea de que la mayor expresión del crimen organizado son las transnacionales. A México y a los demás nos consta y, sin embargo, se les siguen dando concesiones.

La paz navideña, para ser, puede pasar por Hollywood, pero sobre todo debe hacerlo por tierras yaquis, seris, purépechas, rarámuris, mayas, por nuestra historia latinoamericana compartida y por compartir. La navidad para ser auténtica debe tener raíz e historia, y no ser un traje rentado a la hora de tomarse la foto familiar.

 

 

sábado, 17 de diciembre de 2022

Se aparenta que sí, pero resulta que no.

 “Las personas no son ridículas sino cuando quieren parecer o ser lo que no son” (Giacomo Leopardi).

 

Diciembre huele a futuro pero envuelto en pasado, como si fuera un bebé abrigado con prendas viejas, con memoria que esparce su olor al ambiente, sin recato, con desparpajo, con la actitud de quien le vale gorro el qué dirán (“ande yo caliente y ríase la gente…”).

El frío documenta el optimismo de unas navidades rociadas con bebidas alcohólicas, sin nada de diluciones terapéuticas que medio maten microbios emocionales y nada de remordimientos anticipados. Las ropitas invernales calientan el aburrimiento citadino mientras fluyen por las calles con ocultamiento de epidermis… o casi.

Salí a caminar por las calles del centro y me encontré en medio del tropel vacuno y caballar del tránsito por las aceras plagadas de pequeños baches conmemorativos, algo así como heridas de bala en la batalla por llegar primero o, simplemente, saber llegar.

La masa transeúnte divaga sobre el destino al cual dirigirse con tan firme determinación que suena a decisión tomada, a consigna militar que se abre paso entre la indolencia del que camina nomás porque tiene piernas y una breve noción de su ubicación geográfica. La zombificación urbana es un fenómeno reconocible, si usted se fija.

La gente es curiosa. Aparenta ser un ejército uniformado de originalidad, de personalidad desarrollada o en el proceso socialmente aplaudible de llegar a ser y, para regocijo de los impulsores de la diversidad, resulta una copia de sí mismo, en medio de la imposición de lo políticamente correcto, de la aceptación vacuna de lo que viene del norte global.

La masa (cuando no es Maseca) se convierte en un concepto sociopolítico que despide aroma a trapos viejos, a nalgas y axilas sin más aseo que la loción que quita los males del mundo gracias a la distracción olfativa, a la discreción abrigadora de las prendas invernales, a la confusión callejera de los muchos que circulan y que ocultan la singularidad del individuo para bien de la imagen pública convencional, que no admite disidencias ni matices: “si tocan a uno, tocan a todos”.

El centro de la ciudad luce decembrino, tan anodino como siempre pero con algo de la decoración que vemos en las películas de Hollywood, con villancicos anglosajones, con cancioncillas de memoria española, con promesas de paz y bienestar que se repiten año con año, con gente que hace las compras con fervorosa prontitud, “antes de que se acabe”.

Es reciente el día de la virgen de Guadalupe, y las huellas de nuestra convicción guadalupana aún se pueden ver embarradas en el pavimento, en el camino al cerrito conmemorativo, en la publicidad y en las ofrendas y mandas cumplidas o por cumplir con abonos chiquitos para pagar poquito. El fervor se huele y se toca, como los elotes cocidos y los picos de gallo, como el champurro y los churros, que marcan un hito estacional en el antojo ciudadano.

La temporada alienta expectativas y relaja los ánimos y las animosidades acumuladas durante el año, como árnica o Iodex emocional, con sus excepciones, entre las que destacan las de la oposición neoliberal de guarache, que truena como pedo de borracho cada vez que AMLO anuncia alguna reforma o acción de gobierno.

Pero volviendo al asunto, la calle ofrece una buena colección del actual folclore plastificado, de tatuajes en homenaje a la uniformidad de una subcultura que de marginal saltó de los brazos de la mercadotecnia a las primeras planas de la piel humana.

Chicas de piel tersa buscan el remedio a su belleza en el tinte cutáneo que oculta tersuras y motivos de elogio. La fealdad y la vulgaridad triunfan sobre la naturaleza, sobre los genes que tienen alguna connotación estética, pero la maximización de la escatología cutánea son las tintas plasmadas en adiposidades al borde de un ataque de celulitis.

Lo curioso del asunto es que las gentes morenas insisten en colorear su epidermis en tonos oscuros, como un homenaje al misterio de lo indiscernible, a lo ignoto e indescifrable en la piel que difumina el contenido impuesto, que diluye cualquier disidencia original y evidente, con lo que conserva su encanto lo desconocido.

Leo el periódico y me maravillo con la atinada previsión del subsecretario López-Gatell, que dice que la vacuna contra la influenza debe ser aplicada sólo a personas mayores, embarazadas y niños menores de cinco años, excluyendo a los adultos jóvenes que tienen autorización de enfermarse sin problemas.

La aclaración sanitaria dice que los vacunados se pueden enfermar, pero “evitan los cuadros graves o fatales de la enfermedad”. Igual pasa con la vacuna para el Covid. En otras palabras, usted se vacuna, pero no se inmuniza, lo que parece ser la confesión de que la “vacuna” no lo es tanto, sino que es algo que más bien le da ánimos para cursar la enfermedad con cierto grado de optimismo.

No hay duda que la industria farmacéutica moderna hace milagros, entre ellos el de lograr que se cambie el significado de los conceptos y, entre otras cosas, dejar que nos convenzan de que es mejor la “seguridad” que la libertad. Con ello triunfa el surrealismo médico y la fascinación farmacológica.

Así pues, las cosas no son lo que parecen, y la salud pública es parte del juego del mercado, donde se aparenta que sí, pero resulta que no.

Cierro estas divagaciones cuando recibo la noticia de que se aprobó el Plan B electoral del presidente, con el consiguiente ataque de diarrea, amenazas y maldiciones de la oposición. Me gana la risa.


sábado, 10 de diciembre de 2022

El garrotazo municipal

 

“La corrupción y la hipocresía no deberían ser productos inevitables de la democracia, como sin duda lo son hoy” (Mahatma Gandhi).

 

Una protesta pacífica frente a una dependencia del Ayuntamiento de Hermosillo sirvió para demostrar que los uniformes sirven para identificar a una manada de bípedos con ganas de estrenar acreditaciones, cursos de relaciones públicas, urbanidad y buenas maneras en el trato con los ciudadanos, además de nociones de derecho, incluyendo el uso ético de los toletes, macanas o cachiporras, según se vea.

El zipizape escenificado por “la autoridad” relanzó la figura y la lucha de los pensionados y jubilados del H. Ayuntamiento presidido por el sonriente y mediático “Toño” Astiazarán, alcalde impulsado por el licuado político-electoral del momento, en el que forman los azules, los rojos y los amarillos en promiscua alianza.

Jaloneos de ropas y mantas, airadas expulsiones de saliva, adjetivos calificativos de la acción uniformada, exigencias adobadas por la fatiga respiratoria, jadeos y otras muestras de un ánimo caldeado por la refriega nos muestran que, detrás de la sonrisa del alcalde hay dientes que siguen masticando (sin tragar) a los veteranos quejosos.

Las quejas de los jubilados han trascendido, han llegado hasta los ilustres y democráticos oídos de la autoridad estatal, despertando una vaga noción de solidaridad mediante la muy empática promesa de interceder a favor… mientras que el tiempo relativiza las cosas y difumina el contexto.

Así pues, cuerpos tirados en la antihigiénica superficie pavimentada, adrenalina al dos por uno y miradas entre fieras y maravilladas por el espectáculo grotesco del ejercicio desproporcionado de la fuerza policial. Tremenda hazaña: agredir y humillar a un grupo de personas de la tercera edad… y que se grabe y suba a las redes sociales.

La autoridad municipal, ni tarda ni perezosa dijo a los medios que “se va a investigar”, en una maniobra que da vergüenza cívica por estar disfrazada de interés por la justicia y las buenas maneras.

Diga usted si no suena bofa la promesa de indagar el grotesco espectáculo en referencia: primero se les priva de derechos adquiridos contractualmente gracias a la complicidad de su dirigencia sindical; luego, se les trata de engañar al intentar cambiar prestaciones sociales por limosnas selectivas que solamente buscan dividir y distraer a los extrabajadores.

Se les empuja a un litigio sórdido y largo mientras que las autoridades intentan sacar a los trabajadores activos tanto del ISSSTESON como del INVONAVIT mediante figuras sustitutas que únicamente sirven para “generar ahorros” eliminando derechos y poniendo a los trabajadores y sus familias en estado de indefensión social y laboral.

¿Repartir sonrisas y posar para las fotos un día sí y otro también resuelve el problema de la protección laboral y el respeto a las obligaciones propias de la seguridad social a que está obligado el gobierno municipal?

¿La desesperación y dolor de los pensionados y jubilados del Ayuntamiento no son merecedores de una respuesta humana, legal y solidaria? ¿El Ayuntamiento busca ser una isla al margen de las promesas de justicia, respeto y equidad que enarbola la 4T en Sonora?

Mientras tanto, queda demostrado en vivo y a todo color la insidiosa y ridícula forma en que pretenden “gobernar” los espantajos que forman en las filas de la oposición Prianista, ligada ideológicamente a las calenturas trasnochadas de Claudio X y el fascismo de guarache.

Pero, por fortuna, algunas organizaciones sociales y grupos solidarios se están pronunciando en apoyo de los trabajadores retirados del servicio municipal, compartiendo su indignación y exigiendo respuesta a sus demandas.

Queda claro que el manejo mediático y las utilidades del Fotoshop no resuelven la grosera actitud del gobierno municipal contra ciudadanos de la tercera edad, que reclaman justicia y el reconocimiento de derechos adquiridos durante su vida laboral al servicio de Hermosillo.

Que haya más seriedad y respeto. La ciudadanía hermosillense no está para aplaudir ni disculpar garrotazos municipales.