“¡Cómo me gustaría ver a todos con un trabajo digno! Es esencial para la dignidad humana” (Papa Francisco).
Por convicción le digo que en una huelga primero los trabajadores. Ahora, si después de esta declaración de principios usted decide dejar la lectura con una mentada de madre en la mente… o quizás en la boca, le diré gracias, gracias de todo corazón porque seguramente usted es alguien que administra rigurosamente su tiempo y no lo pierde en cosas que lo incomodan.
La huelga en sí es un acto extremo en la lucha por mejores condiciones de trabajo y de vida; suele señalarse con el dedo acusador de quienes creen que las empresas se mueven solas, gracias a la diligencia de las mentes maestras que están detrás de los escritorios ejecutivos y las salas de juntas, pero, la realidad demuestra que la luna no es de queso y que el trabajador es quien mueve la maquinaria social, en lo pequeño y en lo grande.
Algunos dicen que no debiera haber suspensión de labores en las escuelas o en los hospitales, pero si revolver patas con bofe es la solución mágica para cualquier acertijo vital, la realidad pone las cosas en su lugar y revela que si alguien se cura es porque una mano humana intervino con paciencia y con sapiencia. Claro, siguiendo la ruta de la mano encontramos a un ser humano al completo que estudió, practicó y ahora trabaja en lo suyo... y que requiere, como cualquiera, comer, vestir y habitar.
En la escuela básica o superior, el aula en sí, no enseña, sino que contiene la masa de interacciones que se dan en lo que algunos llaman el proceso de enseñanza-aprendizaje, donde unos “aprenden” lo que otros “enseñan”. Unos quieren saber algo y otros lo saben, lo que da lugar a una serie de interacciones formalizadas en lo que llamamos escuela.
Aquí los que saben han documentado su saber mediante títulos y constancias que se adquieren al final de un largo proceso donde muchos quedan a mitad del camino, en una carrera intelectual donde la sobrevivencia no está garantizada por razones económicas, de salud, oportunidad y en no pocas ocasiones, de fatalidad.
El que sabe, es decir, el trabajador académico, ha asumido una misión de alto riesgo, donde la envidia, la incomprensión y las disposiciones de la autoridad pueden ocasionar estrés, depresión, problemas digestivos, cardiacos, de autoestima y más, que se traducen en neurosis y psicosis de cara al embrollo de pagar las cuentas: la renta, el gas, el cable, los gastos familiares alimenticios, educativos, de salud, además del ISR en forma cautiva.
Frente al cúmulo de gastos a cuenta del ingreso “profesional”, lo que queda es la medida de la estabilidad del sujeto, su margen de maniobra, la holgura presupuestal que pasa de ser un buen nivel de vida a la camisa de fuerza que le impone su estatus laboral.
Cosa parecida ocurre con los trabajadores administrativos y manuales de las instituciones, que sudan la gota gorda diariamente para que el edificio institucional se mantenga airoso, lucidor y habitable. Sin duda, la imagen institucional, pasa por los edificios administrativos, las aulas, los laboratorios, los campos y áreas deportivas y recreativas, que lucen bonitas gracias a que el trabajador dejó en ellas su arte y amor por la camiseta.
Igual ocurre con la logística institucional, los trámites y el orden burocrático que se mantiene gracias a que alguien hace algo de manera correcta y a tiempo.
Para algunos candidatos es fácil mascar chicle y pegarlo en las universidades, prometer lo que no empobrece, aunque en algunos casos envilece. Montarse en la huelga es, sin duda, un acto que lejos de ser solidario es oportunista, como también lo es lucrar con las tragedias presentes y pasadas en aras de fingir empatía coyuntural con los afectados.
Este mayo los trabajadores marcharon y sus gritos y consignas para nada fueron de gratitud y complacencia, sino de reclamo y esperanza. De reclamo porque hay asuntos pendientes por resolver en el plano de la justicia social y laboral, de esperanza porque se sabe que la fuerza laboral depende de sí misma y no del favor del poderoso.
En el día internacional de los trabajadores, los sindicatos universitarios dijeron presente ante la sociedad y el gobierno. Por el bien de México, ánimo y adelante.
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