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sábado, 14 de octubre de 2023

LA REALIDAD EN SUSPENSO

“Acertamos al asociar al Holocausto con la ideología nazi, pero olvidamos que muchos de los asesinos no eran nazis o no siquiera alemanes” (Timothy Snyder, Tierra negra, 2015).

 

El tono del reciente discurso del presidente de Israel Benjamín Netanyahu revive en la mente de cualquier viejo o nuevo lector de la Biblia el fuego, la furia huracanada, los rayos y truenos del más negro y terrible castigo infligido a los enemigos de Israel, a los ejércitos que impiden su acceso de la tierra prometida y que provocan la ira y el auxilio de su Dios, por ser su pueblo elegido.

“Así que no quede piedra sobre piedra, cabeza sobre cuerpo, cabello sobre cráneo, olivo, cabra, becerro y camello sobre tierra, y que todo enemigo quede patitieso, así como sus hijos, nietos, bisnietos y hasta la séptima generación”.

“Que las casas, edificios y monumentos sean reducidos a polvo y que sus campos de cultivo sean quemados, regados con sal, orines de europeo y caca de gringo, y que todo ello, incluido su recuerdo, se vaya por el caño”.

En fin, la condena de Netanyahu da pie a varias películas de terror mesiánico en las que la venganza del invasor sobre el invadido suena con trompetas de bronce, baterías de artillería, zumbido de aviones y estruendo de misiles en una nueva epopeya con pretensiones bíblicas.

Joe Biden, el sanguinario aunque envejecido halcón que habita la Casa Blanca y abraza el fundamentalismo, ha prometido todo el apoyo y asistencia militar a ese país creado por chapuzas de Occidente en la posguerra y que dice que no ha necesitado a nadie para ser la estrella militar, tecnológica y nuclear de Oriente próximo, sin mencionar sus enormes habilidades para manejar el discurso del Holocausto en favor de una victimización permanente en favor de su expansión a costa de Palestina.

La prensa occidental unida hace que la comunidad internacional sufra y se solidarice con el opresor israelita sin decir ni pum de los continuos y crecientes abusos contra una cada vez más disminuida población en la franja de Gaza que desayuna, come y cena bombazos, hostigamiento y las más viles formas de opresión de que se tenga memoria después de la negrura del cruel y vicioso régimen nazi que asoló a la Europa de los años 30 a 40 del pasado siglo.

La etiqueta de víctima acreedora de apoyo, credibilidad, compasión y admiración que tiene el pueblo judío, se ha convertido en una pieza de chantaje que se arruga mediante cambios que el mundo parece ignorar, pero que se ha documentado política y geográficamente con el avance de la expansión israelita desde 1967, al margen de los acuerdos y convenciones internacionales que, en un inicio, habían considerado la creación de los estados de Israel y Palestina, en un territorio repartido alegremente por Inglaterra y celebrado por Occidente, independientemente de que el trato solamente favoreció y sigue favoreciendo a Israel.

Si no se revisa la historia y solamente vale la versión de las películas de Hollywood, entonces se puede explicar el silencio mundial, sobre todo europeo, ante la manifestación agresiva e ilegal de un pueblo que se convirtió en opresor de otro, adoptando y superando la crueldad de sus verdugos nazis, asunto que ahora hace que los alemanes contemporáneos volteen para otro lado cuando los intereses de Estados Unidos exigen silencio y complicidad, controlando no sólo a los antiguos participantes del Eje Berlín-Roma-Tokio, sino al racimo de veleidades y cobardías llamado Unión Europea.

No hace mucho, la manada pastante europea se plegó al criterio de Washington sobre Ucrania, siguiendo las líneas del discurso imperial contra Rusia ignorando no sólo la historia sino sus propios acuerdos, como el de Minsk, y ahora renueva el catálogo de los villanos con la fracción beligerante nacionalista palestina identificada como Hamas.

Para el conjunto provinciano occidental, el hartazgo, la desesperación y el desamparo de los palestinos se puede llamar “terrorismo” contra el pueblo de Israel, sin ver el contexto histórico y político de la cuestión.

Aquí es importante señalar que Israel no sólo es la fracción de extrema derecha en el gobierno que abandera el fundamentalismo genocida, el expansionismo ilegal, la indiferencia al dolor y el desprecio por el derecho y la verdad.

En su población existen judíos conscientes, piadosos, creyentes en los principios morales milenarios que conducen a la paz y la concordia, que se oponen dentro y fuera de Israel a la masacre que perpetra la extrema derecha sionista contra Palestina.

La prostitución y manipulación de la historia no va a poner a la realidad en suspenso ni va a borrar la mancha genocida que, con la ayuda de Estados Unidos y aliados, crece y penetra en la historia de Israel, para vergüenza del mundo con memoria.

La propuesta de que cese el fuego y se establezca el estado palestino de acuerdo a las fronteras de 1967, con capital en la parte oriental de Jerusalén debe ser atendida. Es imperativo que se logre el acuerdo, antes de que la ola de sangre tiña al Oriente próximo en un nuevo y condenable holocausto, ahora palestino.

 


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