“No cambias las cosas combatiendo la realidad existente. Cambias algo construyendo un nuevo modelo que hace el modelo existente obsoleto” (Buckminster Fuller).
Las buenas conciencias empresariales (y otras que no lo son) aplauden que se aprueben normas que favorecen a los trabajadores, siempre y cuando no repercutan en los costos y productividad en sus negocios.
Mientras nos quedemos en el capítulo de los logros laborales y las bondades del sistema económico, todo está bien. La bronca empieza donde acaba el cachondeo mediático y la obligación de pagar tiempo extra se convierte en realidad.
La reducción de la jornada laboral legal de 48 horas a 40 supone un quebradero de cabeza para el empresario que acostumbra convertir en dinero la sangre, el sudor y las lágrimas de sus empleados, bajo la cobertura social de generar empleos, pagar salarios y contribuir a la economía formal mediante el pago de los impuestos correspondientes.
¿Se imagina el ocio a costa de las ganancias del patrón? ¿Qué harán los trabajadores acostumbrados a sólo un día de descanso con un día adicional? ¿Será que ya estamos en el comunismo y van por nuestras empresas? Seguramente los vicios y perversiones propios de las clases bajas estallarán en la cara de la gente decente, emprendedora y generadora de empleos… ¿a dónde iremos a parar?
Para colmo de males, se sabe que avanza la liquidación del INSABI (1), relevo del aún llorado Seguro Popular, para ser sustituido por el programa IMSS-Bienestar, asiento de la política “populista y destructiva” de las oportunidades de enriquecimiento de las empresas ligadas a la industria farmacéutica y de suministros médicos, las subrogaciones y el intermediario que obra el milagro de la multiplicación de los precios, sin siquiera tocar ni la cantidad ni la calidad de los fármacos y productos, equipos y materiales sanitarios.
¿Se imagina una economía “libre” que no sea favorecida a costa del erario y las concesiones gubernamentales?, pero el horror de ver desaparecer por el resumidero a las instituciones de salud favorables al interés privado no viene solo.
Ahora vemos que se avanza “contra la ciencia en México”, así como antes se intentó dar un golpe “contra la democracia” en el INE. El Conacyt va a ser reformateado para evitar duplicación de funciones, dispendio y simulación (los elementos clave para una burocracia con becarios y proveedores felices) para poner el acento en el carácter transformador y humanista del conocimiento (2).
El replanteo de las instituciones colonizadas por la simulación y el privilegio es parte de los cambios que algunos sectores no entienden: Así como “el INE no se toca” en defensa de Lorenzo Córdova y sus obscenos ingresos, ahora hay alaridos, llanto y rechinar de dientes “en defensa de la salud y la ciencia”, como también los hay ante la posible desaparición del INAI, cuyas funciones bien pueden pasar a la Secretaría de la Función Pública, con el consecuente ahorro presupuestal.
En materia de salud, es claro que la actual política pretende la cobertura más amplia de los servicios, sin dejar de lado la coordinación institucional con un claro enfoque social-distributivo, que reivindica la obligación del Estado de garantizar la salud y el bienestar ciudadano mediante un diseño que le dé eficiencia, eficacia y transparencia.
Al respecto, cabe señalar la iniciativa nacional de unir esfuerzos con otros gobiernos de Latinoamérica a fin de abaratar costos en medicamentos, producir los fármacos necesarios y hacer un frente común ante eventualidades sanitarias como la Pandemia, sin depender de la buena o mala voluntad de los proveedores internacionales que, fácilmente, se convierte en elemento de presión política.
Tal es el sentido de la asociación que se encuentra en marcha entre México, Colombia y Cuba, la Agencia Reguladora de Medicamentos y Dispositivos Médicos de Latinoamérica y el caribe, AMLAC, que se extenderá a otros países en el marco de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC (3).
Es claro que los cambios propuestos y en marcha no se van a entender sin una visión integral de los problemas que pretenden atacar. En este sentido, la oposición parte, quizá, de un concepto aislado y estático de sociedad, donde parece haber las mismas soluciones para problemas cambiantes. Y la cosa no es así.
Independientemente de la existencia de errores y omisiones en la marcha de la cosa pública, es claro que los cambios se están dando, generalmente de cara a una oposición activa, aunque decadente, y que los esfuerzos por mejorar la salud y la vida de los mexicanos va en serio, a pesar de las camisas de fuerza generadas por complicidades y las malas decisiones inspiradas en el pensamiento e intereses neoliberales, aún vivos y actuantes.
Sin duda, hay un largo camino por recorrer, lo cual no sería posible sin una ciudadanía comprometida y participativa, capaz de ejercer con lealtad la crítica y la autocrítica, en favor de las mejores soluciones posibles.
(1) https://www.jornada.com.mx/notas/2023/04/25/politica/diputados-aprueban-en-lo-general-desaparicion-del-insabi/
(2)
https://www.publimetro.com.mx/noticias/2023/04/26/diputados-de-morena-aprueban-desaparicion-del-conacyt/
(3)
https://www.elsoldemexico.com.mx/mexico/sociedad/mexico-colombia-y-cuba-acuerdan-crear-agencia-reguladora-de-medicamentos-9980632.html
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