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sábado, 11 de febrero de 2023

LA MINISTRA SENTADA

 “Cuando no se elige al más animal de todos, parece que no es realmente democracia” (Albert Guinon).

 

No hay duda que la protesta o la manifestación de oposición a proyectos políticos o a personas es un asunto que también actúa de acuerdo con la ley de gravedad, y no solamente en función del plano intelectual donde se discuten tesis, ideas, posiciones políticas o proyectos transformadores o conservadores.

Si una postura política pasa de la cabeza, asiento de la mente y la ideología, a la parte terminal de la espalda, caracterizada por su adiposidad acolchonada que sirve para que usted se pose en una silla, banca, curul, escaño o presídium, entonces tenemos que las llamadas posaderas, petacas, nalgas, pompis, glúteos o trasero son una especie de medio para manifestar reclamos, oposiciones y proclamas.

En este sentido, el protestar con las nalgas adquiere una dimensión que roza lo escatológico y llega con viento fresco a la orilla de la comodidad política en modo opositor, con mayor o menor fortuna dependiendo de la popa de quien así se manifiesta.

Sin duda la persona que posee unas petacas de mayor volumen podrá acreditar una mayor intensidad en su propósito y, desde luego, la mejor vía para subrayar el hecho será permanecer sin ponerse de pie cuando los demás lo hacen.

Así, pudiera ser que, según su uso político, hubiera traseros progresistas, conservadores, democráticos y reaccionarios, cuya caracterización obedecerá a las circunstancias de su puesta en escena.   

En ocasión de la ceremonia conmemorativa de los 106 años de haber sido promulgada la Constitución Nacional, en pleno recinto queretano, la ministra que preside la Suprema Corte de Justicia de la Nación nos dio una muestra de uso político de las pompis, situación que se acreditó por ser las únicas que permanecieron ancladas en su asiento, cuando las demás personas presentes usaron sus piernas como apoyo de sus respectivas anatomías.

En este acto, la corrección política y el respeto a la investidura presidencial que representa la titularidad del Poder Ejecutivo y es cabeza de las instituciones de la República, se vieron opacados por una cuestionable sentada que dio cuenta de la inarmonía que existe entre los poderes de la Unión.

Así pues, la cortesía y el respeto institucional cedió su paso a la grosería, al bajar a niveles que se sitúan en la parte media del cuerpo, oponiendo resistencia a ponerse de pie en señal de reconocimiento a la investidura presidencial.

No sé si sea exagerado pensarlo, pero da la impresión que se acaba de inaugurar una especie de ninguneo nalgital en el seno de los poderes de la Unión. En este sentido, ¿tenemos una nueva forma de instrumentar la intención opositora mediante el protagonismo del trasero?

¿Asistimos al empoderamiento de la región glútea en el marco de la nueva realidad institucional? ¿Podremos llegar a decir que en política la nalga es poder?

En esta novísima situación, no tengo elementos para afirmar si la señora ministra estuvo consciente de las repercusiones de su (no) acción, pero sin duda ha sentado (perdón por la expresión) un precedente en el juego de las relaciones políticas nacionales, cuya trascendencia pudiera, en lo sucesivo, acreditarse a la frondosidad de la región glútea que eventualmente sirva como medio para similares manifestaciones.

La ceremonia fue aleccionadora, ilustrativa de la versatilidad del lenguaje verbal, escrito y mímico de que se vale la política nacional cuando pasa de la cabeza a otra parte de la anatomía, quizá por obra de la ley de gravedad que hace que la masa de un objeto sea atraída con mayor velocidad y aceleración hacia el núcleo terrestre, de acuerdo al volumen que desplace.

Se pudiera concluir que, dependiendo de la vocación y la ocasión, en este tiempo y lugar también se puede hacer política con las nalgas. En este marco, ¿qué podría pasar si no se previniera la ocurrencia de una diarrea opositora?


 

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