“Cada movimiento que hagas es un riesgo para los otros. Así
es como debemos pensar colectivamente” (Jacinda
Ardern, Primera Ministra de Nueva Zelanda).
De acuerdo con la Encuesta Nacional de
Salud y Nutrición (Ensanut) 2018, Sonora ocupa el segundo lugar en enfermos
hipertensos, con el 24.6 por ciento de los individuos de 20 años o más, en
tanto que para el país la cifra es 18.4 por ciento.
Cabe recordar que, según datos de INEGI,
las tres principales causas de mortalidad en el país son: enfermedades del
corazón, tumores malignos y diabetes mellitus.
El 22.2 por ciento de los jóvenes
sonorenses de entre 12 y 19 años de edad padecen de obesidad, donde la cifra nacional
es de 14.6 por ciento. Asimismo el 11.2 por ciento de los sonorenses mayores de
20 años presenta diagnóstico de diabetes, siendo que en el nivel nacional la
población diabética es 10.3 por ciento. Nuestra entidad ocupa el cuarto lugar.
Por otra parte, el porcentaje de población de 20 años o más que consume alcohol es 22.7 por ciento, siendo que en el
nivel nacional se reporta el 16.4 por ciento; en tanto que la población de ese
rango de edad que consume tabaco alcanza el 13.9 por ciento, frente al 11.4 por
ciento nacional.
De acuerdo con lo anterior, nuestra
entidad tiene una población donde, con independencia de la edad, se encuentran
presentes varias comorbilidades, es decir, padecimientos que afectan las
defensas naturales del organismo y que lo hacen vulnerable ante eventos como la
presente pandemia de Covid-19 que, como todo mundo debiera saber, no se puede
evitar aunque sí controlar su capacidad de expansión mediante las medidas que
usted ya conoce, como son la sana distancia, el aseo frecuente de las manos y
el evitar en lo posible la concurrencia a espacios públicos considerados como
focos potenciales de contagios, cuando no haya causa o razón que lo amerite.
Sin embargo, se reporta que el 20 por
ciento de las personas fallecidas en nuestro estado no presentaron ninguna de dichas
comorbilidades, (El Imparcial, 20.05.20), lo que indica que más allá de toda
duda sobre el origen y funcionamiento de este virus, se impone la prudencia en
el desarrollo de la vida cotidiana.
En este
contexto donde se dan cita la paranoia y la legítima preocupación por la salud,
no ha faltado la insistencia de algunas autoridades en el uso del cubrebocas o
mascarillas, con poco o nada de fundamento en la ciencia. Incluso se han
alcanzado la ocurrencia de aplicar multas a los automovilistas o negar el
servicio en algunos establecimientos a quienes no las usan.
Al respecto, la Organización
Mundial de la Salud (OMS) establece que si usted está sano, sólo necesita
llevar mascarilla si atiende a alguien con sospecha de estar infectado por el SARS-CoV-2;
también se debe usar mascarilla en caso de presentar tos o estornudos; asimismo
afirma que las mascarillas sólo son eficaces si se combinan con el lavado
frecuente de manos con una solución hidroalcohólica o con agua y jabón (OMS,
página oficial).
Pudiera resultar razonable el uso
de este tipo de protección en caso de prestar servicios al público, sobre todo
en el ramo alimenticio, con el fin de proteger la salud de los usuarios, lo que
vale como medida sanitaria para dar seguridad a los clientes.
Como se puede ver, la ignorancia
se hace ley en lugares donde se cuenta con autoridades silvestres y con
inclinación a la imposición de normas sacadas de la manga que, además de darles
la sensación de superioridad, rinde beneficios por concepto de multas ilegales.
Pero, volvamos a las pandemias
y sus números.
La humanidad
recuerda múltiples pandemias que cada tanto azotan y diezman la población pero,
en este caso, la referencia será solamente a las de origen viral ocurridas a
partir del siglo XX y que han afectado las vías respiratorias de sus víctimas,
de acuerdo con la información que presenta Infobae (18.03.2020).
La llamada
Gripe Española (1918-1919) cobró entre 40 y 50 millones de muertes e infectó a
500 millones de personas en todo el mundo, siendo la primera pandemia causada
por el virus de la gripe, H1N1, caracterizándose por una letalidad muy superior
a lo común.
La Gripe
Asiática (1957-1958) alcanza un millón 100 mil muertes, es la segunda epidemia atribuida
al virus A H2N2, que se encuentra en aves como los patos salvajes, que se
supone mutó y se combinó con una cepa humana preexistente (la primera fue la
Gripe Rusa -1889-1890- que acabó con un millón de personas). Es interesante
señalar que el virus se identificó por primera vez en Guizhou, China, y de ahí
pasó a Singapur, Hong Kong y Estados Unidos.
La tercera de
este tipo de pandemias es la Gripe de Hong Kong (1968-1970), con un millón de
muertes. El primer registro apareció en Hong Kong el 13 de julio de 1968 y a
fines del mes se había extendido a Vietnam y Singapur.
El Síndrome
Respiratorio Agudo Severo, SARS (2002-2003), es producido por un coronavirus,
el SARS-CoV, distinto al que produce la Covid-19. Entre noviembre de 2002 y
julio de 2003 un brote registrado en el sur de China terminó con 8,098 personas
infectadas en 17 países.
La Gripe
Porcina (2009-2010) ocasionó 200,000 muertes y se trata de una nueva cepa de
H1N1, y fue la segunda epidemia causada por el virus de la gripe H1N1, casi un
siglo después de la Gripe Española.
El Síndrome
Respiratorio del Medio Oriente, MERS (2012 a la fecha), ha ocasionado 850
defunciones, se originó por un coronavirus afectando principalmente a países
del Medio Oriente.
Y así llegamos
a 2019 cuando hace su aparición otro coronavirus, ahora el SARS-CoV-2, causante
de la Covid-19, reportado por primera vez en Wuhan, China, el 31 de diciembre
de 2019, y que actualmente mantiene a la población mundial con el Jesús en la
boca (o el Alá, Buda, o Jehová, según sea el caso) cuyos estragos, a la hora de
redactar, se cifran en 338,121 muertes
en el mundo (Universidad John Hopkins, 22.05.20), 6,989 defunciones en México correspondiendo
97 a Sonora (SS publicado por El Imparcial, 23.05.20), y contando.
Es importante señalar que las muertes generales
registradas en nuestro país en 2018 (por las diversas causas posibles) fueron
722,611 (INEGI, estadísticas de mortalidad) de las cuales la mitad están
asociadas a la mala alimentación de la población, que ocasiona la diabetes,
enfermedad cardiovascular, enfermedad cerebrovascular, cáncer e insuficiencia
del hígado (Hugo López-Gatell, Ecoportal, 7.04.20).
En este punto,
con todo respeto y toda proporción guardada, resulta inevitable recordar que la
guerra contra el narco emprendida por Felipe Calderón costó 121,000 vidas
mientras que con Enrique Peña Nieto se registró la pérdida de 150,992 vidas.
No hay duda de
que en Sonora debemos cuidarnos de las epidemias virales y de las consecuencias
de la infodemia (plaga de noticias falsas o manipuladas) lanzada por el
prianismo resentido y sus beneficiarios, tanto en redes sociales como en
tribunales. Las medidas de precaución fundadas en la ciencia, el buen juicio y
la capacidad técnica nunca están de más.
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