“Enseñar es aprender dos veces”
(Joubert).
El discurso
educativo predominante sugiere ánimo eficientista, moderno, tecnológico y de
apertura global; despliega mecanismos de fiscalización y validación de
programas y resultados, de personas y productos, de formas de organización
administrativa, de operación y de costos. Lo que no aparece por ningún lado es
su relación con la vida institucional real y la complejidad de las
interacciones en el aula, el entorno, usos, costumbres, tradiciones,
expectativas de los alumnos y necesidades a satisfacer de las comunidades de
procedencia de los estudiantes. No es aventurado decir que tiene más elementos
administrativos y laborales que propiamente educativos, que centra su atención de
manera selectiva en los actores y deja de lado el contexto; que señala formas,
pero no contenidos. La reforma educativa tiene (se ha dicho muchas veces)
propósitos vagamente educativos y evidentemente punitivos. Lo anterior se
explica si tomamos en cuenta el papel de la educación en la reproducción de la
ideología dominante y en los propósitos
del modelo económico subyacente.
La propaganda
oficial de la búsqueda de la calidad educativa difícilmente se puede asociar al
uso de la fuerza pública para imponer una reforma que desprecia la historia y
el desarrollo institucional a cambio de “depurar” la nómina magisterial a punta
de garrote, gases y balas de goma. Se relaciona más con los intentos
desesperados de hacer avanzar la privatización de la educación y la eliminación
de los elementos críticos que inciden en la formación de los maestros y
alumnos. La lucha es ideológica y política, donde la calidad es lo que menos
importa, no así la domesticación del magisterio para fines de control y
manipulación de la conciencia de este importante sector profesional, cuya presencia
e influencia ha sido y sigue siendo de primera importancia en el desarrollo de
las comunidades, sobre todo las rurales.
Existen
elementos de juicio suficientes como para afirmar que la educación pública
mexicana está bajo el asedio de los organismos financieros internacionales que
postulan la ideología neoliberal, en la misma forma en que lo están, entre
otros, el trabajo, la salud y la seguridad social. Las consignas de la OCDE se
convierten en exigencias de alta prioridad en gobiernos peleles como el
presente, que se ha revelado particularmente obediente con los intereses
trasnacionales y represivo con los nacionales, configurando una verdadera
amenaza para la sobrevivencia de la república y el marco jurídico que la
sustenta. No es exagerado decir que en nuestro caso se ha dado un golpe de
estado desde la cúpula del poder, largamente preparado y madurado durante al
menos dos décadas.
Los sucesos
relacionados con las normales rurales y la agresión oficial no sólo a éstas
sino a la totalidad del magisterio, se deben considerar en el marco de la
campaña neoliberal por generar terror, alarma y confusión entre los opositores
reales y potenciales al discurso privatizador. Es la doctrina del shock
aplicada puntualmente en un país donde la violación de los derechos humanos se
vuelve cotidiana, intrascendente por la saturación del horror que entorpece los
sentidos y el pensamiento. Esta oleada permanente de irracionalidad tiene por
función afectar y destruir la resistencia de los opositores a las políticas
trasnacionales impulsadas por el gobierno. Sus operadores apuestan al cansancio
de la población y a la semiparálisis de una ciudadanía apática e indolente,
apenas capaz de reaccionar buscando evadir el golpe antes que enfrentar al agresor.
En un entorno
donde la simulación se viste de reformas, planes y programas, vale más la forma
que el contenido, de suerte que se gobierna a través del montaje cotidiano de parodias,
farsas y comedias, y se finge cumplir con las obligaciones que la ley impone,
pero a las que ha renunciado en obediencia a los imperativos del mercado.
Así pues, a los
maestros sonorenses despedidos se les puede decir que el gobierno está
dispuesto a dialogar, pero que ese asunto es cosa federal y que aquí no hay
nada que hacer, salvo acatar las decisiones del centro. Curiosa forma de
diálogo en donde la protesta se resuelve por el fácil camino de la demagogia y
los garrotes.
Mientras el
gobierno se empeña en imponer mecanismos de evaluación sin contexto ni valor
formativo, las escuelas mexicanas resienten la ausencia de una verdadera
política educativa, que contribuya al progreso nacional y local rescatando lo
mejor de nuestros valores, tradiciones académicas, experiencia y compromiso con
México. Los docentes, en el nivel que trabajen, son una comunidad que se
autocorrige y perfecciona, que requiere y merece respeto y libertad de acción
en el campo de su competencia. ¿por qué se impide su desarrollo desde una
oscura y apátrida maquinaria burocrática? Es claro que el asedio a la educación
es una necesidad para el avance del modelo privatizador.
Las luchas del
magisterio representan las de la nación entera, en busca de su camino libre,
soberano e independiente. ¿Qué razón tendríamos al no apoyarlas?
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