Cuando despertó, el dinosaurio seguía allí.
(Augusto Monterroso)
Iniciamos la semana con una nota que
estremece las conciencias, hace crujir las cuadernas de nuestra convicción
política y resquebraja con facilidad ciclópea cualquier noción de democracia y
acción republicana. Ana Guevara llama a votar por Claudia Pavlovich.
Desde luego que resulta sobrecogedora la
visión de la ex velocista mexicana que puso en su momento muy en alto el nombre
de México y Sonora en las pistas de carreras, pero lástima que sus aspiraciones
se limiten a una chapuza torpe en el juego político neoliberal: sacar al PAN
del gobierno de Sonora. Recuerdo con cierta nostalgia aquéllos tiempos anchos
en los que se suponía estaba en juego la democracia y que, para algunos, la
única salida era votar por el PAN ¡para sacar al PRI!
Ahora resulta ser un argumento circular,
pleno de redundancias que huelen a humor involuntario, a broma que se desgasta
en los páramos de la ignorancia política y la flojera de ser un luchador por el
cambio a contracorriente. El voto útil al que llama Ana Guevara carece de
contenido político en el sentido de convocar a las fuerzas sociales para
transformar, para cambiar el perfil autoritario del gobierno, para reivindicar
el derecho del pueblo de ser el actor esencial de los cambios progresivos que
nos acerquen a la utopía.
Llamar a votar por un partido que ha
demostrado ser nefasto para la salud de la república porque ha negado su
historia, su carácter revolucionario, laico, progresista aun dentro de los
estrechos márgenes del capitalismo, es un absurdo. Si bien es cierto que el PRI
de antes de los años ochenta todavía enarbolaba las banderas de la revolución,
nadie puede negar las terribles transformaciones que sufrió en sus documentos
básicos y en su ideología en los años noventa, hasta abrazar la teoría y
práctica del neoliberalismo de guarache e impulsar reformas “estructurales” que
son concesión de soberanía y entrega al extranjero de nuestros recursos
naturales y culturales, sometidos al más grosero manoseo y abuso ecocida.
Del PAN sólo se puede decir que fue un
partido de gente “decente”, de la derecha confesional enemiga de la revolución,
que de ser el núcleo del conservadurismo nacional se transformó en una máscara
hipócrita y corrupta de lo que fue. Su ideología se mercantilizó hasta quedar
convertida en una caricatura pestilente, que al igual que el PRI, en la
práctica niega y reniega de sus impulsos fundacionales, pasando a ser otra cara
de la moneda neoliberal mexicana.
Llamar a votar por uno para sacar a otro
es como argumentar a favor de un corrupto por comparación con otro. Parece que
la clase política mexicana y sonorense gusta de los argumentos circulares sin
recordar que un círculo entre más se le acaricia más vicioso se vuelve. Para
nada se nota el ánimo transformador, la visión del cambio como promesa en
nuestras manos, como arcilla por modelar de acuerdo a nuestras más sentidas
aspiraciones locales y nacionales. Habla, en todo caso, la desesperanza, la
declaración de derrota, el bajar los guantes y quedar sin guardia, para después
llamarse víctima en las redes sociales y ante los medios de información que se
presten para el desahogo de la impotencia cobarde de quienes decidieron
plegarse antes que luchar.
El voto útil es el instrumento de la
visión mercantilizada y farisea de la facultad que tiene el pueblo para decidir
su futuro político, en ese sentido es tan obtuso y pragmático como la
abstención o la anulación del supremo deber ciudadano de ser parte activa del
destino nacional erigiéndose en elector. El ser uno entre los muchos que
formamos la república y luchar por el cambio progresista y democrático no es
asunto menor, de donde la cómoda y ridícula postura de no participar en forma
efectiva supone la confesión explícita de la complicidad con el sistema
neoliberal que padece el país, como un cáncer que corroe nuestras instituciones
y trivializa la función pública.
¿Qué utilidad tiene votar tanto el PRI
como el PAN si se trata de desarrollar una nueva perspectiva social, política y
económica para nuestra sociedad? En todo caso, es útil para preservar el
sistema de opresión económica y política que se padece, pero absolutamente
inútil para avanzar en los cambios que la sociedad requiere para lograr una
vida con bienestar y progreso, con verdadera justicia social.
En este caso, ¿por qué llama Ana Guevara
a votar por la coalición encabezada por el PRI? ¿Para que sigan los mismos,
ahora legitimados por el voto? ¿Por qué pide la ex deportista seguir votando
por la corrupción, la explotación, la inseguridad y la dependencia extranjera? Lamentablemente,
la cultura de las canchas y los estadios, donde se gana o se pierde con
limpieza, donde la competencia es lo que hace al deportista y donde los retos
son para afrontarse y establecer nuevas marcas, se ve rotundamente desmentida
por la Guevara. Se deja llevar por el cálculo y sin ningún espíritu deportivo apuesta
por el posible ganador.
Por otro lado, la verdadera oposición
vota por principios, por razones ideológicas y por el proyecto con el que se
identifica y por el que trabaja, no por tal o cual posible ganador porque la
cuestión electoral no es como las carreras de caballos. La política no es
asunto de apuestas sino de voluntad ciudadana. Hoy pueden ser pocas las
posiciones logradas, pero se hace camino al andar. Nada más útil que un voto
que traza nuevos caminos, que oxigena las conciencias, que aunque se pierda
esta elección, demuestra que está en la competencia, perseverante,
incorruptible, honesto, sabedor de que el mañana le pertenece.
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