
Las autoridades y los merolicos radiofónicos insisten en la urgencia de que la gente preste su extremidad superior de su preferencia para que algún autorizado miembro del personal de salud se lo pinche, con la promesa de que no caerá en medio de espumarajos y presa de horribles convulsiones, cuando no víctima de un deterioro creciente e irreversible de su sistema nervioso que lo llevará a la muerte por estupidez sistémica.
La urgencia de las autoridades de salud orbita en torno a la fecha de caducidad de la entelequia farmacéutica, que cae en 15 de febrero, aunque algunas fuentes aclaran que es más delante. El grito desesperado de los picadores profesionales se escucha con matices de añoranza por el paraíso perdido de la salud a cuenta de los monopolios internacionales que medran gracias a que usted y yo somos, humanos al fin, susceptibles de contagiarnos de un mal que se puede inducir mediante la manipulación mediática.

Las pruebas de la inutilidad de las vacunas y la constante manipulación de sustancias orgánicas e inorgánicas cuyo contenido nada tiene que ver con la salud, trasciende las barreras de la secrecía de los laboratorios y gobiernos venales para llegar a la calle y de ahí a la sobremesa de cualquier hogar que resista los embates de la publicidad televisiva y radiofónica, pasando por los exabruptos periodísticos que toman por función el desinformar cada día a un público que, por fortuna poco a poco despierta.
Lo natural es resistir a las babosadas del sector público y privado de la salud y dejar que la gripe pase por la poco favorable ruta del escepticismo ciudadano bajo las medidas de higiene que debieran ser normales y cotidianas, en un entorno en que el agua escasea por razones no del todo consensadas entre el gran público ni menos aceptadas por los expertos en materia de recursos acuíferos.

Si usted tiene la tentación de ver qué se siente contraer una enfermedad inducida por la desinformación y la manipulación, entonces vacúnese y sea parte del maravilloso equipo de conejillos de laboratorio en el nuevo Sonora, abierto a la inversión extranjera y a las novedades del imperio. Al cabo, puede que la suerte le ayude y no le toque la lotería de la enfermedad, con lo que podrá hablar a algún programa de radio y declarar que llegó, lo pincharon, y salió por su propio pie a dar la buena nueva de la mayor operación mercantil de los últimos tiempos.
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