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sábado, 2 de marzo de 2024

LA VERDAD NO ES COMO ANTES

 “Hay momentos en la vida de todo político en que lo mejor que puede hacerse es no despegar los labios” (Abraham Lincoln).

 

En los tiempos que corren la verdad, tal cual es, resulta aburrida, plana, sin matices que puedan despertar la imaginación de quienes la escuchan, de ahí que el discurso político, o la narrativa si se quiere, debe recurrir al maquillaje conceptual como forma de sobrevivencia, toda vez que al decir discurso nos referimos a la parte verbal o escrita de un proyecto y a su parte operativa, es decir, a los dichos y a los hechos.

En cambio, “la narrativa” se reduce a la expresión de algo que no requiere demostración, que carece de relación directa con la vida real y es fácil adaptarla a la ocasión, en este caso al período preelectoral que vive el país, donde se minimizan los logros del gobierno y se magnifican o, de plano, se inventan los errores.

Pero, permítame decirle de qué va este asunto:

De un tiempo a esta parte, la necesidad de articular una oferta político-electoral atractiva ha tenido que recurrir al maquillaje de la realidad de manera que permita armar una narrativa basada en las supuestas fallas, errores y perversiones del partido y gobierno antagonista, que se pretende sustituir por vía del proceso electoral, en este caso Morena y la 4T.

En este contexto, la verdad sobre la realidad y la realidad misma se relativizan, manipulan, tergiversan y deforman de manera que la nueva versión de los hechos encarne una forma de enlodamiento fácilmente reproducible en los medios de información disponibles. Así pues, se crea una imagen que no necesariamente tiene base objetiva, sino que se corporiza en las palabras: es propaganda confeccionada con mentiras o medias verdades, lanzadas a la libre interpretación de su auditorio, en favor de la vieja clase política disfrazada de nueva y alternativa.

La verdad como tal es irrelevante y en muy buena medida estorbosa. Los hechos sujetos a comprobación no importan, porque el juego consiste en afectar la conciencia de los posibles electores mediante la repetición de los mensajes y la aparente verosimilitud de las afirmaciones, algo así como la reedición nopalera de los postulados de Joseph Goebels, el artífice de la manipulación propagandística de la Alemania nazi.

En este juego de embarramientos no importa que los promotores de la campaña estén ligados políticamente a delincuentes como García Luna, procesado en Estados Unidos por narcotráfico, para tomarse la libertad de acusar al presidente López Obrador de “narco presidente”, y a la doctora Claudia Sheinbaum como “narco candidata”.

Tampoco importa que quienes absuelven a delincuentes de cuello blanco, desbloquean cuentas ligadas a personajes del crimen organizado y absuelven a violadores de menores sean los mismos que operan la oposición judicial contra las iniciativas presidenciales en materia de economía y soberanía nacional.

Tampoco importa que quienes reclaman democracia y elecciones libres sean los mismos que no hace mucho organizaban el fraude electoral, el acarreo y la compra de votos, y que ahora se desgarran las vestiduras mientras buscan la vigilancia electoral extranjera, y que además cuentan con la participación de Lorenzo Córdova, exárbitro electoral que sale del closet como agente de la derecha y exhibe la parcialidad que siempre lo caracterizó cuando estaba encaramado en el INE.    

Así pues, la diatriba, la vulgaridad sebosa y chabacana expresada en forma verbal y escrita hace que la campaña electoral se convierte en una especie de pelea en el lodo, en la que el público se divierte viendo a los contendientes embarrarse en una lucha de estercolero, pegando chicles o diciendo pendejadas. La verdad, como se podrá entender, es irrelevante, cuando la suciedad y la descalificación son las estrellas del espectáculo.

La verdad, como se ve, ya no es como antes. Ahora se puede manipular, reacomodar, deformar a conveniencia, con la insolencia propia de quienes son parte de un sistema que insiste en permanecer en un contexto que, a estas alturas, lo define como un cadáver insepulto.


El PRI, el PAN y el PRD, otrora partidos antagónicos, forman parte de la yunta dominada por el junior parasitario Claudio X. González, cabeza visible de la reacción más rancia con ligas internacionales de extrema derecha, en una patética metamorfosis donde el común denominador es la claudicación a sus principios fundacionales.

Son partidos fachada, vacíos de contenido que actúan como zombis, unificados por obra del dinero y al servicio de intereses ajenos al bien común, de espaldas al interés nacional y que merecen, por lo tanto, un nuevo Cerro de las Campanas electoral.

En otro lugar del planeta, donde también el delincuente pasa a ser perseguido político y a la víctima se le considera agresor, incluso terrorista, tenemos el caso del pueblo palestino que es masacrado en Gaza por el Estado de Israel apoyado por Estados Unidos y socios europeos que sostienen que Israel, pueblo bendecido por Dios y Occidente, tiene derecho a la defensa, a la impunidad histórica tras el holocausto nazi.

Por eso matan civiles indiscriminadamente, por eso se defienden eliminando futuras amenazas mediante el asesinato de menores de edad y de mujeres embarazadas. La lucha de Israel y Occidente contra el terrorismo abarca el futuro, y no tiene fronteras ni reconoce derechos ni soberanías. Como se ve, tampoco la justicia es como antes.

                         <En memoria de María Antonieta Gil Vea, 1944-2024>



 

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