“La
soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande,
pero está enfermo” (San Agustín).
Resulta un tanto chocante leer en los
periódicos que, cuando el dirigente nacional del PRI celebra los logros de la
reforma energética que se manifiestan en el interés de las trasnacionales en
participar en la desventajosa liquidación de Pémex, llamada apertura por los
amantes del eufemismo, se reporta que en el período 1946-1982 el PIB creció al
6 por ciento, en tanto la expectativa de crecimiento de 1982 a 2018 es de un
optimista 2.2 por ciento.
Mientras que el gobierno liquida el
patrimonio nacional, las cifras correspondientes al ingreso por remesas
aumentan espectacularmente, a la par que el deterioro del salario mínimo hace
que éste deje de ser referente para cualquier tipo de operación que tenga que
ver con la realidad. A pesar del optimismo priista, nuestra realidad nos
demuestra insistentemente que no vamos por el camino correcto. A veces pienso
que los eufóricos y confiados miembros de la clase política en el poder son
víctimas de un extraño tipo de autismo, que los priva de percibir la realidad y
los hace fantasear sobre tópicos no sólo delicados sino peligrosos. Si una
cuerda se tensa demasiado, puede reventar.
Por si esto no fuera suficiente, el
gobierno se apresura a firmar el acuerdo transpacífico impulsado por Estados
Unidos para su propio beneficio, ya que el instrumento obliga a los
suscriptores al absurdo de renunciar a su soberanía, por lo que los tribunales
mexicanos supuestamente no tendrían competencia y quedaríamos a expensas de lo
que los gringos y socios gustaran mandar. Por más absurdo que parezca, a los
defensores del actual gobierno les parece maravilloso el pronóstico de ser
nuevamente una colonia de explotación, ahora a cargo de las trasnacionales, de
donde se puede deducir que en la mentalidad neoliberal nopalera la pérdida de
soberanía es sinónimo de avance y progreso.
En el plano de lo local, el optimismo se
revela en forma de convenios que se firman para realizar funciones que el
propio gobierno puede y debe afrontar. Hasta ahora no acabo de entender por qué
se juzgó necesaria la participación de la Asociación Beatriz Beltrones para
prevenir el cáncer de mama, contando el sector salud estatal con la infraestructura,
personal médico y paramédico y amplia experiencia en estos asuntos, además de
la responsabilidad legal y capacidad operativa para dar orientación en la
prevención y detección oportuna del mal. ¿Será que el anterior gobierno arrasó
hasta con los clips de la dignidad y la capacidad de respuesta de esta
secretaría?
Le confieso que me llamó la atención la
sobreexposición mediática que está recibiendo la hija del legislador Beltrones,
Sylvana, quien preside la asociación antes citada. Parece como que hubiera
mucha urgencia en proyectar su imagen bajo cualquier pretexto, lo cual permite
recordar a los eyaculadores precoces que el agua no hierve a menos de 100
grados centígrados en condiciones normales. ¿Para qué poner en primer plano a
alguien que lleva a cuestas un apellido cuya carga política fácilmente genera
anticuerpos, de manera innecesaria y escasamente prudente? Las cosas se dan a
su tiempo, o no se dan.
Nuestra ciudad clama con desesperada
elocuencia su agotamiento, víctima de servicios deficientes, malos olores,
carencias agravadas por descuido, indolencia y desamor. La ciudad capital de
Sonora parece ser un inmenso catálogo de fallas en el gobierno y la
administración. Lo sabemos, pero ya es tiempo de actuar en favor de la paz,
tranquilidad y calidad de vida de sus habitantes.
La semana cerró con algo que suena a
rechinido de puerta de cripta al abrirse en medio de la densidad de la noche
neoliberal. Los fantasmas de las navidades nacionalistas pasadas emergen entre
rechinidos y crujidos admonitorios: hay que unirse y elaborar una nueva
Constitución que recoja las aspiraciones y reclamos del pueblo. Un llamado a la
conciencia sin distingos de partidos, miserias y moditos de andar; mirada
ecuménica cuyo fin es sacar al buey nacional de la barranca trasnacional cavada
por el neoliberalismo de guarache impulsado por el salinato, alimentado por el
panismo y profundizado por los atlacomulcas
con vocación apátrida. El ingeniero Cárdenas vuelve a la escena, planteando, al
parecer, un frente ciudadano.
Por su parte, desde la tribuna de la
ONU, Peña Nieto dio en señalar urbi et
orbi los peligros del populismo. La inopinada perorata que supura noches de
insomnio y mala digestión, transcurrió como suelen hacerlo los discursos del
señor, con algunas inevitables palabras de cuya complejidad dan cuenta los
varios intentos que la tenacidad presidencial emprende, para dejar en claro que
el no-mencionado López Obrador, una vez más, ¡es un peligro para México!
Mientras el presidente se enfrenta a las
complejidades de la palabra “multilateralismo”, las huestes de Morena refrendan
su voluntad de cambio. Que así sea.
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