Pues nada, que los señores legisladores
federales gozarán de un aguinaldo digno de mejores causas y más dignos
receptores. Las sumas excepcionales que en esta legislatura se han repartido
con el fin de premiar el aborregamiento
de sus componentes, de cara a la aprobación de las reformas llamadas estructurales
por el iniciador formal de las mismas, huele como a cañería. Quizá en otras
latitudes esto pudiera suscitar alguna enconada reacción política con
resultados revocatorios, pero en el país de las maravillas copetitlanas es improbable que la conciencia social se empareje con
la política. Palo dado y aguinaldo concedido ni quien lo quite.
Los gozosos senadores y diputados están más
que dispuestos a recibir el dinero que huele a incentivo comercial, parte de
botín, mochada anual por servicios prestados a cargo del pudor y la dignidad
legislativas, embarrada de manos y anestésico local para cualquier nostalgia
moral y cívica. El dinero que fluye calma cualquier dolor de conciencia,
remordimiento o sensación de ser prostituta política. La carne legislativa es
carne clasificada, sujeta a las leyes de la oferta y la demanda de
legitimaciones sexenales, de chapuzas legales, de recarpeteo de la otrora
Constitución ejemplar en materia de derechos sociales. En el caso presente, la
demanda ha quedado satisfecha con una oferta de votos que abulta el estercolero
neoliberal mexicano, pues verdaderos monumentos a la estupidez se han
convertido en ley, gracias a la venalidad de quienes hacen las leyes y de
quienes juzgan su constitucionalidad.
El garrote legislativo parte del
supuesto de que hay necesidad urgente de tapar el hueco generado por el
gobierno en materia de certidumbre ciudadana, respeto a si se seguirá libre o
vivo el día de mañana, a si alguien de la familia propia o vecina sobrevivirá
por 24 horas más, en este país donde el infierno pintado por la religión es una simple antesala del verdadero
horror nacional, como si la desposesión de derechos y el incremento de
obligaciones sirviera para mantener contentos o tranquilos o simplemente ajenos
a los ciudadanos. La política de seguridad como la del combate a la corrupción
es como la sobada tras el golpe, la disculpa tras el abuso y la mentada de
madre, pero ¿quién se va a sentir más seguro con una policía corruptible centralizada
y con funcionarios faltos de legitimidad? Parece que en México, la especialidad
es la de no cumplir con las leyes, para después resolverlo mediante el truco de
reformarlas o inventar otras.
Da lo mismo que el gobierno federal y el
local sean encabezados por el PRI o por el PAN, porque las decisiones
trascendentes en material legal o de política económica van abrazadas en
amorosa coincidencia de intereses. El maridaje entre estos dos partidos es tan
indisoluble como lo es el azúcar de la diabetes. Nos falla el páncreas
nacional, el hígado de la historia y el riñón de la democracia. Nuestro
organismo patrio está intoxicado por la ausencia de una verdadera división de
poderes y por el potente tóxico de la corrupción institucional.
Por fortuna, los anticuerpos ciudadanos
empiezan a fluir por nuestras calles y avenidas, y se manifiestan en plazas y
espacios públicos nacionales y extranjeros, y reacciona el sistema autoinmune
de la república atacando a los organismos patógenos del silencio y la
complicidad mediática, en las redes sociales, en los barrios y colonias, en
todos los espacios de opinión ciudadana libre y democrática. Las marchas y
manifestaciones públicas oxigenan y desintoxican la conciencia ciudadana,
aíslan y expulsan a los infiltrados y fortalecen la resistencia civil frente a
los ataques y maniobras de la enfermedad social.
Era obvio que en un país poseedor de
recursos naturales estratégicos, el cáncer trasnacional penetrara por la vía de
una clase política y empresarial apátrida, apoyada, auspiciada y manipulada por
el país terrorista del norte, de suerte que los ataques a la población y el
descrédito de las instituciones, forman parte del mismo juego perverso de
fuerzas desestabilizadoras que buscan el pretexto de un “estado fallido” que
permita una “intervención humanitaria”, a tono con los objetivos de control y
dominación sobre el petróleo y demás recursos energéticos, el agua y la
biodiversidad, pero la organización de los pueblos en defensa de la tierra, la
cultura y la vida comunitaria, se ha unido
la de los citadinos en busca de un mejor mañana. El enfermo está dando
muestras de fortaleza y determinación.
La aprobación de leyes nocivas para la
vida cívica y política nacional, así como las que atentan contra la soberanía
alimenticia y la biodiversidad, son unas de tantas muestras de la corrupción
legislativa y la venalidad gubernamental, frente a la acción ciudadana que
busca nuevas formas de organización y movilización en defensa de nuestro
organismo socio-histórico nacional. La lucha entre la enfermedad y la salud de
la Patria se está dando en las universidades, las escuelas de diferente nivel y
en los espacios sindicales, venciendo inercias y desmontando barreras
burocráticas impuestas o heredadas, y los profesores, estudiantes y
trabajadores administrativos, marchan junto a los campesinos y los obreros, los
pequeños y medianos comerciantes, los empleados de diversos giros o
especialidades, que, tras los hechos del 26 y 27 de septiembre en Iguala, ya no
pueden ser los mismos.
1 comentario:
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