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viernes, 14 de febrero de 2014

La tentación autoritaria

Cuando un sindicato toma medidas represivas contra sus propios miembros y exige la asistencia de éstos a sus actividades prometiendo sanciones, es tiempo de replantear su existencia, sus métodos y sus principios. La represión y amenaza se explica mejor del lado de los patrones.

La organización sindical represora es propia de un estado autoritario que controla y mediatiza a los sindicatos, convirtiéndolos en instrumentos de control de la clase trabajadora.

En la asamblea del STAUS donde se dieron a conocer los ejes del pliego petitorio de la revisión salarial de 2014, hubo una propuesta que por lo menos llama la atención sobre la vulnerabilidad sindical ante las tentaciones del autoritarismo patronalizante que charrifica a las organizaciones y las hace dejar de tener el sentido social y clasista que les es propio. Un miembro propuso a la asamblea que aprobara sanciones contra los integrantes que no asistieran a marchas, mítines y demás actos sindicales. Incluso se llegó a plantear la necesidad de algún mecanismo que monitoreara o fiscalizara el cumplimiento de esta exigencia en el nivel de las delegaciones para efecto de “descontar un día de salario integrado” a los infractores.

Se llegó a señalar que no era justo que unos pocos estuvieran luchando por una mayoría que no cumple, que no lucha por sus demandas y que “el que quiera azul celeste, que le cueste”. No faltó la alusión a los pensionados y jubilados, que estaban ausentes porque nadie les indicó que la organización sindical requiere de su presencia para luchar por el derecho elemental de una vida digna tras el retiro.

Lo verdaderamente intrigante fue la exigencia de que se votara la propuesta  de las sanciones, poniendo a la asamblea en el poco envidiable papel de verdugo sindical, en un olvido trágico de que la lucha sindical es por los derechos colectivos y no individuales. En la lógica de los nuevos inquisidores, cada quien debe luchar por lo suyo, con lo que la organización sindical carecería de sentido.

¿En qué se puede basar la suposición de que el sindicato es una especie de patrón de los trabajadores con el derecho de descontar días de salario? ¿Qué tipo de facultades administrativas supone que puede ejercer contra los trabajadores? ¿Por qué un sindicalista violenta la solidaridad gremial al, prácticamente, decretar una cláusula de exclusión de derechos a quienes supuestamente infringen el pase de lista con que se charrifica el sindicato?

¿De cuándo acá los trabajadores sindicalizados cambian el objetivo de sus luchas y lo enfocan contra sus propios compañeros? ¿En qué cabeza cabe suponer que la dirigencia o la asamblea general pueden dejar de luchar por los beneficios económicos y sociales que a todos corresponden por derecho? ¿La discrecionalidad en el reconocimiento de derechos será ahora la tónica, decidida “democráticamente”?

Al parecer los “pocos que siempre asisten” suponen que los faltistas lo hacen solamente porque les da la gana, y sienten que el peso de la lucha recae solamente sobre sus hombros. Olvidan que la lucha se libra en diferentes frentes como son en la calle manifestándose, en el aula informando y sensibilizando a los estudiantes, en los medios de comunicación informando y aportando elementos de juicio a la sociedad, así como plantando cara al gobierno y la administración universitaria por sus malas prácticas políticas y administrativas. Cabe recordar que en la lucha sindical no todo es hacer bola en un recinto, marchar con el puño en alto, llenar plazas o auditorios, tomar oficinas o plantarse fuente a ellas. Cada actividad tiene su propio peso y no todo mundo está en las mismas condiciones para hacer de todo.

El compromiso y la militancia sindical tiene como ingredientes la conciencia de clase, la disponibilidad de tiempo y salud, la convicción de que la lucha tiene sentido, la confianza en la honestidad y el liderazgo de las dirigencias, entre otros factores. No pocos docentes no asisten a la marcha o al mitin porque están atendiendo estudiantes, en el aula o en la asesoría de cubículo o pasillo. Mientras que unos ya salieron de su actividad docente, otros pueden estar en pleno proceso. En esta virtud, el querer asumir que todo mundo está en la misma disposición y oportunidades es un grave error. La unidad en la diversidad es la esencia de la universidad, mediada por la inteligencia y con el objetivo común de hacer o difundir la ciencia y la tecnología, las artes y las humanidades. No se puede pedir uniformidad en algo que es esencialmente heterogéneo y pluriparticular.

En este caso, la acción de las dirigencias debe ser, antes que fiscalizadora y represiva, altamente comunicativa, completamente transparente, firmemente decidida a cumplir con el deber de luchar por el mejor interés de sus agremiados. La buena práctica política seguramente acaba eventualmente por llenar auditorios y colmar asambleas y manifestaciones.


Sería triste y francamente aberrante que el sindicalismo universitario asumiera como propias las prácticas hostiles del sindicalismo charro, de pase de lista y cumplimiento aparente, a cambio de la torta y el refresco. En los sindicatos universitarios se espera convicción, buen manejo político, respeto por la dignidad de los miembros y, sobre todo, completa solidaridad gremial.

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