En el siglo XXI, seguimos cooperando. |
A la crisis de fines de los setenta se responde con singular osadía, con renovada actitud futurista que reta la lógica y la cambia por el buen deseo de actualizar las estructuras administrativas y los engorros de las responsabilidades del gobierno venido a menos. Es el mercado el que modera el devenir económico y el quehacer político solamente debe servir para justificar la disminución del estado frente al mercado. Los ochenta son el punto de quiebre de una nación que renuncia a sus dimensiones de soberanía y dominio sobre sus bienes, dándole un porrazo en la nuca al artículo 27 constitucional y abriendo la caja de Pandora de los intereses extranjeros, que se crecen ante la debilidad nacional en la década siguiente.
¡Ah, sí, la globalización! |
La acción política del neoliberalismo panista sigue la huella del priismo claudicante, de la demagogia sin sentido, de los balbuceos que expresan una enfermedad económica y política terminal; así, mientras la economía y la credibilidad política se desploman, la labor legislativa apunta hacia el estado gendarme, hacia la elaboración de camisas de fuerza que contengan la inconformidad e indignación ciudadana.
Seguiremos cooperando. |
La inseguridad provocada por la ausencia de política económica que contenga propósitos distributivos, se responde con acciones que crispan a la sociedad, que criminalizan la pobreza, la inconformidad, el pensamiento que disiente. Los resultados están a la vista: decenas de miles de muertes que abonan el terreno de la militarización del país, de la intervención extranjera, de la supresión de la soberanía nacional cedida a asesores y contratistas extranjeros, mientras que la economía es una simple extensión de la que se diseña fuera, en las estructuras de dominación imperialista. La ola que barre nuestra economía, política, cultura, educación y vida familiar, viene de los vertederos fondomonetaristas, de las trapacerías de las agencias de seguridad gringas, invocadas por nuestro propio gobierno, protegidas por la prensa, encubiertas por la política exterior del entreguismo gobernante.
Gobernando... |
El fenómeno de la pérdida de rumbo e identidad no es sólo de México sino de todos los países que vendieron su primogenitura por un plato de lentejas. Estamos en un mundo al revés donde se persigue el interés imperial en vez del propio. La modernidad quedó en su dimensión técnica y el producto de la relación obtusa entre el hombre y la máquina es el de la depreciación del trabajo, la sobreproducción y el subconsumo, las crisis recurrentes y la violencia como mecanismo compensatorio de la debilidad distributiva.
La puesta en orden del mundo requiere centrar la atención del gobierno en las necesidades del pueblo, donde el estado recupere su sentido histórico y el mercado se subordine al bien común.
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