De cualquier manera, los gringos apuraron las cosas y tenemos el anuncio de que van a duplicar el números de la agencia de inmigración (ICE) en territorio mexicano, lo que supone que los mecanismos de procuración de justicia nacionales no pasaron por la certificación gringa o simplemente fueron ignorados. Esto nos pone en el brete de lidiar con el estigma de ser, aparte de blanditos, incapaces para hacer prevalecer el estado de derecho. Por lo visto, las instituciones nacionales se pliegan al extranjero con una facilidad que puede ser propia de las damas y caballeros que, apostados en una esquina hacen su trabajo nocturno en el negocio de la compra-venta de favores corporales. La vida loca del México neoliberal carece del indispensable saca-borrachos y la entrada al congal nacional aparenta una apertura que no requiere de tapetes de bienvenida.
Actualmente, hablar de soberanía nacional resulta pasado de moda. Las maravillas de la integración económica, de la vigencia del TLC, de las ventajas y bondades del intercambio comercial y cultural, de formar parte de la modernidad galopante en lomos de la primera potencia mundial obra un efecto casi orgásmico en los funcionarios locales y federales, que integran el coro de panegiristas de la intervención extranjera en la intimidad nacional. Los pedidos de apoyo y cooperación internacional para resolver asunto estrictamente mexicanos anticipan la flojera de ser independientes, de donde la idea de soberanía puede ser contradictoria con la práctica corriente del gobierno federal. El tema del asesinato de un agente extranjero ha quedado reducido a la maldad del narco que atenta contra un gringo en funciones oficiales permitidas por el gobierno, pero que casi ningún ciudadano tiene la información que le permite establecer con claridad cuál es la finalidad y legalidad de su presencia y actividades.
Lo curioso del caso es que el arma que mató al gringo de ascendencia hispana fue traída a territorio nacional por mercaderes de armas gringos y en beneficio de la economía armamentista de Estados Unidos. Claro que la reacción fue inmediata y el rechazo, la indignación y la pena por el horripilante crimen subieron de tono para toparse con la novedad de que “rápida y furiosa” la propia agencia federal que vigila el asunto de las armas, coló a territorio nacional cientos de armas que fueron a parar, como se sabe, en manos de los narcos o miembros del crimen organizado. Los gringos escupieron para arriba y se declaran azorados por recibir su propio proyectil. Cosas de la superior inteligencia anglosajona.
Polvos de otros lodos |
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