Curva del éxito |
¿Se imagina usted tener un gobierno capaz de impulsar el desarrollo nacional de manera soberana? Tan herética posibilidad supondría poner por encima de cualquier interés o compromiso aquellos relativos a nuestro progreso y bienestar, lo que por sí mismo huele a independencia y libertad, conceptos que son administrados por Estados Unidos e interpretados, corregidos y aumentados por las administraciones en turno de ese país.
Caras vemos... |
Usted se preguntará por qué la soberanía nacional debe pasar por el escrutinio cuidadoso de nuestros vecinos y ser acotada según sus conveniencias, lo que surge tras enterarse de que el propio gobierno panista ha permitido que Estados Unidos intervenga en las labores policiales relacionadas con el combate a la delincuencia y la prevención del delito, asuntos que en cualquier otro tiempo correspondían al gobierno nacional que legislaba y proveía lo necesario para el cumplimiento de las leyes. El neoliberalismo panista, transido de emoción por ser la puerta de entrada a la modernidad, a lo nunca visto, a lo inédito, a lo novedoso, lo último de lo último en las materias en que debe examinarse el gobierno, ha decidido darle el sí a nuestros vecinos en materia de seguridad y contribuye cediendo soberanía sobre el territorio nacional para que ellos puedan protagonizar la versión oficial de la saga de Rambo, o alguna de las gustadas series sobre espionaje y defensa del planeta contra los ataques de fuerzas malignas o incluso extraterrestres.
Pero, lo que se soporta viniendo de fuera, se rechaza al interior con histérica energía y denodada pasión, como si les fuera el apellido. Pongo por caso la reciente pataleta de los diputados panistas quienes abandonaron el recinto legislativo en protesta por la manta de los petista, con la leyenda de que si usted no permite que un borracho maneje, por qué deja que uno de ellos lo haga con el país. El panismo organizado argumentó que se le faltaba el respeto a la institución presidencial, siendo que solamente se aludía a uno de sus azulosos cófrades. Aquí tenemos la clásica confusión del patrimonialismo de derecha: no es lo mismo don Felipe que la institución presidencial, como no lo es el whisky a la botella que lo contiene.
Sin escrúpulos, sin memoria, sin progenitora... |
¿Justicia? |
Los movimientos que impiden la participación y apoyo de ciudadanos simpatizantes por aquello de que “no se politice”, pierden de vista que las manifestaciones públicas de protesta son para el consumo de todos, con lo que se corre el riesgo de ser apoyadas y, en consecuencia, politizadas. La solución está a la mano: si usted no quiere que su movimiento de reclamo o protesta se contamine con la participación de otros, hágalo desde la comodidad de su videocámara y no abra la opción del chat. Simplemente emita su protesta y deje que corra el marcador de visitas como simple dato estadístico. Cualquier tema siempre podrá ser un éxito y, si de eso se trata, con posibilidades de ser anotado en la factura.
Los chivos expiatorios forman parte del ritual de procuración de justicia en México, así como las procesiones de santas cofradías debidamente registradas en la oficina correspondiente. Los verdaderamente culpables son pilares de la sociedad, apellidos ilustres, constancias vivas de la permanencia de estructuras económicas y políticas capaces de sobrevivir regímenes y señalamientos memoriosos. Los pobres, después de todo, no tienen prosapia sino, quizá, derechos históricos colgados del futuro.
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