Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

domingo, 29 de mayo de 2016

Comunicación que incomunica

                   “Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (Luis Vives).

La comunicación, gracias a las nuevas tecnologías, se vuelve más ágil, masiva y global en estos tiempos maravillosos en los que cualquiera, desde la comodidad de su hogar, puede compartir noticias, chismes, frustraciones, perversiones, complejos, premoniciones, sospechas, inclinaciones, tendencias, aberraciones lúdicas, supuestos y excrecencias ideológicas, en un caldo que, de tan denso, resulta indigesto cuando no intragable. Lejos de comunicar, se incomunica. Más que informar, se desinforma.

Supongo que muchos de los lectores participan en uno o varios grupos de conversación (chat), donde se establecen diálogos o piezas informativas que tienen que ver con las afinidades profesionales, gremiales, familiares, políticas o religiosas, en busca de actualizaciones, noticias de interés o nuevos filones de humor y ocio informatizado. Seguramente usted es capaz de discernir entre un espacio de cotorreo inocuo e intrascendente, sea familiar o amistoso, y otro dedicado a los asuntos del trabajo, la asociación, el sindicato o cualquier organización que busque informar y contactar a sus miembros en forma fluida y expedita.

No dudo que usted sea capaz de respetar la naturaleza del medio de comunicación de que dispone y seguramente tiene claro qué conducta se espera de quienes simplemente digitalizan su ocio, a diferencia de los que ingresan en sitios reservados a usos institucionales y actúan en consecuencia. Al respecto, es claro que la madurez y la inteligencia de los usuarios se manifiesta con absoluta claridad mediante su forma de participar, en obvio a las características del medio que utilizan. Una acción fuera de los propósitos explícitos del medio es, sin duda alguna, un despropósito; irrespeta y violenta las reglas del juego comunicativo y, en ese sentido, propicia la incomunicación.

Cabe aclarar que a nadie se impide decir simplezas y sostener necedades; postular creencias religiosas y compartir arrebatos místicos que insinúan algún torvo afán evangelizador; colmar el espacio de fotos editadas con mensajes cursis o simplemente ridículos, o dedicadas a estimular el morbo y exhibir el subdesarrollo mental y emocional de quien comparte. Las expresiones de un sentido del humor presa de conflictivas psicosexuales no resueltas, de filias y fobias encapsuladas en manifestaciones cercanas a la oligofrenia, de fijaciones bajunas, de simple y llana vulgaridad, pueden tener cabida en espacios expresamente anfitriones de basura, porque el derecho a la pestilencia intelectual seguramente cuenta como derecho humano reivindicable por la Comisión Nacional de Derechos Humanos o la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

¿Usted vería bien que en un espacio institucional se desatara una epidemia de saluditos ñoños, chistecitos varios, cuadritos con bendiciones y chismes diversos? ¿No sería más prudente reservar este tipo de publicaciones a chats de carácter trivial o informal que respondan a formas de sociabilidad rudimentaria?


Por otra parte, la apertura indiscriminada de un chat, (en el sentido de admitir cualquier contenido), creado para responder a las necesidades de información y comunicación de un grupo unido por objetivos formales comunes, si bien es cierto que aparenta libertad, democracia e inclusión, acaba por caer en la ciénaga del capricho, la intrascendencia, el berrinche, la manipulación y la exclusión por hartazgo, por el cansancio de sus usuarios y pronto deja de cumplir sus fines. Se convierte en un medio de incomunicación y desinformación de sus integrantes. La auténtica expresión de la libertad es cuando la acción responde a la necesidad informativa de los usuarios de un medio. Lo demás es banal, superfluo y empobrecedor. ¿Para qué envilecer la inteligencia con la vacuidad del abuso? Y usted, ¿ya vació su chat?

domingo, 15 de mayo de 2016

El Día del Maestro o la paradoja laboral

                           “Esperemos lo que deseamos, pero soportemos lo que suceda” (Cicerón).

Como es tradicional, la Universidad de Sonora “reconoce” a sus académicos cada año con motivo del día del maestro. En ampulosa ceremonia debidamente publicitada, la administración hace discursos y entrega reconocimientos en papel, apropiadamente enmarcados, para que se puedan lucir en las paredes de cubículos o egotecas particulares; asimismo, se hace entrega de un cheque cuya cantidad se desprende de alguna tabla basada en los años laborados y el monto dispuesto para tales efectos. Es obvio que este instrumento bancario ejerce un considerable poder de convocatoria.

Por orden ascendente de antigüedad van pasando los agraciados para recibir su constancia y un sobre que materializa las expectativas racionales ligadas al tiempo de cada docente, pero también de la administración que, como su nombre lo indica, filtra, matiza, promueve y manipula los avatares de la trayectoria académica y los claroscuros del Contrato Colectivo de Trabajo, y establece en cada caso los huecos e intersticios del clausulado que puede ser violado sin muchas explicaciones más allá de la excusa de la responsabilidad institucionalidad por la “excelencia” y el cumplimiento del compromiso institucional con los sonorenses. Los aplausos endulzan los oídos y las conciencias del protagonista en turno, que goza de las mieles de la adrenalina escénica y la repentina sensación de ser, por cosa de 15 segundos, el centro de la atención oficial que lo ve como alguien tangible y transitoriamente significativo.

Si el pan es el cuadro con el reconocimiento y el cheque bancario, el circo es el auditorio, las luces, el sonido y la forzosa presencia y conducción de las autoridades, frente a una tropa variopinta de asalariados con títulos y constancias que forman la base académica, el fundamento de la calidad y la excelencia encarnadas en personas que ostentan nombre, apellido, título y expectativas de un mejor futuro laboral merced a la eventual valoración del trabajo que realizan; ahora presentes como protagonistas, pero tal como en la realidad cotidiana, su lugar está abajo llenando las butacas del auditorio, obedeciendo el protocolo, esperando ser llamados, dispuestos a recibir de algún funcionario el reconocimiento, saludar de mano, sonreír, no entretenerse mucho para no afectar la continuidad y fluidez de la ceremonia; entender que esas autoridades que hace poco le patearon el trasero y se pitorrearon de su dignidad merecen el agradecimiento de quienes reciben públicamente, sólo por hoy, el reconocimiento y el aplauso. Después de todo, las violaciones al contrato colectivo son parte de la vida cotidiana y la ceremonia del día del maestro se tiene sólo una vez al año.

¿Cómo negarse a asistir a una ceremonia donde le van a dar algo así como dos papeles, uno enmarcado y otro ensobrado, frente a sus pares? ¿Acaso no es importante dejar el anonimato del trabajo cotidiano y la insignificancia laboral tras las violaciones contractuales, denuncias y reclamos que se formalizan en los pliegos petitorios, los oficios, pronunciamientos y protestas, por unos segundos de visibilidad? ¿Acaso no es seductor dar la mano al rector, a los secretarios, frente a esa pequeña muchedumbre, una vez cada cinco años, en una ceremonia que cada año hace aparecer las antigüedades laborales como mérito académico? ¿Quién se puede resistir a la posibilidad de ser juzgado solamente por el rasero del tiempo y el aguante? ¿Por el tamaño del cuadro y el cheque?

Pero, más allá de las diferencias de asiento y figura nos une el espacio y el tiempo que compartimos, la despolitización por la beca que actúa como mordaza psicológica, como freno de caballo que entra por la boca y limita la mente y la lengua; nos une el prurito de lo políticamente correcto, la mansedumbre de una madurez ficticiamente confundida con la apatía y la resignación que convierte al sindicalismo en una excusa para la reivindicación de clientelas, de ineptitudes, de faltas y complicidades, al margen de principios, valores y disposiciones estatutarias y contractuales. Cínicamente se pudiera pensar, ¿para qué me sirve el sindicato si puedo dedicarme a la cosecha de puntos traducibles en salarios mínimos? Si la corrupción da dinero, ¿quién se puede animar a declararse culpable ante un jurado de simuladores?

Aunque tanto el reconocimiento como el cheque se pueden recoger cualquier día hábil después de la ceremonia, ¿quién, más allá de unos cuántos, hace ejercicios de dignidad y no asiste a esa farsa conmemorativa carente de sentido y respeto? ¿No cuentan los agravios a los maestros total o parcialmente desprogramados, a los afectados en su salario, a quienes no ha valido su trayectoria para alcanzar una mayor categoría y nivel, a quienes se ven marginados en el ejercicio de sus derechos contractuales? ¿Las ofensas, prepotencia y desprecio de una administración mareada arriba de un ladrillo clientelar, no pesan?

Tiempo de reflexionar sobre la universidad y lo universitario, sobre la educación superior y la educación pública en general, sobre el papel del docente que es sindicalista en sus ratos libres de tortibecario, sobre el destino de las organizaciones de cara a un sistema que por un lado reconoce el mérito y trascendencia de los académicos pero que por otro dispone normas que proletarizan y limitan las posibilidades de desarrollo profesional de los trabajadores académicos. Hora de replantear el contenido de la autonomía universitaria y la del profesional universitario. Hora de decisiones sobre el rumbo y las estrategias de lucha por la sobrevivencia gremial y la integridad institucional.


El día del maestro conserva la forma, pero es indudable que su contenido ha cambiado; se ha vaciado del valor, el respeto y la dignidad del académico; del amor y la lealtad hacia una institución del pueblo y para el pueblo. Ahora importa más la forma que el contenido, y el precarismo académico es una realidad que más valdría atacar que ignorar ya que la relación sado-masoquista en que se ha convertido el proceso de revisión salarial y contractual sugiere la necesidad de revalorar el sindicalismo, fortalecer la unidad y elevar el nivel de conciencia de los universitarios. La universidad debe seguir siendo la conciencia crítica de la sociedad y eso no será posible sin un sindicalismo fuerte y comprometido con el conocimiento y con las acciones que impulsen el desarrollo y el progreso de Sonora. 

lunes, 2 de mayo de 2016

Mayo y el dinosaurio

                     “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí” (Augusto Monterroso).


Nadie sabe cómo, tras un año más de ultrajes, ninguneos, provocaciones, hostigamiento y represión, engaños y demagogia contra los trabajadores, el gobierno sigue tan campante afinando sus discursos sobre la paz laboral, la atracción de inversiones, las conveniencias de seguir conteniendo los salarios, la desindexación del salario mínimo, las alzas en los precios de los bienes y servicios, la atomización y precariedad del empleo, la inseguridad laboral y las disculpas y excepciones por la compulsión por violar los contratos colectivos. Como si no pasara nada, la clase patronal sigue quejándose de la inseguridad, de lo caro que les sale el caviar y las vacaciones en EE.UU., Europa y los viajes y comunicación con los paraísos fiscales internacionales de moda, y señalando la urgencia de un cambio en la cultura laboral que permita abaratar los costos y aumentar la productividad.

Tal parece que la clave del éxito económico de las empresas, gobierno y sistema depende de que los trabajadores entiendan y aprendan cuál es su papel en la bonanza económica que el sistema promete y que, por fallas humanas, no cumple. ¿Cómo culpar al modelo económico y la ideología neoliberal de arruinar la vida social, económica, política y natural del planeta, si todo recae en la conducta del trabajador? ¿Acaso no es él quien maneja la maquinaria y el equipo, se encarga del mantenimiento, conduce los vehículos, carga y descarga, vigila instalaciones, atiende al público, está en la línea de producción, se encarga de la distribución y además consume?

El “empleado del mes” debe ser alguien que reduzca al mínimo su subsistencia pero que al mismo tiempo sea capaz de consumir la chatarra producida por las transnacionales avecindadas entre nosotros. Debe tener y mantener el pago mínimo y los intereses de alguna cuenta en acreditada casa bancaria o comercial que concede crédito y ofrece un día sí y otro también los beneficios del endeudamiento como forma de vida y destino de sus clientes.

Debe resistir la tentación de cuestionar tanto la política salarial como la precariedad del empleo, así como los altos costos de la vida; está obligado, en obvio de la corrección política, a dar muestras de madurez y no estallar huelgas que, aunque justas, pueden “ahuyentar inversiones” y manchar la imagen de gobernantes y funcionarios oficiales e institucionales.

Mientras ve y padece la violación de su contrato colectivo, se debe sentir obligado a aceptar “un mal arreglo antes que un buen pleito”, porque la sociedad aborregada espera de él no un grito de rebeldía sino un balido que lo haga formar parte del rebaño. Si es empleado comercial, bancario, burócrata u obrero, está obligado a poner por encima la productividad y las ganancias de la empresa antes que su bienestar personal y familiar; si es docente, debe aguantar las cadenas del chantaje, la manipulación y el desprecio institucional y sacrificarse en aras de la “calidad académica” y la desnaturalización de su empleo: No es un profesional que merece consideración y respeto, con derecho a exigir no sólo reconocimiento sino un salario decoroso que le permita vivir dignamente, sino un “apóstol” de la educación que bien puede ser ignorado mientras cumpla un horario, llene formatos y acepte las medidas oficiales en contra de la educación pública nacional.

El docente es un profesional que por la naturaleza de su trabajo se autoevalúa cotidianamente, es capaz de autocorregirse, de mejorar guiado por su vocación y su experiencia, sin embargo, debe ser evaluado por burócratas que no tienen idea de lo que es la función docente en un país como el nuestro pero que, en cambio, están atentos a las consignas, recomendaciones y presiones de los organismos financieros internacionales, las corporaciones trasnacionales y las modas que impulsan e imponen a los países de la periferia capitalista neoliberal. La evaluación punitiva contra los maestros y la reforma unilateral al Estatuto del Personal Académico universitario forman parte del mismo paquete de medidas de la contrarreforma educativa del sistema, nopalero y periférico, que azota nuestro país.

Ante esta situación de auténtico golpe de estado y cancelación de derechos y garantías fundamentales para la clase trabajadora mexicana, se impone la unidad, la información y el análisis permanente y transparente de nuestra realidad, así como de las acciones oportunas y consensuadas de las organizaciones sindicales, que permita a sus miembros tomar conciencia de la gravedad y urgencia de las luchas y la importancia de sostener una oposición firme y decidida contra las modificaciones unilaterales y arbitrarias de las condiciones de trabajo y los mecanismos de ingreso, promoción y permanencia consagrados en la norma vigente y el contrato colectivo de trabajo. Lo que está en juego es el futuro de la clase trabajadora y la calidad y el carácter de la educación y el progreso nacional.


Este 1 de mayo, la música y la estridencia de un festejo patrocinado por el sector oficial no pudo ocultar la presencia y la voz de los trabajadores, ni pudo disimular las ofensas, el desprecio y la represión infligidos a los inconformes. La ausencia de la gobernadora Pavlovich sólo sirvió para subrayar lo que todo mundo sabe: cuando los trabajadores tomaron la calle y marcharon, el dinosaurio todavía estaba allí.

lunes, 25 de abril de 2016

La lejanía del bienestar

                                               “Nada cansa si se hace de buena gana” (Thomas Jefferson).

Ya se va haciendo costumbre que nos desayunemos con notas que en otros tiempos eran marginales: asaltos con violencia, tanto a domicilios y negocios como a transeúntes y asistentes a alguna fiesta familiar. La criminalidad toma por asalto las páginas de los periódicos, las redes sociales y las pláticas de café, cantina y sobremesa.

El omnipresente clima de inseguridad rueda por las calles personificado por las cada vez más frecuentes caravanas de unidades de tal o cual policía; vehículos artillados transportando uniformados de rostro anónimo, mirada nerviosa e inquisitorial donde se puede advertir un miedo atrincherado tras el armamento reglamentario. Pero, cuando no pasan las unidades federales lo hacen las estatales o las municipales; y cuando no son éstas, vemos el desfile intimidante de los militares, morenos, chaparros, con el hambre amordazada y oculta tras el uniforme.

Frente a este despliegue de vehículos, armas, uniformes y actitudes de agresividad asalariada, se yergue imponente la masa dolorosa de los indigentes, de los caídos en la lucha por el pan nuestro cotidiano, de los abandonados y desarraigados económicos, de los expulsados y marginados de la sociedad de consumo. Las víctimas del sistema están allí, en las plazas, en los parques y jardines públicos, en los huecos de los edificios, en las aceras, frente a los hospitales, comercios e instituciones, ondeando la bandera del fracaso personal y social; exhibiendo los renglones torcidos del sistema económico al que se debe la clase política en pleno uso de sus facultades y canonjías.

En una ciudad como la nuestra, sus habitantes, mientras tanto, buscan la forma de instalar rejas en sus casas, ejercitar su desconfianza con todos y replegarse a lugares y horarios aparentemente seguros, a pesar de los anuncios de mayores adquisiciones de patrullas y la ominosa puesta en marcha del llamado “mando único” en regiones que, como el Río Sonora, son escenario del abuso y la impunidad de empresas ecocidas como Grupo México, por lo que resulta obligada la relación entre la centralización policiaca y la desesperación y enojo que padece el ciudadano perjudicado económicamente y vulnerado en su salud, así como burlado permanentemente por la empresa y las autoridades “competentes”. Obviamente, lo que se garantiza es la seguridad de los perpetradores del abuso y la criminal irresponsabilidad de la contaminación que ya alcanzó a Hermosillo.

La prensa nos alegra la imaginación con cuentos laborales y políticos de curso exitoso: se van a crear como 15 mil empleos; se atraen inversiones; se canalizan recursos para la reparación de calles y otras vialidades; se firman convenios con Arizona y Nuevo México para labores de cooperación y capacitación de policías, así como intercambio de información que incida en la seguridad… ¿Quién mejor que los gringos, que son los artífices de la inseguridad mundial, para asesorar y capacitar a nuestros policías? ¿Para qué firmar convenios y acuerdos con otros estados de la república si todo México está jodido, aunque lleno de logros y optimismo mediático?

¿Qué sentido tiene gobernar si no se pueden pagar planas pregonando los logros posibles y probables, como los reales y virtuales del sexenio? Después de todo, la prensa tiene que vivir de algo, sean promesas de pago y garantías de exclusividad noticiosa que prodiga boletines e inserta notas seguramente de “interés general” que persuade al público de las bondades del ejercicio del poder. ¿Qué haría el Ejecutivo si no tuviera por caja de resonancia y legitimación al conjunto de diputados cuya mayoría garantiza la frecuente invención del hilo negro y el agua tibia que de iniciativa se convierte en ley? Por otra parte, ¿cómo demostrar la cercanía con el poder central si no se apoyan, promueven y justifican sus iniciativas? Ahí está el caso de la “reforma educativa”, cuyas acciones punitivas han llevado al despido a varias decenas de maestros, quienes son hostigados por las fuerzas del estado que ni sirven ni protegen, pero reprimen y ofenden a los maestros de sus hijos y a la ciudadanía consciente pero marginal.


Se acerca el 1 de mayo, día de los trabajadores, y con él la ola de inconformidad, frustración y enojo que promete estallar en reclamos y exigencias de justicia y respeto al sindicalismo y los contratos colectivos de trabajo, llenando las calles de varias ciudades importantes del estado. Aquí, la inconformidad no necesariamente se diluirá en gritos y consignas, en puños levantados y adrenalina administrada por goteo. No se agotará en una fugaz manifestación colectiva de fuerza ni se perderá en las notas y comentarios periodísticos del día siguiente. La fuerza generada, en todo caso, será la suma de las organizaciones sindicales unidas por la recuperación del respeto y la dignidad de los trabajadores que las integran. Cuando esto ocurra, se podrá escribir una página luminosa en nuestra historia laboral y un momento ejemplar en las luchas sociales de Sonora.

domingo, 17 de abril de 2016

Instigación criminal

                                                         “Cada cual es artífice de su propia fortuna” (Salustio).

Ciertas declaraciones derivadas de mentalidades fosilizadas logran el efecto de levantar a la opinión pública exactamente en sentido contrario a lo proclamado. Sergio Romano confesó que no correría del empleo a la maestra que “perrea” en su tiempo libre, sino que “la mandaría matar”. El castigo propuesto por el ex-conductor de televisión a la practicante ocasional de una danza popular de importación es, como puede verse, terminal.

Le confieso que por razones de estricta morbosidad me receté el vídeo de la exhibición de las habilidades dancísticas vacacionales de la joven maestra de Cd. Obregón, y lo que pude apreciar fue una chica que derrocha energía y entusiasmo juvenil en un concurso público, al aire libre y en un centro turístico playero. Nada de que asustarse, nada particular en estos tiempos de apertura a lo que se ponga (o imponga) de moda. Celebré su desparpajo y desinhibida diversión de días de asueto, así como sus dotes de comunicadora educativa bien preparada en su ámbito profesional y debidamente valorada por sus estudiantes y padres de familia. Una joven profesionista que se divierte en su tiempo libre.

Usted seguramente ya hizo su propia valoración del asunto, pero es difícil dejar de lado la sensación de que los trabajadores académicos son un estrato social vulnerable, a merced de las exigencias a veces ridículas de sus empleadores, sujetos a intervenciones fuera de lugar y proporción en sus asuntos personales, violando su derecho a la intimidad y al trabajo. Si Sergio Romano mereció dejar de salir al aire, ¿qué merece la administración de la escuela que corrió a la joven profesora por participar en un concurso de baile en su tiempo libre?

Estamos en una sociedad bastante curiosa y contradictoria, ya que por un lado se aceptan y dan por sentados derechos ligados a la “diversidad” y por otra se reprime y castigan manifestaciones inocuas de diversión playera.  

En otro aspecto (la palabra de moda es “tema”) de la incongruencia que nos asombra, nos enteramos que se celebra a todo lo alto que no hubo suspensión de labores en la Unison, destacando la declaración de que las huelgas son “muy frustrantes”, según el sentir de la exalumna Claudia Pavlovich. ¿Una huelga puede ser “frustrante” mientras que la violación de un contrato colectivo no lo es? ¿Los derechos de los trabajadores no pintan como para conmover la conciencia de la hoy exalumna distinguida y de las buenas conciencias patronales?

Lo que categóricamente debiera ser motivo de frustración es, siendo objetivos, la minusvalía inducida de las organizaciones gremiales en la defensa de su contrato colectivo, la apatía de sus integrantes y la ausencia de soluciones reales y efectivas para los problemas de las instituciones educativas autónomas y, por tanto, sujetas a los vaivenes presupuestales tanto del gobierno federal como del estatal.

Las autoridades festejan y aplauden la decisión de los sindicatos universitarios de no estallar la huelga, a partir de los resultados obtenidos en sendas asambleas permanentes: por parte del STEUS fueron 282 por el sí y 920 por el no, mientras que, en el STAUS, dijeron sí a la huelga 571 y estuvieron por el no 871. El rector habló de los costos: 70 millones, mientras que los sindicatos aun no hacen cuentas respecto a su credibilidad y representación.
Se habla de logros, de avances por parte del STEUS, que relame las heridas de la última revisión y los aspectos que quedaron pendientes, de cara a una autoridad sin escrúpulos de conciencia ni rastros de respeto por ese sector.

El STAUS puede decir que hubo avances en cláusulas de monto fijo, pero un hueco en forma de promesas y recomendaciones para que, como buenos chicos, se pongan a hacer los trámites para una audiencia con el Colegio Académico donde eventualmente serían escuchados sus argumentos sobre las modificaciones unilaterales (“armonizaciones”) el Estatuto de Personal Académico (EPA), lo que diluye o, al menos, disimula burocráticamente el hecho de que fue violada cínicamente la cláusula 61 del Contrato Colectivo de Trabajo (CCT). Los caminos trazados por la maquinaria administrativa universitaria requieren de tiempo y formas, porque obedecen a su propia lógica y cumplen sus propios objetivos que, como se ha visto, pueden ser distintos e incluso opuestos al interés de la comunidad universitaria.

Pero, el problema alcanza proporciones enormes cuando los propios maestros votan por no irse a la huelga por una violación fragrante y confesa al CCT. ¿Será que confían en la vaga promesa de que se puede resolver el problema haciendo trámites inducidos por el propio aparato administrativo? ¿Tras una decisión que consta en actas en el Colegio Académico, ahora se trata de que, ante hechos consumados, los afectados pidan audiencia, argumenten y esperen la gracia de ese órgano en forma de prórroga? ¿Y la violación al Contrato? ¿Y la obligación contractual de someter a la consideración del sindicato las modificaciones al EPA porque tiene que ver con los derechos laborales de los académicos? ¿Se trata de evitarle una “frustración” a las autoridades estatales? ¿El sindicalismo está siendo sometido a un examen de aptitud por parte de la administración?

Independientemente de los evidentes despropósitos de una burocracia empoderada, llama la atención que, a estas alturas de la depredación y precarización del empleo, algunos estudiantes les hagan el día a sus futuros explotadores al no querer huelga, e incluso haber dicho que la iban a impedir. ¡Oh, ignorancia adolescente!, una huelga no se frustra impidiendo la colocación de banderas y candados en las entradas de la universidad por los trabajadores, porque es un recurso previsto y normado por la legislación laboral vigente.


Para sorpresa de muchos estudiantes de disciplinas contables y administrativas, entre otros, los trabajadores tienen derechos protegidos por la ley, lo que sugiere la necesidad de tomar nota y prepararse cívicamente para su futura vida profesional. Es oportuno aclarar que muchos, por no decir la inmensa mayoría, tendrá que emplearse en condiciones precarias, donde sentirán, tarde o temprano, la necesidad de contar con un sindicato que proteja sus intereses laborales, y que les garantice una vida personal y profesional digna y libre, en lo posible, de las “frustraciones” que provee el sistema. Así las cosas, ¿acaso no es un absurdo monumental pensar como si fuera patrón quien ni siquiera llega o podrá llegar a ser empleado? ¿Por qué no allanar el camino para mejores condiciones de vida luchando al lado de los trabajadores? ¿Por qué no asumirse como futuro trabajador que defiende, desde ahora, sus derechos? El tiempo es oro.

martes, 12 de abril de 2016

La cuenta regresiva universitaria

Desde la entrega del emplazamiento a la autoridad laboral y a la administración universitaria, el STAUS ha desplegado una intensa actividad que incluye reuniones de la Comisión Negociadora, asambleas sindicales y reuniones informativas para profesores y estudiantes, medios de comunicación y espacios informativos en línea. El esfuerzo de comunicación es, por decir lo menos, ejemplar.

La idea que anima los trabajos de pre-huelga son básicamente los de la organización de la resistencia en la que pudiera ser una suspensión de actividades prolongada, según el sombrío pronóstico del propio rector Grijalva; el diálogo permanente con los académicos y el alumnado, la apertura de canales informativos con la prensa y la comunidad en forma fluida, oportuna y transparente y, prioritariamente, los esfuerzos de diálogo y conciliación con la administración universitaria.

La comunicación con la base académica y estudiantil está en progreso mediante formas de “diálogo con soluciones”, que se lleva a cabo al interior del campus. Lo anterior se ve complementado con los segmentos informativos del STAUS en línea y los vídeos que se comparten vía youtube, entre otros medios. Lo anterior permite suponer que la comunidad estudiantil puede estar debidamente informada de las incidencias de este período crítico. Esto último es importante por cuanto que son un sector de interés en las eventualidades de la vida institucional.

Nadie puede negar que la principal preocupación del sector académico está en el logro de mejores condiciones de trabajo, sabedores de que esto significa no sólo oportunidades para su profesionalización y promoción, sino de cumplir de mejor manera con la función formativa que se desarrolla en obvio beneficio de la calidad educativa, la cual está a cargo del personal académico en el aula, el laboratorio, el seminario o el taller.

La comunidad académica es la única capaz de autocorrección ya que la interacción entre pares permite contrastar, debatir, argumentar y consensar opiniones expertas basadas en el logro académico y la experiencia profesional. En ese sentido, las cada vez más altas cuotas de puntajes exigidos por la administración para efectos de promoción de categoría y nivel son, lamentablemente, no sólo desproporcionadas sino absurdas. Pareciera que coexisten precariamente dos universidades: la real, que se expresa en el día a día frente a los alumnos y la otra, lejana al proceso de enseñanza-aprendizaje y cercana a exigencias más de índole burocrático-laboral, cuya finalidad es ahorrar recursos a costa de las funciones sustantivas universitarias.

La Universidad y el pueblo de Sonora son víctimas del secuestro neoliberal, perpetrado por una burocracia sin imaginación, empeñada en sofocar las aspiraciones de bienestar y progreso de los trabajadores, de los estudiantes y, en general, de las familias sonorenses.

La sórdida acción privatizadora impuesta por el sistema exige trabajadores sin derechos, sin garantías sociales, sin sentido de pertenencia hacia sus centros de trabajo, sin futuro, en cambio, la esencia universitaria, humanista y respetuosa de nuestra cultura y tradiciones, a la par que amiga del progreso científico y tecnológico, no puede representar más que un frente de oposición responsable a dichos designios.

Es justamente ese el sentido de la lucha de los sindicalistas universitarios: la defensa de los principios fundacionales de la institución; el qué, el cómo, el quién y el para qué de su función transformadora, reclamados por sus propios actores en la forma en que saben hacerlo: mediante el diálogo, la argumentación justa y la transparencia en los dichos y los hechos. Mientras que el sindicalismo habla de frente, la administración evade y provoca.

El silencio esquivo de la administración y una forma de negociación encaramada en las negativas, genera ansiedad en los estudiantes y sus familias, molestia entre los sindicalistas y preocupación en los diversos actores políticos, económicos y sociales que integran el abigarrado conjunto que llamamos Sonora. Según se ha visto, una vez más la madurez y la prudencia están de lado de los trabajadores, pero, ¿qué impide a la administración cumplir con su deber de gestión? ¿Por qué se viola sistemáticamente el Contrato Colectivo, habida cuenta de las consecuencias legales y sociales de esta conducta? ¿En qué momento perdió el rumbo la administración y se transformó en un ente ajeno y lejano de la comunidad universitaria que debiera representar?


La fecha del estallamiento de la huelga es el 15 de este mes. El reloj avanza y las negativas y evasivas siguen siendo las respuestas a los reclamos de los trabajadores. El plazo se acerca y con él una nueva página en el libro de los actos fallidos y las miserias de una burocracia sin conciencia. De todos modos, se espera un chispazo de virtud, un signo que revele la existencia del espíritu universitario que, sin exclusión, nos identifica como parte de una comunidad progresista y justa. Nos acercamos a las grandes definiciones.

domingo, 10 de abril de 2016

Privatizaciones

                                               “La autoridad sólo se compra con la virtud” (Claudio).

El gobierno de la república proclama ufano que ya no dependemos del petróleo. La política de apertura económica ha pasado por los recursos energéticos esenciales para el fortalecimiento de la economía nacional y el poder público, en cuanto garante del progreso y desarrollo integral de la nación. Ahora, sin la palanca energética, ¿de qué dependemos?, ¿cuál es la puerta mágica al crecimiento y desarrollo nacional?

El anuncio de recortes presentes y futuros alcanza niveles de paroxismo esquizoide a la luz de las declaraciones del priismo organizado en alabanza insomne a las reformas “estructurales” que mueven a México, según señala el presidente. ¿Para qué recortar el presupuesto si las cosas van tan bien? ¿Será que tenemos que reducir el margen de crecimiento para que las transnacionales puedan obtener ganancias en actividades que ahora, el gobierno nacional, no apoya, administra y ni siquiera posee?

Todo parece indicar que nuestras autoridades (federales, estatales y municipales) se vieron agobiadas por las presiones del FMI, el Banco Mundial y más recientemente la OCDE, que recomendaban y demandaban una rápida e indiscutida reducción o reclasificación de la soberanía y, desde luego, el sentido del concepto “dominio de la nación”. En un mundo imaginado como globalizado por los realizadores de Washington, la película nacional debiera ser filmada en escenarios futuristas, libres de nacionalismo y sentimientos patrióticos que pudieran afectar la acción y progreso de las trasnacionales como propietarias del futuro y beneficiarias de la disminución del Estado.

Nuestro país, como suscriptor neto de acuerdos y tratados internacionales asimétricos, ha buscado, sobre todo a partir de los años 90, sepultar los fantasmas del nacionalismo revolucionario presentes en nuestro pasado económico y político: la expropiación petrolera cardenista y la nacionalización eléctrica lopezmateista son malos ejemplos de soberanía que los gobiernos modernos y abiertos al exterior deben erradicar, borrar de la memoria y desacreditar por todos los medios posibles.

Y ¿qué decir del fomento a la industria nacional, el apoyo técnico y financiero a la producción rural, la producción nacional de semillas mejoradas y fertilizantes, además de los sistemas de abasto popular y los precios de garantía, en la lógica de la autosuficiencia alimentaria?

¿Será que es mejor ser un buen consumidor de productos y servicios importados antes que productor y proveedor de lo necesario para la vida de empresas y familias? ¿Es más moderno depender del exterior que de la propia capacidad productiva y comercial para garantizar el abasto nacional?  ¿Nuestro boleto para formar parte del concierto de las naciones que no desafinan la música del imperialismo se paga con cuotas crecientes de dependencia?

Si nuestra relación con el exterior está signada por el abandono de la búsqueda de la independencia tecnológica, científica y productiva, ¿estamos logrando ser una buena colonia de explotación, ahora corregida y aumentada?

El gobierno, para no desentonar con sus similares ejemplificados por Perú, Colombia, Chile y ahora Argentina, ¿debe renunciar a funciones que son sustantivas y que le dan legitimidad a la función pública? ¿Será por eso que la Constitución se reforma y se “armonizan” las normas? ¿El mercado y la iniciativa privada resuelven el problema de la pobreza, el acceso a los mínimos de bienestar y la paz con justicia social? Las evidencias internacionales demuestran que no es así.

Los callejones sin salida que construye el neoliberalismo tienen por destino la rispidez y la confrontación social, animando y recrudeciendo la lucha política en forma de movimientos ciudadanos que eventualmente pudieran converger electoralmente en apoyo a determinadas candidaturas y, por otra parte, el gobierno y su cauda de partidos clientelares y sus hordas de beneficiarios coyunturales que están por la torta, el refresco y la tarjeta de débito.

Mientras el gobierno inventa el agua tibia, la ola de privatizaciones avanza como lava ardiendo, calcinando las expectativas de una ciudadanía que lucha por conservar lo que por elemental derecho le pertenece. Tras el ridículo anuncio del aumento en la tarifa del agua, a los hermosillenses se les amenaza con privatizar el servicio público de recolección de basura. El gobierno federal se reduce funcional y presupuestalmente, de donde los gobiernos locales y municipales ¿deben achicarse también? ¿Dejamos de ser un Estado federal donde hay diversos centros productores de normas y volvemos a los tiempos de centralismo espurio del porfiriato, donde la soberanía de los estados y la autonomía de los municipios son letra muerta? ¿Tienen sentido las expresiones “estado libre y soberano” y “municipio libre”? ¿Qué contenido quieren que tenga la “autonomía municipal”? El municipio, ¿es un orden de gobierno o una dependencia estatal en proceso de desincorporación?


La privatización de los servicios es una claudicación de funciones propias del gobierno, una cesión de espacios, objetivos y recursos que siendo necesarios para el desarrollo de la comunidad no debieran dejarse en manos privadas. El convertir en negocio las funciones públicas no supone progreso, sino una torcida y dogmática cesión de responsabilidades en cuyo cumplimiento descansa la confianza del elector respecto a su gobierno. Como se ve, el período electoral del 2018 promete ser portador de varias e importantes definiciones. La moneda está en el aire…