Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

miércoles, 27 de agosto de 2014

País de garabato

¿Se ha preguntado usted por qué en México las empresas trasnacionales gozan de aparente impunidad? ¿Por qué los empresarios le sacan fácilmente concesiones y favores al gobierno en turno? ¿Por qué la ley y la justicia ante ellos se muestran evasivas y laxas cuando de castigar se trata? Cuando ocurre un accidente, desastre ecológico o violaciones al derecho laboral, la legalidad se vuelve de chicle, es extremadamente flexible, considerada, cómplice pudiéramos decir, y nada ni nadie parece que puede persuadir a los señores representantes de la ley y el orden de cumplir con su estricto deber, sin buscar pretextos, dilaciones, excusas y justificaciones favorables a los infractores o simples delincuentes.

Mientras que los policías se solazan en aporrear y vejar a los ciudadanos que se pasan un alto, que tienen cara de sospechosos o que de plano les cayeron gordos, los señores empresarios pueden poner a temblar la economía familiar, hostigar al cliente, reducir a polvo su reputación y acabar con la tranquilidad de los hogares mediante el hostigamiento telefónico, los continuos avisos de cobro, la prepotente mirada despectiva de sus empleados y el mal trato al cliente como norma sagrada de observancia empresarial.

Si usted tiene la mala fortuna de ser moreno, de aspecto común, vestido mal o con modestia producto de vivir con uno a tres salarios mínimos, ya sacó boleto para calificar  como sospechoso de cualquier tipo de delito. Aun si vive con tres o cinco salarios mínimos, las esperanzas de un trato digno se evaporan en la medida en que usted cae en garras del crédito comercial o, sin caer en él, por ser miembro de la clase proletaria que huele a criminalidad potencial.

El ciudadano del campo como el de la ciudad tiene que vivir con el estigma de ser precarista en una sociedad donde el ideal de logro se traduce en un nivel de consumo por encima de la media. En este sentido, el trabajador o el pequeño empresario rural sufren de una minusvalía social que permite que el gobierno se regodee en situaciones de crisis: entre más jodida esté la gente, más prestarán atención a la generosidad de las fundaciones, personajes políticos, o funcionarios de gobierno. La crisis o emergencia permite que los miembros de su partido reciban los apoyos mientras que los opositores o independientes quedarán al margen de los beneficios que exige la coyuntura.

Ahora que estamos en temporada de derrames, el agua embotellada, por ejemplo, se reparte de acuerdo a criterios políticos, según se ha denunciado (http://www.dossierpolitico.com/vernoticias.php?artid=147597&relacion=&tipo=Sonora&categoria=1). Los del PAN si reciben agua mientras que la oposición bien puede quedarse chiflando en la loma. El apoyo selectivo parece tener la marca de la filiación política sin considerar que la necesidad es de todos.

Pero más allá de las mezquindades propias de una mentalidad políticamente subdesarrollada, la actitud de las autoridades supone una suerte de incredulidad ante la realidad regional, ya que el lenguaje y las acciones son tímidas, dubitativas, sospechosamente torpes: se sugiere o impulsa la creación de una comisión para analizar el caso, ver si es cierto que los compuestos acidulados son tóxicos, qué tan tóxicos, cuánto les durará lo tóxico y qué tanto puede tolerar su contacto un organismo vivo para dejar de serlo.

Si el sindicato minero desde hace varios años advirtió al gobierno federal y estatal del peligro potencial que había en los famosos represos de la minera Buenavista del Cobre de Cananea, los problemas de seguridad industrial y el daño que estaba sufriendo la población por la constante exposición a substancias tóxicas, entonces, ¿cómo acreditar el interés, la responsabilidad y la competencia de las autoridades locales y federales cuando apenas se va a investigar? El caso de Cananea parece ser la crónica de un desastre anunciado por los propios mineros y cómodamente ignorado por la empresa y el gobierno.

Como si fueran zopilotes al acecho de un cadáver, los opinantes institucionales saltan a la palestra y se ponen bajo el reflector de la coyunturalidad noticiosa: la universidad tal y tal conjuntamente con la de este y aquél estudiarán las causas y consecuencias del derrame, lo que arrojará un artículo publicable que permitirá a los autores cosechar puntos para su currículo. Por otra parte, un grupo de psicólogos irá a las comunidades a “curar el daño emocional” de no tener agua, como si el problema tuviera otra solución que la de reparar el daño ambiental y dotar a la población del líquido de manera permanente y continua.

Resulta escandalosa la noticia de que la minera pagará una multa ridícula por el daño ocasionado, como si se tratara de pasarse un alto o conducción punible. El arruinarle la vida a varios miles de familias y ciudadanos trabajadores en el medio rural no tiene comparación. Se han arruinado cosechas, muerto ganado, se han tenido que tirar miles de litros de leche y paralizado la producción de quesos, sin fecha segura para reactivar la economía campesina. Se requieren acciones serias y decididas que garanticen la seguridad ambiental y productiva de los productores rivereños, y no medidas distractoras.

Lo obvio es suspender de manera definitiva las actividades de Grupo México en Sonora, toda vez que ha demostrado a lo largo y ancho del país su desprecio a las normas de seguridad e higiene, así como revisar y replantear el régimen de concesiones mineras y similares. No es posible que México sea tan permisivo y barato en términos de costos por contaminación ambiental.

No podemos ser el resumidero de los ecocidas internacionales, por más que se levanten voces locales en defensa de los contaminadores Larrea: El PAN, Semarnat y los empresarios agrupados en organizaciones patronales pugnan por que no se “satanice” a Grupo México, porque sería un “mal mensaje para los inversionistas”. ¿Para qué quiere Sonora y México atraer inversionistas que se pasen por el arco del triunfo las leyes y normas ecológicas y de protección ambiental, además de los derechos laborales y sociales de nuestros coterráneos?  

Con o sin derrames mineros en Sonora, el país se encuentra en un grave problema. En vez de esforzarse por alcanzar lo que todos suponemos que debe ser un país libre y soberano, el gobierno de la república se empeña en hacer retroceder el reloj de la historia nacional, como queda demostrado con la reversa a la expropiación petrolera cardenista de 1938 o la nacionalización eléctrica de López Mateos de 1960. Da la impresión de que el modelo que el actual gobierno sigue es el porfiriano, tan dependiente del extranjero, tan permisivo con la oligarquía y tan represivo con el ciudadano.


Las condiciones sugieren la seria y puntual revisión de nuestro concepto de ciudadanía, donde deberán brillar las libertades pero también el estricto cumplimiento de las leyes. No es exagerado decir que lo que se juega en el país es nuestro futuro independiente o la condición de ser colonia de las trasnacionales. 

miércoles, 20 de agosto de 2014

Agua que no podrás beber

Los señores del Grupo México nos persuaden de que en nuestro país todo es posible, que la ecología y la protección al ambiente pueden figurar en los discursos y los compromisos internacionales, pero sin conocerse y menos acatarse por las autoridades y los empresarios interesados en la extracción de metales. México en general y Sonora en particular han sido escenario de una variopinta tropa de excavadores que hablan diversos idiomas y tienen distintos aspectos: güeros, morenos, blancos o amarillos, pero con iguales propósitos de uso y abuso de los recursos naturales de un país blandito ecológicamente y apático ambientalmente. El oro, la plata o el cobre son metales que sólo la mentalidad desarrollada de las empresas de clase mundial puede entender, por eso hay que dejarlas hacer y pasar.

Las concesiones mineras que se reparten como anuncios de barata son la garantía de que mañana o pasado estallará una bomba ambiental gracias a la laxitud oficial que se hace de la vista gorda para “atraer inversiones y generar empleo”,  en un entorno donde lo que se requiere son apoyos a las actividades productivas. Lo anterior no debería significar que se extiendan cheques en blanco, pero en la vida real los empresarios gozan de patente de corso y prácticamente son intocables. En nuestro medio, la recolonización empezó antes de las reformas de don Copetes. Son producto neto de la pesadilla neoliberal o, si se quiere, de rescate neoporfirano de nuestra dependencia.

Es frecuente que se denuncien abusos por parte de las empresas mineras, las maquiladoras y otras que se acogen a la benevolencia legal mexicana y a sus peculiares formas de interpretar y aplicar la ley. Al parecer, la legalidad depende tanto del origen como del monto de la cuenta corriente del emprendedor y no de aquello que esté codificado y sea oficialmente observable. El placer de la evasión sólo lo proporciona una buena relación política o económica con alguna autoridad competente, donde los simples ciudadanos de a pie tienen el papel de sujetos de la acción legal, gracias a que somos una república representativa y popular en la letra constitucional pero un espacio de franquicias y concesiones en la realidad. Sin dinero, ¿bailaría como lo hace el perro nacional?

El surrealismo mexicano de cada día nos hace ver cosas que no existen o que no deben estar donde están: el agua contaminada por una mescolanza de metales pesados, entre los que se encuentra el arsénico, fierro, cadmio, litio y cobre en cantidades muy por encima de la norma y que, para simplificar, al caldo se le llama “sulfato de cobre acidificado”, es declarada inocua, no tóxica, por la minera culpable, ahora conocida como Buenavista del Cobre y filial del Grupo México de Jorge Larrea (http://www.dossierpolitico.com/vernoticias.php?artid=147036&relacion=&tipo=Sonora&categoria=1), en abierta contradicción con la opinión de algunos especialistas que han señalado la irresponsabilidad de la empresa y advertido de la peligrosidad de la substancia derramada (http://www.uson.mx/noticias/default.php?id=17313 ).

Desde luego que las consecuencias no se han hecho esperar y el incidente ha tenido que ser reconocido por las autoridades como un desastre ecológico. Por lo pronto, los productores de leche y queso han tenido que suspender sus labores productivas debido a la toxicidad del agua, lo que representa un duro golpe a la economía regional (http://www.dossierpolitico.com/vernoticias.php?artid=147125). El agua del río que es sinónimo de vida, gracias al señor Larrea ahora lo es de muerte.

En los medios nacionales circula la noticia del desastre nuestro de cada día (http://www.excelsior.com.mx/nacional/2014/08/14/976304), proyectando el hecho a las páginas más oscuras de los crímenes contra el ambiente, donde la dimensión humana se acrecienta cuando se reflexiona sobre el riesgo que corre la salud de los habitantes de Sonora gracias a la negligencia y afán de lucro de uno de los empresarios más favorecidos por el sistema (¿Quién no recuerda la tragedia de Pasta de Conchos, que goza de cabal impunidad?).

Sin duda, somos una sociedad eufemística, basada en las apariencias, sin valor para llamar a las cosas por su nombre, sin el coraje y la conciencia cívica para tomar cartas en el asunto colectivamente y exigir el castigo a los culpables y el cierre de las empresas contaminantes. Aún en ese tenor, la declaración de la empresa  minera sobre la no toxicidad del sulfato de cobre acidificado es una nueva mentada de madre a la dignidad e inteligencia de los sonorenses. Al respecto, el sindicato desmintió de inmediato el dicho de la empresa (http://www.dossierpolitico.com/vernoticias.php?artid=147158).

El delegado del sindicato minero, Héctor Verdugo, fue enfático al señalar el daño que se estaba produciendo a la flora y fauna debido al derrame de los 40 mil metros cúbicos de la substancia: “Definitivamente sí es ácido sulfúrico en un 99 por ciento, que no los quieran engañar, el daño a los mantos acuíferos, al medio ambiente, a la flora y fauna es una lamentable realidad que desde hace años se vienen presentando, familiares, amigos, compañeros y habitantes de Cananea han padecido desde alergias hasta cáncer en la piel y en otros órganos del cuerpo” (http://www.dossierpolitico.com/vernoticias.php?artid=147048). ¿Más claro?

Pero hablando de otro tipo de derrames, mientras en Sonora el tema del agua parece no dejar de tener vigencia periodística, los miembros de la diputación pitufa federal se deschongan en un elegante y costoso encuentro con teiboleras y pasan a la historia como la fracción parlamentaria más derrochadora, libidinosa e hipócrita del momento (http://www.contactox.net/index.php/12047-teiboleras-manoseos-condones-en-encerrona-de-diputados-federales-del-pan). Pero la fama no viene sola, ya que las labores legislativas de éstos y sus cómplices neoliberales de otras fracciones como el PRI, Verde, Panal y PRD, hicieron gala de su vocación prostibularia al aceptar generosos bonos especiales por haber aprobado sin chistar las reformas propuestas por el ejecutivo a cargo de la liquidación nacional, como puede verse en el cuadro siguiente: http://www.yoexpreso.com/edicionimpresa/20140813/1/13.pdf

Para hablar de las últimas hazañas de la pitufez local, resulta interesante constatar que la comparecencia ante los diputados de Teresa Lizárraga con el fin de aclarar el paradero de los más de 2 mil millones de pesos del desfondo del Isssteson, se frustró gracias a que la mencionada no sólo no contestó los cuestionamientos sino que fue apoyada por una maniobra de distracción al provocarse un zafarrancho donde estuvo involucrado el diputado priista cuestionante y un fotógrafo al servicio del PAN en funciones de porro, quien provocó al diputado, con lo que los panistas  alcanzaron el objetivo de desviar la atención del asunto del Isssteson. Así las cosas, el misterio del desfondo queda sin resolver (http://youtu.be/v2rcx7Y48Ak).

Para no variar, el pueblo de Sonora sigue estando sin representantes verdaderos y sus intereses desprotegidos, pero contando con los nuevos, oportunos y divertidos temas de conversación que proveen los legisladores de los diversos partidos y los propios funcionarios locales. Que no quepa duda: en Sonora nadie se aburre.


jueves, 14 de agosto de 2014

Sin el eufemismo no puedo vivir

Las exigencias de la modernidad en el trato y las convenciones sociales que nos permiten comunicarnos sin necesariamente decir lo que pensamos o lo que son las cosas o los hechos y circunstancias propias y ajenas, abren un enorme y rico filón de oportunidades para ejercitar la imaginación, el retruécano, la creatividad en la construcción de imágenes, conceptos, virtualidades y productos de la ingeniería social que nos deben maravillar, tanto como persuadir de su uso corriente.

¿Qué sería de la sociedad local, nacional o internacional si dijéramos de manera respetuosa pero exacta lo que pensamos o sabemos de tal o cual situación o problema? ¿Podríamos vivir con la pesada carga de decir lo que sabemos de las personas, animales o cosas con las que tratamos directa o indirectamente? ¿Sabríamos qué cara poner en caso de ser sorprendidos diciendo la verdad? ¿Serían soportables las complicaciones de la objetividad? ¿Podríamos lidiar con las responsabilidades de la sinceridad? La respuesta a las anteriores preguntas pudiera ser NO. Le comento:

Los valores de la honestidad, la objetividad, la verdad y la sinceridad entran en conflicto con la formación que se recibe en las escuelas, en las calles y definitivamente en los medios masivos de comunicación que pastorean a multitudes de creyentes mediante las figuras icónicas que aparecen a cuadro. La unilateralidad del mensaje es consigna, orden ejecutiva, norma de conducta y dogma de fe: cuando un locutor o comentarista de televisión o radio, por iniciativa propia o por encargo, inicia una moda en el lenguaje o las costumbres, tenga por seguro de que pronto habrá muchos que repliquen la forma y contenido del mensaje.  

El gobierno es uno de los principales promotores de conceptos o conductas que pronto prenden en la fértil materia de la conciencia colectiva. Al respecto, se destacan expresiones como “adultos en plenitud” para referirse a lo que hasta hace poco llamábamos viejos. Cualquiera sabe que la plenitud implica la real y amplia posesión y ejercicio de las capacidades físicas, mentales y sociales del individuo. Si esto es así, ¿por qué hablar de plenitud cuando el sujeto está en la parte baja de su ciclo vital? ¿Qué caso tiene no hablar de vejez cuando sobre el “adulto en plenitud” vuelan en círculos los zopilotes? ¿Es humanitario ocultar los estragos del tiempo que se manifiestan en la disminución de la vitalidad física, mental o social? ¿Acaso la artritis, la deformación de la columna, la pérdida de masa ósea, las arrugas y manchas hepáticas en manos y rostro, el cráneo pelón, las cataratas, glaucoma o deterioro visual, la pérdida o desgaste severo de piezas dentales suponen plenitud?

Otras expresiones que llaman la atención son las referidas a los individuos que padecen alguna deficiencia física o mental. Aquí encontramos magníficas máscaras verbales que insinúan la realidad de los sujetos sin atreverse a revelarla: “débil visual” o “invidente”, por evadir miope severo o ciego. A los miembros de la tropa de los mancos, mochos, retrasados mentales, deformes, entre otras incapacidades, se les cataloga como “especiales” o con “capacidades especiales” o “diferentes”. ¿Qué tiene de especial la capacidad disminuida, la pérdida de un ojo, la carencia de una extremidad, o el defecto de nacimiento?  

La compasión y el respeto a la persona que de esta manera ha sido condenada por la naturaleza o la casualidad, no tiene por qué transformarse en superioridad ficticia o mérito por el hecho de padecer capacidades disminuidas. En todo caso, la sociedad no debe ocultar o maquillar el problema, sino verse obligada a entenderlo, remediarlo o, en cualquier caso, generar las condiciones para que la vida de estos desafortunados sea mejor. La mentira o el ocultamiento de la realidad física y mental de una persona no puede ser una solución aceptable en una sociedad democrática e incluyente; en todo caso, lo recomendable es llamar a las cosas por su nombre y trabajar por una mejor calidad de vida para los afectados.

Es francamente surrealista hablar de niños “especiales” cuando nos referimos a chicos con graves problemas de normalidad en su desarrollo mental o físico. Para empezar, a los ojos de los padres todos los hijos son especiales, sanos o enfermos. Ocultar que uno es ciego, sordo, mudo, amputado o incapaz de sostenerse en pie y caminar por su cuenta no resuelve el problema. Me parece que se convierte en un objeto o cosa a quien se considera especial en estas condiciones, siendo que lo indicado es llamar al problema por su nombre y buscar soluciones que acerquen a la normalidad al sujeto. Se debe imponer la equidad y la justicia sobre la autocomplacencia.

El trato absurdo que se comenta es manifestación de otro problema que permanece oculto por intereses que no conviene evidenciar. En la actualidad, nadie (o casi nadie) puede ignorar que la filantropía tiene como motor la conveniencia, para lo que pondré el ejemplo del Teletón de Televisa. El dinero que usted aporta va a engrosar la bolsa que la empresa televisiva se ahorra en impuestos, según ha sido denunciado por diversos medios  tradicionales y electrónicos. Por esa razón Hacienda devuelve impuestos milmillonarios a Televisa. Es decir, si usted actúa de buena fe, con un curita en el alma y coopera en la colecta, en realidad está patrocinando a una empresa que parasita la beneficencia y evade impuestos con total impunidad, gracias a usted y a su lacrimógena concepción de la caridad (http://youtu.be/JcITSCF9AnY). Tras la aparente filantropía actual se esconde el interés económico y el político.

Sin fotoshop
Un buen ejemplo del manejo perverso de conceptos o situaciones que siendo condenables se ennoblecen, es el de la “ayuda humanitaria” de Estados Unidos a no pocos pueblos. La defensa de valores occidentales como la democracia y las libertades civiles ha servido para destruir y avasallar a países como, por ejemplo, Afganistán, Irak o Libia. Usted seguramente conserva fresca en su memoria la perturbadora situación de la franja de Gaza palestina, en constante ataque genocida de Israel apoyado por Estados Unidos y socios. ¿Qué valores pueden justificar la masacre de todo un pueblo? ¿Qué justifica la limpieza étnica? ¿Qué religión puede patrocinar el exterminio humano masivo? ¿A nombre de qué dios se justifica el asesinato?

La sociedad eufemística evade llamar a las cosas por su nombre. La precisión de los conceptos es tabú, es políticamente incorrecta, incómoda, comprometedora, demasiado cruda para ser pronunciada ante una sociedad apabullada por la mentira, la simulación y la farsa. La cultura de la evasión conceptual conforma una mentalidad que se proyecta y trasmite de la generación actual a las futuras. Tal es el caso de no llamar asesinos y genocidas a los gobiernos de EE.UU., Inglaterra, Francia, o Israel. En estos casos siempre debe anteponerse alguna justificación que oculte la verdad y que propicie la complicidad internacional por comisión o por omisión. ¿Se imagina el problema moral o político de señalar a Israel como genocida? ¿Y el Holocausto?, ¿y la calidad internacionalmente consagrada e incuestionable de víctimas de los judíos? Si usted se atreve a criticarlos corre el riesgo de que se le catalogue como antisemita o pro-nazi.

Otra situación políticamente incorrecta sería, guardando las proporciones, criticar el activismo de quienes favorecen públicamente la conducta homosexual en su afán de hacerla pasar por normal y socialmente deseable. Quienes sostienen que es aberrante e impropia como norma social son atacados de inmediato con el epíteto de homofóbicos, o intolerantes, ignorantes y pre-modernos.

Me gustaría saber más allá de toda duda si se puede reproducir en condiciones normales un mamífero sin el aporte femenino y masculino. Como usted sabrá, el cine y la televisión intentan persuadirnos de que la relación homosexual es normal y socialmente encomiable, lo cual repercute en la mente de los jóvenes y se reproduce en las instituciones educativas. Así las cosas, una idea políticamente correcta pasa a formar parte de las concepciones que se patrocinan e impulsan en las instituciones, y que se convierten en dogmas sociales incuestionables e inatacables, como se vio durante el pasado mundial de fútbol con la reacción de horror oficial por la expresión coloquial de “¡putos!”

En este último caso, vale aclarar que el respeto y la tolerancia deben orientar las relaciones individuales y sociales, de suerte que el padecimiento de una distorsión en la percepción sexual no debe ser pretexto para el hostigamiento o la agresión. La homosexualidad no debe ser una sentencia de muerte pero tampoco un timbre de orgullo. En este caso no hay culpables sino situaciones que no tiene caso maquillar conceptualmente.

Al parecer, el polo dominante, a través de sus aparatos de transmisión ideológica y manipulación conductual, amordaza el juicio crítico de la sociedad en favor de una parte de ella, acomodando los conceptos de manera que favorezcan a tal o cual tipo de conducta, en una especie de imperialismo que puede ser político, económico o sexual.


Las mordazas y la imposición de concepciones que no tienen asidero en la vida real, en la moral y costumbres, en la historia y la cultura de la comunidad, en los valores y principios que la sociedad ha consagrado como dignos de observarse, demuestran distorsiones que conviene señalar, moleste a quien moleste. Si la realidad es una, independientemente de nuestra conciencia, ¿por qué no aprender a vivir sin eufemismos?

martes, 5 de agosto de 2014

Deambulando por el centro

Pasear por el viejo centro comercial de Hermosillo da lugar a no pocas reflexiones sobre lo que fuimos y lo que somos; permite avizorar lo que seremos si no logramos vencer la inercia vacuna que nos hace aparentemente insensibles aún a aquello que nos afecta, a lo que entendemos como causas sociales, a lo que se nos convoca de mil y una maneras con una frecuencia que ya sabe a rutina.

La comodidad anodina de muchos apenas es interrumpida por la beligerancia de pocos, del puñado de ciudadanos que ejercen el raro oficio de señalar errores y procurar el beneficio de los demás. El activismo social, las luchas ciudadanas hacen sonar el timbre de alerta en el despertador de las conciencias para recibir el manotazo del silencio por apatía, flojera, enajenación y un valemadrismo enraizado en un esquema de conveniencias precario y suicida.

La indolencia se manifiesta de muchas maneras en la ciudad entera, pero es en el centro, en los alrededores del mercado municipal, donde sus colores se avivan contrastando con los tonos de gris del aborregamiento ciudadano. La dejadez traza sus rutas de mugre por calles y comercios, en pinceladas gruesas y hediondas. La historia de la vida cotidiana se edita en los puestos de fritangas, hot-dogs, dulces, chicles y chocolates, comercio formal y en la enajenada multitud que deja a su paso por la calle desperdicios de diversa índole, incluyendo la conducta grosera e incivil con la que transitan por sus vidas cada vez más ciudadanos en proceso de involución social.

Si usted va por la calle caminando por la acera correspondiente, más temprano que tarde se va a topar con obstáculos que pueden ser insalvables: la señora gorda que camina por en medio en un litigio permanente entre una de sus extremidades y la otra, con el fin de persuadirla de adelantar un pie respecto a otro de manera continua y alternada. Como si estuviera dotada de radar, inclina su humanidad justo por el lado por el que uno pensaba pasar en un bloqueo digno del mejor portero. La calma se debe imponer sobre el hígado en plena hiperactividad para negociar una salida civilizada y políticamente correcta: la opción es decir “con permiso”, para advertir de la complicada maniobra de rebase.

Si todo sale bien, nuestro camino puede proseguir por un par de metros más, hasta topar con una pareja juvenil expresando su capacidad de hacer arrumacos en público, sin olvidar la firmeza de su convicción de que el calor, el público y lo estrecho de la acera no son obstáculos insalvables para su absoluta insensibilidad al clima y las circunstancias. Aquí se prueba que la invisibilidad del mundo es posible gracias a la función hormonal que se despliega mediante el intercambio de sudores, olores, besuqueos, apretones y miradas. La lentitud del paso va en razón inversa proporcional a la intensidad de la pasión compartida, pero se avanza tomado nota del desparpajo de que podemos ser capaces cuando se trata de “pegar el chicle”.

Si se trata de ir al banco, la experiencia del cajero automático puede ser objeto de sesudos análisis antropológicos. Le cuento: el sujeto se instala en el cajero, introduce la tarjeta y, con cultivada destreza, digita los números de su identificación. Error de dedo. Retoma la maniobra de acceso y al fin lo logra. Revisa las opciones en pantalla y procede a hacer un retiro. Toma el dinero, lo cuenta. Revisa parsimoniosamente el comprobante, cuenta de nuevo el dinero retirado y digita de nuevo para ver su saldo. Saca su cartera, guarda los billetes acomodándolos con parsimonia y, tras angustiosos minutos, en medio de miradas cada vez menos amables y gestos de desesperación, el cateto decide abandonar su encuentro con la tecnología y sale de su arrobación financiera para ser uno más en las calles. Mientras tanto, la fila crece fuera del cajero y promete experiencias dignas de mejor ocasión.

El centro comercial luce tan desaliñado como de costumbre, desprolijo y abarrotado. A las eventuales voces y risas de una población golpeada por la economía y la subcultura del consumismo barato y ratonero, se suma el absurdo empleo de bocinas fuera de los negocios para atraer al posible cliente. El estruendo provoca la aceleración del ritmo cardiaco del peatón desprevenido, la presión sube, el nivel de ansiedad se incrementa a golpe de guitarrazos y alaridos que irritan al oído más templado y a la sensibilidad musical más mostrenca. El reclamo musical es tan inútil como lo es hablar, a estas alturas, de salario mínimo y respeto a las conquistas laborales.

La chirriante vulgaridad que arropa y achaparra la calle, es caldo de cultivo para los más encendidos deseos reivindicatorios de una cultura perdida en los meandros de la pobreza y la inseguridad que por sistema impulsan los gobiernos que reniegan de la revolución. El neoliberalismo hace anodina la creatividad de los pueblos, homogeniza la natural heterogeneidad de las culturas, convierte en consumidores de baratijas a quienes pudieron ser creadores de obras originales, y todo por seguir los mandatos de un sistema cuyo núcleo es una bola de mierda que se desparrama hacia la periferia.

La pobreza inunda las calles y la informalidad comercial permite el fácil acceso a los quelites, verdolagas y pitahayas; al chile colorado molido, los chiltepines, los ajos y los nopales; a la miel, las nueces y las uvas, sin olvidar diversas figurillas de palo fierro. El México prehispánico se mezcla y hermana con la formalidad empresarial, uniendo dos mundos en uno sólo, mestizo, depauperado y gritón.

En el mercado municipal del centro, el marchante puede comprar sus “chiltepineros a diez”, la revista o el periódico del día, sus raspaditos, melate, superlotto y cachitos de lotería, de camino a la zapatería, a la carnicería, la verdulería, pescadería o a los expendios de café, tacos y comida corrida, tortillas de harina y otras especialidades cuyos vendedores forman un abigarrado conjunto que se disputa a gritos y ademanes  la clientela que circula como hormiga borracha por los pasillos del histórico conjunto comercial.

En la explanada del mercado, se encuentran los boleros ejerciendo su oficio, los oradores políticos con la denuncia, convocatoria o campaña del momento, tratando de interesar al pueblo refugiado en una insostenible modorra cívica; de vez en cuando conjuntos musicales de jóvenes que aporrean con entusiasmo tambores africanos que hablan de otros paisajes y contextos. Más delante, llueven las amenazas de fuego eterno, de horrores apocalípticos, de venganza y castigo divino, en voz de los miembros de algún culto protestante que blanden con furiosa enajenación un ejemplar de la biblia en una perorata depresiva. Mientras que aquí se promete el infierno a nombre de Dios,  allá se convoca al pueblo a salvarse mediante la acción contra el mal gobierno. Por un lado, el castigo y la oscuridad absoluta, mientras que por el otro, la promesa de un mejor futuro gracias a la movilización ciudadana.

Entre el evangélico, mormón, metodista o testigo, y el orador político, los boleros y marchantes, se encuentra en asentamiento casi regular una variopinta masa sedentaria. Jubilados y pensionados, miembros del grupo de la tercera edad que pasan revista al acontecer del día, actualizan su información, intercambian experiencias de hospital o consultorio médico, laboratorio de análisis clínico o las notas necrológicas del pueblo, el barrio, la familia o los contertulios.   


En los alrededores del mercado, donde menudean los puestos de hot-dogs, una clientela itinerante que no falta repone los triglicéridos, el colesterol y los microbios perdidos en algún encuentro accidental con la salud. Los tacos de carne asada, aguas frescas y confituras industriales complementan el desastre digestivo de un día por las calles del centro. Tras el simulacro de comida y las compras que se pudieron hacer, la gente emprende el regreso a casa. Mañana será otro día.

miércoles, 30 de julio de 2014

La farsa pre-electoral

No deja de ser divertido ver cómo los políticos suspirantes a puestos de elección popular se empeñan en maquillarse y posar en los medios un día sí y otro también, con el fin de hacerse los simpáticos, notables o necesarios para ese inmenso y amorfo conjunto humano que se agolpa en el padrón electoral. Los autoproclamados salvadores de la sociedad parten de supuestos formalmente admisibles pero que no tienen cosa que ver con los hechos puros y duros de la abigarrada realidad en la que cotidianamente se vive o sobrevive.

Unos, de oportunista raigambre pitufa, se complacen en demostrar que son buenos y generosos con la gente que, aunque no tuvo la fortuna de apellidarse como ellos, son apetecibles como acompañantes amascotados (convertidos o en función de mascotas) en las fotos promocionales de una campaña solapadamente electoral. El retratarse en un contexto popular, es decir, pobretón, con el brazo sobre el lomo de una señora ama de casa sonriente porque le dieron un par de rábanos y una lechuga a precios módicos, puede obrar milagros electorales para los miles de ciudadanos carentes de lo más indispensable para vivir: empleo seguro e ingreso digno.

Otros, haciendo gala de un populismo chabacano, “mandan” recursos en apoyo a la infaltable tragedia de vivir en zonas vulnerables por razones de clima, geografía o simple incompetencia gubernamental. La generosidad coyuntural a la sombra del cargo y el presupuesto público, viste mucho. Los hechos y las palabras dirigidas a un público menesteroso tienen el poder de persuadir al beneficiario ocasional de las bondades de una decisión trascendente: “yo votaré por…”, con lo que el regalo de los recursos asignados a tal o cual contingencia genera siempre una factura por pagar.

Parece que la indefensión ajena es indispensable para que los empresarios de la política inviertan en áreas problemáticas mediante el ingenioso truco de las fundaciones. El membrete posibilita que la generosidad se cubra de una estructura organizativa o simplemente formalizada para efectos legales, que resulta altamente funcional para encubrir campañas político-electorales bajo el supuesto de la filantropía. Los cheques, billetes y pesos pueden fluir por las amplias cañerías de la deducibilidad de impuestos, con la ventaja de ser altamente publicitable el noble motivo del gasto. La fundación da idea de organización, fuerza, credibilidad social, de fines y propósitos transparentes.

Como somos una sociedad anclada en las apariencias y regida por los eufemismos, el hecho de dar la impresión de que se actúa en favor de los demás tiende a concitar simpatías gratuitas, menciones públicas y razones que esgrimir a la hora del reparto de voluntades electorales. La filantropía es al voto como la mosca es a la caca.

Aunque parezca buena la acción de dar o de apoyar, no estaría de más pensar en las razones y el contexto en el que usualmente se dan este tipo de acciones tan populares en los últimos tiempos. Tenemos barrios deprimidos y llenos de defectos urbanos que sólo pueden indicar que las autoridades tienen la cabeza y el bolsillo en otro lugar; que sus habitantes viven por obra y gracia del Espíritu Santo en combinación con una genética que parece resistir con terquedad los embates de la fatalidad de ser pobre e indocumentado. El barrio es una especie de colección de fracasos y desaires sociales y económicos donde se encapsulan las aspiraciones de muchos para ser solamente un recuerdo de lo que pudo haber sido y no fue. La miseria no puede llevarse indefinidamente con dignidad y respeto a valores y principios: termina por quebrar al espíritu más templado y la ruina moral sigue a la material; la vergüenza cede a la necesidad y, de repente, el honesto roba para sobrevivir un día más. La virtud es un lujo que no cualquiera se puede dar y usted y yo terminamos convencidos de que la riqueza y la pobreza llevadas a extremos corrompen y apendejan a los mejores y los peores conciudadanos.    

Llama la atención la fría desfachatez con que algunos aspirantes políticos se posesionan de los medios y que repiten hasta la saciedad sus nombres y hazañas en los espacios donde antes se hacía periodismo. La imagen, expresiones y sonrisa plastificada embarran el papel y la pantalla con persistencia de mosca, con terquedad de bicho chupasangre, con obsesiva necedad de testigo de Jehová, mormón o simple aleluya en plan “evangelizador”. La náusea y el enfado pueden llegar a niveles de gastritis erosiva, colitis o constipación por estrés traumático. Es evidente la inexistencia de respeto por el ciudadano, por sus circunstancias, por su realidad impuesta por la economía y sus desaires.

Lo plantearé de esta manera: ¿usted considera que serían necesarias estas farsas filantrópicas o de solidaridad electorera si el gobierno hiciera su trabajo? ¿Habría necesidad de jugar al benefactor si la gente gozara de oportunidades de progreso, empleo seguro, ingreso digno, cobertura de servicios y tranquilidad social? Si los ciudadanos tuvieran empleo y acceso a los mínimos de bienestar, ¿sería necesario incrementar el gasto en seguridad pública? ¿Cree que la delincuencia surge por vicio y no por necesidad?

Si la gente tuviera las necesidades esenciales resueltas (empleo, alimentación educación, vivienda, seguridad social, acceso a los beneficios de la cultura y recreación), ¿cree que habría inseguridad en las calles y los hogares?

Entonces, ¿por qué los políticos, en campaña abierta o solapada, insisten en querer jugarnos el dedo en la boca al presentarse como capaces de resolver los problemas que no atacaron en períodos de inactividad electoral, o cuando estaban en el ejercicio de algún cargo público? Si ya gobernaron o probaron las mieles legislativas, ¿qué pitos tocan o quieren tocar ahora?

Sería interesante que hicieran propuestas y se emprendieran campañas en el seno de la clase gobernante criticando la actual conducción de la cosa pública, presentando opciones de cambio, formas de redirección del gasto, acciones de gobierno capaces de generar empleo e ingreso permanente, iniciativas que revirtieran la política laboral del régimen, el abuso bancario, el alza de los precios, la dependencia financiera y tecnológica con el extranjero, entre otras, sin esperar a que termine su empleo público. Es decir, empezar a hacer por el cambio desde el sector público y la trinchera política, no desde el movedizo escenario de una pre-campaña electoral. 


Los políticos y el empresariado que invierte en política no califican como ejemplos de probidad ciudadana. Lo que tenemos es un esquema de complicidades ratoneras escudadas en la apariencia, pero culpables de lo mismo que fingen atacar. La pobreza no se combate con regalitos ni con muestras de generosidad aldeana, sino con oportunidades de empleo e ingreso digno. Aquí hace falta respeto y valor cívico. No lo hay.

martes, 22 de julio de 2014

La historia en reversa


Al parecer el supremo gobierno de la república mexicana se empeña en acelerar los cambios constitucionales y las leyes secundarias que permitan la libre explotación de nuestros recursos por parte de las trasnacionales de Europa y Norte América, ya sin las trabas legales y políticas que, bajo el pretexto de la soberanía nacional, dificultaban echarles el guante a las riquezas de la superficie, subsuelo, mar patrimonial y espacio aéreo, así como el espectro electromagnético susceptible de ser concesionado.

A pasos agigantados y con dispensa de discusiones y trámites engorrosamente democráticos, los señores legisladores proveen lo necesario para lograr el sueño neoliberal de ver un país sin fronteras económicas precisas y una población modernizada a  punta de leyes y decretos no expropiatorios sino de “ocupación temporal” (http://www.expreso.com.mx/nacional/85437-senado-avala-en-lo-general-y-particular-leyes-de-industria-electrica-y-geotermica.html).

La palanca de cambios de la historia económica nacional también tiene reversa y, los largamente esperados frutos de la presión sobre los gobiernos nacionales, ahora son servidos en bandeja de plata por los patrióticos senadores y diputados, de cara a las grandes transformaciones que en materia de desperdicio y abuso energético están en boga en otras latitudes.

La idea de proteger el ambiente, el agua y el aire, son conceptos más que obsoletos y chocan con la siempre novedosa panacea de la fractura hidráulica (fracking) o el cultivo y consumo de organismos genéticamente modificados (OGM), exigidos como muestra de cooperación para el progreso por parte del gobierno corporativo de Washington a los países de la periferia a los que hay que “ayudar a desarrollarse” lo quieran o no. El chantaje por vía del financiamiento al desarrollo resulta revelador si se ve desde la perspectiva de un país que bien puede tener su propia idea de progreso, en contraposición con la avasalladora uniformidad de las políticas emanadas del FMI y el Banco Mundial.

Es claro que la independencia y soberanía de las naciones permite una mentalidad y una forma de hacer las cosas de acuerdo al interés nacional, lo que significa que el país puede ser culpable de desobediencia y, por eso, la presión económica se ejerce hasta el punto de hacer añicos la economía local y sus expectativas de bienestar. Los gobiernos periféricos terminan cediendo soberanía a cambio de ser deudores forzosos de la generosidad de Estados Unidos, lo que equivale a vender el alma al diablo a cambio de un respiro momentáneo en la relación bilateral que es, por definición, inequitativa y perversa.

México debe recordar los logros de la expropiación petrolera en 1938 y las promesas de ser dueños de nuestro propio destino, lo que se amplía en 1956 con la nacionalización de la industria eléctrica. Cárdenas y López Mateos, en su momento, explicaron a la nación el significado económico y político de ambas medidas que dieron nervio y sustancia al artículo 27 constitucional en el terreno de los hechos. La industria nacional tuvo bases firmes para su despegue y, en los años 60 y 70,  el apoyo al campo y demás actividades productivas se vio complementado con la creación (entre otras entidades públicas) del Fideicomiso instituido en relación al agro (FIRA), Almacenes Nacionales de Depósito (ANDSA), el impulso de la industria agroquímica con Fertilizantes Mexicanos (Fertimex) y el mejoramiento de semillas para proveer a nuestra soberanía alimentaria con la Productora Nacional de Semillas (Pronase), así como un sistema de apoyo a los productores mediante precios de garantía y canales de comercialización de los productos del campo, del productor al consumidor, a través de Almacenes Nacionales de Depósito (ANDSA) y la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo) que, mediante una cadena nacional de tiendas y almacenes  así como otros organismos, sirvieron de base material y administrativa para el Sistema Alimentario Mexicano (SAM), ya que tanto el productor como el ciudadano consumidor tuvieron acceso al crédito y mercado para sus productos, como al abasto de bienes de subsistencia a precios accesibles para los trabajadores.

Actualmente están en proceso de liquidación algunas empresas estatales de gran significancia económica y social, como por ejemplo: Banco Nacional de Crédito Rural (Banrural), Ferrocarriles Nacionales de México (Ferronales), la agencia nacional de noticias Notimex, Luz y Fuerza del Centro, y qué decir del impacto de las reformas a las leyes del IMSS e ISSSTE, que golpean la seguridad social de los trabajadores y entregan a los especuladores extranjeros los fondos de pensiones y jubilaciones.

Desde luego que este conjunto de entidades que revelaban la materialización de propósitos de justicia social no podían llegar muy lejos frente a la ola privatizadora, de ahí que en los años 80 se diera un golpe de timón hacia la derecha y se instaurara el neoliberalismo a tono con la política que compartían Estados Unidos e Inglaterra. La llamada “reaganomiks” hace su entrada triunfal con el auspicio de Miguel de la Madrid Hurtado y Carlos Salinas de Gortari. Los años 90 son la puesta en escena de cambios constitucionales y normativos que socaban la soberanía proyectada en décadas anteriores bajo el argumento de la modernización, la puesta al día de nuestra economía y nuestra política. Se firma el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) y con él de nueva cuenta parece ser legal y obligatoria la ventaja del producto extranjero sobre el nacional, desapareciendo aquello de que “lo hecho en México está bien hecho”.

La liquidación de los bienes nacionales a cambio de pequeñas cuotas de participación y un océano de corrupción se cristalizan en forma de nuevos tipos de contrato, como los de usos múltiples, de riesgo compartido y los “incentivados”, en beneficio de las trasnacionales explotadoras de hidrocarburos, lo que ocasiona una intensa campaña de publicidad a favor de estas medidas de simple explotación y beneficio de los recursos nacionales por parte de las empresas extranjeras, continúa profundizándose sin interrupción durante la docena trágica de los gobiernos del PAN con la absurda figura de la “cogeneración de energía eléctrica” para que ésta pueda ser producida por empresas privadas, para llegar a tocar fondo con el gobierno de Peña Nieto con las recientes reformas “estructurales”. Tanto el PRI como el PAN han refrendado en cada cambio del titular del Ejecutivo Federal su convicción entreguista y apátrida. El discurso neoliberal cala los huesos de la república y deteriora a pasos agigantados el tejido social.

Las reformas, si lo queremos resumir, han significado pérdida de soberanía, profundización de la dependencia tecnológica, financiera, científica, comercial y educativa, entre otros aspectos. Se ha perdido la capacidad de diseñar la política económica de acuerdo a los intereses y propósitos de desarrollo del país, para entregarla a organismos económicos internacionales. Con lo anterior, queda en duda si podemos llamarnos Estado o simplemente colonia de alguna soberanía, como por ejemplo Estados Unidos. Para España, la enfermedad neoliberal mexicana ha significado la recuperación colonial de grandes porciones económicas para explotar: bancos, aseguradoras, cadenas comerciales, empresas productoras de energía, entre otros. Estamos en plena recolonización de México por las trasnacionales y de aprovechamiento de las nuevas disposiciones que minan las defensas del país contra el saqueo y la explotación abusiva de sus recursos, bajo el supuesto de abaratar los costos de los servicios y de “mover a México”, asunto que en otras partes del mundo ha sido coronado con el más sonado fracaso. Las reformas neoliberales en Portugal, Grecia, España, entre otros miembros de la Unión Europea hoy en grave predicamento económico y social, dan fe de ello.

Seguramente México está experimentando todos los modelos atrasados y fracasados que ha habido para que no quede duda de su inoperancia. El mantra privatizador en realidad nos ha tratado de convencer en estos últimos 30 años que es mejor comprar que producir. Somos un país que se complace en imitar acríticamente al extranjero, acomplejados como lo estuvo Porfirio Díaz por el color moreno de su piel. El endiosamiento del hombre blanco y barbado parece ser una asignatura pendiente de superar, desde la mítica Tenochtitlan hasta estos días de paroxismo legislativo a favor del saqueador trasnacional. Pero las elecciones no están tan alejadas como pudiera pensarse. ¿Ya se preparó psicológicamente para la resistencia civil? ¿Ha pensado en la opción de una huelga general en defensa de la economía familiar y el patrimonio nacional? ¿Ya está pensando en quién será el acreedor de su voto? Más vale con tiempo.

  










martes, 15 de julio de 2014

El agua que ves correr

El anuncio de que el acueducto que surte a Hermosillo va a dejar de operar ofrece varios puntos de interés para reflexionar. Desde luego que no cuestiono la inmensa sabiduría de los agricultores cajemenses ligados a los intereses de los Bours, Castelo, Parada, Rosas y similares, respecto a seguir chupando de la manguera que supuestamente pertenece al jardín de los yaquis, etnia beneficiada con la mitad de caudal por decreto presidencial de tata Lázaro.

Por supuesto que no me voy a poner a cuestionar la diligente defensa que los obregonenses han emprendido como guerra santa, cruzada reivindicatoria y bandera patriótica capaz de concitar voluntades e inflamar espíritus con argumentos apegados a derecho y acciones altamente publicables en la prensa regional. Tampoco la forma en que el interés de los yaquis parece confluir en el de aquéllos, al punto de bloquear la carretera 15 y promover recursos legales y políticos en su lucha.

En su momento, expresé que  los verdaderos ganones no eran los yaquis sino quienes los ordeñan: los rentistas de las tierras agrícolas yaquis que aprovechan alrededor del 90 por ciento de la superficie y que se empeñan en tener el servicio completo: agua abundante para los primeros y segundos cultivos, independientemente de que no se cuida el ahorro del recurso ni el tipo de cultivo donde la rentabilidad cortoplacista está por encima de la sustentabilidad.

Se tuvo la impresión de que el negocio de los buenos agro-empresarios cajemenses de pasar por yaqui honorario había dado resultado, a juzgar por la decisión de un juez de Ciudad Obregón que obligaba a suspender el funcionamiento de la obra, condenando a 850 mil hermosilleneses a verse privados del vital líquido en cantidad suficiente y someterse a los tristemente célebres tandeos inaugurados por el PAN, sólo que “más rigurosos”, según advirtió este fin de semana Agua de Hermosillo  http://www.uniradionoticias.com/noticias/hermosillo/281326/habra-solo-3-horas-de-servicio-de-agua-en-hermosillo.html).

La funesta noticia fue desmentida el lunes por parte de las autoridades que informan de  una decisión a favor del funcionamiento del Acueducto por parte del Colegiado del Quinto Circuito, que revoca la decisión del juez cajemense      (http://www.elimparcial.com/EdicionEnLinea/Notas/Noticias/14072014/863558-Seguira-acueducto-no-habra-tandeos.html). 


Independientemente de las culpas y agandalle de la torpe administración estatal, Hermosillo requiere de agua para su vida cotidiana y su desarrollo no sólo económico sino social y político. Este aspecto pareció estar ausente en el dictamen del juez del sur del estado que conoció del asunto, como lo está en las acciones y recursos de que se han valido los señores agro-empresarios del sur del estado, quienes durante el bloqueo llevaban algún refrigerio a los yaquis que sostenían el punto, en la tardecita, cuando la temperatura permitía el paseo campestre y gozar del espectáculo sin tostarse la piel o deshidratarse, que para eso están los indios.

Por lo pronto, parece que los hermosillenses pueden seguir bañándose todos los días mientras se aclaran las cosas en forma definitiva y se da a cada quien lo que le corresponde en justicia.

Las razones jurídicas que pudieran asistir a una y otra parte deben subordinarse al interés general, al bien común. En ese sentido, llama la atención de que el conflicto se dejó correr sin que las autoridades competentes en materia hidrológica dijeran esta boca es mía. No recuerdo que se exhibiera algún estudio oficial que diera cuenta de la verdad técnica y jurídica relativa a los derechos de las partes implicadas, que considerara el lugar donde nace el caudal de agua, su recorrido y los derechos de los usuarios a lo largo de la cuenca hidrólogica correspondiente. Si el agua viene del norte, ¿qué pitos tocan los obregonenses en términos de jurisdicción?

Me parece que el engrudo hidráulico del acueducto, desde la perspectiva del origen y destino del agua, se hizo bolas por simple omisión de parte de la autoridad federal competente. En este caso, es claro que el interés de dotar de agua a Hermosillo no necesariamente fue correspondido por el gobierno federal ahora nuevamente en manos del PRI, como lo es el ayuntamiento de Cajeme. ¿Estará siendo la capital del estado víctima de una maniobra concertada para, por un lado, convencer a la ciudadanía de votar por el PAN, y por otra parte, para disuadirla de esto? ¿La ciudadanía de Hermosillo hace de jamón del sándwich preelectoral de cara al 2015?

¿Valdrá más el negocio de rentar tierras con agua abundante para los negocios de los agro-políticos de Cajeme que el sufrimiento de casi un millón de sonorenses? ¿Se sentirán muy satisfechos del triunfo los rentistas yaquis por las migajas que reciben a cambio del uso y abuso de sus recursos en casi toda la superficie agrícola del Valle? ¿Qué sentirán los arrendatarios que parasitan las tierras de los indígenas como si fueran sus legítimos propietarios? ¿El juez de la causa tomó en cuenta que el beneficio real no es para los yaquis sino para los agricultores blancos que gozan de tierras ajenas a cambio de un pago? ¿Por qué la apatía del gobierno en resolver con legalidad y justicia este problema social que reclama urgente solución?

Los hermosillenses son víctimas del fuego cruzado de dos facciones políticas que comparten ineptitud, codicia y falta de sentido social. Es el PRI y el PAN que se disputan los recursos públicos para fines privados. Es la increíble inmoralidad de usar el tema del agua para fines electorales, para el beneficio de una oligarquía sebosa y ridícula, contra el bienestar de los ciudadanos y el futuro de Sonora.

Ante estos despropósitos de profunda irresponsabilidad, cabe recordar que al acceso al agua es reconocido internacionalmente como  irrenunciable e imprescriptible, y tanto el gobierno local como el de la república tienen la obligación de hacerlo posible. En estas condiciones, Hermosillo no puede funcionar normalmente con la incertidumbre de que, mañana o pasado, alguien decidirá suspenderle el abasto del líquido.

Una situación así sería atípica, extrema y nada promisoria para nuestra vida social y productiva puesto que tendría las características de un desastre, y la ciudad estaría obligada a  responder a la emergencia mediante la acción pública y la organización ciudadana.  ¿A usted le extrañaría que se suspendieran todas las actividades públicas y privadas un día a la semana hasta que se logre la solución del problema? ¿Tendría inconveniente en manifestarse en defensa del agua que necesitamos? ¿Vería mal la exigencia de acciones concretas que apunten hacia la normalización inmediata de la vida cotidiana? ¿Estaría dispuesto a tomar las calles y bloquear la carretera para el logro de estos fines?  Difícilmente se pudiera decir que no.