Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

domingo, 28 de abril de 2013

Apuntes sobre la protesta ciudadana y el COMUN.


Como usted ya sabe, los diputados del PAN y fauna de acompañamiento asestaron puñalada trapera al pueblo de Sonora mediante la aprobación del impuesto llamado COMUN, o de la tenencia disfrazada. Sucede que la única novedad en este caso fue el desperdicio de la oportunidad de que dicho partido se posicionara como congruente entre lo que promete y lo que cumple, y decidió fallar.

La fracción panista en el Congreso más fauna panalista enriquecida con una diputada perredista, de cuyo nombre no quiero acordarme, le hicieron el caldo gordo al señor gobernador. Las instrucciones precisas del Ejecutivo estatal pudieron más que los intereses de los representados, de esos tristes votantes que cada tres o seis años ponen sus esperanzas en las urnas electorales, ahora transformadas por obra del PAN en mortuorias. Aquí yace, pues, la expectativa de un cambio democrático en favor de las familias sonorenses.

Lo que queda es la inconformidad popular que seguramente no se va a conformar con paliativos verbales o descalificaciones sociales debidamente inducidas por “intelectuales orgánicos” o directamente por personeros de las autoridades.

Lo curioso del caso es que ciertos opinantes bien intencionados contribuyen a la cancelación de las vías de manifestación ciudadana al ver prietitos partidistas en el arroz ciudadano: así se dice que hay elementos del PRI en las protestas, que se ve la mano de intereses electoreros de la oposición, que se sospecha de manipulación del movimiento, entre otros señalamientos que, objetivamente, trabajan para Padrés, el panismo legislativo y sus iniciativas al cuestionar la protesta por la posible intromisión de adversarios del panismo en el poder.

Vale la pena reflexionar sobre estos aspectos y reconocer que no existen, ni existirán, movimientos ciudadanos químicamente puros en la política real sonorense y mexicana, lo cual no les quita su validez y legitimidad. En lo personal me parece irrelevante que el movimiento ciudadano contra los impuestos tenga puntos de coincidencia con el PRI, porque por sentido común, la convergencia de ideas puede ser posible en lo concerniente a las demandas y luchas sociales. ¿No es legítimo defender la economía familiar sólo porque a la mejor hay priistas incorporados a la lucha? Aquí la disyuntiva no es dejar de participar por aquello de que el movimiento pueda estar manipulado, sin estar consciente de que es correcto, válido y urgente salir a la calle a reclamar un derecho.

Si existen “compañeros de viaje” en las organizaciones y los movimientos, lo que queda por hacer es vigilar que no ocurran desviaciones que pongan en peligro los objetivos a alcanzar, y en el caso del COMUN, lo que se persigue es derogarlo mediante la resistencia civil y la organización cada vez más disciplinada y organizada de los inconformes. A la luz de la conciencia ciudadana y el buen juicio económico, el imponer más gravámenes en un contexto de crisis es absurdo y criminal. Las consecuencias siempre son negativas para la salud económica y la estabilidad política de la entidad.

Los puristas de la protesta debieran aterrizar en la realidad sonorense y entender que la luna no es de queso. En un movimiento ciudadano siempre hay, o puede haber,  coincidencias con las organizaciones políticas formales, ya que los propios integrantes pueden ser de tal o cual partido o simplemente no pertenecer a ninguno, ya que somos una sociedad política donde la afiliación es un derecho que muchos ejercen, independientemente de que por ese hecho no sean del todo afines a las ideas o estrategias de su organización. Un militante no es necesariamente un robot o zombi carente de voluntad propia y al servicio de intereses oscuros e inconfesables.

Es este orden de ideas, considero que cualquier cosa que contribuya legítimamente al logro de los objetivos del movimiento debe ser bienvenida. Lo contrario es asumir una posición inmovilista bastante irreal e incongruente con los propósitos que se pretenden lograr, salvo que sean los de sabotear y nulificar la acción ciudadana.


Espero que los integrantes del movimiento en contra de los impuestos padresitas no sólo crezcan sino que se fortalezcan con nuevas ideas que le permitan cumplir con sus objetivos. La lucha puede ser larga y tortuosa, pero es legítima e irrenunciable.

martes, 9 de abril de 2013

De la huelga y otros desaires

Una ojeada por la prensa local nos persuade de su esencia pueblerina, preñada de lugares comunes, y quejosa de aquello que no entiende. Desde luego que uno de los temas de moda es el referido al emplazamiento a huelga de la Universidad de Sonora.

No hay duda de que las condiciones son adversas debido, entre otras cosas, a la falta de claridad en el manejo de los recursos por parte del gobierno del Estado, declarado deudor por incumplimiento de obligaciones elementales entre poderes y hacia los particulares que son proveedores de bienes y servicios. Digo esto porque el apoyo que eventualmente pudiera solicitarse al señor gobernador Padrés pudiera tener el mismo efecto que asomarse a un recipiente de basura en busca del billete de lotería premiado. Sé que el ejemplo es exagerado, pero fue incontenible la tentación de subrayar lo crítico de la situación y lo alarmante del incumplimiento padresista en asuntos de entregar recursos a quien corresponde.

De seguro que los sindicatos universitarios tienen una idea clara de cómo están las cosas, pero tienen la obligación de seguir el curso legal de la defensa de sus derechos aunque su contraparte no sirva ni para tibiar agua. Lo triste del caso es que las autoridades universitarias se han contentado con ponerse al lado de las correspondientes al gobierno local y federal y simplemente han reproducido la cadena de “no” que acostumbran los gobiernos neoliberales de los últimos 30 años, afectos a los recortes de personal, contención salarial y encarecimiento de vida.

Las demandas de mejoramiento de las condiciones salariales y contractuales enarboladas por los sindicatos, actúan como ajo y luz solar en las vampíricas pupilas y epidermis de los administradores, sean empresariales o académicos y, en este caso, el rector actúa como patronzuelo de una institución que debiera ser apoyada no sólo de palabra sino también de obra, tanto por el gobierno federal como por el estatal. Paradójicamente, los presupuestos universitarios han retrocedido ante los embates de la inflación, la demanda estudiantil y los compromisos acumulados, con la consiguiente disminución de su capacidad de satisfacer las necesidades formativas de un número cada vez mayor de jóvenes aspirantes.

Sonora es un estado que deja de lado en la escala de sus prioridades la educación, muy a pesar de las planas de periódico que se pagan para decir lo contrario, con lo que caemos en el profundo bache de la demagogia a cargo del erario mientras que la realidad educativa se vuelve cada vez menos favorable para el progreso del estado y el país. La gran bronca es que la posición oficial se inclina hacia el modelo de educación privada al renunciar a obligaciones y dejar en manos de los negocios educativos el destino de la formación de los futuros y los recientes ciudadanos, con lo que se acelera el proceso de “changarrificación” y el impuso a los esquemas de atención al “cliente”, abandonando la tradicional atención responsable y cercana al estudiante, con esto convertido en número de expediente que hay que administrar.

A pesar de la evidente falta de recursos para educación superior, en Sonora se escatiman esfuerzos por apoyarla, se rehúye la responsabilidad legal del gobierno de proveer lo necesario para la buena marcha de las instituciones, lo cual se agrava si lo ponemos en perspectiva: el gobierno neoliberal de Peña Nieto acaba de dar al traste con la educación pública al, prácticamente, eliminar la obligatoriedad del texto constitucional y dar manga ancha al capital privado en ese rubro altamente sensible para nuestro futuro.

La posible huelga universitaria a los ojos del periodismo de gacetilla, se convierte en un acto no sólo condenable sino siniestro por el ejemplo que ofrece a los sectores sociales poco dispuestos a permitir atropellos y abusos por parte del gobierno en turno. Por eso se presentan las noticias universitarias chambonamente editadas en favor de las autoridades y en contra, siempre, de los trabajadores, con el infaltable lloriqueo que alude a estudiantes perjudicados y el retraso posible de sus trayectorias académicas, sin tomar en cuenta de que los jóvenes son cada vez más conscientes de que las luchas que ahora ven serán las suyas dentro de muy poco tiempo.

El petate del muerto en forma de suspensión de actividades no llega a asustar a los estudiantes porque éstos saben que nadie ha perdido años o semestres en ninguna huelga universitaria, ya que el calendario se ajusta para garantizar el cumplimiento de los programas. Tampoco es cierto que el prestigio de la institución sufra por paros o huelgas, ya que depende de lo que claramente dice el lema universitario: “El saber de mis hijos hará mi grandeza”, lo cual nada tiene que ver con caprichos o berrinches burocráticos ni trapacerías demagógicas de autoridades poco responsables, o maniobras terroristas de un periodismo cada vez menos confiable.

La huelga universitaria, de estallar, sería un eslabón más en la cadena de movimientos laborales y sociales que se escenifican en la cada vez más árida superficie de Sonora; una gota más que se suma al caudal de inconformidades que arrastra el gobierno de Padrés en su cauce hacia lo incierto. Queda a los ciudadanos ver, analizar y decidir su participación en defensa de nuestro patrimonio familiar y social, y marchar codo con codo con los trabajadores sindicalizados, en busca de mejores condiciones para el trabajo académico que son, sin duda, en beneficio de los estudiantes.

sábado, 30 de marzo de 2013

Semana Santa 2013 y otras pasiones

Apenas se hace uno a la idea y ya se fue la semana que la tradición llama Santa y el calendario cívico designa como vacaciones de primavera. Debo decir que la recibí con escepticismo, con una especie de roñosa desconfianza, porque intuía que detrás de la cara sonriente del asueto se escondía una garra feroz que tenía como prólogo esos días de holganza que desembocaban en una “quincena” larga y tortuosa que abarcaba tres semanas de gasto y desgaste de los menguados ingresos de un asalariado con título universitario. El zarpazo de los precios de lo que antes eran subsistencias populares invita a reconsiderar aquél curso de yoga que sonaba como ocioso divertimento, como fumarola mística y franca pérdida de tiempo, aunque, ahora, redimensionado por la necesidad de sacar provecho al organismo, se antoja atractivo por las posibilidades de consumir menos calorías y así abaratar los costos de una manutención cada vez más improbable.

Claro que la dieta es un primer elemento a considerar en eso del recorte al gasto. Desde luego que el consumo de carne y otros manjares antaño frecuentes en la mesa es importante por razones de cultura y costumbre, pero resulta que vienen  quedando en el cajón de los recuerdos agradables pero ahora como artículos prescindibles a los que debemos buscar defectos y racionalizar esa idea pavorosa de no consumirlos: la salud es lo primero y el colesterol mata, las grasas hacen engordar y las arterias se taponan, acarreando como consecuencia un infarto al miocardio que si no mata, te deja con secuelas insufribles que arruinan la vida, y que de cualquier manera acaba contigo.

La pérdida de la capacidad adquisitiva del salario, la inflación y el encarecimiento de los bienes de consumo, además el desabasto y la escasa variedad de los productos a la venta, sugieren adoptar una postura austera en el consumo y extremadamente vigilante del gasto, es decir, ahora parece obligado revisar y comparar los precios, organizar el menú diario, buscar ofertas de temporada, enterarse de la composición de los bienes que consumimos, buscar indicios de productos transgénicos, aprender de las bondades de las frutas y legumbres, saber qué beneficios tienen las hortalizas y armar platillos con un cierto atractivo que aporten nutrientes suficientes para poder conservar el alma pegada al espinazo.

Pero, bueno, si la dieta es un renglón ahora de moda en la reflexión cotidiana, lo atinente a la dinámica social también resulta interesante. ¿Qué va a pasar con lo del impuesto disfrazado a la tenencia de Padrés? ¿Qué hay del acueducto Independencia, al parecer inicialmente alimentado con agua de pozos? ¿Qué expectativas debemos tener respecto a la falta de recursos para la educación superior y la inminente huelga universitaria? ¿Podrá el gobierno aportar lo necesario para resolver el problema laboral de la UNISON? ¿Pueden y quieren las autoridades universitarias satisfacer las demandas de los trabajadores que simplemente ejercen sus derechos laborales? ¿Vendrán otros sacudones económicos que reacomoden nuestras miserias como deudores-consumidores? ¿La perversidad de los gasolinazos tendrá la compañía de tenencias disfrazadas y alzas en el agua y la luz? ¿La inflación seguirá por encima de los aumentos del salario real? ¿Acabaremos por acostumbrarnos a un régimen alimenticio que suponga aire, agua y grasa corporal en medio de los días de quincena?

Si los problemas de subsistencia son graves, es claro que la indignación va a subir a niveles probablemente audibles para el optimismo hecho gobierno que padece atrofia auditiva y miopía sexenal. Tan así es que las protestas prometen continuar viento en popa y los ánimos conservar su temperatura en punto de ebullición en cuanto se reanuden las actividades que ya nos cuestan sangre, sudor y lágrimas.

De cualquier manera, las notas vacacionales adornan las planas de los periódicos y cobran relevancia los personajes de la actividad comercial que se desarrolla a orillas del mar o la carretera, o las que dan alojamiento transitorio al que puede pagar un cuarto de hotel, sumadas a las ofertas de bebidas y comidas que se pintan de colores exóticos en escenarios terrestres o marinos, acompañados de las precauciones del caso: no beba alcohol más allá de su punto de aguante, no transite por estas vías más allá de las 7 de la tarde, vigile a los menores de edad que se encuentran en la playa, en caso de picadura de “aguamala”, lo mejor es el agua de mar y vinagre, si toma no maneje y no suba sus fotos de viaje a la red porque eso alerta a los malandros, entre otros avisos de ocasión.


Dice el Arzobispo de Hermosillo que son días de meditación, de reflexión profunda y amorosa. Tiene razón. La idea de expulsar a los mercaderes del templo hace mella en mi fuero interno, así como la de cumplir la ley y, por amor a mis semejantes, luchar porque la ciudad en la que nos tocó vivir sea un lugar de paz y de justicia. Pero como la paz por la casa empieza, habrá que esforzarse por mejorar las condiciones de vida de la familia, lo que obliga a apoyar la huelga universitaria, en caso de que esta estalle, en la medida de las posibilidades, así como estar con los llamados “malnacidos” y apoyar el rotundo no al alza de los impuestos. En efecto, el hombre de Nazaret frente al sistema no vino a traer la paz sino la guerra. Fue un revolucionario, un peligro para el sistema opresor. Por ello fue  tomado preso y crucificado, tras un juicio oral donde el juez prefirió cosechar simpatías en vez de administrar justicia. Así fue el sistema y así es hoy, pero el mañana está en nuestras manos como pueblo que aspira a ser libre. 

domingo, 24 de marzo de 2013

100 días

El gobierno de la república nos receta una primicia edulcorante: EPN cumplió 100 días  al frente de la administración pública federal. Con el ánimo con que la gallina anuncia la puesta de su primer huevo, los medios derraman las bendiciones de los boletines de prensa y las promesas que podrán ser cumplidas y copeteadas en este sexenio de estrellitas y sonrisas que pone a cuadro al ex gobernador de Edomex y gentil gaviota. 

Los aplausos anticipados por lo que pudiera ser un lanzamiento glamoroso de los mil y un productos de la modernidad en suelo totonaca, suenan en las graderías de las compañías trasnacionales, mientras que los ciudadanos, expectantes,  aguardan alguna señal de que el espectáculo que se anuncia pudiera tratarse de una broma siniestra que se lanza con retraso o, de plano, con demasiada anticipación a la celebración gringa del Halloween. La transnacionalización de sentido del humor es un elemento recurrente en el neoliberalismo de guarache que fríe las neuronas nacionales desde la década de los 80.

En este contexto, la expresión machaconamente pronunciada de “las reformas que el país necesita” adquiere la categoría de mantra y poderosa expresión de las voluntades fondomonetaristas y que, en boca de los nuevos próceres económicos, se proclama destino manifiesto nacional, recogido y operativizado por los señores legisladores inspirados en Miramón y Mejía, acogidos en las siglas del PRI, PAN, PRD, Panal y Verde Ecologista (en lo sucesivo y para ahorrar espacio, simplemente Prian-plus).   

Los 100 primeros días han sido aplaudidos hasta la ignominia por el Prian-plus, a despecho de una ciudadanía prófuga de las pantallas de Televisa que aún conserva su capacidad para formular algunas preguntas acerca del producto que actualmente está en venta sexenal: ¿necesitamos del capital extranjero para que Pemex funcione, siendo una empresa internacionalmente reconocida como rentable? ¿Habiendo tan buenos ingenieros petroleros mexicanos, requerimos la asistencia técnica foránea? Si Pemex aporta el mayor monto de ingresos al erario, ¿por qué no se reinvierten recursos en su modernización y ampliación? ¿Por qué no se construyen refinerías para no tener que importar gasolinas? ¿Se resuelve el problema de la inseguridad pública simplemente ignorando a los delincuentes? ¿Aumenta el empleo mediante su precarización y fraccionamiento de la jornada? ¿Aumenta la calidad de vida eliminando derechos laborales y prestaciones sociales? ¿Merecen los jóvenes un empleo eventual o precario como destino laboral? ¿Tienen las familias que vivir en el desamparo al carecer de seguridad social?

En medio del triunfalismo y el ditirambo periodístico, es inevitable mencionar que EPN ha dedicado su tiempo a hacer los viajes que el protocolo ha indicado, los discursos que la imagen institucional ha sugerido y ha cumplido con el trámite soporífero de aparentar el cumplimiento de las formalidades del cargo, además de generar simpáticas anécdotas como la de desplegar la capacidad presidencial de dormitar en las ceremonias luctuosas de Estado, como ocurrió en el funeral del Presidente Hugo Chávez de Venezuela.

Como esta manifestación de somnolencia tele-novelera hay otras igualmente simpáticas, como la confusa actitud de Peña al momento de responder al saludo militar de la jerarquía castrense, o el aún más revelador caso del saludo a la bandera en calidad de Jefe de Estado, con la mano derecha cruzando el pecho, en vez del protocolario saludo militar que, por excepción, corresponde a su investidura.

En lo que parece no haber confusión es en dar cabal cumplimiento al guión neoliberal de impulsar “reformas” constitucionales que bien pudieran haber quedado como simples adecuaciones a la legislación secundaria, con lo que parece ser una escalada en los niveles de dependencia nacional respecto a actores y factores de decisión extranjeros. La desnacionalización de los activos y recursos iniciada en el salinato ahora tiene un repunte dramático, lo que se ve agravado por una mayor desprotección de los trabajadores mexicanos y sus familias.


En estas condiciones, el bienestar económico y social de la nación no pasa de ser una broma macabra en boca de sus principales depredadores. Urge, entonces, un replanteamiento de la resistencia ciudadana y una revaloración de los niveles de aguante de una sociedad que ve esfumarse su futuro independiente y soberano. Bien vale reflexionar sobre el desastre económico y social de Europa y los estragos en la calidad de vida de nuestros vecinos del norte, y persuadirse de que el problema está en el sistema económico que los gobiernos neoliberales se empeñan en mantener. La pregunta obligada es, ¿hasta cuándo?

sábado, 16 de marzo de 2013

Campanas al vuelo

Una costumbre inexplicable es la de lanzar las campanas de los medios de comunicación al vuelo  con frecuencia pasmosa desde que el funcionario con bigote mejor recortado del estado tomo posesión de su cargo. ¿Para qué el aire festivo y triunfalista de lo que es, simplemente, el posible cumplimiento de las obligaciones que la Constitución señala como propias del gobernante? ¿Para qué desplegar los medios informativos en una campaña que parece dedicada a magnificar hechos y personas? ¿Tiene sentido contradecir con los hechos una política de austeridad que sólo se ve en el papel? Pienso que no. La cotidianidad sonorense permite suponer que este gobierno es de mucho ruido y pocas nueces.

Antes que animarlos las obras y acciones constructivas en bien de la paz social y la armonía entre los diversos sectores, la sombra de la incredulidad y desconfianza se cierne sobre los cariacontecidos votantes que creyeron en “el cambio” o, de plano, se fueron con la finta mercadotécnica que, como ya es costumbre, da gato por liebre en las lides electorales donde la base es el dinero disponible para hacer campaña. No es raro que grupos sociales se queden con las ganas de un diálogo franco y confiable con el gobernador, porque la experiencia reciente justifica la expresión de que “nos vieron la cara”.

Así, los “malnacidos” y otros opositores al alza de impuestos, quedan persuadidos de la inutilidad de las promesas de campaña y la necesidad de buscar alternativas de organización ante la cerrazón del Ejecutivo. Hasta el mismo Congreso se encuentra en estado de semi-parálisis presupuestal, corriendo el riesgo de eventualmente carecer  de los servicios de agua y electricidad necesarios para su operación. Ante el deterioro de las instituciones de la democracia sonorense, el gobernador insiste en que aquí no se dará “ni un paso atrás”.

El descuido o el desaseo oficial en aspectos esenciales apenas se ven compensado con una especie de populismo de derecha desmañado y cursi, de ahí que el “gober” se complazca en acudir a espacios universitarios a “entregar becas” y hacer de conferencista ante auditorios obligadamente respetuosos. El placeo postelectoral, que incluye barrios y colonias, sólo puede indicar la apremiante necesidad de aparecer como solucionador de problemas, como actor de cambios positivos, como el que puede hacer cosas, lo cual es triste y entraña una profunda soledad gubernativa que en términos coloquiales puede expresarse como que se quedó “colgado de la brocha”. La apariencia le quiere ganar a la realidad con un elemento a su favor: la publicidad y escenografías que convierten en circo la acción pública.

Gobernar desde las portadas de los periódicos o las pantallas de televisión es hacerlo desde la mentira y la manipulación. Una imagen dice más que mil palabras, siempre y cuando quien la vea esté informado del contexto, las condiciones, la validez  y la pertinencia de la acción que se muestra; en caso contrario, la ignorancia o la parcialidad del que juzga sólo puede producir una cadena de errores que pasan por la desinformación y llegan a la pérdida de espacios democráticos al deformar la conciencia ciudadana. Quizá por eso en el mundo democrático se exige la transparencia y veracidad en las acciones y declaraciones de los funcionarios. En el caso que nos ocupa, es notoria la opacidad y simulación con que se manejan los asuntos públicos, lo que nos lleva a considerar que tenemos un gobierno que funciona como si fuera una empresa familiar dirigida arbitraria e irresponsablemente. Por desgracia, el “Nuevo Sonora” resulta abrumadoramente errático y deficiente.

Mientras que se impulsan obras como la del acueducto, también aparecen decisiones como la de cobrar impuestos nuevos o disfrazados, aumentando la carga tributaria de los ciudadanos que, por las condiciones estatales y nacionales, están muchos al borde de un ataque de insolvencia. Lo positivo que pudiera tener la obra hidráulica contrasta con lo negativo de una carga impositiva torpemente manejada.


Por si fuera poco, se acercan fechas fatales para el posible desencadenamiento de conflictos ligados al presupuesto: el emplazamiento a huelga en la Universidad de Sonora, pero ejemplo. De entrada, nadie puede decir que las demandas de los universitarios sean injustas, aunque par su satisfacción debe existir un verdadero ánimo de resolver el pliego petitorio, tanto por parte del gobierno como por la administración universitaria, ya que por el lado sindical la sociedad sonorense tiene muestras de que existe buena voluntad y seriedad en las decisiones. Los sindicatos universitarios han dado repetidas muestras de madurez y compromiso, sólo falta que las autoridades estatales y universitarias actúen con la misma responsabilidad y buena voluntad, en estricta reciprocidad con su contraparte. La moneda está en el aire y la frivolidad sale sobrando.

martes, 5 de marzo de 2013

Sorpresa universitaria


La comunidad universitaria rompe en bostezos al conocer el resultado del proceso electoral de rector: que fue reelecto Heriberto Grijalva Monteverde, ya que –dice el presidente de la junta, Ángel Rangel Guerra- los otros tres candidatos estuvieron de acuerdo con el programa de trabajo de éste, según entrevista a Dossier político, 4/03/2013: “Fue una reunión en la que escuchamos a todos los aspirantes a rector y a todos los integrantes de la junta. Y en todos se mantuvo la idea de que el proyecto de trabajo de Grijalva Monteverde es un documento con la virtud de comprender la nueva realidad de la universidad y proyectarla a los años futuros”.
. De la anterior declaración surgen las preguntas: ¿Si los candidatos concuerdan con los planteamientos de Grijalva, coinciden en cuál debe ser el destino de la institución? ¿Aplauden la excesiva burocratización en la que está inmersa?  ¿No hay plan ni programas alternativos al de Grijalva? ¿No hay nada que les mueva a proponer cambios de forma y fondo en la vida universitaria? ¿Cuál fue el verdadero propósito de su registro como aspirantes a rectoría?

Como el agudo lector puede suponer, existen mil y una preguntas más que se pueden formular pero (siempre hay un pero) estarían condenadas a fluir por el caño de la indiferencia de la Junta Universitaria (sic), ya que: “Nuestra obligación, como Junta Universitaria, es respetar la ley. La ley se ha cumplido cabalmente en todos y cada uno de sus artículos. Son justificables y entendibles las inquietudes en torno a la democracia, pero no está contemplado en la línea académica de la Universidad de Sonora, que se proceda de manera democrática” (Rangel dixit).

El proceso articulado mediante la publicación de la convocatoria, registro, auscultación, presentación de programas, entrevistas y elección, protagonizado estelarmente por la Junta Universitaria y teniendo como actores secundarios a tres de los cuatro “candidatos” a rector, más una pequeña multitud de extras y empleados de reparto, culminó con una repetición, pleonasmo electoral o invitación al bostezo institucional: el nuevo rector es el viejo rector, para tranquilidad de la inercia y la inamovilidad de un grupo que, con ánimo de propietario, decide los cuatro próximos años el rumbo unidimensional de la institución. La cucaracha en el frasco podrá seguir avanzando sin interrupciones hacia su meta circular.

Por el lado positivo, la aclaración clara y contundente de Rangel Guerra sobre el status universitario despeja dudas, ya que tiene la virtud de exorcizar los demonios de la democracia en la realidad intrauterina institucional: la ley orgánica protege a la institución de distracciones inútiles y perniciosas como pueden ser los juegos electorales y sus posiblemente imprevisibles resultados, porque sus objetivos son académicos (docencia, investigación, extensión y difusión) no políticos.

La verticalidad y el burocratismo resulta ser la más natural y propia de las conductas administrativas y académicas, porque la ley universitaria no prevé la participación activa y decisiva de los profesores, investigadores, estudiantes y personal manual y administrativo en las decisiones que afectan la vida universitaria. Los varios miles de universitarios son un cero a la izquierda, y no deben ser tomados en cuenta salvo para exigirles el cumplimiento de las normas, el llenado de formatos, la rendición de informes y la observancia de los rituales administrativos en uso.

Sin embargo,  la creencia en el monopolio de la inteligencia burocrática inducida por la ley, establece una tendencia, una conducta que se generaliza entre los estratos universitarios como subproducto de la verticalidad imperante: el cinismo se convierte en una defensa de la acción o de la inacción, basada en la todopoderosa observancia de la norma. La iniciativa personal, la creatividad, la imaginación al servicio de la academia no son necesariamente funcionales en el llenado de los formatos, porque la inexistencia de rubros que los capturen exactamente supone la necesidad de dejar fuera del programa y del informe lo que pudo haber sido y no fue, por causa de respetar los ítems, márgenes y formas.

La reelección del rector por parte de la Junta Universitaria significa exactamente eso, por lo que suponer que es la comunidad la que reelige, ratifica y avala la gestión y el rumbo institucional es una idea falsa de lo que es la vida universitaria. No es lo mismo el taller del inventor que la línea de producción en una maquiladora, y queda claro que la institución universidad en Sonora no puede aspirar a generar conocimiento sino a reproducirlo, a maquilar “productos” y no formar seres pensantes, ciudadanos críticos y democráticos, porque la norma o “línea académica” no lo propicia aunque en el discurso se diga lo contrario. En ese sentido, los derechos universitarios excluyen la capacidad de decisión y participación de los universitarios sobre los asuntos que los afectan, salvo en la pueril y limitada esfera de las relaciones profesor-estudiante en el marco de lo establecido en el Reglamento Escolar.

La idea de universidad autónoma riñe con la realidad de organismo educativo dependiente de los órganos certificadores y evaluadores que pululan y prestan sus servicios mediante el pago de cuotas y compensaciones, ya que la institución ahora ha dado en pagar dinero por ello para que se le “certifique”, y la búsqueda del ISO y la constancia de buen comportamiento institucional son el objetivo claro de la administración que declara buscar la “mejora de productos”.

Educación neoliberal
La responsabilidad académica y moral para con el estudiante deja de ser un imperativo que se sustituye fácilmente por la búsqueda de la “satisfacción del cliente”, así, los hilos envenenados de la privatización de la conciencia universitaria se ciñen en la cintura normativa de la institución y tejen la camisa de fuerza del neoliberalismo educativo. Por ello, buscar la democratización de la vida universitaria suena a anarquía, a conducta pecaminosa que distrae y aleja del ideal aséptico de la universidad administrativa que el sistema necesita. 

La elección cerrada y excluyente del rector es una expresión autoritaria que el sistema permite. Su eliminación supone un cambio hacia propósitos antagónicos a la lógica burocrática pero afines a las necesidades de crecimiento académico y desarrollo social. Quizá el cambio esté en manos de los propios universitarios en la medida en que su organización permita el diseño de estrategias y acciones hacia un cambio de normas con sentido social, que realmente enfoquen el esfuerzo académico hacia el progreso de lo local y regional, a partir del fortalecimiento de la  identidad institucional y la corresponsabilidad en el mantenimiento de la calidad académica.