“Malditos aquellos que con sus palabras defienden al pueblo, y con sus hechos lo traicionan” (Benito Juárez).
Precavido como es uno, me compré un calendario de pared 2025 hace varios meses y esperé con cierta ansia el día en que podría estrenar mi adquisición. Los días más agudos por su contenido fueron, como era de esperarse, los de las fiestas decembrinas.
Llegado el día último del 2024, la noche fue igualmente pirotécnica y embarrada de grosera inarmonía, y los días subsiguientes, llenos de notas y mensajes sobre perros y gatos perdidos refugiados donde pudieron, extraviados sin rumbo y familias solicitando informes, ayuda, consideración.
Caímos por inercia en el prometedor 2025, esperando vernos sin gasolinazos, subidas gandallas de precios y un apetecible (a estas alturas cualquiera lo es) incremento al salario mínimo, que se anuncia como una sobada tras el golpe de la realidad económica y moral en los lomos de la clase trabajadora.
En algunos chats de vecinos se comentaba que (contra toda lógica) el mismísimo presidente municipal “había autorizado” los cohetazos. Muy mal, pero ¿y los balazos?
Lo anterior se suma anecdóticamente a la existencia de un local (¿antro, restaurante, bar?) que hace sentir su presencia mediante el alto volumen de su música pasadas la una, las dos y las tres de la mañana, cuyos ecos se escuchan por el rumbo del Bulevar Colosio, o cosa parecida. ¿Habrá autoridad en la capital de Sonora? ¿Qué tipo de concesiones y cuál vigilancia existe, en beneficio del ciudadano trabajador y no del capital que chupa ingresos y prebendas?
De camino por el centro de Hermosillo, nos llama la atención el estruendo musical que se escucha cercan al Jardín Juárez y topamos con una tienda Elektra, en Oaxaca y Matamoros, que parece que anuncia el fin de los tiempos (¿sus tiempos?).
La curiosa práctica de contaminar por sonido las calles de la ciudad y de paso achicharrar el nervio auditivo de los viandantes, tiene un buen exponente en la tienda de don Ricardo Salinas, conocido evasor fiscal ahora en líos con los gringos por sacarle el bulto al pago de deudas.
¿Dónde está la autoridad que vigila el debido cumplimiento del Bando de policía y buen gobierno de la ciudad y el municipio? ¿Se hicieron de chicle las disposiciones legales y reglamentarias que debieran regir la conducta ciudadana? ¿Quién permite y por qué existen estos oasis de impunidad?
Llama la atención que, mientras en gobierno del Estado evita el uso de la pirotecnia en consideración a la población vulnerable de dos y cuatro patas, el municipio se haga el gracioso soltando la cuerda a los imbéciles festivos de siempre, a los agresores reales y potenciales que azotan la civilidad y empatía con latigazos de ruido por pólvora o bocina.
¿Somos una sociedad así de primitiva que nos solazamos con el fuego y el estruendo como representación simbólica del poder? ¿Se nos atrofió la inteligencia por indigencia cultural y deficiencia educativa, en una sociedad cada vez más supuestamente permisiva, tolerante e incluyente? ¿Nos basta con aplaudir la forma y no ver el contenido?
Ya puestos en este camino, ¿es posible gobernar a periodicazos, sonrisas en las selfis, declaraciones ampulosas pero vacuas, manejo de imagen, de publicidad en vez de un actuar honesto y un manejo oportuno de la información?
Por otra parte, el país y el estado necesitan acciones afirmativas en favor de los trabajadores, de los sectores productivos nacionales y locales atados a las raíces productivas de la región y no a las del capital transnacional que invade tanto al campo como las ciudades, despojándolas de contenido e identidad.
Pues sí, a veces se siente nostalgia de un futuro que pensábamos posible, de gobiernos que más allá de la carga emocional de las siglas y los colores, respondan a las necesidades de la población sin distingos, sin ponerle la “a” o la “e” a la inclusión, y que caminen de la mano del trabajador reivindicando los derechos de las familias mexicanas con mejoras reales a la economía, la salud y el bienestar ciudadano general.
Aquí, la seguridad social lucha por su sobrevivencia mientras se sigue castigando al pensionado con la aplicación de las UMA en las pensiones.
Se siente nostalgia del discurso nacionalista que aterriza en las realidades nacionales, sin pasar por el filtro del departamento de estado, la ONU, la OMS y cualquiera de los otros organismos internacionales al servicio del gran capital. Nostalgia de nosotros mismos.
Bueno, sea como sea, feliz año nuevo. Que el aterrizaje del progreso nos sea leve.