Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

lunes, 7 de julio de 2025

MUERTE EN LA INFANCIA

 “A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en el mismo ataúd” (Alphonse de Lamartine).

 

Una madre de 28 años y sus hijas, dos gemelas de 11 y una pequeña de 9 fueron asesinadas a balazos según reporte del día 6 de este mes.

Duele la ciudad, el estado y el país. Duele la oposición amoral y carroñera, la prensa necrófila y tremendista y duele, con mayor razón, el gobierno en sus tres órdenes de competencia.

Duelen las lamentaciones de libreto, acartonadas en su indiferente formalidad, duele el oportunismo que levanta banderas de hedor ideológico o político que logran espacios en la marquesina de las plañideras de ocasión.

Duelen los muertos de cada día, los ultrajes a la inteligencia y la emotividad de la ciudadanía que se cuece en cada hervor que manda el clima, la indolencia gubernamental, la trivialización de la tragedia ajena y la exhibición pertinaz del discurso mediático con efectos de imagen y dividendos políticos.

Duele la muerte en la infancia, la que cancela sueños y pulveriza esperanzas, que frustra posibilidades ya de por sí menguadas por nuestra realidad neoliberal formalmente superada pero viva y actuante.

Duele el crimen nuestro de cada día, las lamentaciones que resuelven la declaración esperada, la opinión pedida, la cara que se pone frente el sangriento hecho que hoy se documenta y acumula a otros similares, que no distinguen sexo, edad o posición social.

Duele la muerte silenciosa que se descubre casi por casualidad al día siguiente, como un hallazgo macabro que establece tanto los límites de la libertad y la tranquilidad como de la cotidianidad anónima en la que transcurre la masa ciudadana, hasta que el crimen marca la diferencia.

Duele la violencia contra el hombre, la mujer, los menores, los adolescentes que cambiaron la escuela por el sicariato, las drogas o la simple negación de una vida y un futuro pensado como posible.

Duele que sólo veamos la existencia ajena cuando desaparece, y que mucha gente anónima sólo tenga significado en el impacto momentáneo del escándalo para desvanecerse mientras se pasa de página o mensaje.

Duele que no llamemos las cosas y los hechos por su nombre, rehuyendo en los vericuetos del eufemismo la realidad oprobiosa del asesinato, la muerte, el abuso, el secuestro, el robo sangriento, la amenaza consumada con golpes, cuchilladas o balazos.

Duele que nos escondamos de la realidad y que la escondamos con el maquillaje mediático, como avestruces que ocultamos la cabeza en el trasero de la sociedad a la que pertenecemos sin apego ni compromiso.

Duele el enanismo mental, la hipocresía refinada y pulida de tanto practicarla, la disonancia entre el decir y el hacer, entre la justicia y la ley, entre la identidad y los intereses, entre el egoísmo cobarde y la manifestación pública de duelo.  

Duele la muerte en la infancia, como duele y repugna la banalidad que se formaliza en el discurso, las promesas y las afirmaciones de avance en materia de seguridad, garantías de bienestar, de desarrollo familiar, de certidumbre en salud, educación, vivienda y empleo.

Duelen los muertos a quienes sólo queda enterrar a sus muertos, como duele el silencio de una sociedad que dejó de estar viva y actuante, gracias al imán de la corrupción, la mentira y la complicidad. Duele que sólo critiquemos a un sistema que reciclamos en los hechos.

Duele la muerte de un semejante, pero más duele la imagen de un cuerpo pequeño y delicado, roto y abandonado en una curva del camino. Duele.



No hay comentarios: