Mono malo |
Los laboratorios de “Big Pharma” funcionan a todo lo que dan mientras la periferia se dispone a proporcionar los sujetos experimentales que el imperio necesita con cada vez mayor urgencia, porque ¿para qué sirve el avance tecnológico si no se puede manipular el destino de seres humanos a placer? Los caprichos de la geopolítica del imperio son mandatos de ley para gobiernos como el de Colombia y México, pasando por minúsculas excrecencias de mosca geográfica en el mapa de las contradicciones del progreso y la democracia.
Titiritero |
Si Osama Bin Laden no habitó en Waco ni estudió en Columbine es lo de menos. El terror necesita algo de corporeidad, sustancia, nombre y apellido y un rostro que convierta los sueños en pesadillas cuyos horrores sean justificantes del arsenal de medios y formas de protección que se demandan. Bush repunta como líder de un pueblo neurótico, pusilánime y miedoso, enfebrecido por un militarismo de opereta que sublima el miedo profundo, el pánico que se destila en cada frase ofensiva contra el otro, el extraño que cree en las enseñanzas de Mahoma, el profeta. Los miles de millones de dólares fluyen porque el Congreso aprueba la masacre, el genocidio del otro, lejano, distante pero aun así cercano en sus peores temores.
Ayuda gringa |
El gran negocio del terror parece reservado a las potencias occidentales, pues poseen la tecnología genocida necesaria para llevar a feliz término las acciones emprendidas. La unipolaridad cobra víctimas atrincherada en el discurso humanista que cada tanto tiempo descarrila de tanta sangre y carne que tritura en su marcha triunfal hacia la privatización de la guerra y los frutos de la democracia en condiciones de competencia imperfecta. El monopolio del poder mundial trae consigo el reparto unidireccional de los frutos de asesinato en masa que resulta de la técnica al servicio de la muerte. Estados Unidos y socios son, una vez más, los que se reparten el mundo y sus milagros.
Botin |
Felipe Calderón, segundo presidente que confunde democracia con trivialidad declarativa, se pronuncia a favor del discurso del odio y la descalificación, en el afán de crearnos nuestro propio Bin Laden totonaca, en este caso tabasqueño. Calderón sentencia que AMLO es un peligro para México, en abierta paradoja si caemos en la comparación de propuestas y expectativas. El burro nos habla de orejas. Pero la repetición de un argumento efectista y pegajoso situado en una coyuntura electoral no necesariamente tiene sentido tras un triunfo dudoso y cuatro años de gobierno penosamente soportado por un país al borde de la clausura por insolvencia.
Trabajo coordinado |
Como en el caso del SIDA o la gripe porcina, el terror mediático puede funcionar en lo electoral, pero para ello se requieren grandes dosis de estupidez destilada por los consorcios televisivos y demás medios “serios” que cobran planas enteras de propaganda oficial, que sean debidamente digeridas por las masas de famélicos votantes dispuestos a colocar el clavo que le falta a la cruz ciudadana en el 2012.
Cabe esperar más seriedad y reflexión patriótica por parte de los electores, de los partidos, de los funcionarios electorales, de la prensa, y más atención y vigilancia por parte de las redes sociales que toman parte en este, que parece ser, el proceso más importante del aun joven siglo XXI mexicano, por el contexto en que se da y por sus consecuencias. La moneda está en el aire.
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