notas sueltas

Notas Sueltas es un espacio de opinión sobre diversos problemas de carácter social, económico y político de interés general. Los comentarios pueden enviarse a: jdarredondo@gmail.com

viernes, 18 de julio de 2025

SÓLO PALABRAS

 “No todo lo que brilla es oro” (frase popular).

 

Vivimos una época en la que el algoritmo puede más que la realidad y, en los hechos, la sustituye y crea otra alternativa al gusto de quien lo maneja. La virtualidad se corporeiza y baila sobre cualquier otro supuesto que tenga que ver con usos, costumbres y expectativas.

Doy por sentado que usted debe tener su propia idea de las cosas, estar de acuerdo o no con lo que se plantea, porque en una sociedad que se asume como plural se vale, se puede y se debe disentir.  

Las palabras adquieren el significado que la nueva inquisición semántica determine como correcto, los matices e intenciones deben ajustarse a la nueva gramática, al nuevo diccionario que nos hará más dependientes, pero más felices.

Como todo se aclara con ejemplos, ofrezco lo siguiente: las palabras violación, violador, morir, narcotráfico, terrorismo, al parecer son excluidas del lenguaje políticamente correcto y aparecen maquilladas de pulcritud como “violinación”, “violinador”, “desvivir”, “na7cot7af1c0”, “t3rro7ismo”, entre otros bodrios que manosean el idioma y cumplen con normas salidas del culo de la simulación y la hipocresía.

En la misma forma, se evita decir viejo, ciego, miope, sordo, paralítico, obeso, joto, para refugiarse en la tersura de “adulto mayor, juventud acumulada, discapacitado, con capacidades diferentes o especial, no binario, gay, entre otras joyas del encubrimiento social, al margen de que las cosas son como son.

Sin embargo, se insiste en nombrar lo obvio, lo políticamente manipulado que exsuda ideología woke, al hacer remedos de inclusión que huelen a pleonasmo o simple estupidez. Véase la ejemplificación: chiquillos y chiquillas, tod@s, todxs, todes, comandante y comandanta, y así sucesivamente.

Vemos que las palabras pierden y alteran su significado, lo encubren y manipulan sin siquiera atender a su significado y etimología sino a agendas ideológicas y políticas impuestas a la periferia desde los polos del poder económico y financiero occidental.

En este contexto, se evita y proscribe decir “genocidio” al referirnos a lo que ocurre en Gaza por obra de Israel y Estados Unidos, aceptando en cambio la palabra “defensa”, en favor del agresor. Algo tan absurdo como pensar que lo que no se nombra no existe.

Lo bueno es que la realidad es independiente de la conciencia, de suerte que por más ignorantes que seamos, existe y persiste, y termina manifestándose en toda su crudeza y magnitud.

Tarde o temprano la farsa de lo políticamente correcto como dogma social termina revelando que una tendencia suficientemente difundida por los centros de poder mediático, por las cloacas sociológicas de las universidades anglosajonas, por la corte de George Soros, Karl Schwab, Bill Gates y similares, terminan siendo descubiertas como ejercicios de ingeniería social de control poblacional.

La inclusión impuesta a empujones legislativos, los cambios forzados de lenguaje, la presión constante de los medios de manipulación y condicionamiento social y conductual masivos, el buenaondismo progresista, las parodias babeantes de una izquierda que, de existir, seguramente rechazaría tantas muestras de estupidez colectiva que, por ese solo hecho, sería revolucionaria.

La moral y los valores que proyecta e impone la sociedad occidental es como una pila de excremento envuelta en papel para regalo. Sin embargo, nos invita a horrorizarnos de la presencia de China o Rusia en el comercio internacional, en el ámbito cultural, académico, artístico, científico y tecnológico, arguyendo babeantes razones de “seguridad nacional”.

Los aranceles y la fanfarronería roñosa de Donald Trump debieran de ser recibidos como el ¡fuera máscaras! del imperialismo gringo, y ser respondidos con el rechazo global a la más burda exposición de un país y gobierno parasitario y criminal que debe ser aislado y puesto en el basurero al que pertenece.

Así pues, mientras sigamos jugando a la democracia, la inclusión, la apertura y la libertad al margen de las mismas con actitudes impuestas y artificiosas, las cosas falsas serán tomadas y nombradas como verdaderas y la lucha por el lenguaje se anotará puntos contra la realidad, porque el sistema que origina el mal y la desigualdad no será tocado. Será el fin de la inteligencia, el juicio crítico y la conciencia de nuestra identidad y compromiso social. Despertemos.



lunes, 7 de julio de 2025

MUERTE EN LA INFANCIA

 “A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en el mismo ataúd” (Alphonse de Lamartine).

 

Una madre de 28 años y sus hijas, dos gemelas de 11 y una pequeña de 9 fueron asesinadas a balazos según reporte del día 6 de este mes.

Duele la ciudad, el estado y el país. Duele la oposición amoral y carroñera, la prensa necrófila y tremendista y duele, con mayor razón, el gobierno en sus tres órdenes de competencia.

Duelen las lamentaciones de libreto, acartonadas en su indiferente formalidad, duele el oportunismo que levanta banderas de hedor ideológico o político que logran espacios en la marquesina de las plañideras de ocasión.

Duelen los muertos de cada día, los ultrajes a la inteligencia y la emotividad de la ciudadanía que se cuece en cada hervor que manda el clima, la indolencia gubernamental, la trivialización de la tragedia ajena y la exhibición pertinaz del discurso mediático con efectos de imagen y dividendos políticos.

Duele la muerte en la infancia, la que cancela sueños y pulveriza esperanzas, que frustra posibilidades ya de por sí menguadas por nuestra realidad neoliberal formalmente superada pero viva y actuante.

Duele el crimen nuestro de cada día, las lamentaciones que resuelven la declaración esperada, la opinión pedida, la cara que se pone frente el sangriento hecho que hoy se documenta y acumula a otros similares, que no distinguen sexo, edad o posición social.

Duele la muerte silenciosa que se descubre casi por casualidad al día siguiente, como un hallazgo macabro que establece tanto los límites de la libertad y la tranquilidad como de la cotidianidad anónima en la que transcurre la masa ciudadana, hasta que el crimen marca la diferencia.

Duele la violencia contra el hombre, la mujer, los menores, los adolescentes que cambiaron la escuela por el sicariato, las drogas o la simple negación de una vida y un futuro pensado como posible.

Duele que sólo veamos la existencia ajena cuando desaparece, y que mucha gente anónima sólo tenga significado en el impacto momentáneo del escándalo para desvanecerse mientras se pasa de página o mensaje.

Duele que no llamemos las cosas y los hechos por su nombre, rehuyendo en los vericuetos del eufemismo la realidad oprobiosa del asesinato, la muerte, el abuso, el secuestro, el robo sangriento, la amenaza consumada con golpes, cuchilladas o balazos.

Duele que nos escondamos de la realidad y que la escondamos con el maquillaje mediático, como avestruces que ocultamos la cabeza en el trasero de la sociedad a la que pertenecemos sin apego ni compromiso.

Duele el enanismo mental, la hipocresía refinada y pulida de tanto practicarla, la disonancia entre el decir y el hacer, entre la justicia y la ley, entre la identidad y los intereses, entre el egoísmo cobarde y la manifestación pública de duelo.  

Duele la muerte en la infancia, como duele y repugna la banalidad que se formaliza en el discurso, las promesas y las afirmaciones de avance en materia de seguridad, garantías de bienestar, de desarrollo familiar, de certidumbre en salud, educación, vivienda y empleo.

Duelen los muertos a quienes sólo queda enterrar a sus muertos, como duele el silencio de una sociedad que dejó de estar viva y actuante, gracias al imán de la corrupción, la mentira y la complicidad. Duele que sólo critiquemos a un sistema que reciclamos en los hechos.

Duele la muerte de un semejante, pero más duele la imagen de un cuerpo pequeño y delicado, roto y abandonado en una curva del camino. Duele.



sábado, 5 de julio de 2025

JULIO, NO TAN REGALADO

 “¡Qué calor!” (Expresión recurrente).

 

Las lluvias pronosticadas al inicio del mes se ven tan lejanas como el cumplimiento de las promesas de paz en Medio Oriente, aunque las resequedades locales y regionales alienten expectativas ligadas a la presencia de fenómenos como huracanes y ciclones que, en su paso por las aguas caribeñas y del Pacífico, arrojen al menos vientos frescos, nubosidades promisorias y precipitaciones por encima de un riego de jardín sobre todo en las proximidades de ríos, arroyos y simples estanques.

El mes de julio ingresa con temperaturas que causan envidia e ilusión por el hielo ártico y polar y el frío que azota el sur del continente; sin embargo, la calentura estacional se pone a punto de hervor cuando aparece la dimensión emocional en forma de sionismo, extrema derecha y asquerosas cantidades de dinero en combinación con las formas viejas y nuevas del expansionismo gringo y la rapiña inmobiliaria.

Hoy es la colonización silenciosa de la Patagonia argentino-chilena, como puede ser Chiapas. O sangrienta como es en Palestina, como ha sido África, las islas del Pacífico, el sudeste asiático y, muy importante, el universo mediático del sur global, de los países que lograron su independencia formal pero que la parcelaron mediante instrumentos de recolonización financiera, comercial, tecnológica o “estratégica” en favor del Norte global.

Ahí tiene usted los tratados, acuerdos y pactos “comerciales” que impulsan, justifican y obligan la dependencia de los pueblos hacia quienes prometen libertad, democracia y progreso entre ataques de risa apenas disimulados e ingentes recursos para la corrupción institucional y el nacionalismo de alcantarilla.

En medio de las frustraciones climáticas y la tragedia ecológica que insistimos en ignorar, tenemos la amenaza del inicio de la mega obra hidráulica del sexenio, es decir, las tres presas de Sonora, donde alcanza más una meada etílica para mojar siquiera nuestras arideces no sólo productivas, sino mentales y emocionales. Somos, salvo excepciones, un pueblo pasivo y acomodaticio, sin arranque propositivo ni ejecutivo y con vacío judicial.

Celebramos el cemento como elemento visual del progreso, nos cargamos cuanto árbol encontramos en el camino de futuros fraccionamientos, confundimos el desarrollo urbano con el inmobiliario y nos hacemos del uno y el dos en las áreas verdes y calcinamos el entorno urbano en vez de disminuir el impacto de la temperatura y potenciar la filtración de la lluvia en áreas de recarga.

Volteamos para otro lado cuando las empresas constructoras vacían de vegetación los parques y plazas y tenemos orgasmos futuristas con el anuncio de nuevos centros comerciales y estructuras arquitectónicas de chorreante cursilería, bajo el supuesto de que es moderno vivir en chorizos verticales de varios pisos.

La actualidad es vertical y que se pudra la casa con patio y jardín frente al loft fotogénico o al piso caro, pero que suaviza el complejo de inferioridad y la ausencia de pertenencia del futuro habitante.  

La lluvia es promesa de vida, pero también representa una vaga posibilidad para el futurismo hidráulico con hambre de presas que justifiquen los negocios de los constructores y la imagen de los políticos que les sirven de tapadera.

Sonora es un claro ejemplo de creación de islas de calor, de desaseo en materia de riego y almacenamiento del agua, de ignorancia supina y de codicia. En cualquier caso, insistir en que una presa actúa como un tapón que impide el libre flujo del agua y su distribución natural es como hablarle a una pared con ínfulas de comprensión de la naturaleza y sus procesos. La sequía avanza y, eventualmente, atraviesa la pared de la conciencia social, para encontrar que quizá adentro ya no queda nada por secar.

El mundo está teniendo cada vez más claro que el imperio del dólar no admite soberanías, ni libertades, ni derecho internacional. Que impulsa la desigualdad como imagen del éxito de unos a costa de otros, fortelece la defensa de unos a costa de otros y promueve la seguridad a costa de la inseguridad de muchos. El sistema es exclusivo y excluyente, pero no falta quienes, desde el poder, sean incapaces de imaginar un mundo libre de opresión, desde sus cárceles académicas o burocráticas.

Será por eso que nos apegamos al T-MEC, acatamos la Agenda 2030, impulsamos la cultura Woke, guardamos distancia con China, Rusia y el Sur global, guardamos silencio ante la injusticia o nos abstenemos de condenar al genocida y actuar en consecuencia.

Seguimos orbitando el foco gringo como polillas suicidas deslumbradas por la expectativa de extinción con corrección política. Por eso defendemos y le hacemos el juego al Norte, siendo que por historia y vocación nuestra pertenencia, origen y futuro está en el Sur.

Europa colapsa por dejarse llevar y financiar guerras ajenas. La industria militar (donde destaca EUA e Israel) engorda y la clase trabajadora europea arde de calor e indignación. El horno mundial, que atestigua el agotamiento de un modelo económico que nunca pudo superar sus fallas ni entender su temporalidad, está para cocinar el cambio.

Julio no será regalado ni aquí ni en el resto del mundo. Y no lo será mientras sigamos el calendario ajeno e ignoremos el propio.  



viernes, 27 de junio de 2025

ECONOMÍA DE GUERRA

 

“No hay peor lucha que la que no se hace” (dicho popular).

 

A estas alturas, nadie puede negar o ignorar los efectos económicos de la guerra. De hecho, algunos países han hecho fama y fortuna gracias a sus empeños en despanzurrar gente, hacer papilla a enemigos reales o ficticios que se interponen entre ellos y el oro, la plata, el petróleo, tierras raras o el agua.

Está demostrado que en la medida en que alguna nación se interesa por lo ajeno, desarrolla el arte de la diplomacia y la guerra; es decir, la economía da lugar al derecho y la política o, en otras palabras, habiendo interés material habrá normas y formas que lo protejan.

Si nos fijamos atentamente en las trapacerías gringas, desde hace aproximadamente 250 años, su ánimo belicoso se relaciona con la defensa y construcción de un “espacio vital” que, por obra de algún sagrado designio, se amplía, y amplía, y amplía.

¿Para qué sirven las fronteras si no se pueden violar, mover y alterar?, ¿de qué sirve tener armas si no se pueden utilizar para tener más armas y recursos estratégicos de uso extensivo e intensivo en la industria y el comercio? ¿Para qué sirve la vecindad si no es objeto de abusos y manipulaciones expansivas?

Ahora, si partimos del supuesto de que estamos rodeados de enemigos reales o virtuales, entonces cualquier cosa que se mueva a la redonda es una amenaza potencial que hay que atacar preventivamente, porque al que madruga Dios lo ayuda. Porque más vale pedir perdón a pedir permiso. Porque “se me figura que eso puede ser peligroso… o lo es”.

Si Dios mismo designó (según ellos) a los Estados Unidos como una sede alterna de la tierra prometida, o un paraíso 2.0, o la nueva Jerusalén, o el espacio terrenal donde se fragua la democracia, la paz y la justicia; o el tribunal nombrado por Dios para juzgar preliminarmente a vivos y a muertos y dictar sentencia como se le frunza.

Entonces podemos suponer por qué se sienten amenazados por algo que pasa a 10 mil kilómetros de su frontera, se sienten obligados a meter las manos, la nariz y las armas en cualquier parte del planeta donde, desde luego, haya metales preciosos y otros recursos aprovechables industrialmente, en un territorio seguramente mal gobernado que requiere urgentemente que alguien ponga orden.

Por eso las intervenciones, los golpes de estado y las andanadas de desestabilización política y económica; por eso las 800 bases militares en el mundo. Por eso el monopolio de la verdad, la comunicación, las costumbres, las tendencias y las explicaciones del progresismo hecho sociología, ciencia, educación y destino.

La guerra y el uso de explosivos atómicos o no, es la demostración de que hay alguien que tiene el ánimo y los recursos para hacer del progreso y el avance social una caricatura, una broma vacía y una respuesta a casi todo lo que requiera firmeza y decisión. Es el acto supremo del onanismo político.

Parece ser que la solución para casi cualquier problema es alguna generosa carga explosiva, tal como ocurrió en la etapa del auge de los monopolios en el propio suelo estadounidense. Un bombazo acababa con la competencia y ablandaba el ánimo de los sobrevivientes. El sistema vio la luz a base de explosiones.

Los bombazos han evolucionado hasta llegar a cargas radioactivas, mediáticas, financieras, económicas, políticas, sociales, culturales… Un rumor, una amenaza, una revelación fuera de contexto puede hacer caer un gobierno, tronar una economía, un régimen y una legitimidad desprevenida.

Los horrores a que nos tiene casi acostumbrados el vecino del norte buscan convertirse en argumentos de razón y derecho, porque el temor termina siendo un instrumento educativo, una parte esencial del arsenal mediático y práctico de la dominación imperial.


La resistencia al abuso parte de la autoestima, del respeto a la historia nacional, de la voluntad de hacer posible lo necesario (como decía el promocional de la antigua Conasupo). Empecemos industrializando al país, diseñando un plan de desarrollo industrial propio, sin injerencias ajenas, sin dedicatoria al sector privado transaccional, que responda a los intereses nacionales, sin simulaciones patrioteras o demagógicas.

Lo cierto es que, si queremos la paz, debemos ser pacíficos y promover la paz. Lo absurdo del caso es que nuestros vecinos y socios europeos insisten en lo contrario, aumentan el gasto militar por la vaina de que Rusia los quiere atacar, algo así como asustar a los ingenuos con el petate del muerto, mientras la industria armamentista gringa engorda a ojos vista.

Cabe recordar que cuando no hay ni talento ni voluntad para la paz, siempre queda el recurso de hacer explotar una bomba. La economía de guerra es y será el recurso práctico de los imbéciles e incapaces, pero con poder y sin respeto por el derecho, las libertades y la democracia, por eso se acompaña de hipocresía y cinismo.

Nuestro país junto con la sociedad latinoamericana y caribeña deben pronunciarse, actuar en consecuencia y dejar de ser cómplices activos o pasivos de la barbarie.    

Como dijo el maestro Amadeo Hernández Coronado, a la sazón director de la secundaria de la Unison en la década de los 60, “el movimiento se demuestra andando”.

 

 

       

miércoles, 18 de junio de 2025

¡BOMBA!

 “Los viajes ilustran” (dicho popular).

 

Nos enteramos de que don Donald Trump llegó, habló y se fue de Canadá, en ocasión de la reunión del Grupo de los Siete (G7), donde forman los países punteros de la economía global según el evangelio de ellos mismos. En otras palabras, algo así como el club de los gobiernos que sostienen las buenas costumbres del colonialismo y la militarización con fines de lucro, integrado por Estados Unidos, Canadá, Francia, Italia, Alemania, Reino Unido y Japón.

También asiste a los foros del G7 la Europa arracimada en esa ridícula fachada conocida como Unión Europea, representada por la presidencia del Consejo Europeo y la correspondiente de la Comisión Europea.

Desde luego que este grupo puntero de control tiene una ampliación llamada G20, que incluye a los países en desarrollo, susceptibles de ser explotados, manipulados, acarreados y subordinados en el marco de acuerdos o convenios de colaboración en diversas materias para “el desarrollo, el progreso y la paz”, lo que explica la presencia de la doctora Claudia Sheinbaum en Canadá, que aparte de dar abrazos y repartir sonrisas dialoga y ratifica la inminencia de acuerdos con Europa y demás. El progreso siempre mira a Occidente.

Mientras el centro y la periferia neoliberal sonríe a las cámaras de los diversos medios de comunicación, el olor a pólvora y azufre se cuela en las oficinas más encumbradas del occidente armamentista, augurando las posibilidades de que los conflictos armados en curso generen un alza en el saldo de sus estados contables, porque ni modo de dejar solo a Israel que combate el fantasma de la bomba atómica en medio oriente, y reclama la exclusividad de tener un arma capaz de despanzurrar un país entero o un continente, si le echa ganas.

La Unión Europea en voz de doña Úrsula von der Leyen dijo claro y fuerte que Israel tiene derecho a defenderse de la respuesta militar de Irán, porque ¿quiénes son los iraníes para responder a la agresión armada preventiva de Israel? ¿Acaso no saben que el pueblo de Netanyahu tiene la franquicia exclusiva del átomo en salvaguarda de los intereses de Estados Unidos en la región?

Así como Israel tiene derecho a responder con misiles y toda la parafernalia de un campo de exterminio nazi a los palestinos que les lanzan piedras y mentadas de madre, que rezongan porque los “colonos” les expropian sus casas, destruyen sus medios de vida y además los matan, también tiene derecho de tundir a Irán por aquello de que tuviera armas atómicas, lo que recuerda el viejo truco de las armas de destrucción masiva que supuestamente tenía Irak en tiempos de Baby Bush.


Si la guerra es la salida última de la política, también lo es de la economía cuando el modelo económico sencillamente ha fracasado. Cuando la capacidad productiva carece de la correspondiente capacidad distributiva gracias a la acumulación desmedida de recursos y ganancias que responde al objetivo central del modelo… y que se chinchen los demás. La propiedad privada de los medios de producción alcanza su límite superior y tenemos una sociedad donde el uno por ciento de los más ricos concentra el 95 por ciento de la riqueza global, creando una tensión precariamente contenida.  

En estas condiciones, resulta una verdadera tomadura de pelo hablar de democracia y libertades, de derechos y obligaciones entre auténticos desiguales. La demagogia, el engaño y la manipulación son los grandes instrumentos de la política, y su coto de caza exclusivo es el lenguaje y los símbolos de su poder, es decir, recrear la figura del Soberano encarnado por el pueblo, siendo que el pueblo es el gran excluido en esta fiesta de excesos y abusos, en esta farsa democrática que funciona como holograma electoral, como ilusión nacionalista, como camisa de fuerza económica, como negación esencial y expresión memoriosa de lo que pudo haber sido y no fue.

Así, en las reuniones de Davos, del G7 y su ampliación G20, los abrazos, las sonrisas y las promesas de pactos y acuerdos, son los últimos parches y costuras en la tela raída del sistema económico y político que tiene que recurrir a la guerra para ocultar y solventar su fracaso monumental, su viciosa inclinación genocida.

Mientras tanto, los consumidores de noticias viven día a día las emociones del juego de la guerra, cruzan los dedos y hacen apuestas, toman partido y añaden a su nómina de amenazas y enemistades su más reciente hallazgo vestido de terrorista, de enemigo de la civilización occidental, de veneno para las hadas en una parodia donde las cosas no son lo que aparentan.

Ahora resulta que si queremos la paz debemos prepararnos para la guerra, y que las amenazas existen al margen de su realidad: si Estados Unidos o Israel establecen que una nación próspera y desarrollada como Irán tiene armas atómicas, pues ya todo está dicho y decidido. La realidad sale sobrando y debemos prepararnos para tanta muerte como sea posible, que para eso hay bombas.

Como comentario final, no está de más pensar en la utilidad del G7, el G20 y demás cacharros diplomáticos de la manipulación imperialista, no es ocioso pensar en los pitos que toca México en una reunión donde resulta tierno ver a las sardinas posar para la foto en medio de tiburones, habiendo aguas más propicias para navegar con mayor equidad y seguridad. Poner los huevos nacionales en la canasta de Occidente con olor a chamusquina da grima, mucha grima… pero ¡sonría!

Así las cosas, no está de más pensar en que la ausencia de un plan industrial que ligue la academia con la producción es un serio impedimento para lograr los objetivos nacionales, salvo que se trate de ser dóciles vecinos encargados de la vigilancia del traspatio para los efectos expansionistas de una economía al borde de un ataque de realidad. Si no lo entendemos, seguro que habrá bomba… y no precisamente yucateca.



viernes, 13 de junio de 2025

EL GIGANTE MIEDOSO

 “Ojos que no ven corazón que no siente” (dicho popular).

 

Para muchos, es obvio y claro como un día de verano que debemos estar puestos a la defensa de México y lo mexicano, aunque algunos, quizá sin darse cuenta del todo, luchan porque los gringos vengan a poner orden en lo que estrictamente nos corresponde.

En pocas palabras, le dan un “like” a los afanes intervencionistas del vecino y buscan alentar la idea de que aquí nos gobiernan los narcos y que todos los que tengan pene son violadores compulsivos y los que no, también.

A la identidad mexicana relacionan con total desparpajo la estupidez congénita, los pelos parados, la panza colgada y una severa propensión por lo ajeno, como si el mundo fuera coto de caza ilegal pero permisible, cerrado pero permeable, libre pero acorazado de leyes y reglamentos, acuerdos y decretos y un conjunto de normas que se desprenden de una constitución que puede cambia dependiendo de quién gobierne, porque la ley y la democracia son platillos que se sirve al gusto y petición del cliente.

La democracia resulta un juego de conveniencias dependiente de para dónde se inclina la balanza: si somos nosotros, pues está bien. Si no, pues no y hay que salir a las calles a gritar qué tan jodidos nos quieren ver y que nos llevan al comunismo, a ser como Cuba o Venezuela en una deriva Castro-Chavista que no nos deja hacer lo que hacemos aquí y ahora en esta nueva marcha por la libertad tan fotogénica y comentable.

Da la impresión de que los opositores ligados al viejo Prian perfumado de incienso y aires de campanario, también señalan al inmigrante como chusma, violadora pelos parados, sin ver que son genética y legítimamente tan mexicanos como las personalidades marchantes vestidos de colores claros, rositas y blanquitos sudando Chanel, Carolina Herrera o algún aroma que los primermundiza a la vuelta de tanto oler.

No hace mucho era “el INE no se toca”, ahora “la Corte no se toca” y “el Poder Judicial no se toca”, lo que reprime cualquier intento reformista que suponga acciones táctiles en la delicada superficie del estatus quo. No tocar, no mover, no avanzar supone el mantra del inmovilismo social y el estancamiento político llevado a niveles de paranoia, de negación del Soberano que, en términos constitucionales, es el pueblo.

Así pues, las marchas de protesta como reacción a los aranceles y mordiscos fiscales ahora contra los inmigrantes, sus economías familiares y su bienestar laboral, son calificadas y penalizadas como actos de terrorismo, de invasión criminal a “América”, como gustan llamar a Estados Unidos los ignorantazos promedio que habitan tierras americanas invadidas y saqueadas desde fines del siglo XV.

El imperio que se construyó por vía del saqueo, el genocidio y la exclusión aún no entiende su propia naturaleza, el alcance de su influencia transcultural, el impacto deformante de su corrupción en el núcleo de las instituciones de los países parasitados, los cambios que provocan en la idea de mundo de libertad, de democracia, de derechos humanos, de calidad de vida, tras las constantes y obscenas manipulaciones y usos de los conceptos que debieran definir a cualquier sociedad occidental respetuosa de la ley y preocupada por el bienestar ciudadano.

Lo que ocurre es que con demócratas o republicanos, el horizonte son los negocios y el lucro a costa de lo que sea, aunque el costo se traduzca en masacres tan repelentes como la de Gaza, tan insólitas como los experimentos masivos bajo la cobertura de prevención de enfermedades, el manejo financiero y comercial de las vacunas, de las drogas que de terapéuticas pasan a ser cadenas de sujeción química de los jóvenes de aquí y del otro lado de la frontera; y tan peligrosas como las acciones de provocación, desestabilización, militarización y conflictos armados en regiones enteras, a kilómetros de las ahora convulsas fronteras de Estados Unidos.

Tenemos un gigante que teme hasta a su propia sombra, que sin la tecnología su ejército sería una panda de niños cagones, que su economía no sería nada sin la fuerza de trabajo inmigrante, que su ciencia y tecnología daría risa si no fuera por el trabajo calificado y especializado de académicos y técnicos de origen extranjero.

Un gigante en tamaño mastodonte que llora y gimotea ante el paso de una mosca, se declara víctima luego que golpea, traiciona o conspira desde sus embajadas o tras la fachada de misiones diplomáticas, de salud, de cooperación, de comercio, de educación, de bioprospección, de mejora del ambiente, de entrenamiento militar o policial y de cualquier actividad o proyecto que requiera del ojo fiscalizador del Imperio. De un imperio de cartón, mentira y toneladas de propaganda y manejo mediático, más miles de millones de dólares para ser untados en las manos y conciencia de ONG y funcionarios puestos a cooperar.

Y aquí, nuestros actuales Miramones y Mejías, claman por libertad, democracia y derechos humanos, de acuerdo con su reducida idea de lo mismo, en razón de su mezquindad que se desborda desde el momento mismo en que las reglas del juego político nacional empezaron a cambiar, aunque sea a nivel de amenaza o apariencia.

Aquí, las marchas son de trabajadores víctimas del neoliberalismo prianista, desde Salinas a Peña Nieto, pasando por el vacuo Fox y el megalómano etílico de Calderón, y proclaman el ¡basta ya! a la condescendencia con el neoliberalismo laboral y pensionario de la reforma a la vigente ley del ISSSTE de 2007. La abrogación es el imperativo categórico del cambio de régimen; es el ser o no ser de la transformación.

Allá es la defensa del derecho del trabajador inmigrante y sus familias, el derecho a soñar en una mejor calidad de vida y la protección de sus familias que quedaron en México o cualquiera que sea su origen.

Aquí es la ausencia de una política de desarrollo industrial y del empleo que garantice ocupación digna e ingreso seguro y remunerador. No se toma en serio ni la salud ni la seguridad social, y, a pesar de ciertos avances, seguimos en la órbita de la dependencia y el atraso en renglones que debieran apuntalar nuestra soberanía, sin demagogia ni maquillajes.

En el aquí y ahora, debemos defender nuestros valores, reencontrarnos con nuestra identidad y pertenencia a un país hispanoamericano con una rica herencia cultural que debemos preservar y difundir. Sin patrioterismo histérico o fantasioso, sin pujos de dignidad coyuntural, sin mamadas, pues.


viernes, 6 de junio de 2025

CONCIERTO DE ACORDEONES

 “Hechos, no palabras” (refrán latino).

 

La música suena en la oposición al gobierno del cambio con ánimo memorioso y reminiscente, con nostalgia de tango, con aire de milonga, que propone resistencia ante el hecho consumado, como si la mejor opción fuera reescribir la partitura del cambio, y que la transformación fuera llegar a ser su contrario.

La oposición a la reforma judicial parte de la necesidad de conservar lo ganado, a costa de bailar un zapateado sobre la ley suprema, sobre la legislación secundaria, sobre la credibilidad de un poder constitucional que forma parte sustancial e imprescindible de nuestro modelo federal. Es decir, defender lo que les da presencia en el juego de los poderes fácticos que parten el queso nacional “haiga sido como haiga sido” (Calderón dixit).

El horror al cambio, aunque este sea sólo en el orden de los factores, empieza por desconfiar de quienes son la voluntad y el músculo de las reformas e iniciativas legales por vía de sus representantes en el Congreso de la Unión, así que los acordeones, la línea, el guion a seguir se hace no sólo necesario sino imperativo porque las opciones son muchas y prácticamente desconocidas. Aquí entendemos por acordeón la línea precisa que orienta la acción por los cambios.  

Si la reforma judicial fue por mandato popular, ¿necesitaba acarreos a favor o en contra, instrucciones precisas, sabotajes desde los órganos de promoción, vigilancia y legitimación del proceso electoral? ¿Necesitaba limitaciones a su publicidad y transparencia; reserva y condicionamiento respecto a las personas y sus trayectorias en medios de información?

Si la respuesta es no, ¿por qué se tiene la impresión de que el INE limitó las opciones y oportunidades de los aspirantes para “hacer campaña”? Parece que hubo disonancia entre el pensar, el decir y el hacer. El caso es que muchos posibles votantes (simpatizantes o no de la Cuarta Transformación), no tuvieron claro quiénes eran los aspirantes e, incluso, dónde debían acudir a votar.

Cabe decir que quizá no importaba tanto quiénes fueran los candidatos, sino simplemente no votar por las propuestas del Poder Judicial, siendo como lo fue el enemigo a vencer en esta lucha, es decir, la parte que debía cambiarse para avanzar en un proyecto nacional distinto al derrotado electoralmente en 2018 y 2024.

El arroz judicial se coció en medio de los nuevos “no se toca” tan queridos de la oposición una vez más derrotada, de los llamados a la intervención extranjera y los manoseos informativos con ánimos difamatorios hacia los personajes (¿y personajas?) que destacan en este evento.

Y es que Washington, de nueva cuenta, asoma la nariz y las orejas en los asuntos internos de la nación, escoba en mano, para atender el traspatio y dejarlo arreglado con la diligente presencia de su embajador militar de reconocida experiencia en eso del sicariato político y operativo transnacional a nombre de la buena vecindad y la cooperación bilateral.

¿La decisión soberana del pueblo de México de reformar el Poder Judicial y limpiar ese nido de corrupción afecta la “seguridad nacional” del Imperio? De ser así, es clara la naturaleza viciosa y perversa de su interés. La corrupción, se sabe, aceita la maquinaria del poder en “el otro lado”. Aquí, mientras tanto, los nuevos Miramones y Mejías se rasgan las vestiduras, marchan y vociferan, señalan los males del país y se regodean con la miseria que viene del pasado, del “liberalismo social” centrado en el mercado, en el individualismo echaleganista sin compromiso social, sin arraigo nacional, sin apego a la identidad que, entre todos, construimos y presentamos ante el mundo.

Mientras celebramos la expectativa del cambio, reconocemos que la justicia sigue siendo parcial, selectiva y tardada; que han pasado 16 años del incendio de la Guardería ABC, una subrogada por el IMSS calderonista, el mismo que reformó la Ley del ISSSTE en 2007 y que impulsó las cuentas individuales, vaciando de contenido y propósitos la seguridad social mexicana, ahora reducida a una farsa financiera transnacional, para jolgorio del empresariado neoliberal y el interés privado.

Hoy, el magisterio de la CNTE es la voz y el músculo de los trabajadores bajo la Ley del ISSSTE. Son los que reclaman el cumplimiento de una promesa política central en el gobierno del cambio, que fue su abrogación.

Los maestros exigen congruencia, respeto y transparencia. Señalan el absurdo gubernamental de declararse nacionalista y no luchar por la recuperación del espacio económico y político nacional. Señalan el ultraje neoliberal de pagar pensiones en UMA y no en salarios mínimos, y la falta de una política social anclada en las necesidades y valores nacionales, donde la educación, la salud y el empleo deben ser la constatación cotidiana de la seriedad del cambio.

Así pues, ¿cuál es la agenda real que obedece el país en este tiempo de mujeres? ¿Es el sistema económico pero con maquillaje y vestido con tonos rosados? ¿Libramos una batalla por la soberanía o solamente es la lucha por las palabras, los pronombres y la apariencia?

Lo cierto es que las familias de las víctimas ABC, los trabajadores afiliados al ISSSTE, los empresarios nacionalistas del sector industrial, comercial y de servicios esperan el relanzamiento de la república, una política industrial y de empleo propia, un sistema de justicia que, valga la expresión, les haga justicia.  La nación espera, y no precisamente sentada; sin acordeones, pero con ideas transformadoras que deben ser cumplidas.