“No
te calientes, granizo”
(AMLO).
La
emergencia sanitaria no ha impedido que algunos personajes de la política se
placeen con ánimos promocionales, como si fueran anuncios ambulantes de
promesas, expectativas y nuevas formas de hacer gobierno.
Se
buscan entrevistas, se hacen anuncios de lo que sea, con tal de llamar la
atención y dar al posible votante la impresión de que hay nervio, carácter y
capacidad ejecutiva. Incluso, se llega al punto en que una unidad del servicio
público de recolección de basura puede ser como la calabaza de Cenicienta: un
vehículo vulgar convertido en glamoroso transporte a palacio.
Aclaro
que no estoy en contra de las legítimas aspiraciones de tal o cual persona,
pero salta a la vista que repetir puede ser de muy mala educación. No es lo
mismo el aire del cambio que el de algo fermentado largo tiempo en el panismo
que gasifica y esparce su olor encaramado en la ola de Morena.
No
hay duda de que los hermosillenses votamos mayoritariamente por López Obrador,
y que su impulso permitió el reciclaje de prianistas y similares por el fácil
expediente de saltar a la nueva opción en vísperas del proceso electoral, lo
que confirma que el travestismo político-electoral ha tenido sus mejores
tiempos a partir de la llamada transición a la democracia, cuando muchos
estaban empeñados en “sacar al PRI de los Pinos”, pero sin medir las
consecuencias de la decisión de con qué y quién se le iba a sustituir.
Así
pues, recordamos el caso de un connotado personaje que decepcionado del PRI
apoyó a Fox, en vez de a Cuauhtémoc Cárdenas que representaba a la izquierda, para
tiempo después posicionarse en las filas de Morena, en un acto chapulinezco que
muchos califican como “honesto y congruente”. Desde luego que no lo juzgamos,
porque el chiste se cuenta solo.
Después
de todo, tanto el PRI como el PAN fracasaron y arrastraron con ellos a opciones
como el PRD, probadamente corruptible y sin brújula ideológica más allá de un
protagonismo segundón, de comparsa, que lo hizo terminar como marioneta de la
derecha pitufa.
Lo
anterior permite establecer que el cambio de siglas no tiene nada que ver con
el cambio verdadero, de fondo, porque ello depende no de los colores y los
membretes sino del horizonte ideológico del partido, de su plataforma de principios,
de la convicción y el compromiso de su militancia, de su honestidad
institucional, de su programa de gobierno que en todo caso debe ser
transformador.
Morena,
en lo general ha respondió a estas expectativas de cambio y, de hecho, lo está
haciendo contra viento y marea, enfrentando la dura barrera de los intereses
creados por la corrupción como sistema de relaciones públicas y privadas así
como la desinformación y el engaño como estrategia de manipulación de
voluntades.
Sin
embargo, sería ingenuo tratar de ignorar que la opción triunfadora de julio de
2018 es una rara y contradictoria mezcla de intereses y formas de entender el
quehacer público; lo evidente es que tenemos un licuado político que ha servido
de plataforma de lanzamiento de material reciclado, como es el caso de
Hermosillo, y de oportunistas temporaleros donde el aspirante se pinta de Morena
pero sin abandonar del todo ni los intereses ni la ideología neoliberal.
En
este contexto, se puede suponer que el eje que vertebra el conjunto llamado
Morena es fundamentalmente López Obrador, no tanto la ideología ni los
principios políticos y programáticos que formalmente lo identifican pero que
muchos ignoran, situación que constituye una gran ventana de oportunidades para
travestis, chapulines y oportunistas que quieren participar sin realmente comprometerse
con la lucha del presidente.
Tampoco
se puede ocultar que en el seno enorme y laxo de Morena hay gentes de buena fe,
activistas envejecidos en lides domésticas pero sin mayor alcance de miras, que
terminan sobrevalorando sus propias capacidades y caen víctimas de un
pragmatismo simplón y autocomplaciente, en aras de acceder a puestos de elección
popular.
De
lo anterior se desprende que la gran tarea del partido es la definición
ideológico-programática de la organización, y lograr que dicha orientación sea
una responsabilidad categórica de todos los militantes que ocupen, o no,
puestos públicos.
Así
pues, los gobiernos “de Morena” deben luchar por hacer realidad los postulados
de Morena, y no lo que presente la coyuntura, los intereses creados, las viejas
lealtades, o las jugosas corruptelas habidas y por haber.
En
el caso de Hermosillo, por ejemplo, no se ha visto clara la conexión entre los
principios y el programa político “del cambio” con el ejercicio cotidiano del
gobierno.
La
experiencia vivida en nuestro municipio sugiere fuertemente que no sería deseable
la reelección y quizá tampoco la postulación de alguno de los integrantes de la
actual administración, por no haber significado contrapeso en las decisiones cuestionables
que se tomaron, ni en las posturas ridículas y autoritarias que se exhibieron.
Urge, por tanto, el cambio verdadero en Hermosillo, y en Sonora.
En
lo personal, considero que se debe dar la oportunidad de servir a la comunidad
a personas verdaderamente comprometidas con el cambio, no con la ambición de
pararse arriba del ladrillo municipal y sentirse realizados como la imagen
idealizada de sí mismos.
Se
requiere, ni más ni menos, humildad y congruencia, no falsos prestigios ni ambiciones
personales desbordadas, porque en cualquier cargo se debe mandar obedeciendo.