“Si no peleas para acabar con la corrupción y la podredumbre, acabarás formando parte de ella” (Joan Baez).
Desde que el gobierno de López Obrador
inició sus esfuerzos por poner orden en el país, han repuntado las noticias,
trascendidos y revelaciones sobre asuntos que desde antes se sospechaban en los
corrillos ciudadanos: el sistema funciona gracias a la corrupción, expresada en
forma de saqueo al erario, nepotismo, tráfico de influencias, desviación de
fondos supuestamente etiquetados a programas sociales, de desarrollo económico,
de modernización administrativa, de actualización del sistema legal acusatorio.
También en materia del escalafón en el sector público y los mecanismos de
premios y recompensas; así como en la forma y motivaciones para dictar
sentencias por parte de jueces y ministros, los criterios para ocupar plazas en
la burocracia, así como en la forma en que se legitiman los registros
sindicales y las formas de ascenso y permanencia de las dirigencias.
También tenemos ejemplos importantes de corrupción en el sector privado cuando se inflan precios y se provoca escases de determinados productos con el fin de encarecerlos, sin olvidar los trucos para lograr el despido injustificado de empelados, la contratación temporal y la tercerización del empleo, las subrogaciones, la evasión de impuestos y el absurdo expediente de las pérdidas consolidadas, tanto como la devolución o la exención injustificada del pago de impuestos.
Las recientes revelaciones periodísticas nacionales sobre los intereses y relaciones de García Luna, Osorio Chong, Videgaray o Lozoya; o en el escenario local, los reportajes de Cayetano Lucero en Vigilia Sonora y las redes sociales sobre el acaparamiento de tierras y aguas o los negocios inmobiliarios que se han logrado a costa del patrimonio público, por ejemplo en el municipio Hermosillo y Caborca, entre otros que padecen la depredación ligada a los apellidos Beltrones, Bours, Coppel, Padrés, Pavlovich o Torres, por citar algunos.
Los ataques histéricos y la ola de información falsa o distorsionada que impulsa el prianismo encabezado por los expresidentes Fox y Calderón, en la que concurren la prensa chayotera, el empresariado ganón y apátrida, el ciudadano frívolo y corruptible que se convierte en cómplice gratuito de explotadores laborales o de líderes charros, confirman que la actual administración pisa callos, afecta intereses y despierta la furia de los léperos de siempre.
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