“Los inmigrantes no pueden escapar de su historia más de lo que uno puede escapar de su sombra” (Zadie Smith).
La migración es un fenómeno multifactorial que se asocia principalmente a la búsqueda de satisfacer necesidades básicas como empleo e ingreso, educación, seguridad y, en general, expectativas de progreso y bienestar. Lo que parece ser la tónica de la migración es el esfuerzo por resolver carencias.
Si bien es cierto que el fenómeno migratorio es acompañante de la humanidad, el crecimiento y desarrollo de las sociedades plantea cuadros de exclusión y marginación que se han acentuado extraordinariamente con las sociedades clasistas y, en particular, con la capitalista.
A las bondades del desarrollo económico y políticos de las sociedades se debe aparejar el desarrollo social, la capacidad de apoyo solidario que puedan ofrecer tanto sus ciudadanos como los sistemas de seguridad social de que dispongan.
Asimismo, influye la política de empleo y salarios que implemente el gobierno y la capacidad de absorción de fuerza de trabajo que tengan y puedan desarrollar sus unidades productivas son causas determinantes de la migración, sea interna o externa.
Muchos casos son referidos a estudiantes que al no encontrar las opciones deseadas salen de sus lugares de origen y emprenden la búsqueda de titulaciones en el exterior, aunque no es raro que una vez concluidos sus estudios se queden a trabajar y, eventualmente, formen una familia.
Lo que cabe resaltar es que la migración que recientemente ha despertado la atención de nuestra sociedad es aquella consecuencia de conflictos, sea por violencia criminal, por razones políticas, raciales, militares y mecanismos internos de segregación y exclusión social.
En este contexto, actualmente se observan en las calles de nuestra ciudad grupos de personas cuyas características físicas recuerdan a los pueblos nativos de África, lo cual ha despertado curiosidad y preocupación.
La política migratoria de EEUU ha obligado a otros países a replantear sus propias normas de acceso, tránsito y permanencia de los extranjeros, siempre de acuerdo a sus intereses geoestratégicos y escasamente en la dimensión de las necesidades humanas implícitas en el fenómeno migratorio.
Algunos estudiosos sugieren que las oleadas de migrantes de sur a norte obedecen a una especie de plan concebido para desestabilizar a determinados países de tránsito forzoso en favor del control de la potencia del norte sobre decisiones que debieran corresponder exclusivamente a otras naciones soberanas.
La idea objetivamente sustentada pero siempre incómoda de que nuestra nación es el traspatio de los gringos, lleva de la mano a pensar que las causas de la expulsión de ciudadanos sólo pueden encontrarse en la visión económica que se sostiene en la mercantilización de la vida cotidiana, y que el flujo itinerante de la fuerza de trabajo debe ajustarse a las expectativas de empleo que ofrecen, o dejan de hacerlo, las potencias económicas centrales.
Las razones económicas finalmente se traducen en decisiones políticas y aparejadas a éstas van las de carácter militar, bajo el pretexto del combate al narcotráfico, el terrorismo, a la posibilidad de que llegue un gobierno comunista o, simplemente, que abandere una especie de disrupción política con olor a soberanía nacional que moleste a los vecinos del norte.
Al parecer, en todas las posibles explicaciones de la migración, resulta políticamente incorrecto poner el dedo en la esencia misma del problema cuya base, al igual que otros fenómenos sociales, se encuentra en el sistema de producción y distribución del producto social generado.
Así pues, la lucha por la sobrevivencia de muchos se pone frente a la lucha por mantener las condiciones de explotación de los recursos naturales, humanos y culturales de otras naciones y, al interior de éstas, la permanencia de grupos o sectores que por inercia o por medios violentos se sienten llamados a tener el control y los beneficios de la depredación colonial.
Por último, es necesario decir que las causas de los problemas están en el sistema económico y sus mecanismos políticos de permanencia y dominación. Aquí resulta apropiado recordar la frase de que “sólo el pueblo puede salvar al pueblo”, independientemente de que, según la experiencia histórica, tendremos que lidiar con los embates injerencistas del norte, siempre apegado a la nefasta doctrina Monroe, en la que el intervencionismo y el genocidio se visten de acción democrática y colaborativa. Así son ellos, pero nosotros no somos iguales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario