viernes, 22 de diciembre de 2023

ESTAS NAVIDADES...

“No camines delante de mí, puede que no te siga. No camines detrás de mí, puede que no sea un guía. Sólo camina a mi lado y sé mi amigo” (Albert Camus).

 

En Belén, ciudad palestina enclavada en los montes de Judea, en el centro de Cisjordania, estas navidades se recordarán en medio del estruendo de los bombardeos que orquesta Israel contra la población palestina, como una roja y desangelada sinfonía de odio, crueldad y un baño de sangre inocente.

Los villancicos podrán sonar alegres en los oídos de los gobiernos occidentales, de los pueblos cercados por la prensa que sólo mira para un lado e ignora el resto del panorama informativo mundial. Sonarán como un remedo de alegría conmemorativa ligada a Jesús, al contexto festivo de la redención, y de los excesos persecutorios de la Roma imperial y del sadismo cómplice de los gobiernos lacayos del imperio.

Cisjordania y Gaza, Palestina toda, se inmola en el altar de la estupidez ante los ojos del mundo cristiano y la displicencia sebosa de los administradores internacionales de la verdad, la paz y la justicia, de los dueños de la democracia, las libertades y sus dogmas políticos.

Estas navidades señalan la ruta perdida de la humanidad y el punto en el que el horror y la vergüenza dejaron de ser un atributo de la sensibilidad humana, para transformarse en la cínica parodia que habla de paz cuando patrocina, alienta y dirige la guerra e insiste en el derecho de un pueblo a masacrar a otro.

Es casi imposible referirse a Estados Unidos sin experimentar un agrio sabor de boca, sin sentir que las palabras son insuficientes para describir tan enorme cúmulo de hipocresía y demencia criminal acumulada en el discurso que vertebra las acciones y propósitos de un gobierno que, históricamente, ha sido tan engañoso y traidor como autocomplaciente.

Queda claro que la OTAN puede calificarse sin temor a equivocación como una organización delictuosa, brazo armado de los intereses de Washington; que la ONU y la Unión Europea son simples figuras decorativas cuando no cómplices de las maniobras de dominación geopolítica de los vecinos del norte; que la cultura del desperdicio y el abuso viene del norte, que el mundo se seguirá disolviendo en ácido de la unipolaridad mientras no se le ponga un alto.

Estas navidades recuerdan la diferencia entre el discurso de libertad, paz y armonía y la realidad que se construye en los conciliábulos del poder económico, en las altas esferas internacionales donde se dictan las reglas de comportamiento políticamente correcto y, en lo social, lo que se debe entender por inclusión, diversidad, tolerancia y respeto entre los pueblos y las personas.

Las ideas y costumbres, la cultura y la identidad pasan por el filtro de occidente, se maquillan, parchan, recortan y reformatean de acuerdo a un modelo seguramente estandarizado por la maquinaria que produce, distribuye y supervisa la moral de éste y otros traspatios. Es claro que la identidad y la cultura nacional estorban la labor educativa de las transnacionales, en su búsqueda de conciencias flojitas y cooperando.

En aras de fortalecer la autoestima y la noción de humanidad, echemos mano de nuestras tradiciones, de la forma y el contenido de los villancicos, del encanto esperanzador de las posadas, de las delicias de la gastronomía hecha en casa, de la idea que tenemos heredada de nosotros mismos como pueblo latinoamericano.

En estas navidades recuperemos lo que nos queda de infancia, de la ilusión de vivir en un mundo donde se construye la paz por nuestras propias manos, sin manoseos extranjeros, sin la viciosa comodidad de asumir como propio lo importado, con el orgullo de ser mexicanos capaces de sembrar un futuro que podremos cosechar fraternalmente.

Veamos y evaluemos el presente con la conciencia de que con trabajo y buena voluntad podemos construir un mundo mejor y que, al oponernos a la violencia y la inestabilidad política y social que irradia el norte global, nos definimos como contrarios al imperialismo y a favor de un mundo multipolar, respetuoso de la diversidad de identidades y culturas, incluyente y solidario.

En estas navidades, recordemos y apoyemos a Palestina, solidaricémonos con su dolor; asimismo, abracemos a la familia, saludemos cordialmente a nuestros amigos y vecinos y recuperemos el sentido de la humanidad y la fraternidad, con hechos, sin palabras vacías, sin máscaras, sin recurrir a las patrañas que distribuye la prensa occidental, Hollywood o las series de televisión con los estereotipos de temporada. Seamos nosotros, sin más pretensiones que la autenticidad. ¡Felices fiestas!


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