viernes, 22 de julio de 2022

Respire, está usted vivo

 

“La tentación de América es creer que la política exterior es una subdivisión de la psiquiatría” (Henry Kissinger).

 

La prensa informa que el presidente Biden experimenta moqueo, fatiga y tos seca ocasional debido a que pescó, o fue pescado, por el virus de moda, aunque con síntomas leves. Se aclara que cuenta con el esquema de vacunación completo y dos refuerzos.

Algunos dirán que lo leve de los síntomas se debe a que fue vacunado, que por su edad el bicho podría haber resultado fatal a las primeras de cambio, pero que gracias a la vacuna ahí lo tienen, vivito y coleando, o casi.

Otros defenderán la idea de que, siendo quien es, seguro tiene pacto cuando no control de las fuerzas más oscuras del planeta y que los laboratorios que tienen en Ucrania, Asia y África con fines tóxicos, dan para producir algún tipo de antídoto que guarde las apariencias ante el mundo consumidor de noticias creativas.

En estos momentos, la humanidad suda frío por los estertores del mundo unipolar, las amenazas de hambrunas, la emergencia de nuevos virus o variantes, el ruido de las armas que por millones fluyen hacia Ucrania, en aras de lograr la “paz” al estilo de las películas gringas con héroes y villanos designados según las necesidades dramáticas del guion. Lo que sea más rentable.

En el mundo real tenemos muchos países que no pueden ejercer su soberanía y diseñar su futuro porque chocan con los planes de otros que maquillan su intervencionismo y pujos hegemónicos con plastas de humanitarismo cosmético que les permite apoderarse de los recursos naturales de los menos fuertes.

Tenemos países coloniales y belicosos en pleno siglo XXI, pero pasan por ser naciones con gobiernos atentos a los derechos humanos, según su propia conveniencia y prioridades.

Asimismo, en muchos países hay hordas “progresistas” que no dudan en levantar las banderas de la cursilería y el mal gusto dejando de lado lo humanamente importante y tomando como justas y transformadoras las causas más frívolas e individualistas, que finalmente están al servicio del sistema mundial de explotación y manipulación.   

La lucha de clases pasa a ser sustituida por la lucha de sexos, acompañada de palabras y frases colmadas de trivialidad acomodaticia a los niveles más elementales de conciencia social, capaces de suponer que la inclusión es un problema semántico, desligado del sistema económico y los mecanismos de distribución del ingreso.

En este desbarajuste para nada gratuito o casual, la inflación azota la cara de los negocios y los usuarios, lo que hace que los siempre dispuestos agoreros del fracaso declaren la muerte anticipada de la política económica nacional, algo así como meterle serrucho a la rama del árbol en que se está sentado.

 Hay quienes prefieren rasgarse las vestiduras ante cualquier medida que huela a nacionalismo y, sin conocer los detalles, apoyan las posibles sanciones a México por supuestas violaciones al T-MEC, mamotreto que pasa por tratado comercial entre nosotros y el norte que resulta una paradoja por la asimetría económica de quienes lo suscriben.

Tenemos, entre las clases jodidas, gringos honorarios atentos a lo deseos del Tío Sam, algo parecido a la babeante actitud que se observa en Canadá, mientras que siguen sin enterarse del significado de la “globalización” ni quiénes son sus beneficiarios.

Lo que tampoco se entiende es que México es un país libre y soberano, con pleno derecho a establecer sus políticas y prioridades de acuerdo al interés nacional, que las aspiraciones del control global de nuestros vecinos sobre tierras, aguas, materiales, productos y demás encaja en una ideología supremacista y, en esencia, antidemocrática e intervencionista, totalmente alejada del derecho internacional.

Resulta absurdo pensar que un país que tiene instaladas en 253 bases militares con alrededor de 173 mil soldados fuera de sus fronteras (datos de Revista de Ciencias de la Gestión de Conflictos y la Paz, 2020) sea realmente pacifista y respetuoso del derecho de los demás. Pero, a pesar de las evidencias, algunos asocian a los vecinos con el concepto desgastado por el abuso político de “democracia”.

Basta una ligera revisión de la historia mundial para saber que a golpe de dinero, armas y amenazas los vecinos del norte han colonizado y sometido a otros; por ejemplo, Europa que actúa como obediente lacayo de EU, Asia con el vergonzoso caso de Japón y muchos países de América, donde destaca Colombia, con ocho bases militares gringas que “combaten al narcotráfico” mientras sigue siendo uno de los grandes productores de droga.

En fin, mientras el planeta sigue girando en su órbita, el presidente Biden se hunde en un lago de sangre, oficialmente enfermo, contagiado por los hechos y la narrativa viral y política de un país intervencionista y genocida, política, moral y socialmente culpable.

En estas condiciones, no tenemos por qué atar (como ha ocurrido en el pasado) nuestro destino y recursos a las expectativas de otra soberanía. La vecindad no debe suponer algo más de respetuosa cooperación por la vía de un acuerdo de voluntades, sin imposiciones ni chantajes. 

En cualquier caso, el consejo para nosotros y el resto del mundo es simple: hay que conservar la sana distancia, usar cubrebocas y lavarse las manos con frecuencia, y no sudar calenturas ajenas. Mientras tanto… respire, está usted vivo.


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