domingo, 31 de julio de 2022

Estacionamiento fifí

 “De una ciudad no disfrutas las siete o setenta y siete maravillas, sino la respuesta que da a una pregunta tuya” (Italo Calvino).

 

La destrucción de áreas verdes para ser pavimentadas y pobladas de edificaciones con aires de grandeza, ocasiona que los espacios para que el cliente ponga a pastar a su carro mientras le hace el día al locatario en turno, tiene su expresión más evidente en el costo del estacionamiento.

Desde hace días circula con tonos airados la revelación del momento: la superficie para los vehículos de la clientela es, en sí, un negocio redondo, o cuadrado si se prefiere.

Pagar de entrada 45 revaluados pesos por la primera hora y luego ir subiendo 10 pesos por las siguientes llega a ser una especie de visita al infierno, un golpe traidor a quienes con el sudor de su billetera o crédito alimentan al comercio organizado reunido en Galerías Mall.

Antes (palabra mágica que nos conecta con mejores tiempos) el cliente pagaba 15 pesos por las primeras cuatro horas y 5 por el resto. Como se ve, el presente no augura cosas buenas para el futuro del ciudadano que se estaciona en ciertos lugares que huelen a fifí, por más que sea el cliente quien los hace viables.

No falta quien lance una iniciativa que, en forma de llamado a la resistencia, seguramente moverá alguna que otra conciencia: no usar el estacionamiento y buscar otras opciones. Una especie de boicot ciudadano contra el abuso. Usted dirá.

En otro asunto, vemos con preocupación el reciente préstamo con vencimiento a 12 meses que hace el Ayuntamiento de Hermosillo al organismo operador del agua potable, famoso por su escasa eficiencia recaudatoria.

Son 140 millones de pesos que no son pocos cuando el municipio se encuentra en una situación financieramente precaria, con problemas de diversa índole entre los que destacan los reclamos importantes por parte de sus trabajadores jubilados que se sienten burlados y traicionados por su dirigente sindical, que han reclamado prestaciones que antes recibían y de las que fueron abruptamente privados.

Aquí las autoridades han preferido lanzarse al litigio con la esperanza de que los afectados se cansen o se mueran, antes de reconocer sus derechos adquiridos.

Mientras los jubilados batallan política y legalmente con el ayuntamiento del Prian y las calles lucen los efectos de una mala pavimentación, fugas interminables, hoyancos traga-carros a veces infranqueables para peatones y ciclistas, algunos regidores se manifiestan inconformes con el préstamo concedido a Agua de Hermosillo porque no se les informó previamente de dicha operación crediticia. ¿La transparencia es tal que ni se ve?

Y hablando de asuntos pendientes, los padres de familia de la Leona Vicario se preguntan qué va a pasar con su escuela, si la van a rehabilitar o, de plano, serán expulsados de su histórico edificio para dar paso a una “modernidad” cuestionable y sospechosa.

Siguiendo el hilo de la información, no hace mucho hubo una aclaración por parte de la autoridad educativa estatal donde se daba seguridad de que el edificio se restauraría para seguir sirviendo a los fines educativos que han dado prestigio al histórico plantel. La ciudad espera, aunque por lo pronto el cumplimiento de la medida está en el aire.

En medio de todo esto, Sonora se encuentra en grave situación hídrica y las esperanzas de solución se encuentran puestas en algún eventual fenómeno meteorológico. Dan ataques de pánico cuando el futuro de la ciudad y el Estado dependen de algo que puede o no ocurrir.

Es obvio que debiera revisarse con lupa la forma en que se distribuye el agua, ¿por qué hay áreas privilegiadas y fraccionamientos de lujo que usan y abusan del agua de la que una mayoría carece?

¿Por qué se deja de lado la infraestructura hidráulica y solamente se interviene cuando alguna tubería revienta? ¿En qué parte de la planeación urbana se establecen medidas para evitar la inundación de ciertas áreas de la ciudad cuando eventualmente llueve?

¿Por qué se sigue vendiendo la imagen de la ciudad capital cuando son innegables los problemas de un crecimiento donde destaca no sólo la necesidad de precaristas urbanos sino el afán de lucro que algunos “desarrolladores” exhiben sin pudor y por encima de la sustentabilidad citadina?

Aquí la temperatura aumenta mientras la calidad de vida disminuye, en buena medida por la ausencia de áreas verdes, del uso irresponsable de los recursos, del afán de lucro y las trapacerías del llamado cártel inmobiliario.

El desbarajuste no estaría completo sin incluir la inseguridad pública, los fenómenos de la corrupción y el maridaje entre autoridades y delincuentes, el aumento (entre otros) del precio de la tortilla y, por ende, de los tacos. Para todos hay.

Por lo pronto, consolémonos con el cada vez más próximo fin de la canícula, terrible azote que pinta de cuerpo entero la vulnerabilidad de nuestra región y las amenazas de una ciudad que parece que ha crecido al ahí se va.


No hay comentarios:

Publicar un comentario