“Un derecho no es algo que alguien te da; es algo que nadie te puede quitar” (Ramsey Clark).
Algunos ya están haciendo cuentas alegres sobre el posible destino del edificio de la Escuela Leona Vicario, siendo que no hace mucho se aclaró que se trataba de la restauración del edificio y no necesariamente de un cambio de uso. Sin embargo, “la mula no era arisca”.
¿Qué caso tendría botar a los alumnos a otros planteles siendo que ya tienen el suyo? El caso de la emblemática escuela, tan especial por su edificación y parque anexo, sería equiparable con el de la Catedral o el Mercado Municipal, que requieren una manita de gato, quizá dos, pero que a nadie se le ha ocurrido vaciar el edificio para dedicarlo a museo y mandar de paseo a su feligresía, por un lado, o a su clientela, por otro.
Encaramarse en el pragmatismo aldeano de quitar y poner un museo en lo que ha sido un templo del saber donde se han formado muchas generaciones de estudiantes del nivel básico es por lo menos grosero, impensable para una autoridad que llega con el viento fresco de la IV Transformación a Sonora.
Pero, llevados por el optimismo y la esperanza de paz y justicia social, esperemos que la escuela recupere su edificio y sus funciones, bajo la protección de un gobierno sensible a las demandas de los padres de familia que actualmente sienten que “no los pelan” por los rumbos de la SEC y el Palacio de Gobierno que, por cierto, ocupan edificios vetustos pero que a nadie se le ocurriría botar al señor secretario y al gobernador, respectivamente, de la sede donde despachan para convertir el inmueble ¡en museo!
En otro asunto, siguen los jubilados del Ayuntamiento de Hermosillo en pie de lucha por su derecho a una jubilación digna y el respeto a los derechos adquiridos. Se les puede ver fuera del edificio municipal (que a nadie se le ha ocurrido convertir en museo) exhibiendo algunas pancartas con sus reclamos.
Los comentarios son claros y contundentes: fueron traicionados por su dirigente sindical al firmar un convenio que los excluía de los beneficios de que antes gozaban, y que todo cambió para ellos con esta administración encabezada por el señor Astiazarán.
Sucede que los cambios de gobierno o de las condiciones pactadas entre el sindicato y la administración municipal no borran los derechos adquiridos por los demandantes, que ya han ido a promover amparos, denuncias y recursos ante diversas autoridades e instancias.
Suena mal y se ve peor el panorama de los pensionados y jubilados en una sociedad en la que las autoridades optan por el litigio antes que respetar y reconocer los derechos que los trabajadores adquirieron durante toda su vida laboral.
Frente a este asalto a los derechos de los jubilados se levanta y manifiesta la solidaridad de otras organizaciones tanto sindicales como sociales, reclamando no sólo respeto sino justicia y reconocimiento.
La trivialización de valores y principios y su cambio por salidas pragmáticas y miopes hace que pronto un gobierno sufra el rechazo ciudadano. El caso es que no se puede tan fácilmente cambiar una cosa por otra, porque no es lo mismo una escuela llena de vida que un museo lleno de recuerdos, como tampoco lo es un derecho reconocido y vigente que una traición y un despojo.
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