“Todo en exceso se opone a la naturaleza” (Hipócrates).
Las autoridades sanitarias de Sonora,
por acuerdo del Consejo Estatal de Salud, recomiendan el uso del cubrebocas
en espacios cerrados y aquéllos donde la circulación del aire sea limitada
y haya dificultad en guardar la sana distancia por el flujo de personas, como
es el caso del “transporte público y privado, comercios y/o actividades
esenciales con atención al público, automóviles de servicio de transportación
privada y en lugares cerrados con poca circulación del aire” (Proyecto Puente,
05.05.2020).
Lo anterior llama la atención si
recordamos lo que en repetidas ocasiones ha señalado el doctor Hugo
López-Gatell, subsecretario de prevención y promoción de la salud de la
Secretaría de Salud: “Las mascarillas o cubrebocas dan una falsa sensación de
seguridad. Hay otras formas de infectarse, por ejemplo, al tocarse la cara. El
llamado es a no desperdiciar utilizándolas de forma innecesaria como mecanismo
de protección que no tiene una fuerte evidencia científica” (Expansión
política, 09.04.2020).
Por otra parte, el citado funcionario
aclaró que el gobierno no se opone al uso del cubrebocas, enfatizando que su
uso “puede ayudar a disminuir la transmisión, pero en particular de personas
que ya tienen los síntomas, hacia otros” (El Universal, 29.04.20209).
Lo anterior pone en evidencia que el uso
del cubrebocas no necesariamente evita la propagación del virus, es decir, no
se debe considerar como un sustituto eficaz de la sana distancia y las demás
recomendaciones que se han hecho hasta la fecha, sino como un complemento útil en
determinadas condiciones.
Como vemos, la recomendación de su uso
va en el sentido de que deben usarlos las personas con síntomas de la
enfermedad, así como quienes atienden al púbico en locales de servicios
alimenticios, bancarios, de transporte, entre otros esenciales, por la razón
que lo hacen los médicos y demás personal de salud en cualquier consulta
normal, esto es, para no contaminar al paciente y, visto en forma general, a
los usuarios de los servicios al público, no tanto para protegerse a sí mismos,
bajo el supuesto de que una persona diagnosticada enferma no va a estar en la
vía pública sino en resguardo hospitalario o domiciliario.
A pesar de que el día martes 5 se dio a
conocer el acuerdo del Consejo Estatal de Salud, desde el mes pasado se han
presentado quejas de abusos de autoridad entre el gremio de los choferes tanto
de taxis como de Uber, que pintan la epidemia como una ventana de oportunidades
para establecer reglas no oficiales de acción en aras de aplicar multas.
Lo anterior permite afirmar que en
Hermosillo se han emitido recomendaciones, por tanto de observancia voluntaria,
pero tomadas como si fueran materia de faltas administrativas que deben perseguirse
y sancionarse mediante multas u otros mecanismos de coacción, desde antes de
que hubiera pronunciamiento alguno por parte del citado consejo, y sin que
exista a la fecha decreto por parte de autoridad competente en ese sentido.
Sin embargo, aquí cabe preguntar ¿qué
sentido tiene usar cubrebocas dentro del taxi o el Uber si el conductor lo usa,
además de acatar las medidas de higiene de su unidad? Si el microbio no flota
en el aire porque va en el contenido de las gotas de saliva o el estornudo, y cae
al suelo por gravedad, ¿por qué dar la idea de que puede permanecer suspendido en
el ambiente en espera de atacar un pulmón? ¿No cree que basta con un buen aseo
de manos después de que toquemos alguna superficie?
En las reuniones del Consejo Estatal de
Salud ¿por qué usan cubrebocas los funcionarios que asisten? Si alguno sospecha
que está enfermo ¿por qué se presenta a las reuniones? ¿Es importante por ser
políticamente correcto acudir a las juntas con esta nueva prenda que hace las
veces de uniforme de algún tipo novedoso de equipo? ¿Cuál es su utilidad, más
allá de permitir salir en la foto como un grupo que comparte los mitos y neurosis
propios de la temporada?
Debe revisarse con cuidado la imposición
de medidas que pueden sonar como necesarias pero que violentan los derechos que
la ley reconoce, más si se hostiga al prestador de servicios y a los usuarios
mediante multas y advertencias que suenan como amenazas propias de un régimen autoritario.
El propio gobierno federal ha rechazado y juzgado innecesaria e inútil cualquier
medida de fuerza en esta etapa de la epidemia, porque el respeto a las leyes y las
disposiciones de la autoridad no deben convertirse en garrote contra el
ciudadano.
Por lo pronto, las autoridades se han
enfrascado en una curiosa operación de imagen que reclama el aplauso de la
sociedad por lo bien que lo están haciendo, ya que gracias a las acciones
emprendidas por Salud, bajo la cercana vigilancia y guía de la gobernadora,
Sonora ha logrado aplanar la curva de contagios (El Reportero, 05.05.2020).
Así pues, debidamente enmascarados se
reúnen para hablar, proponer y acordar lo que, sin duda, significará una
importante derrama económica en beneficio de los comercializadores de los
cubrebocas y alentará la creación de novedosos y bonitos modelos para el ávido
consumidor.
Mientras las autoridades salvan a la
humanidad sonorense con versiones nopaleras de lo que se dispone en las
instancias federales de salud, no está de más insistir en que la sana distancia
y el aislamiento social voluntario son lo mejor que podemos hacer, además de
lavarnos las manos con frecuencia, en estos tiempos de histeria general y de
propagación de mitos y mitotes en torno al microbio de moda.
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