sábado, 7 de marzo de 2020

Las luchas de enfrente



“Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz” (Benito Juárez).

En el México convulso de hoy cabe la frase aquella de que “a río revuelto, ganancia de pescadores”, porque cuando la sociedad se mueve no falta el edificio que se resquebraje y la pared que se raje, como lo estamos viendo tras el triunfo de López Obrador.

Desde luego podemos estar a favor, o en contra, del nuevo estilo y prioridades del gobierno, sin que la situación nacional excluya a unos u otros en la búsqueda de soluciones a los grandes problemas que se agudizaron escandalosamente durante los gobiernos definidos como neoliberales a confesión de parte y con acuse de pruebas.

Podemos apoyar, o no, las nuevas formas de conducir la cosa pública y la relación del gobierno con las fuerzas ciudadanas que organizadas o no se expresan en el territorio nacional, pero no podemos estar al margen de lo que ocurre. La indiferencia, la indolencia y el rechazo a las nuevas y viejas realidades del país es impensable.

En cualquier caso, apoyadores y detractores del nuevo gobierno, debemos estar conscientes de que lo nuevo se construye sobre lo viejo, cambiando sus formas y añadiendo nuevo contenido a sus estructuras y discursos. Dicho en otras palabras, no podemos partir de cero porque ningún efecto carece de causa: si estamos mal es por lo que se dejó crecer, en este caso hablamos de la inseguridad pública.

Comentando con algunas personas cercanas sobre las denuncias de acoso laboral y escolar que se dan en contra de mujeres, me dicen que antes de los años 90 no recuerdan haber sabido o sufrido situaciones de esta naturaleza, y que la relación con los hombres en el entorno laboral y social era normalmente respetuosa.

En plática con una antigua alumna de enfermería en los años 70, me dice que los muchachos de las escuelas cercanas las protegían (no sabe de qué) y evitaban decir palabrotas delante de ellas y que jamás sintieron sus compañeras y ella ningún tipo de amenaza. Por mi parte, recuerdo que hacíamos lo mismo con nuestras compañeras de la Escuela de Economía. La enfermera de referencia dice que el fenómeno del acoso lo empezó a advertir de los años 90 en adelante.

Curiosamente, la década de los 90 se caracteriza por la renuncia del Estado a cuestiones fundamentales para la estabilidad y el progreso nacional, empezando por la defensa de la soberanía, la rectoría económica y el impulso a la educación y la seguridad social, entre otros importantes aspectos que afectan a la estabilidad en el empleo y el ingreso de las familias.

La reducción del Estado y la ampliación del Mercado afecta la vida nacional porque crea una situación de indefensión económica y social en grandes capas de la población que son las que sostienen el aparato productivo nacional funcionando. Los topes salariales y la privatización de las pensiones son dos aspectos esenciales para entender la marginación social de las familias trabajadoras.

La inseguridad o precariedad económica trae consigo la inseguridad pública porque una es consecuencia de la otra, y ésta genera una nueva mentalidad que desprecia la vida y vacía de contenido a la familia, y borra de un plumazo el respeto a los mayores, a las mujeres, a los menores, porque cada crisis económica tiene como respuesta una crisis de valores, una reacción de carácter psico-social que busca un nuevo acomodo de las individualidades en este nuevo contexto donde el hedonismo y la inmediatez mandan y el humanismo estorba.

El discurso dominante enraizado en la trivialidad neoliberal borra, o trata de hacerlo, las evidencias del daño ocasionado por el sistema y se disfraza de progresismo mientras trabaja para frustra todo intento de cambio, como es el caso de la oposición a las iniciativas sociales y políticas de López Obrador y el reciente mimetismo feminista de la derecha prianista.

Así, pues, las conductas de acoso en el medio estudiantil y laboral surgieron y se recrudecieron en el curso de la década de los 90 y siguientes, sin querer decir que antes no se daban casos esporádicos, aunque, en general, la mentalidad colectiva tendía a garantizar una vida libre de violencia a las mujeres, asunto que en la actualidad debe rescatarse.

López Obrador señala que el neoliberalismo es causa de la inseguridad y el ambiente hostil que sufren las mujeres y los jóvenes, porque es un ambiente deshumanizado que convierte en cosas a las personas, objetos de quitar y poner desprovistos de su calidad humana por el sistema que nos convierte en ciudadanos desechables.

No estaría de más reflexionar acerca de estos asuntos y dar voz a quienes el sistema neoliberal había declarado mudos. Recuerde usted que hubo un presidente que declaró que a los ciudadanos en protesta “ni los veo ni los oigo”. El presidente que tenemos actualmente ve y oye, y esas son las luchas de enfrente que no debemos ignorar, y apoyar todo esfuerzo por recuperar la seguridad pública y la dignidad ciudadana.

Las luchas de enfrente son las de los hombres y mujeres que van en busca de un mejor futuro, contra los delincuentes de cuello blanco y los criminales defensores del viejo sistema. Humanicémonos.

        



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