domingo, 24 de septiembre de 2023

ALGUNAS CUESTIONES URBANAS

 “Cuando los recuerdos se desvanecen, ¿puede uno volver a casa realmente?” (Floyd Skloot).

 

Ya se aprecian ligeros cambios en la temperatura de nuestra querida ciudad capital de Sonora, el agua no quema desde temprano y da un cierto margen de maniobra para bañistas y otros usuarios; el aire es más respirable y los casos de golpe de calor y deshidratación empiezan a entrar en temporada baja.

El clima influye en la forma en que vemos la vida, cómo nos sentimos y expresamos, porque no es lo mismo una mala racha con baja temperatura que lo mismo chorreando sudor y con la ropa pegada al espinazo.


En nuestras arideces se forja tanto la memoria colectiva como el cáncer de piel, la utilidad de la melanina como el bloqueador solar, pero, a pesar de ello, la conciencia del valor del agua parece habitar un mundo paralelo al que somos impermeables, tanto como las áreas pavimentadas que sustituyen a las arboladas, en un criterio que nada tiene que ver con la realidad en la que vivimos y morimos.

Aquí se destruyen áreas verdes y se desvían cauces de ríos por razones de “desarrollo inmobiliario”, se usa y abusa del agua “para atraer inversiones que crearán empleos”, volteando para otro lado ante los avisos de riesgo y estrés hídrico como si las mejores fuentes de empleo fueran las que requieren cantidades masivas de agua, pasando por encima del derecho humano al líquido.

Se promueven inversiones mineras, cerveceras, refresqueras, industriales de diverso tipo, incluyendo los puestos de lavado de autos, donde los chorros a presión generan charcos que fluyen a la calle y las alcantarillas.  

Se publicitan fraccionamientos y desarrollos verticales u horizontales con lago artificial y agua inagotable, para que usted pueda abrir el grifo y dejar correr el líquido mientras decide qué hacer, imaginando que es gringo en pleno ejercicio de su derecho al desperdicio, tal como muestran las películas y series de televisión.

Considerando lo anterior, ¿qué tanto sabemos y entendemos de nuestro entorno? ¿Qué tan preparados estamos para sobrevivir a la serie de fenómenos que los periódicos y revistas acreditan al calentamiento global? ¿Las energías limpias lo son en realidad? ¿En serio la humanidad puede mover su industria sin combustibles fósiles? Pregunta radical: ¿Habría árboles y demás vegetación sin CO2?

En otro asunto, se observa con más frecuencia el uso del teléfono celular reputado como inteligente como si fuera un radio, es decir, activando el altavoz. La ventaja es que funciona lejos de la cara del usuario, pero la desventaja es que cualquiera puede enterarse de la conversación, y hacerse una idea de cuán trivial, hueco, vulgar e intrascendente puede ser un diálogo, además del mal gusto de interrumpir otras conversaciones vecinas.

Lo cierto es que la tecnología se convierte en medio de expresión de la enanez intelectual de quien la usa, de la ridícula exposición de sus miserias, y sirve para magnificar y dejar expuesta la sórdida propensión al ridículo que alienta el dispositivo electrónico cuya capacidad rebasa por mucho no sólo el pudor y la discreción, sino la autoestima del feliz poseedor.

Pero, hablando de cosas esperanzadoras en la capital de Sonora, parece que el Mercado Municipal No. 1, corazón comercial tradicional de Hermosillo, será sometido a una rehabilitación largamente postergada, la cual durará algunos meses, quizá un año.

Es de esperar que el arranque de las obras sea pronto y que no quede como un buen deseo, generador de frustraciones y encabronamientos.

Lo anterior recuerda la supuesta rehabilitación de la Escuela Leona Vicario, que solamente se desocupó y dejó para que la gente se olvidara de ella. Me parece que el abandono de este plantel educativo de larga memoria regional es una mentada de madre a los habitantes de la ciudad y, sobre todo, a las familias afectadas.

El edificio de la escuela debe volver a su uso original, sin chapuzas inmobiliarias de tufo “modernista”, respetando tanto su historia como su derecho a seguir siendo la escuela de muchos ciudadanos con derecho a recordar y celebrar sus raíces formativas.

¿Qué se estará pensado el gobierno del Estado, la secretaría correspondiente, y la ciudad de Hermosillo? Echar tierra sobre la memoria de muchos ciudadanos no es lo que se espera del actual gobierno, tampoco se espera que, de repente, la Leona Vicario se nos devuelva en forma de museo, de plaza comercial privada, de restaurante o estacionamiento público.

El rescate de edificios venerables no significa su muerte y transformación en simples fachadas. Son historia viva, parte palpitante de nuestro pasado y destino. En otras palabras, no son ni deben ser objeto de manoseos especulativos o mecanismos de lucimiento personal. Se espera que haya respeto y seriedad. Pero el tiempo corre…

Por último, en serio, ¿tiene sentido que la oposición prianista-claudioequisista siga haciendo el ridículo en donde quiera que esté?  



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