sábado, 12 de noviembre de 2022

El truco de las encuestas

 “Las encuestas son como las morcillas: muy sabrosas hasta que uno sabe cómo las hacen” (Álvaro Gómez Hurtado).

 

Ahora está de moda la aplicación de encuestas para medir el grado de aprobación, o no, de una medida o de una propuesta en busca de legitimación democrática. Nótese que digo democrática evadiendo la palabra popular, por aquello de que el agudo y crítico lector no lo relacione con el populismo, feo espantajo ideológico que concita odios y agruras fatales entre las personas que se consideran de bien.

Una encuesta sirve para sondear la opinión de quienes la contesten acerca de algo o alguien, y dependiendo del resultado desprender alguna acción con posibles repercusiones políticas, legales o lo que se les dé la gana.

Con base en ellas, alguien puede sentirse respaldado en sus afirmaciones, posturas y acciones, de cara al público que puede ser de consumidores, de electores, de aficionados a los toros o a las películas de terror, porque no es lo mismo (por ejemplo) decir “yo creo que la reforma del INE es necesaria”, que declarar “según la encuesta de opinión, el 90 por ciento de los encuestados considera que la reforma del INE es necesaria”.

Sin embargo, la aparente transparencia en la consulta pública puede ser engañosa e, incluso, ocultar una manipulación de la opinión con fines políticos.

Pongamos por caso que se lanza una encuesta donde la pregunta sea: “las marchas en contra de la reforma electoral de AMLO del próximo domingo tienen como objetivo”, y las alternativas a elegir sean: a) fortalecer al INE, y b) debilitarlo (Expreso, 10/11/2022).

De entrada, la pregunta puede ser todo lo legítima que quiera, pero la bronca está en las respuestas que propone, porque así formuladas pueden conducir al votante a un error de interpretación, ya que no corresponden necesariamente a la pregunta formulada sino a la intención de quien la formula. Pero, como dijo Jack el destripador, vamos por partes.

Las alternativas propuestas implican una valoración, una intencionalidad política que atañe a las consecuencias de la reforma, no al propósito de las marchas. Si las alternativas a votar fueran, por ejemplo: a) impedir los cambios propuestos, b) apoyar el funcionamiento del actual sistema electoral, la cosa cambiaría y se respondería mejor a la pregunta formulada.

Así pues, el resultado de la encuesta así planteada puede forzar una opinión que posiblemente el que la emite no esté del todo consciente de lo que apoyó o rechazó al contestarla.

De hecho, es posible que la mayoría se incline por la opción de fortalecer al INE, pero no tendría sentido si la idea del fortalecimiento no fuera consistente con el propósito de sanear y dar credibilidad e imparcialidad al órgano electoral, evitando corruptelas, sesgos partidistas y dispendio a manos llenas, tal como se ha visto en los últimos años, porque nadie apoyaría conscientemente que el INE siga siendo un reducto de la partidocracia y de gente con mega sueldos y prestaciones extraordinarias.

El hecho de que los consejeros electorales reciban sueldos por arriba del asignado al presidente de la república, gracias a un amparo concedido por la inefable SCJN, debería llamar la atención de la gente que recibe de cinco a diez salarios mínimos y, desde luego, de quienes reciben de uno a cinco mini salarios mensuales.

Curiosamente tenemos precaristas laborales y capas medias (seguidoras de Brozo y Latinus) que apoyan el robo a la nación y el engaño colectivo del sistema económico neoliberal por aquello de impedir “que seamos Venezuela, caer en garras del Castro-Chavismo, las maniobras económicas del gobierno chino y la conspiración comunista y atea, populista y mesiánica que promueve AMLO”.

Una encuesta bien formulada arroja resultados que pueden ser tomados como una tendencia de opinión y, en ese sentido, ayuda a orientar el rumbo de las decisiones sobre algo o alguien.

En otras palabras, una encuesta no puede no debe ser tomada como dogma de fe, sino como una guía para la toma de decisiones. Pero, si estamos en un mundo patas arriba, seguramente daremos por cierto e irrefutable lo que debiera ser un simple indicador, que puede ser confiable en la medida en que responda a ciertos requerimientos técnicos en su formulación, entre ellos la consistencia lógica interna y externa. La primera se refiere a que no existan contradicciones entre sus partes, y la segunda, que tenga que ver con el objeto que se analiza.

Así pues, una encuesta que se formula sesgadamente arrojará siempre resultados sesgados, y aquí es donde usted al responderla seguramente estará apoyando o rechazando algo de lo que no está necesariamente consciente y, dicho en términos claros, ya se lo llevaron al baile.

Lo que queda claro es que ahora la prensa tradicional (con sus honrosas excepciones) sirve para formular encuestas y operar acarreos entre sus lectores, ya que informar con objetividad no es negocio en una sociedad donde la ética y la honestidad no son virtudes ejemplares sino un estorbo oprobioso. Pero así estamos.


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