jueves, 17 de febrero de 2022

La salud se politiza

 

“En una mente desordenada, una buena salud es imposible” (Marcus Tullius).

 

Como usted sabe, desde que inició formalmente la pandemia y llegó a nuestro país y región han surgido como hongos los opinantes con cierto barniz de especialización en algo que tenga que ver, siquiera remotamente, con la salud y, en particular con la virología, la vigilancia farmacológica, ecología o la epidemiología.

De repente vemos con la gorra y camiseta de la sabiduría sanitaria a simples médicos, dentistas, abogados, editores de periódico y hasta políticos de cualquier ralea, que pontifican acerca de las medidas que habrían de tomarse para evitar el mal del siglo en forma de un microorganismo bastante capaz de contaminar las vidas y conciencias de pueblos enteros.

La ciencia aún está boca abierta esperando qué decir de manera creíble acerca del fenómeno viral que ha lanzado al estrellato la prensa ansiosa de lectores y clientes de publicidad. Abundan las notas que repiten hasta del hartazgo los males directos o indirectos de la pandemia, las muertes y hospitalizaciones y, ya para no dejar, las calamidades que seguramente vendrán como consecuencia de las variantes y nuevas cepas del bicho que emergen como por encanto.

Y no hay que olvidar las nuevas y terribles posibles complicaciones en enfermedades ya conocidas que se ven potenciadas por el virus que aprovecha las vulnerabilidades y saca raja de cualquier sistema inmunológico deprimido, sembrando su semilla de enfermedad y muerte.

En estos tiempos, los vecinos, amigos y familiares son personas de interés para la vigilancia epidemiológica cuando de rastrear se trata los contactos permanentes o eventuales del sujeto sospechoso de infección. De esta manera, la lente de aumento de la opinión pública se enfoca hacia quienes no se han protegido contra el mal, o contra sus consecuencias deveras según se dice, y de pinchazo en pinchazo se escribe la nueva narrativa de estos tiempos, mientras que el bicho sigue su camino tan tranquilo como si nada ocurriera en el mundo de la farmacología.

En este contexto tan estrambótico como rocambolesco los diputados del PRI estatal reclaman la urgencia de vacunar a los menores de entre 5 y 14 años, porque son tan mexicanos como los mayores y hay que protegerlos ahora que van de regreso a las clases presenciales.

Sin embargo, se sabe que los menores de edad (niños y adolescentes) tienen muy pocas posibilidades de enfermar dado el natural buen estado de su sistema inmunológico, es decir, los chicos tienen buenas defensas y no requieren de precauciones más allá de las normales cuando se trata de afecciones virales.

¿Cuál es el interés del PRI (en algunas otras latitudes es el PAN agarrado de la mano de su mascota el PRD), cuando promueve en el foro del Congreso del Estado una medida que corresponde a las autoridades de salud?

¿Qué pretende este partido y sus satélites parlamentarios cuando impulsa estatal y nacionalmente campañas o iniciativas que corresponden a otras entidades legalmente responsables y debidamente capacitadas para abordar los problemas de la salud pública?

Se entiende que la oposición al gobierno de Morena, encabezado por López Obrador en el nivel nacional y Alfonso Durazo en el local, quiera algo de oxígeno cuando se ve herida de muerte por la toma de conciencia de la sociedad que finalmente optó por el cambio, y que cualquier pretexto es bueno para hacer ruido y aparentar preocupación por la población que no hace mucho solamente era tomada en cuenta para verle la cara de tonteja y seguirla robando y manipulando, pero ¿llegar hasta este punto?

En serio, llama la atención la clase de políticos que tenemos y la poca inteligencia que manifiestan, pero al mismo tiempo, maravilla el oportunismo de quienes promueven el terror y la desinformación incentivando el miedo a los contagios y la necesidad de dar palos de ciego ante un bicho de cuyas características y alcances nadie está aun completamente informado.

Parece que para nada importan las advertencias de los daños colaterales de una substancia experimental que no en todos los casos resulta recomendable, porque mucho depende de las condiciones particulares de quienes la reciban, además de la certidumbre de que los menores no son tan susceptibles de enfermar en la misma proporción y consecuencias que los mayores.

¿Los priistas han sido contagiados por el mismo furor epidemiológico oportunista que sus homólogos del PAN? ¿La desesperación hace que recurran al ridículo expediente del protagonismo alarmista de la derecha pitufa? Triste papel.

 

 


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