lunes, 22 de febrero de 2021

Los daños colaterales

 

“Si quieres estar sano, lávate con frecuencia las manos” (Máxima de la Escuela Salernitana).

 La mayoría de nuestros conciudadanos están empeñados en agarrarse a veinte uñas del pedazo de normalidad que tienen más próximo y tratan de vivir de acuerdo con las necesidades y condiciones del medio donde les ha tocado pasar la pandemia.

Salir a la calle ahora resulta una especie de deporte de alto riesgo cuando no una experiencia obligada por razones de subsistencia, exigencia laboral o producto de una intención específica: acudir a una cita médica, proveer alimentos y otros productos vitales, ir al cajero automático a rascar el ahorro, hacer un pago, entre otros. En estos días el aislamiento voluntario es importante. 

Muchos están viendo su vida social arruinada, o al menos reducida a niveles alarmantes, teniendo que depender de las benditas redes sociales para dar muestras de vigencia ante conocidos, amigos, parientes y contactos eventuales, con lo que el acceso al Internet se debe considerar una necesidad y un derecho social prioritario.

La epidemia ha abierto una justificación muy razonable para quienes disfrutan más de la soledad, el escaso contacto social y la sana distancia como una forma de preservar el espacio personal tanto por razones convicción como de higiene y salud.

Hoy parecen lejanos los días de verse obligado a estrechar cualquier mano, dar y recibir abrazos, besos, intercambiar secreciones en el marco de la proximidad amistosa o socialmente obligada, aunque ya está demostrado que es mejor un saludo a prudente distancia que otro con una cercanía no sólo invasiva sino riesgosa.

¿Apapachos amistosos?, ¿golpeteos en la espalda del amigo?, ¿jaloneos confianzudos y empujones fraternos?, ¿puñetazos cordiales y piquetes en el abdomen ajeno?, Ya no más, por recomendación médica.

La epidemia requiere de sana distancia, de evitar las reuniones, las fiestas, los convivios, los desayunos, comidas y cenas de negocios o placer, ligados a una forma de sociabilidad basada en la proximidad física más que en la coincidencia real en materia de ideas, principios e intenciones, quizá debido a que la concurrencia a la “reunión”, la “asamblea” y el aforo del auditorio aparentan algún tipo de convergencia, acuerdo o sintonía.

¿Qué sería del líder sin presuntos seguidores en torno a él? ¿Podrá haber una asamblea política o sindical exitosa sin militantes dispuestos al aplauso, la participación, la celebración del discurso y la aprobación del programa propuesto por “la dirigencia” sin contacto físico, matracas y porras?

La gente como elemento escenográfico de la actividad pública es esencial, y se considera un termómetro confiable en eso de calibrar la aceptación del político o el funcionario administrativo, así como del programa, del avance del proyecto, de la actividad que se realiza en el sector urbano o rural, o del partido deportivo, de la puesta en escena de un espectáculo musical o teatral, puesto que siempre hemos pensado en que el número de personas que se congrega da cuenta del atractivo y eventual éxito del evento.

La epidemia ha demostrado que es inconveniente la congregación de personas en un mismo lugar al mismo tiempo, por lo que se debe ver con otro enfoque la idea de que la multitud presente es señal de convocatoria exitosa.  

Pero gracias al progreso la vida se abre paso de nuevas maneras, y así tenemos las reuniones virtuales mediante el uso de plataformas informáticas, de videoconferencias, salas de chat, y otros mecanismos simples o complejos de reunión e intercambio de imágenes, sonido y mensajes diversos, y ya es recurrente el uso de aplicaciones para el comercio electrónico.

Estamos en posibilidad de reconceptualizar el valor de la tecnología en los distintos escenarios de la actividad humana, donde sin duda los daños colaterales los están sufriendo las sociedades y grupos marginados debido a que el contacto profesional y personal se está resolviendo mediante el uso creciente de las plataformas, aplicaciones y programas, lo que sugiere el necesario fortalecimiento tanto de la capacidad productiva propia como de mecanismos eficientes de colaboración internacional.

Hay evidencias de que nuestra sociedad está reconfigurando su funcionamiento y expectativas productivas y políticas por la emergencia sanitaria global, lo que resulta importante porque cada cambio en la base tecnológica ha producido, históricamente, una respuesta social acorde a la naturaleza de los nuevos medios disponibles, lo cual se ha puesto de manifiesto en las actuales circunstancias.

Con la pandemia el mundo está viviendo una etapa de cambios conceptuales y conductuales que permiten visualizar el atraso que existe en algunas regiones en materia de desarrollo científico y tecnológico, de distribución y redistribución del ingreso, de integración social y acceso a los mínimos de bienestar.

Si el azote viral ha puesto de manifiesto las fallas y rezagos del sistema de salud nacional, también lo ha hecho en campos no menos importantes como son la orientación del esfuerzo productivo nacional y la mercantilización de los servicios esenciales, así como la dependencia de productos e insumos del exterior que se agudiza en tiempos de crisis, sugiriendo un replanteamiento del modelo económico y de la forma de hacer política, tanto en el nivel local como en el global.

 

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