“Con la salud no se juega, salvo que sea la de los demás, ajenos y distantes”.
Como usted sabrá, las instalaciones del Isssteson fueron tomadas recientemente en un acto simbólico de protesta, una acción que pone de manifiesto el hartazgo de los trabajadores, en este caso del Cobach, por tener que estar siempre sujetos a sus propios medios y posibilidades para acceder a los medicamentos que les debiera suministrar la farmacia del Instituto.
El incumplimiento de las obligaciones del Instituto con sus afiliados es permanente y sólo en las ocasiones en donde la presión social se pone de manifiesto en forma de marchas, mítines y plantones fluye a cuentagotas el medicamento esperado.
Algunos sindicalistas, como los del STAUS, han optado por promover amparos a fin de que las autoridades cumplan con lo que debiera ser su trabajo cotidiano, incluso hay gestores que facilitan la adquisición de medicinas para el sector que representan.
En este contexto, algunos reciben los medicamentos necesarios mientras que la gran mayoría se queda esperando porque no hay quién garantice el servicio por el que pagan.
Tampoco fluye el trámite de las jubilaciones gracias a la densidad de una burocracia que parece actuar al margen de la ley, mientras que el Instituto se complace en amenazar con suspender servicio a los organismos que no acepten modificar su convenio de la forma en que se le antoje a la directiva del Isssteson.
Se han presentado casos en donde los jubilados reciben una pensión disminuida según cálculos a modo, que el Isssteson utiliza como forma de presión para que los trabajadores y sus organizaciones acepten la imposición de nuevas condiciones.
¿Quién no recuerda un día 1 de mayo cuando al entonces director del Isssteson, Pedro Ángel Contreras López, se le hizo buena la idea de otorgar pensiones significativamente reducidas a los trabajadores universitarios porque tal organismo no había actualizado el convenio?
¿Quién podrá olvidar que, tras el desfalco milmillonario al fondo de pensiones, el gobierno del Estado tuvo que “desincorporar” bienes inmuebles y ponerlos a la venta, contándose entre ellos los dos estadios emblemáticos de Sonora, el Héctor Espino y el Tomás Oros Gaytán?
Los trabajadores universitarios difícilmente podrán olvidar la presión constante que significó la amenaza de la suspensión de los servicios médicos y el tortuguismo en el trámite de las jubilaciones, usadas como un obsceno chantaje por el Isssteson para obligarlos a aceptar pagar más por los mismos servicios deficientes, fraccionados y eventuales que los gobiernos del Prian han decidido ofrecer a los trabajadores sonorenses.
Tampoco se puede olvidar el doble discurso de los dirigentes sindicales que manipularon a sus bases y presionaron a las autoridades administrativas para que se firmara un convenio que modificaba lo estipulado en el Contrato de Prestación de Servicios Unison-Isssteson, abriendo la puerta a la aplicación retroactiva de la ley 38, en perjuicio de los derechohabientes registrados antes de la reforma de 2005.
Actualmente, gracias a las nuevas condiciones, la Universidad de Sonora paga más por concepto de aportaciones y sus trabajadores más por concepto de cuotas, pero los servicios siguen siendo deficientes y la carencia de medicamentos en las farmacias orilla a los usuarios a la compra privada de productos farmacéuticos.
Hoy se pagan cuotas aumentadas y además el importe de las medicinas prescritas sin que se vea mejora en el servicio, y no hay duda que la medicina privada ha vivido tiempos de prosperidad debido a la ausencia de una respuesta social acorde a las necesidades de los trabajadores.
Las subrogaciones, los seguros de gastos médicos mayores, la necesidad de importar medicamentos, la especulación farmacéutica y la ausencia de una seguridad social efectiva, más la escasa solidaridad sindical para los adultos mayores son las claves de la prosperidad de la medicina privada en la lógica del neoliberalismo periférico.
El saqueo a los fondos pensionarios de Sonora permanece impune hoy en día, mientras van y vienen directores del Isssteson que actúan como administradores de la precariedad de la seguridad social y la demagogia del gobierno en turno, y no como gestores institucionales de la salud y el bienestar de los trabajadores.
La protesta de los trabajadores del Cobach es la de todos. Pero el problema de los medicamentos es apenas la parte visible del iceberg que representa el Isssteson y la bolsa de carencias que aquejan al instituto, hoy más necesitado que nunca de honestidad, apoyo y recursos.
La solución posible pasa por una buena y transparente administración de los recursos hacendarios que recibe, que haya cumplimiento de las obligaciones que el Estado tiene para con sus trabajadores, y que se tome en serio la seguridad social como un mecanismo de redistribución del ingreso, de equidad distributiva que empodera al trabajador y que lo incluye en los beneficios de una sociedad justa y respetuosa de las leyes.
Desde hace años se viene violando nuestro derecho a la salud y cada vez más la situación empeora. Defender nuestros derechos es una lucha legítima.
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