sábado, 30 de noviembre de 2019

Ciudad en peligro



“Curiosamente los votantes no se sienten responsables de los fracasos del gobierno que han votado” (Alberto Moravia).

Hermosillo se ha visto como una ciudad rebasada por los elementos. El clima y las circunstancias han descubierto una seria vulnerabilidad que la muestra como una ciudad peligrosa para quienes en ella habitan. Se tiene una amplia periferia que presenta los problemas de una ruralidad desatendida, así como un centro urbano que ha crecido en forma tal que sus administradores sudan la gota gorda al enfrentar problemas de seguridad pública, de indigencia que pulula por plazas y calles, de deterioro de la infraestructura vial, de agua potable, drenaje y alcantarillado, de organización del espacio urbano con equilibrio entre la superficie construida y las áreas verdes, por mencionar algunos.

La reacción inmediata es buscar culpables en el aquí y ahora de las reivindicaciones instantáneas que cualquier oposición política con sentido de la oportunidad y los efectos mediáticos se lanza a aprovechar: “no queremos historia, queremos soluciones, ya”, “¿cuándo va a empezar a gobernar?”, “ya basta de culpar a pasadas administraciones, queremos soluciones”, “si no puede, que renuncie”, entre otras muestras de que la ocasión la pintan calva.

El agua que ha bañado copiosamente la ciudad y sus alrededores ha hecho flotar una realidad dolorosa: Hermosillo no cuenta con la infraestructura apropiada para enfrentar una lluvia como la reciente.

Caminar por las calles de la capital estatal ahora se revela como una actividad peligrosa y potencialmente fatal, ya que la delincuencia ha repuntado agarrada de la mano de la falta de oportunidades y empleos justamente remunerados y con seguridad social, además del evidente deterioro de la infraestructura urbana.

Usted sabe que en mero centro explotó un transformador subterráneo perjudicando a tres jóvenes donde dos resultaron gravemente heridos y acaba de reportarse otro caso similar pero bajo un distribuidor vial, aparentemente sin personas afectadas.

Al suceso anterior se agrega la zona minada en la que se han convertido calles y avenidas, dificultando la comunicación y afectando el comercio, la industria y los servicios, además de las actividades de miles de ciudadanos que necesitan llegar a tiempo al trabajo o al estudio. Ahora la palabra “socavón” se asocia a la tragedia que, en cualquier momento puede cobrar vidas y, literalmente, echar un futuro al caño.

Nuestra vida cotidiana tiembla y queda en estado de indefensión ante una lluvia que en otros lugares es ocasión de regocijo y buenas noticias. El agua es vida, pero sin la acción de la ingeniería urbana puede significar muerte.

A la conmoción que causan las muertes o vidas afectadas por sucesos como lo del socavón de la colonia Sonacer, se añade el hecho de, en ese mes de octubre se reportó que en la ciudad existen otros 26 socavones más, cuya reparación supondría un costo de 100 millones de pesos. Tenemos 26 o más posibilidades de accidentes graves o fatales.

Usted podrá decir “es cosa de que la alcaldesa se deje de rollos y se ponga a trabajar”, “ya basta de mamadas, queremos soluciones, ya”, entre otras muestras de acres y severos reconcomios.

De entrada le diré que estoy de acuerdo, que el trabajo por la comunidad es lo que cualquier ciudadano espera de las autoridades, pero agregaría lo siguiente: el municipio es una comunidad de ciudadanos; es la convivencia de familias en un espacio común del cual se hacen responsables.

La vida municipal está caracterizada por la vecindad y la convivencia mediada por un orden legal que protege e integra a sus habitantes. La autoridad vigila el cumplimiento de las normas, administra los recursos y promueve iniciativas para la solución de problemas y el bienestar de la comunidad.

De acuerdo con esto, todos somos responsables del acontecer municipal, porque estamos en un medio en el que la palabra solidaridad debe tener sentido. Lo anterior no significa recibir sin responsabilidad ni dar sin reciprocidad. Somos corresponsables de lo bueno y lo malo que nos ocurra en comunidad, cada cual en la esfera de sus competencias y de acuerdo con sus posibilidades.

Por ejemplo: si al gobierno le corresponde la recolección de basura, al ciudadano le corresponde reunir y clasificar los desechos, dando facilidades para su recolección por parte del ayuntamiento. Asimismo, no arrojar basura en la calle y guardar el respeto y la corrección debida en los espacios públicos. ¿Lo hacemos? ¿Pagamos puntualmente los impuestos y derechos municipales? ¿Nos preocupamos por la seguridad de los vecinos, y respetamos su espacio y tranquilidad? ¿Cuidamos de los jóvenes, sean familiares o no?

Me parece que un gobierno municipal eficiente es aquel que cuenta con una ciudadanía responsable que cumple con sus obligaciones y es exigente de sus derechos. Si damos, recibimos. Si pagamos impuestos, debemos recibir y, exigir en su caso, el beneficio de los servicios a los que el gobierno está obligado legalmente a proporcionar. Quid pro quo.

El reciente accidente sufrido por tres jóvenes estudiantes en el centro de la ciudad nos alerta de posibles eventos de la misma naturaleza y nos sentimos molestos, indignados y cívicamente conmovidos por lo ocurrido. Pero la solución de éste u otros problemas no corresponde solamente a la CFE o al ayuntamiento. Debemos ser una ciudadanía activa, vigilante y denunciante de los problemas reales o posibles y así responsable de la parte que nos corresponde en el destino de nuestra casa común, la ciudad de Hermosillo.
  

           

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