“¿Cómo nos arreglamos?” (frase de dominio público).
Como es cada vez más evidente, uno de los efectos
perniciosos del sistema capitalista es que si hay dinero baila el juez. En
otras palabras, el sistema genera la necesidad de basar el éxito personal en la
cantidad de posesiones que acredite un individuo; en consecuencia se da cuerpo
y sustancia a la conocida frase “tanto tienes, tanto vales”.
En los últimos meses hemos visto con asombro cómo
reconocidos pillos empresariales, sindicales y de la administración pública se
han alzado con verdaderas fortunas, cuentas milmillonarias, múltiples
propiedades en el país y el extranjero en medio del boato y dispendio de un
potentado oriental o un emprendedor en el giro de las drogas, el huachicol,
trata de personas o el simple asalto bancario, comercial o domiciliario.
Se tramita amparos que son concedidos como se
concede un saludo, una sonrisa de complicidad, un apretón de manos y una
palmada en la espalda. La ligereza de los magistrados y jueces habla por sí
misma y se plasma en los medios informativos como ejercicios de desfachatez
impune.
Si bien es cierto que el actual Poder Judicial es como
una gran manzana podrida que alberga gusanos de distinto calibre y voracidad,
también en los alfombrados espacios de las demás dependencias públicas se
cuecen habas, papas, frijoles y otras variedades alimenticias que se sirven en
vajilla de lujo a los comensales de ocasión: banqueros, comerciantes,
constructores, mineros, petroleros, entre otras especies generadoras de dinero
y evasoras de impuestos.
Son frecuentes las denuncias de grupos ciudadanos
que defienden su derecho a la tierra, a la salud, al ambiente sano y
equilibrado, al agua, frente a desarrolladores inmobiliarios que arrasan
selvas, playas, arrecifes, especies marinas, terrestres, prácticas culturales
ancestrales, formas de vida comunitaria, y un sinfín de realidades vitales de
carácter local y regional.
En nuestras ciudades es común que se destruyan plazas,
parques y espacios arbolados en beneficio de nuevos desarrollos comerciales que
apologizan el cemento, el acero, el vidrio y la desolación natural, con la
consecuente necesidad de habilitar estacionamientos, sistemas de control de
entradas y salidas, cámaras de videovigilancia, entre otras maravillas
tecnológicas que nos instalan en la modernidad a costa del incremento en la
temperatura y el gasto en energía eléctrica que repercute siempre en el
consumidor.
Las denuncias y protestas ciudadanas generalmente
son vistas como algo folclórico, como una especie de curiosidad social que
ocasiona cierres de vialidades, lentificación del tránsito y motivo de
movilizaciones policiacas. Vemos la forma pero ignoramos el contenido, de
manera que las organizaciones ciudadanas son coyunturales y se alimentan generalmente
de los afectados, no necesariamente de los ciudadanos solidarios y con
conciencia social que persiguen proyectos de largo plazo.
¿Hay depredación inmobiliaria en La Victoria, en el
Vaso de la Presa A. L. Rodríguez, en los ejidos aledaños a la ciudad ligada a
familias billetudas o con enchufes políticos? ¿No hay abasto de agua para las
colonias citadinas pero sí para el fraccionamiento de lujo recién construido o
en proyecto? ¿Somos una entidad semidesértica y se concede agua a
trasnacionales cerveceras? Las quejas, denuncias y eventuales movilizaciones
proveen tema de conversación en el café o la cantina; son de mención obligada
en la charla de sobremesa que llena el ocio de amas de casa, burócratas
aburridos o ciudadanos haciendo turismo por la realidad.
¿Que los vecinos de tal o cual colonia no cuentan
con los servicios básicos, que hay delincuencia organizada que exhibe armas de
grueso calibre por las calles, que hay casas deshabitadas que sirven de refugio
de malvivientes, que hay fugas de agua y baches que obligan a establecer reglas
de navegación entre las calles? Pues son prietitos del mismo arroz que se cuece
en el caldero de la ciudad.
Las denuncias de problemas grandes, medianos y
pequeños van y vienen de las calles a las ventanillas de atención ciudadana en
las oficinas del sector público. Los diputados reciben grupos sociales y se
instalan comisiones especiales, dependiendo del caso. Las alcaldías se
comprometen en el ámbito de sus competencias y el gobierno del Estado sonríe
para la foto y asegura preocuparse por el problema.
El desbarajuste ciudadano alcanza niveles de
histeria cuando el abogado del delincuente con pedigrí posa para las cámaras y
exhibe tremendo documento donde dice que el juez declara procedente otorgar al
sujeto el beneficio del amparo. Así que, en vez de pisar la cárcel depositará
su humanidad en céntrico restaurante, en alfombrada oficina, en cómoda
habitación. La justicia lo protege porque supo llegarle al precio. La impunidad
se cotiza alto en el mercado de valores del sistema.
EPN y el Magistrado Eduardo Medina Mora |
Como se ve, es inútil para los efectos inmediatos de
la procuración de justicia recordar, por ejemplo, la “estafa maestra”, el incendio
de la Guardería ABC, el saqueo pensionario del ISSSTESON; o los “incidentes” de
Pasta de Conchos en agosto de 2006, de mina de Chacras en febrero de 2014, de
Buenavista del Cobre en agosto de 2014, o el del 9 de julio de 2019, en Guaymas;
o cualquier otro de los 22 accidentes atribuidos a la negligencia criminal de
Grupo México. Y lo es porque los señores exfuncionarios gozan de los enchufes y
recursos necesarios y los inversionistas tienen prioridad nacional por ser
generadores de empleos, pero ya lo dijo el presidente López Obrador, que es
importante la inversión y el empleo, pero no a costa del ambiente y la salud de
los trabajadores y sus familias.
Urge, en consecuencia, poner orden tanto en la
economía como en el Poder Judicial de la Nación, confiando en que el reloj de
la transformación nacional avanza a pesar de la corrupción judicial y la
indolencia de muchos. Consideramos que una ciudadanía consciente y activa puede
contribuir al combate a la corrupción y a la transformación deseada de manera
significativa, porque mientras no haya un esfuerzo conjunto y con resultados
por hacer justicia en este país tan cargado de agravios, tendremos que seguir
afirmando que así como “dinero mata carita”, dinero mata justicia.
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