domingo, 7 de abril de 2019

Bueno, pues hay huelga.


“Durante el período escolar, el estudiante ha estado mentalmente inclinado sobre su escritorio; en la universidad debe ponerse de pie y mirar a su alrededor” (Albert North Whitehead).

Como es del conocimiento público, la Universidad de Sonora es el escenario de una suspensión de labores decidida el día 2 del presente por los académicos y trabajadores manuales y administrativos, en cumplimiento a lo dispuesto en la Ley Federal de Trabajo y guardando las formalidades del caso.

Como era de esperarse, tanto el rector de la institución como la gobernadora del Estado se aprestaron a hacer declaraciones donde el común denominador es lamentarse por la afectación que pudieran sufrir los alumnos, habida cuenta que la UNISON es “por y para los estudiantes”, dejando de lado y lo más en la sombra posible el correspondiente a los que hacen posible la formación que los dichos alumnos y que sufren no hoy sino cada día no sólo el ninguneo de las autoridades sino también la caprichosa aplicación del Estatuto de Personal Académico, que cambia cada vez que se le ocurre a la cúpula institucional, violando el Contrato Colectivo de Trabajo y haciendo inalcanzable la obtención de una plaza académica o de la promoción que permita el avance en la superación profesional y personal de los docentes. En efecto, la universidad es para los estudiantes pero hecha posible por los académicos.

La UNISON es una paradoja laboral en el sentido de que proporciona servicios educativos a una población creciente mientras que mantiene a una planta laboral que no ve oportunidades de obtener la estabilidad que requiere para un mejor desempeño de sus labores; que no cuenta con garantías de seguridad e higiene en áreas riesgosas como son los laboratorios y que debe pasar por el drama semestral de las programaciones, muchas veces decididas por fobias o filias ajenas al mérito profesional y que crean clientelas enquistadas en las diversas áreas formativas, impidiendo mejorar la docencia y la investigación. Y ni qué decir de la expectativa salarial que se ve frustrada en cada revisión, sujeta a los topes que decreta el gobierno y a la discrecionalidad presupuestal interna.

En este marco, la gobernadora se complace en ignorar las necesidades presupuestales de la institución y no menciona más que de pasada el incumplimiento de su gobierno respecto al subsidio a la UNISON, pactado entre la propia institución, el Estado y la SEP, echando la culpa preferentemente a los recortes presupuestales derivados de la política federal; y el rector, por su parte, ofrece disculpas a los estudiantes y se regodea con lamentaciones que solapan el peso de inercias, indolencia, salarios y prestaciones de ensueño para la alta burocracia universitaria, recontrataciones por honorarios de personas que son jubilados y que siguen ocupando un lugar en el espacio del gasto corriente, en un juego de reacomodos que perfila clientelas de lujo y una administración agónica por su propia renuencia a oxigenarse. Así, tenemos una burocracia añeja, obesa y reumática, instalada en la autocomplacencia y el dispendio. Los resultados saltan a la vista: la ineficacia en las gestiones presupuestales se agrava con la ausencia de voluntad y el acartonamiento en el proceso de negociación con los sindicatos. En este contexto y hablando de realidades, los más afectados son los trabajadores universitarios porque son parias en su propia fuente de trabajo.

En medio de toda la problemática interna, cabe agregar las campañas ratoneras contra el sindicalismo y su legítimo derecho a la huelga. Ya vio usted cómo se pretende echar por delante a los estudiantes, y generar una imagen negativa de quienes sólo defienden su derecho a una mejor calidad de vida, que están en la realidad laboral y que pagan impuestos, sufren descuentos y que tienen  que bregar todos los días con la política excluyente y empobrecedora del modelo neoliberal, que reciben sueldos bajos y servicios de salud y seguridad social deficientes o prácticamente inexistentes, amenazados con la suspensión de los mismos mientras que surgen empresarios privados dispuestos a “resolver” el problema de los servicios médicos así como la administración de las pensiones de los trabajadores en retiro.

Sin duda es preocupante que haya suspensión de clases, pero cabe recordar que la Universidad ha pasado por esto otras veces y no hay alumno que deje de cumplir sus expectativas profesionales ya que existe el mecanismo de ajuste de calendario, de suerte que no hay semestres perdidos: Los derechos de los estudiantes están garantizados y tutelados por el Reglamento Escolar y las previsiones administrativas en caso de conflicto.


En este conflicto laboral se han cuidado las formalidades que marca la ley y se han respetado los derechos de los tesistas que hacen investigación en laboratorios tanto como los de los investigadores con trabajos en curso y que no deben suspenderse. Sin embargo, hay voces que expresan no sólo incomprensión sino franca oposición a los derechos laborales que con libertad y transparencia están ejerciendo los trabajadores universitarios, llegando a insinuar que existen actores políticos ajenos a la institución universitaria que intervienen enturbiando las aguas laborales de Sonora. El propio gobierno del Estado parece interesado en politizar el conflicto mediante declaraciones temerarias, calumniosas y francamente estúpidas. La verdad es una sola y no se puede tapar el sol con un dedo, por más que éste pertenezca a la ociosa y absurda “secretaría del trabajo” estatal cuya existencia es altamente cuestionable, habida cuenta que la materia laboral es exclusiva del gobierno federal.   

Sonora es una entidad que sufre la ilegalidad como sistema, el golpeteo de la politiquería prianista y la red de complicidades que nos afectan en todos los niveles y terrenos, y la Universidad no está exenta de sufrir los embates de léperos y prevaricadores. Los universitarios ven la huelga como un proceso que se pudo evitar y que representa, en cualquier caso, una acción legal extrema en defensa de los derechos de los trabajadores y, por ende, de sus hijos, entre los que se encuentran muchos estudiantes universitarios. Entre los trabajadores existe la voluntad de lucha y la exigencia de diálogo respetuoso entre las partes, así como el rechazo al manoseo político de parte del gobierno u otra instancia de poder legal o fáctico. La gobernadora seguramente entiende que sin respeto ni honestidad no puede ser posible en la realidad el lema universitario de “el saber de mis hijos hará mi grandeza”.


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