“Durante
el período escolar, el estudiante ha estado mentalmente inclinado sobre su
escritorio; en la universidad debe ponerse de pie y mirar a su alrededor” (Albert North Whitehead).
Como es del conocimiento público, la
Universidad de Sonora es el escenario de una suspensión de labores decidida el
día 2 del presente por los académicos y trabajadores manuales y administrativos,
en cumplimiento a lo dispuesto en la Ley Federal de Trabajo y guardando las formalidades
del caso.
Como era de esperarse, tanto el rector
de la institución como la gobernadora del Estado se aprestaron a hacer
declaraciones donde el común denominador es lamentarse por la afectación que
pudieran sufrir los alumnos, habida cuenta que la UNISON es “por y para los
estudiantes”, dejando de lado y lo más en la sombra posible el correspondiente a
los que hacen posible la formación que los dichos alumnos y que sufren no hoy
sino cada día no sólo el ninguneo de las autoridades sino también la caprichosa
aplicación del Estatuto de Personal Académico, que cambia cada vez que se le
ocurre a la cúpula institucional, violando el Contrato Colectivo de Trabajo y
haciendo inalcanzable la obtención de una plaza académica o de la promoción que
permita el avance en la superación profesional y personal de los docentes. En efecto,
la universidad es para los estudiantes pero hecha posible por los académicos.
La UNISON es una paradoja laboral en el
sentido de que proporciona servicios educativos a una población creciente
mientras que mantiene a una planta laboral que no ve oportunidades de obtener
la estabilidad que requiere para un mejor desempeño de sus labores; que no
cuenta con garantías de seguridad e higiene en áreas riesgosas como son los
laboratorios y que debe pasar por el drama semestral de las programaciones,
muchas veces decididas por fobias o filias ajenas al mérito profesional y que
crean clientelas enquistadas en las diversas áreas formativas, impidiendo
mejorar la docencia y la investigación. Y ni qué decir de la expectativa
salarial que se ve frustrada en cada revisión, sujeta a los topes que decreta
el gobierno y a la discrecionalidad presupuestal interna.
En este marco, la gobernadora se
complace en ignorar las necesidades presupuestales de la institución y no
menciona más que de pasada el incumplimiento de su gobierno respecto al subsidio
a la UNISON, pactado entre la propia institución, el Estado y la SEP, echando
la culpa preferentemente a los recortes presupuestales derivados de la política
federal; y el rector, por su parte, ofrece disculpas a los estudiantes y se
regodea con lamentaciones que solapan el peso de inercias, indolencia, salarios
y prestaciones de ensueño para la alta burocracia universitaria, recontrataciones
por honorarios de personas que son jubilados y que siguen ocupando un lugar en
el espacio del gasto corriente, en un juego de reacomodos que perfila
clientelas de lujo y una administración agónica por su propia renuencia a
oxigenarse. Así, tenemos una burocracia añeja, obesa y reumática, instalada en
la autocomplacencia y el dispendio. Los resultados saltan a la vista: la
ineficacia en las gestiones presupuestales se agrava con la ausencia de
voluntad y el acartonamiento en el proceso de negociación con los sindicatos. En
este contexto y hablando de realidades, los más afectados son los trabajadores
universitarios porque son parias en su propia fuente de trabajo.
En medio de toda la problemática
interna, cabe agregar las campañas ratoneras contra el sindicalismo y su legítimo
derecho a la huelga. Ya vio usted cómo se pretende echar por delante a los estudiantes,
y generar una imagen negativa de quienes sólo defienden su derecho a una mejor
calidad de vida, que están en la realidad laboral y que pagan impuestos, sufren
descuentos y que tienen que bregar todos
los días con la política excluyente y empobrecedora del modelo neoliberal, que
reciben sueldos bajos y servicios de salud y seguridad social deficientes o
prácticamente inexistentes, amenazados con la suspensión de los mismos mientras
que surgen empresarios privados dispuestos a “resolver” el problema de los
servicios médicos así como la administración de las pensiones de los
trabajadores en retiro.
Sin duda es preocupante que haya
suspensión de clases, pero cabe recordar que la Universidad ha pasado por esto
otras veces y no hay alumno que deje de cumplir sus expectativas profesionales
ya que existe el mecanismo de ajuste de calendario, de suerte que no hay semestres
perdidos: Los derechos de los estudiantes están garantizados y tutelados por el
Reglamento Escolar y las previsiones administrativas en caso de conflicto.
Sonora es una entidad que sufre la
ilegalidad como sistema, el golpeteo de la politiquería prianista y la red de
complicidades que nos afectan en todos los niveles y terrenos, y la Universidad
no está exenta de sufrir los embates de léperos y prevaricadores. Los
universitarios ven la huelga como un proceso que se pudo evitar y que
representa, en cualquier caso, una acción legal extrema en defensa de los
derechos de los trabajadores y, por ende, de sus hijos, entre los que se encuentran
muchos estudiantes universitarios. Entre los trabajadores existe la voluntad de
lucha y la exigencia de diálogo respetuoso entre las partes, así como el
rechazo al manoseo político de parte del gobierno u otra instancia de poder
legal o fáctico. La gobernadora seguramente entiende que sin respeto ni
honestidad no puede ser posible en la realidad el lema universitario de “el
saber de mis hijos hará mi grandeza”.
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