jueves, 25 de julio de 2024

EL CUENTO DEL GATO

 

“Este era un gato con los pies de trapo y los ojos al revés… ¿Quieres que te lo cuente otra vez?”

 

No hay duda que vivimos la redundancia, en el trazo del círculo que de tanto acariciarlo se ha vuelto vicioso y produce orgasmos en la ilusión elíptica de la política occidental. Biden se baja de la carrera presidencial de Estados Unidos desde la presidencia, oponiendo al abanderado republicano, Donald Trump, expresidente y empresario, a la difusa y emocionalmente inestable vicepresidenta Kamala Harris.

La lucha por el poder desde el poder suena a redundancia, a agotamiento de fuerzas democráticas, a pleonasmo maloliente de un sistema cuya fachada luce el paso del tiempo, y que se cuenta al pueblo y a sí mismo en terca repetición.

El aparente pleito entre adversarios que comen del mismo plato supremacista, algunos de manera ruda y otros remilgada, parodia el juego democrático de dirigir una nación que, afirman, surgió de las mismas manos de Dios, del deseo sublime de recrear el paraíso terrenal en Norteamérica, para gloria del continente y ejemplo y advertencia para el resto del mundo.

En esta nueva Roma imperial mejorada, “la casa arriba de la colina”, el faro luminoso de donde emana la luz del entendimiento libertario que derrama leche y miel, la justicia iluminará al mundo, ya que su destino es el de regir la tierra con mano firme, y llevar (con la ayuda de Hollywood y la prensa corporativa) la palabra de Dios en una interpretación económica, cultural y militar dirigida a todos los pueblos.

Así entendido, “América para los americanos” no se queda en el deseo fundacional independentista y de defensa del territorio contra los ingleses. Contiene un propósito, un destino manifiesto que debe pasar de lo abstracto a lo concreto, de la idea a la realidad para alcanzar la hegemonía y cumplir con el mandato divino de ser la nueva Jerusalén.

Su gobierno, por lo tanto, debe ser el que represente a los descendientes de los colonos ingleses fundadores de Jamestown en 1607 y de los padres peregrinos que llegaron al nuevo mundo en 1620. Su presidente debe saber que tiene en sus manos el destino de América y el mundo. Según esta concepción, el significado de la palabra “imperialismo” no se opone al de “democracia” sino que lo complementa y redefine.

Será por eso que cualquier tipo de intervención militar contra cualquier soberanía debe verse a través de la ayuda humanitaria y la defensa de las libertades, y que en cualquier conflicto deban estar presentes en forma relevante porque quien alienta y financia el conflicto tiene también la capacidad de mediar y resolver, según el caso.

En este tenor, la versión oficial de los hechos que destruyeron ciudades y regiones, que cobraron miles de vidas y que arruinaron otras tantas, debe registrarse en la memoria colectiva como la lucha de los buenos contra los malos, y cómo éstos fueron pateados en el trasero por las barras y las estrellas, con el aplauso y admiración de los actores locales:

Estados Unidos invade un país para salvar la democracia y libertades del pueblo invadido, establece una autoridad que pone orden y emprende labores de reconstrucción en beneficio de los inversionistas y contratistas que “América” envía y patrocina.

Desde luego, los chicos americanos (sic) resguardan el acervo cultural y los recursos estratégicos, mientras miden, tasan y administran los bienes custodiados y redefinen fronteras, cultura, tradiciones y costumbres.

Aquí la uniformidad plastificada se impone a la diversidad y, al poco tiempo, las nuevas generaciones colonizadas mascan chicle, consumen y predican el culto a la chatarra y adoptan el “american way of life” como horizonte de la reconstrucción de su identidad, con los vómitos emocionales, las consultas psiquiatras, la disfuncionalidad familiar y los divorcios incluidos gracias a las maravillas educativas de la televisión y plataformas digitales que difunden la buena nueva de Occidente.

Así, las nuevas filias y las fobias políticas y culturales están determinadas por la estrechez cultural y el poderío económico y militar del parasitismo yanqui.

El cuento que se repite sobre la democracia, la libertad y los derechos, de acuerdo al dogma “americano”, termina siendo el relato que al pie de la cama se cuenta a los pueblos que aceptan dormir para olvidar lo que perdieron y lo que les queda por perder.

El gato con los pies de trapo y los ojos al revés arroja la imagen de una dictadura mundial que pasa por democrática y una idea de mundo sin valores, un mundo kafkiano donde la justicia sólo puede funcionar para el polo dominante. Los valores que definen y dignifican a los pueblos terminan siendo sustituidos por la abyecta claudicación del esclavo moderno, sin conciencia, sin voluntad, sin destino, aunque con la ilusión narcótica de que son libres. Su moral es de trapo y sus valores están puestos al revés.

Mientras se juega el destino de Occidente y el mundo en la ruleta de la industria armamentística y los negocios transnacionales, los vecinos del norte fingen ánimos democráticos mientras temen el avance de los rusos y los chinos, culpan a los migrantes latinoamericanos de sus males presentes y futuros, tiemblan cualquier posibilidad de que el dólar pierda su capacidad corruptiva y coactiva, maldicen cualquier atisbo de reorganización de la vida económica mundial con olor a independencia y, lo más importante, entran en pánico ante cualquier avance de las ideas soberanistas que surgen cuando un pueblo decide sacar su cabeza del trasero imperialista.

México y Latinoamérica deben decidirse a sacar la cabeza y dejar de permitir, cuando no buscar, que nos sigan contando el cuento ideológico del gato con los pies de trapo y los ojos al revés…

 

 

viernes, 19 de julio de 2024

CAMPAÑAS EN TIERRAS DE DISNEY

 

+ Colaboración dedicada al amigo Luis Rey Moreno Gil, trabajador universitario del arte y la conciencia. Que en paz descanse.

 

Ya ve usted que las campañas van a todo gas en tierras del Tío Sam, donde la imaginación vuela en alas de águila calva y donde la decencia se resbala por el caño de la autocomplacencia.

Nuestros vecinos, que acaparan el nombre del continente gracias a un acto de ignorancia arrogante, presumen de que cada acto, incluso el de mascar chicle, es una manifestación de superioridad indiscutible, inspirada en los más puros ideales y la más incuestionable aprobación de Dios mismo.

Según ellos, la inspiración divina hizo posible que el pueblo que engordó gracias a la esclavitud y la depredación sea el adalid de las libertades y el derecho internacional, su vigilante y defensor autodesignado. Quien se oponga a sus designios pasa a formar en la esfera del mal, queda en la categoría de terrorista, enemigo de la humanidad y candidato a la hoguera internacional.

Para mayor abundamiento, el tema de la frontera entre “América” (sic) y México es prioritario en la campaña presidencial entre la cara republicana y la demócrata de la moneda imperial. Con México, “frontera abierta”, según los seguidores de Trump y objeto de los sueños húmedos de los apoyadores de Biden, se tiene una vecindad peligrosa.

Lo cierto es que para el US Goberment tan es problema la frontera sur como la que se encuentra a 10 mil kilómetros de distancia. La tensión por problemas o amenazas a la “seguridad nacional” que pueden estar a pocos metros o a miles de kilómetros, en este continente o cruzando el Atlántico, es un asunto que crece al mismo ritmo que sus ansias expansionistas y de control mundial.

Si los migrantes ilegales de México son violadores, drogadictos, ladrones y terroristas, no lo son menos los habitantes del Sahel, Egipto, Libia, Irak, Afganistán, Siria, Irán, o cualquier país de África, o Eurasia, que cuente con recursos geoestratégicos apetecibles a EU y que pretenda defender su soberanía.

En un mundo que creen cedido a su control por las manos de Dios, lo mismo siembran bases militares que intrigas palaciegas, revoluciones “de colores” o descaradas intervenciones en los asuntos domésticos, redes de espionaje o entramados comerciales que se convierten en camisas de fuerza no sólo económicas sino políticas.

Sus embajadas y consulados ejercen funciones de control informativo al servicio de la inteligencia de su gobierno, promueven conductas sociales y sirven de canales de corrupción apátrida entre quienes se dejan seducir por el encanto económico y político del extranjero.

Por si las cerca de 800 bases militares alrededor del mundo no fueran suficientes, tenemos las infinitas ramificaciones de los medios de comunicación audiovisual y escrita que marcan la pauta del cómo debe interpretarse la realidad cotidiana: CNN, Fox, The Wall Street Journal, The Washington Post, The New York Times entre otros, reparten envuelto en papel o gigabytes el credo del capital para el mundo.

La guerra y sus horrores se convierte en materia prima ideológica en un concierto diario de manipulación informativa, de mendacidad periodística, de prácticas intensivas de ingeniería social y de evidentes mecanismos de transculturación, cuyos impactos en la idea de mundo y la conciencia de los usuarios terminan por convencerlos de que los agresores son otros, que los instigadores son otros y que el financiamiento o apoyo económico, militar y logístico que se da es por razones humanitarias.

Antes fue Irak, Afganistán o Libia, ahora es Ucrania e Israel. Los objetivos cambian, pero el discurso no. Las masacres resultan necesarias cuando se defiende el bien superior de la paz y las libertades. Los caídos sin culpa y sin identidad son simples daños colaterales en la lucha de los buenos contra los malos. La simplificación ayuda a evitar el análisis… sin lograrlo.   

En la campaña actual por la presidencia, los trapos sucios del militarismo yanqui flotan en el tendedero internacional. El discurso motivacional sobre los inmigrantes, la frontera y los horrores del socialismo se reciclan con grosera insistencia, mientras que el anti globalismo, las ideas soberanistas e independientes son los objetivos ocultos y no tanto, que la clase política estadounidense pretende destruir. Los daños colaterales serán, para no variar, la democracia y las libertades.

Un monstruo de características esperpénticas crece en el huevo electoral del vecino del norte, y una vez más, la cara absurda del imperialismo asoma… y sonríe.

 

 

 

jueves, 4 de julio de 2024

PARTIDO EMBARAZADO

 

“La mayoría de las personas son otras: sus pensamientos, las opiniones de otros; su vida, una imitación; sus pasiones, una cita” (Oscar Wilde).

 

Sigue levantando polvo la diputación plurinominal de Sergio Mayer, el ex zangolotino de Garibaldi, ahora stripper y actor (sic), que, tras lanzar críticas ácidas contra Morena, ahora se dispone a defender los colores de su formación política de hospedaje temporal.  

Se presume que fue el dedo de las alturas quien escribió su nombre en la lista de los ángeles y arcángeles que defenderán el color guinda en el seno del Poder Legislativo y que, según algunos, sin el personaje mediático con olor a nostalgia, el Plan C se estancaría en las alcantarillas del debate bizantino.

No sé si porque Sergio Mayer tiene una bolita que le sube y le baja, puede convertir la generosa concesión plurinominal en triunfo legislativo. O si su sola presencia es un buen sustituto de la voluntad de 36 millones de votantes que dijeron “SÍ” a la Reforma Judicial. No lo sé.

Tampoco sé si el singular dibujante Rafael Barajas, Fisgón, tiende a caricaturizar la posibilidad política de convertir una calabaza legislativa en carroza real, ignorando el hecho de que, de todos modos, pudiera estar tirada por ratones.

Las dudas e interrogantes son muchas. Lo cierto es que la presencia del exgaribaldi resulta ser tan penosa como pudiera ser el mismo sistema de plurinominales, en un contexto en el que el pueblo puede quitar y poner con su voto a sus representantes.

Ahora, si se trata de demostrar apertura y pluralidad más allá o, por encima de la voluntad popular, a modo de acuerdos políticos, lo que resulta es una especie de lienzo de retazos, una colección “incluyente” de propios y ajenos que, mañana o pasado, van a manifestar su verdadera posición sobre los problemas y soluciones nacionales, como ya lo hizo Mayer al unirse a la marcha rosa y criticar algunas de las decisiones morenistas desde Morena, por no mencionar (entre otros) el caso de Lilly Téllez en toda su dimensión kafkiana.

Así, en el marco de la inclusión y la pluralidad, ¿a qué hora prevalecen los principios y valores del partido Morena y el movimiento de la 4 T? ¿Cuándo se generan las condiciones para que la ideología de la transformación (si la hubiera) luzca y genere una conciencia colectiva en favor de sus causas y proyectos? ¿En qué momento se trabaja por diseñar un nuevo régimen capaz de enfrentar y vencer al neoliberalismo y la unipolaridad con el abal del voto popular?

Mezclar en una misma canasta tamales de chile, elote, mole, frijol y piña puede ser muy inclusivo, pero no por eso afortunado y funcional. Aquí surge la pregunta definitoria obligada: ¿somos o no somos?

Como quiera que se vea, un partido sin ideología política definida está sujeto a las contingencias de la vida cotidiana, porque sin tener un asidero firme que oriente sus decisiones y su acción, va a la deriva. Será, en todo caso, un partido dominado por el pragmatismo que, a la larga, tenderá a caer en serias contradicciones. La definición política y programática siempre es de agradecerse.

Si usted recuerda, en el caso de Sonora, por ser “incluyentes y plurales” a lo último no se supo si el partido anfitrión era una barca política de Noé o el movimiento transformador del caiga quien caiga:

Se incorporaron estelarmente algunos personajes que habían pasado por el PRI, PAN, o PRD, en medio de trapecismos coyunturales de acceso a senadurías, diputaciones y presidencias municipales. Quien hacía poco defendía rabiosamente al gobierno del PAN, de repente salta a una candidatura por Morena. Quien navegaba en el PRI para después hacerlo en el PAN, da muestras de versatilidad al abanderar electoralmente a Morena, demostrando que el travestismo político es un ejercicio redituable, amnesia de por medio.

Si en su momento fue una estrategia válida en el ánimo de unir fuerzas y aprovechar el capital político de tal o cual sujeto, lo que esto quiera significar, y se recogieron y restauraron los desperdicios ajenos, hoy quizá sea necesario pensar en la validez y consistencia del proyecto y la congruencia entre los dichos y los hechos, pero, sobre todo, la responsabilidad de acatar el mandato del pueblo expresado en el voto del 2018 y refrendado el pasado 2 de junio.

El caso de Sergio el bailador da cuenta de una práctica política que es, esencialmente, pragmática e irresponsable. Así no se puede hablar cabalmente de un partido y movimiento que busca la consolidación de una ideología transformadora, sino de una organización que sufre una parasitosis potencialmente letal, en términos de su definición identitaria.

Algo así como un embarazo no deseado, pero que se da en un contexto donde las manos sudadas y las miradas melosas de los encuentros de conveniencia son superadas por la penetración de los vicios y perversiones que se pretendía conjurar.

Si el embarazo político de Morena llega a generar sospechas de una crisis de identidad, entonces pudiera ser recomendable el aborto, para la preservación de la vida y viabilidad del proyecto nacional. Aunque se enoje don Rafael Barajas, el Fisgón.

Como dice la conseja popular: vale más una vez colorado que mil descolorido.