domingo, 30 de junio de 2024

¿Y DÓNDE ESTÁ EL DEBATE?

  

                                 “En toda farsa hay un farsante”.

 

La moda política de los debates entre los personajes que aspiran a un puesto de elección popular, produce efectos similares a los de los programas televisivos que consisten en encueramientos emocionales frente a las cámaras, para que el público presente se ría, enoje, critique o apoye las miserias de los exhibidos.

Las trayectorias, proyectos, propósitos o planes de los contendientes, en esta versión mediática de los pastelazos y las zancadillas de la comedia de carpa, difícilmente pueden darse a conocer cuando el formato apunta hacia la crudeza del insulto, la réplica y los trapos al sol lanzados al aire mediático.

Biden y Trump, la pareja cómica de la temporada, protagoniza el sainete preelectoral largamente esperado por los analistas políticos internacionales, medios corporativos, redes sociales y mirones ocasionales en busca de emociones a distancia: puyas, caras graciosas, miradas maliciosas, sonrisas plastificadas, respuestas que se quedan en intención y pastelazos simbólicos, pintan con realismo la farsa de un sistema que simula democracia y no se anima a poner frente a frente a los candidatos y sus electores en un proceso directo y transparente.

Sin embargo, “Estados Unidos” da lecciones al mundo de legalidad, democracia y libertades ciudadanas mientras alienta conflictos y sostiene 800 bases militares alrededor del planeta. El chiste, trágico chiste, se cuenta solo.

Mientras tanto, en México, la transición política va de un gobierno que impulsó cambios a otro que despierta las expectativas de que continuará honrando la voluntad popular. Algunos recientes nombramientos parecen ofrecer una idea ambigua de la continuidad.

Quienes pensamos que es imperativo recuperar el espacio económico nacional en beneficio de los ciudadanos, bajo el supuesto de que, por el bien de todos, primero los pobres, nos encontramos con el detalle de que algunos perfiles no necesariamente se ajustan a las expectativas de un desarrollo independiente y debidamente contextuado.

Afirmar que el futuro titular de Economía es una buena opción “porque tiene muy buena relación con Estados Unidos “, da al traste con el pensamiento soberanista y nacionalista, tan importante de cara a las exigencias del T-MEC vigente.

Poner el desarrollo científico en manos de una académica cuyo mérito es el encanto mediático y las buenas relaciones políticas con la vieja camarilla meritocrática de la “ciencia mexicana”, tampoco garantiza que la investigación prosperará en beneficio del país, más allá de la producción de “papers”, informes y artículos para consumo de los grillos y los pescaditos de plata, e incentivos monetarios para los autores.

También sería problema si se atara la salud mexicana a los designios de organismos internacionales como la OMS, ligada al esperpéntico conglomerado de la industria químico-farmacéutica, cuya actuación deja más dudas y críticas que resultados contra la enfermedad. Se espera que la política de salud sea soberana, independiente y esencialmente basada en el interés nacional, no en el de las transnacionales.

Más allá del currículo y las medallas académicas de los postulantes, lo fundamental es el compromiso patriótico y nacionalista que deberán asumir, que constituirá la diferencia entre el pasado neoliberal y la posibilidad de cambio. Aquí debieran buscarse las pistas en la trayectoria de los personajes propuestos, sus opiniones e intereses manifiestos. Presumir o señalar como mérito el estar ligados a los intereses del vecino del norte no es garantía para México, sino todo lo contrario. 

Por otra parte, habrá que ver si las figuras en las bancadas morenistas son consistentes con el proyecto nacional que apoyaron los votantes, y si dejan de lado las diferencias por razones de personalidad, egos y aspiraciones individuales futuristas.

En Sonora se dan cambios que parecen corresponder al estilo del gatopardo (cambiar para no cambiar), en una cadena de reciclajes que insinúan la carencia de un equipo donde la experiencia y consolidación política, de cara a los intereses geoestratégicos extranjeros, sea clara y defienda en la frontera norte y las costas la soberanía nacional.

La moneda está en el aire y la esperada búsqueda de posiciones en el nuevo gobierno federal recuerda la carrera de las ratas cuando se fugan del barco que parece naufragar. De llegar a darse esa situación, ¿quién y de qué manera apagará la luz y cerrará la puerta sexenal en Sonora? Por otra parte, ¿hasta dónde llega la responsabilidad política de quienes llegaron de la derecha para abordar un barco presumiblemente de izquierda?

Pero, además, ¿qué se puede esperar de un pueblo que, en la capital sonorense, votó a favor de una coalición política claramente contraria a los trabajadores y amiga de las opciones privadas a cargo del erario?

¿Nadie recordó la lucha de los trabajadores jubilados y pensionados del Ayuntamiento, por el reconocimiento de derechos adquiridos que habían sido borrados de un plumazo cuando llegó Antonio Astiazarán a la alcaldía? ¿Y sus intentos de privatizar la seguridad social y el derecho a la vivienda? ¿Y la renta de patrullas eléctricas en vez de fortalecer el parque vehicular municipal? Sin embargo, para que haya cambio debe haber opciones.

Queda claro que estamos en una etapa donde el discurso político obedece a una necesidad emocional más que responder a las exigencias reales y concretas de la población. El caso es que no hay transformación sin pueblo, ni gobierno sin apoyo popular. Entonces luchemos por la congruencia, porque el debate de lo nacional sea crítico, autocrítico y permanente en las fuerzas que impulsan la transformación. Luchemos. 

 


miércoles, 12 de junio de 2024

EL EXCESO DE DEMOCRACIA

 

“La actitud es una pequeña gran cosa que hace una gran diferencia” (Winston Churchill).

 

Parece interesante el panorama postelectoral mexicano, y no sólo eso, ya que ha despertado curiosidad internacional y, desde luego, la consabida preocupación de parte del gobierno del vecino del norte por el rumbo que toma México tras la jornada electoral, y los peligros que entraña para el Norte tener un socio que quiera mandarse solo.

Para el establishment gringo resulta traumática la idea de que una pieza de su traspatio pueda tener voluntad propia, concebir planes y escenarios que huelan a soberanía nacional y dominio de sus recursos naturales, incluida la administración de su espacio terrestre, marino y aéreo.

La democracia que predica es la envoltura retórica de la dominación mediante reglas que sólo benefician a quien las dicta, por eso en el nivel internacional la Casa Blanca se empeña en hacer ver como normales e incluso necesarias para la “seguridad nacional” e internacional las continuas intervenciones políticas y militares que despliega fuera de sus fronteras.

En este contexto, tener alrededor de 800 bases militares en el planeta y controlar importantes medios de comunicación, así como la maquinaria de producción ideológica y conductual en forma de cine, televisión y plataformas, forma parte de su línea de defensa a la que el resto de naciones no puede aspirar a detener o limitar, sino simplemente reproducir, so pena de ser catalogados como enemigos de la “democracia”.

Entonces, el discurso nacionalista e independiente que pone el acento en la soberanía nacional y la legitimidad de los gobiernos electos democráticamente, obligados constitucionalmente a proveer lo necesario para el bienestar de sus pueblos, choca frontalmente con quienes se sienten los dueños de la democracia y las decisiones soberanas del resto de las naciones.

El resultado es la andanada de artículos editoriales y análisis de expertos en la gran prensa global anglosajona (Wall Street Journal, Washington Post, por ejemplo), que señalan acusadoramente ese exceso de democracia observado en la elección mexicana del 2 de junio, a pesar de los esfuerzos y las ingentes cantidades de recursos para la campaña de la oposición, gastados en ejércitos de bots, trols, comentócratas, artistas y científicos huérfanos de apapacho y personajes momificados en diversas televisoras nacionales, sin dejar de lado las “organizaciones ciudadanas” con fuerte olor partidista financiadas por el USAID.

Sesudos análisis advierten del daño que pueden ocasionar los ciudadanos empoderados mediante el voto, de suerte que las eventuales reformas constitucionales propuestas por AMLO pueden ser “anticonstitucionales” en la medida en que afecten el sistema que permite el desbloqueo de cuentas bancarias y la liberación de delincuentes de cuello blanco y no tan blanco.

Así pues, en el marco de los intereses extranjeros, ¿cómo afectar la maquinaria legal (sic) que inhibe el desarrollo del acaparamiento, los fraudes, el enriquecimiento “inexplicable”, el tráfico de influencias y las oportunidades de ganancia de los inversionistas extranjeros que pegan mordidas al territorio nacional por vía de explotaciones mineras y el uso discrecional del agua?

¿Cómo vamos a “hacer América grande otra vez” si hacemos valer nuestra soberanía y el imperio de las leyes? ¿Si nos negamos a ser un traspatio del Imperio del Norte y se combate la corrupción?

Lo cierto es que el pueblo votó por impulsar los cambios propuestos por AMLO en forma de iniciativas de reforma constitucional que apuntan a corregir el desmadre neoliberal y sus excesos, lo que parece asustar a los que optaron por apoyar intereses ajenos a la transformación nacional, aunque sintonizados con las expectativas comerciales y políticas del vecino.

¿Tras el voto afirmativo de más de 35 millones de ciudadanos tenemos que someter la voluntad popular a una consulta entre quienes se oponen a los cambios? Ahora, ¿de qué lado está el exceso? No confundamos democracia con democratismo, algo así como la diarrea política que sirve para que haya cambios tan aparentes como para que nada cambie.

Algunos sabiondos de tertulia televisiva afirman que la economía puede sufrir severos daños si nos empeñamos en perseguir el interés nacional, y que más vale seguir el pulso del mercado. El detalle está en que el país no es una mercancía, como tampoco lo es la soberanía popular ni las libertades ciudadanas.

¿Sacrificar nuestro desarrollo y democracia en favor de los intereses del capital internacional es transformador? ¿La paridad cambiaria determina totalmente nuestras expectativas económicas como país independiente? ¿El mercado puede más que el interés nacional expresado en el “Plan C”?

¿Debemos dar respiración artificial a la oposición claudioequisista porque somos muy democráticos? ¿Hay que darle el micrófono y el tiempo-aire al PRIAN tras su derrota en las urnas? ¿Acaso México no decidió? ¿El pueblo está pintado, o qué? ¿Se va a abrir un nuevo capítulo de concertacesiones, según el manual político del Salinato? De ser así, ¿a qué estaríamos jugando?

En congruencia política y programática con el proyecto de la 4T, la iniciativa de reformas debe continuar y decidirse por la afirmativa en el seno del Congreso de la Unión, y no en las pasarelas mediáticas tan del gusto de la derecha neoliberal. Más seriedad.

 


 

miércoles, 5 de junio de 2024

NUEVO SEXENIO


“No hieras a la mujer ni con el pétalo de una rosa” (Proverbio persa).

 

Las cifras arrojadas el lunes después de las elecciones indican que Morena y aliados ganaron México y Sonora, pintando de guinda nuestro territorio, salvo contados lunares en favor de la coalición gelatinosa. Aquí el color guinda incluye la Ciudad de México.

Los girones de la momia política del PRI y PRD cuelgan del ajado y maloliente ropaje del PAN, unidos bajo la égida neoliberal salinista y ratificados como alianza desde el Pacto por México de Peña Nieto, que impulsó las llamadas reformas estructurales para entregar soberanía y dominio de nuestros recursos al capital extranjero y que ahora parece posible corregir la plana legislativa en beneficio del interés nacional.

El presidente se declara contento porque entregará el poder a una mujer, tras 200 de haber sido gobernados por hombres. Suena muy bien en términos del resultado electoral, pero aquí surge la pregunta: ¿durante el siglo XIX y prácticamente todo el siglo XX, hubo condiciones de paz y consolidación política que hubieran hecho posible una presidencia femenina?

El turbulento y definitorio siglo XIX, que incluye la independencia, la reforma, los gobiernos que fluctuaban entre federalistas y centralistas, el imperio, las intervenciones extranjeras que se continuaron en el siglo XX; el porfiriato, la revolución de 1910-17, la construcción de los partidos políticos nacionales, las instituciones económicas, políticas y sociales que definieron la modernidad nacional y las luchas  en el campo y la ciudad por hacer avanzar las ideas de progreso, ¿eran el mejor entorno para garantizar las condiciones para el ascenso de una mujer al poder presidencial? Me parece que no.

Es hasta ahora, tras las reformas en la política y la administración pública impulsadas por AMLO, que es posible e incluso deseable que haya un cambio en la imagen de quien representa el poder ejecutivo federal, no como un acto de efectismo mediático, sino como una demostración de la igualdad política alcanzada y un punto de inflexión de la democracia, sin dejar de considerar que no todo cambio implica progreso, pero, sin duda, todo progreso implica cambio.

Hemos avanzado en este sexenio tanto en lo social como en lo cultural. En lo social, porque la ciudadanía, otrora insignificante para la oligarquía neoporfiriana y neoliberal, se ha convertido en pueblo elector, en la fuerza popular que sustenta y defiende un modelo de gobierno democrático; en lo cultural porque ahora la igualdad entre hombres y mujeres no es algo retórico sino real y vigente.

Aclaro que no me refiero a la norma de la paridad electoral, que me parece primitiva y discriminatoria, ya que las candidaturas por razones “de género” y no por capacidad, trayectoria y competencia ponen en duda el concepto mismo de democracia. Me refiero a la igualdad de oportunidades y condiciones para participar políticamente, lo cual es de celebrarse.  

El ascenso de Claudia Sheinbaum Pardo refleja cuánto hemos cambiado, así como cuánto debemos hacer por la igualdad, sin dejar de lado la equidad que es imprescindible para que la democracia realmente funcione y se consolide.

Esperemos que la nueva agenda social y política nacional contemple a la ciudadanía en general, al pueblo que elige y espera del gobierno mejores esfuerzos por lograr una vida digna y generosa para todos, lo que debe partir de un modelo económico que garantice empleo e ingreso digno, acceso libre a los beneficios del progreso y mejores canales de distribución y redistribución del ingreso en un modelo incluyente y solidario de seguridad social.

Lo anterior también supone la eliminación del absurdo de tasar las pensiones en UMA, siendo que la base legal es y debe ser en salarios mínimos. Aquí, el foco recaudatorio debe estar puesto en los ingresos más altos y no en lo que es esencialmente una prestación social producto del trabajo realizado durante la vida laboral: las pensiones jubilatorias de los trabajadores debieran estar libres de gravámenes.

Claudia Sheinbaum dijo en el zócalo capitalino que no había llegado ella sola, sino que llegaron todas. Seguramente se refería a que ahora, gracias a los cambios impulsados por AMLO, cualquier mujer puede llegar a la primera magistratura de la nación si cuenta con capacidad y voluntad de servir y está acompañada del reconocimiento y la consideración de la ciudadanía en el proceso electoral.

Como detalle interesante, del total de los votantes por Claudia Sheinbaum, la mayoría fueron hombres (62%), lo cual da idea de la madurez política alcanzada (El País, 3-05-2024).    

Si el nuevo gobierno de la 4ª Transformación va a dar continuidad al proyecto de nación en un sentido progresista, con inclusión y justicia, dará lo mismo que sea hombre o mujer quien lo represente, porque son los principios y valores los que legitiman el proceso, así como las acciones congruentes que se emprendan para su consecución.

Aquí la forma no puede estar por encima del contenido, porque éste es el motor que impulsa las transformaciones. Estemos atentos.