“Quien gobierne Europa del Este dominará el Heartland; quien gobierne el Heartland dominará la Isla-Mundial; quien gobierne la Isla-Mundial dominará el mundo” (H.J. Mackinder, 1919).
Se festeja por anticipado y sin ningún motivo sustentable, que Sonora y México serán de los primeros en la lista de los exportadores de gas natural. Aquí la realidad le pega de cachetadas al optimismo aldeano dado que nuestro país es un gran importador de gas natural, por ejemplo, por vía del gasoducto “Sur de Texas-Tuxpan”, que desemboca justamente en el golfo de México, por donde fluyen las compras de ese insumo para mover algunas ramas de la industria en territorio nacional.
Lo anterior evidencia que el optimismo basado en supuestos peregrinos es una especie de fantasía triunfalista, o una broma estudiantil, o un deseo que se despegó de la realidad a la hora de declararlo formalmente realizado.
Queda claro que los dichos y los hechos no tienen la misma calidad, porque no es lo mismo depender de las importaciones que ser un productor y exportador. Aquí, el optimismo parece encubrir la cruda dependencia de los designios de otra nación.
Parecer que la situación inicia con el plan gringo de competir con Rusia y otros países gaseros que chorrean hidrocarburos y venderlos a la industria que se asienta en la región Asia-Pacífico, aprovechando las sanciones comerciales por parte del campeón del libre comercio contra los más dotados competidores, en una aparente jugada con dados cargados de imperialismo neocolonial y de premonición geopolítica.
Queda claro que el petróleo, el gas, los minerales y la geografía son razón suficiente para justificar casi cualquier acción en el terreno internacional para países donde los escrúpulos y el derecho frente a las ansias de dominación salen sobrando.
Por otra parte, México está situado en la línea de los intereses del Tío Sam por varias razones ligadas a recursos naturales, posición geográfica, dependencia financiera y tecnológica, vulnerabilidad política abonada por la influencia ideológica y cultural del vecino, que nos sujeta mediante una cadena de hierro en forma del T-MEC, es decir, el tratado que legaliza la relación comercial del tiburón anglosajón con la sardina latinoamericana y hace operativo el ideal imperialista.
Que pasen un tubo desde las soleadas y racistas tierras texanas para aprovechar el gas de lutita o Shale (producto del despanzurramiento del subsuelo mediante substancias altamente contaminantes, procedimiento que en México está prohibido), y cruzar hasta puerto sonorense pasando por Chihuahua, no nos hace “exportadores de gas”, sino simple plataforma logística de las exportaciones gringas.
Cabe recordar que la región del golfo de California no es la única “beneficiada” con inversiones texanas, si consideramos los proyectos en el golfo de México, en una maniobra envolvente y de alto peso estratégico para EUA.
Pero claro que se podrá peinar y maquillar la metida de tubo a Sonora con la justificación de que “estamos atrayendo inversiones que generarán empleos fijos y temporales”, gracias al costal de maravillas que significan 15 mil millones de dólares.
No estaría mal que también se informara sobre el significado geopolítico de estas inversiones milmillonarias, en cuyo primer impacto Sonora se pondrá en el radar de los “intereses nacionales” gringos y donde tendrán paso libre al golfo de California, para dar salida al gas lutita texano con rumbo a Asia.
Seguro que a alguien se le ha ocurrido pensar en lo que significa el acceso de EUA al Mar de Cortés, y recordar que desde los tiempos del gobernador Beltrones se hacían cuentas en favor de los intereses gringos en el litoral sonorense, particularmente Guaymas como “puerto de salida de Arizona”, en ese tiempo gobernada por el republicano Fife Symington.
La bronca está en que dicho acuerdo o asociación “estratégica” con Texas roza temerariamente ciertas líneas que no debieran ser cruzadas, por decir algo, fortalecer intereses extranjeros en costas y aguas nacionales y abrirles un área de oportunidades en materia de energía, cosa que quedó fuera del T-MEC.
Se entiende que el proyecto de la 4T es de corte nacionalista, defensor de la soberanía, de los intereses del pueblo mexicano por encima de cualquier otro, que “no somos colonia de nadie” y que “aquí el pueblo manda”. Pues justamente por eso debiera haber una mayor cautela en los tratos con el extranjero, sopesando sus alcances y temporalidad, sus ventajas y consecuencias, y más si involucran costas y aguas mexicanas, en los términos del artículo 27 constitucional.
En este sentido, resulta recomendable una política exterior más definida a favor de la soberanía y más apegada al ideal bolivariano de aportar al esfuerzo de unidad y progreso de la Patria Grande. En consecuencia, debiera hacerse un mayor esfuerzo en favor de la multipolaridad y, por consiguiente, abrirse al esfuerzo económico y político de los países integrantes del BRICS, desde la trinchera latinoamericana.
Así pues, de manera inadvertida Sonora se encuentra en la órbita de las grandes decisiones en materia geopolítica regional y mundial. Por eso resulta banal y superfluo celebrar las inversiones extranjeras sin valorar los posibles riesgos en materia de soberanía. Después de todo, también nuestra seguridad nacional cuenta… o debiera contar.
Es tiempo de abandonar el determinismo geográfico y dejar de ser, en los hechos, el traspatio de una nación cuyos negocios pasan por encima de la dignidad de los pueblos.
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