"En política lo importante ni es tener razón sino que se la den a uno" (Konrad Adenauer).
Pues tal como se esperaba, la ONU, este mastodonte de cartón dirigido por EEUU, ve con preocupación la posible hambruna ocasionada, dice, por la invasión a Ucrania.
Ahora, si la invasión de Rusia a Ucrania fue por el simple placer de invadir y hacerse con el territorio ucraniano, estaríamos de acuerdo con condenar la viciosa actitud y los terribles costos de la mala acción, pero no.
Rusia ya tenía chueca la boca de decir, en cualquier foro internacional, que debían respetarse los acuerdos de Minsk, que garantizaban la neutralidad de Ucrania y el respeto a las llamadas líneas rojas que marcaban los límites del avance de la OTAN: Rusia no quería instalaciones ni iba a permitir avances militares de la OTAN en sus fronteras.
Como les valió gorro la advertencia-reclamo-petición rusa y la siguieron cercando, orquestando constantes ataques genocidas contra la población del Donbas (cuenca del Donets, región oriental de Ucrania de población rusoparlante), el Kremlin había aguantado pacientemente desde el año 2014 hasta el momento de la intervención, la grosera intervención de los gringos, la insidia en la Unión Europea, las mamadas y el silencio cómplice de la prensa occidental, hasta que dijo basta y se dio la intervención.
Ahora, como vemos, el desastre económico y político global creado por el intervencionismo militar de EU y la OTAN y la sebosa complicidad de los países arracimados en la UE, tiene un culpable: Putin, padre de la desestabilización mundial, autor de la inflación en EU, y de la hambruna mundial.
La enorme incapacidad autocrítica de quienes las mandan tocar en el mundo según Washington es más que evidente, como lo es también el fracaso de la reciente juntada de cuates de los gringos llamada “cumbre mundial” celebrada en Los Ángeles, California.
Lo que también es evidente es el hecho de que los países, particularmente los latinoamericanos, deben entender que la unipolaridad dominada por el Norte debe terminar. Estamos ante la urgente necesidad de reconocer un mundo multipolar como el ideal y vivible, por razones de estricta legítima defensa. Sin lugar a duda, México debe mirar hacia el Sur.
En otro asunto, el agua se ha convertido en el recurso más codiciado por muchas empresas que mastican el inglés para dar a entender su origen y propósitos, apoderarse del líquido pro aquello de desarrollar la región, generar empleo e hincharse de dinero al final del día… cada día.
México y Sonora parecen ser entidades donde la necesidad de atraer inversiones está por encima de proteger los recursos estratégicos disponibles para el beneficio de la población actual y futura. La política de concesiones recuerda el reparto de volantes de baratas de temporada, con precios “a rajatabla” y facilidades de pago. Sólo que no es lo mismo vender artículos que quedaron rezagados en los inventarios a liquidar los recursos nacionales a las empresas que depredan éste y otros continentes.
El pretexto de la generación de empleo habla de la pobreza de la iniciativa privada nacional, mezquina y ratonera que prefiere no arriesgar, no pagar impuestos y engordar gracias a la corrupción que se niega a morir.
En Sonora se concede agua a las empresas cerveceras, refresqueras, fraccionadoras y se pinta un violín a las familias y comunidades que carecen de agua potable suficiente y bastante, generando un problema social y político que puede estallar en cualquier momento.
Lo anterior permite suponer que las desigualdades se van profundizando por no tener claro el valor de los recursos ni las necesidades de las personas, pero todo sea por “generar empleos”.
Por otra parte, los problemas del acceso al agua permiten suponer que existe una severa disfuncionalidad en los gobiernos locales, si tomamos el caso de Monterrey y, en buena medida, Cajeme o Hermosillo: ¿dar preferencia en el uso del agua a cerveceros, refresqueros y fraccionadoras, antes que surtir adecuadamente a las familias? ¿Permitir que haya consumo sin medición? ¿Dejar para después el problema de la cartera vencida en el órgano administrador del agua? ¿Gastar en obras de relumbrón antes que atender los problemas en la red de distribución del agua y la infraestructura?
Como se ve, el hambre, la inseguridad y la carencia de agua son manifestaciones de una mayor y más seria disfuncionalidad: la que se da en los órganos encargados de la toma de decisiones y la administración de los recursos.
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