lunes, 11 de abril de 2022

La reforma y otros choques

 “La soberanía no se discute, se defiende con las armas en la mano” (Julio César Sandino).

 

 Los empresarios de Monterrey, entre otros, se oponen a la reforma eléctrica promovida por el actual gobierno, y a que es mejor seguir ordeñando la vaca federal mediante concesiones y otras figuras novedosas que permiten pagar de menos los impuestos o, de plano, no pagarlos.

Nuestros bien alimentados industriales y comerciantes pegan de gritos ante la sola posibilidad de perder privilegios y exclusiones, otorgados generosamente durante la etapa caracterizada por la disminución del estado en aras de engordar el enorme gusano que anida en la clase patronal, muchas veces ligada a intereses transnacionales y bastante alejados de la tarea patriótica de contribuir a la prosperidad nacional pero eso sí, privilegiando la suya.

Quizá pensaron que ¿para qué pagar impuestos si podían balancearse en la tela de la araña nacional sin el riesgo de romperla, dadas las exenciones, holguras y complicidades de un gobierno dedicado a la autocomplacencia mediática?

¿Qué caso tiene gastar en el pago de la luz sin basta con asumirse como un “cogenerador” eléctrico, o socio de este y asunto resuelto, con el añadido de que la CFE, es decir la empresa del gobierno proveedora de electricidad y dueña del tendido eléctrico, tenía que comprarles los excedentes y además permitir que sus propias líneas de transmisión fueran aprovechadas por los generadores privados?

Y súmele a esto la airada protesta y empujones de nuestros vecinos y socios comerciales, que confunden democracia con comercio y el libre comercio con pujos neocoloniales y que, además, se ponen en plan de jueces inquisidores de la reforma eléctrica porque “perjudica sus inversiones” y altera su ritmo cardiaco, al grado de pretender integrar una comisión para revisar el contenido de la iniciativa presidencial desde la óptica de sus intereses, cuestión que, por fortuna, les fue negada.

¿Se imagina un gringo o un español diciéndole al gobierno mexicano lo que debe poner en una iniciativa nacional estratégica, tal como ocurrió en el pasado reciente con Peña Nieto, aunque el problema de los regalitos a los ricos y sebosos extranjeros viene desde Salinas, que desmanteló la industria y el comercio nacional en favor del capital transnacional, mientras convertía a los partidos en casas de cita?

Pero, ¿qué harían los extranjeros sin los hijos de la malinche, afiliados a la Coparmex y otros organismos empresariales, así como de las ONG y grupos “representativos” que surgen como oposición a los cambios políticos en favor de lo nacional?

¿A qué santo se encomiendan los priistas cuando se unen con el PAN para oponerse a una iniciativa de recuperación del espacio económico y energético de México? Del PRD no tiene caso hablar porque decidieron ser una mascota electoral de los que antes acusaban de “reaccionarios”.

¿Tiene sentido apoyar la participación extranjera contra la Comisión Federal de Electricidad (o Petróleos Mexicanos) a costa de los recursos y del dominio nacional sobre sus productos? ¿El país funciona mejor si se subsidian a las empresas extranjeras a cambio de usar como gerentes y representantes a los supuestos empresarios, exfuncionarios y legisladores mexicanos?

Si el Litio, como el petróleo, es de México y podemos aprovecharlo, ¿para qué abrir la puerta de su explotación a otros países con aires hegemónicos y que extraerán cómodamente el producto en beneficio propio y sin responsabilidad fiscal o ambiental?

¿Para ser modernos, democráticos y amigos de los gringos, esos insolentes y agresivos parásitos del planeta, tenemos que acatar cualquier antojo o propuesta que refuerce su idea de que deben ser ellos quienes administren el destino y patrimonio de las naciones del continente, y más allá?

Debiera resultar obvio que en materia de gobierno y administración son los poderes nacionales legalmente constituidos los que deben decidir nuestro destino, de acuerdo con sus facultades y competencias, no la embajada, los enviados especiales o el presidente de tal o cual nación, por más empoderada que esté o se sienta.

Parece que la noción de soberanía y dominio nacional no pasa por las mentes lacayunas de los empresarios y sus representantes, pero que esto que sea su problema y no el nuestro.

Para el pueblo de México, el inicio de un nuevo camino está en la recuperación de nuestra soberanía energética y avanzar en la autosuficiencia alimentaria e independencia económica y política.

Habrá que revisar concesiones y corregir acuerdos lesivos, inercias de subordinación y dependencia, aunque les moleste a los gringos, a los empresarios y a los legisladores apátridas, porque no hay posibilidad de progreso cuando las cosas siguen igual.


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